La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

“Tomá p'azúcar"

Por Enrique Oliva.

Ante la proximidad del 17 de agosto en que conmemoramos el 155 aniversario de la muerte del Libertador, viene a nuestra memoria un hecho del rico anecdotario del General San Martín, ocurrido en la víspera de la sangrienta e importante Batalla de Chacabuco, librada el 12 de febrero de 1817, que llevó a la declaración de la independencia de Chile.

Como es sabido, cuando la fuerza expedicionaria se organizaba en el paraje del Plumerillo, hoy llamado Campo de la Gloria, en las afueras de la ciudad de Mendoza, San Martín atrajo a muchos negros esclavos. La Asamblea del Año 13 sólo dispuso la libertad de vientre, no alcanzando al resto de los ya existentes.

Entonces San Martín, por las suyas, en su carácter de Gobernador Militar de Cuyo, difundió e hizo difundir en todo el país que cuantos se incorporaran a sus fuerzas, inmediatamente eran reconocidos libres. Con su hábil ingenio los arengó a la lucha antes de la batalla de Chacabuco, diciéndoles: “ustedes saben que los godos explotan la esclavitud de los negros y cuando los capturan los llevan al Caribe para cambiarlos por azúcar”.

Con el coraje estimulado por la defensa de su libertad, entraron al combate con singular bravura. Y cuando sableaban a un español gritaban “¡tomá p’azucar!”. Luego, en otras acciones, siguieron la misma costumbre.

Esta anécdota es repetida por un millar, en constante expansión por todo el país, de ex conscriptos que  hicieron el servicio militar en el histórico regimiento de Granaderos a caballo, creado por San Martín, y tuvieron su bautismo de sangre con la victoria del combate de San Lorenzo. Se trata de la muy activa Asociación de Granaderos Reservistas (algunos ya ancianos), que recrean su paso por ese regimiento, investigando su gloriosa historia y estimulando sentimientos patrióticos y de solidaridad. Así se los ve en todas las celebraciones patrias luciendo el birrete de soldados y las insignias del cuerpo custodia del Presidente de la Nación.

 

San Martín y los negros

El Libertador no solo independizó a los negros, sino que los dignificó acordándoles muchos beneficios y honores.

La caballería en esos tiempos era la fuerza donde servían los “caballeros” que se presentaban con su propia cabalgadura, mientras los negros y la plebe eran destinados a la infantería y otros servicios. El arma de los montados conservó esa característica de elite, hasta no hace muchos años, como una fuerza donde la oficialidad, en su mayoría provenía de familia patricias. Cuando en el arte de la guerra se incorporaron los tanques como instrumentos predominantes en cualquier conflicto terrestre, a sus batallones se los llama hasta ahora como “caballería motorizada”.

Hay historiadores, como José Maria Rosa, que hablaba del cabildo de una ciudad (que no nombraremos) donde los “caballeros” decidieron no cooperar con el Ejército Libertador que organizaba San Martín en Mendoza, por “no estar dispuestos a cabalgar junto a negros”.

Es verdad. El Libertador dio caballos a los esclavos por él redimidos, resultándoles excelentes soldados. Haciéndoles justicia, un negro al frente de una carga de caballería que, bajo el signo de la libertad representado por una mujer mostrando en sus brazos en alto cadenas rotas.

Aporte negro a la cultura popular

San Martín también introdujo en su Ejército innovaciones hasta entonces no conocidas en las fuerzas argentinas. Sirviéndose de los negros, formó un fanfarria que interpretaba no solo marchas militares sino también música variada, hasta bailable.

El conjunto también tocaba los domingos en una glorieta mandada a construir por él, instalada en el entonces principal paseo mendocino, La Alameda. Como la gente elegante (llamémosla así) no sabía admirar la música de los soldados de color, no asistía a tales retretas. Entonces el propio General, con uniforme de gala y del brazo de su esposa, concurría a escuchar a su banda. Los antes indiferentes cambiaron de opinión imitándolo. Las retretas se hicieron entonces populares y la tradición de las mismas se mantiene hasta hoy.

Amante de la lectura, entre muchas otras iniciativas culturales populares, creó con importantes aportes personales la Biblioteca Pública de Mendoza.

Mochilas con bastones de mariscales

En el Ejército de San Martín no había limitación alguna de ascensos a grados de jerarquía por razones étnicas ni posición social. Uno de los tantos ejemplos históricos fue el de un gauchito mendocino de 16 años, llamado Jerónimo Espejo, que se le presentó como voluntario y en los campos de batalla llegó al grado de capitán.

Otra prueba digna de destacarse, fue la de Lorenzo Barcala (), un negro hijo de esclavos que lo acompañó en sus campañas guerreras luciéndose por su bravura y capacidad de mando. Por sus hazañas alcanzó el grado de coronel y luego fue general. Siempre al grito de “¡Tomá p’azucar!”

Al anecdotario del histórico regimiento sanmartiniano, lo reservistas agrega otro detalle poco conocido. Uno de sus conscriptos fue luego el presidente de los argentinos, el doctor Arturo Illía. Quienes hicieron el servicio militar durante su mandato, recuerdan que los trataba con cálida simpatía y hablaba con ellos sus tiempos de granadero. A veces, cuentan, se detenía para acomodarles el morrión y correajes aconsejándolos  sobre el mantenimiento de sus uniformes y armas.

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