La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
"El Principito", o la historia poco conocida de Jorge Telerman. Por José Ignacio Lladós. |
La genética familiar le había marcado el camino desde chico: él sabía que se iba a quedar pelado. Lo que no suponía era que la calvicie se iba a convertir en una marca registrada y que, encima, le iba a llegar por un desafío, por obra de la tozudez más que por un designio inevitable.
Transcurría 1992 cuando, en París, charlaba con dos amigos -un periodista argentino y un artista plástico chileno- sobre aquello que ninguno se atrevía a hacer. "Vos no te animás a raparte la cabeza", lo azuzaron. Al día siguiente, Jorge Telerman apareció sin un pelo.
Ya le quedaba una mínima reserva capilar, en verdad, pero, por las dudas, tras cometer el hecho debió salir del baño con una toalla en la cabeza y explicarle enseguida a su hijo mayor, Federico, que por entonces tenía cuatro años, que el hombre que no tenía pelo era su padre.
Casado con Eva, padre de dos hijos, Jorge Telerman es un hombre que no huye a los desafíos. Extrovertido, locuaz, intelectual, extravagante para vestirse, llegó incluso a convertirse en un personaje en Cuba, durante el período en el que fue embajador (1998-99), pero no por alguna gestión para acercar a los presidentes de ambos países, Carlos Menem y Fidel Castro, sino por hacer multitudinarias choripaneadas a las que invitaba a funcionarios diplomáticos de varias nacionalidades.
El nuevo jefe porteño nació el 29 de noviembre de 1955, en Villa del Parque. Fue el tercer hijo del matrimonio que formaban Damián y Fanny Telerman -apellido que originalmente se escribía con doble ele-. Resultó, además, el mimado de su madre, que aún lo defiende de cualquier "monstruo" que pueda atacarlo. Por ejemplo: si oye por la radio que algún periodista critica a su hijo, llama inmediatamente y cuestiona al opinador. Obviamente, no aclara que es la madre del dirigente político famoso.
Para esto de la fama, justamente, Telerman pareció estar siempre predestinado. Desde chico, cuando a sus cumpleaños invitaba a más de 200 personas. O en las comidas familiares, infaltables, llenas de "manjares judíos" -como él se encarga de difundir-, en las que él se convertía en el centro de atención por sus humoradas.
Tenía en el barrio, por aquella época, un sobrenombre poco original. "En la cuadra había sólo dos judíos. Uno era yo, así que, obviamente, me decían «el Ruso»", cuenta, y se ríe. Destaca, incluso, que tiene una "idishe mame" con la que nunca cortó el cordón umbilical.
La "novia goi"
Esa relación con su madre y la pertenencia a una familia íntegramente judía lo llevó a reservarse alguna información que a Fanny seguramente le hubiera encantado conocer. Una: resulta que su primera novia, Celia, "era goi". Católica.
Una tarde, Telerman decidió ir a buscarla a la salida de la iglesia, donde se encontró con militantes del grupo Tacuara. El gesto de caballero terminó en una batalla a las trompadas. Jorge y su mejor amigo, contra cinco o seis jóvenes más. La relación con Celia, lógicamente, no funcionó. Y Fanny nunca supo de esta historia, hasta que Jorgito se hizo grande.
Telerman dice hoy que a sus progenitores nunca les contó demasiado sobre su vida. Así como no supieron en tiempo y forma la historia de la novia goi, tampoco se enteraron de que en París, en 1978, estuvo internado en terapia intensiva por haberse llevado por delante una puerta de vidrio el mismo día en que jugaban la Argentina y Francia por el Mundial 78. Aún tiene cicatrices de aquel choque inoportuno.
En Francia vive su hermano mayor, Ricardo, cinco años mayor que él (en el medio hay una hermana, bioquímica, dos años y medio mayor que Jorge). En la década del 70, hacia allí también se trasladó quien mañana asumirá como jefe de gobierno porteño. Se fue harto de la inestabilidad política, "pero no perseguido por la dictadura".
El ya había sido seducido por el peronismo, mas no por el activismo político. Por aquella época, un grupo de intelectuales con los que se juntaba a charlar sobre política le puso el otro apodo que lo acompaña, incluso hoy: "el Principito". Tiene que ver con su vestuario poco tradicional.
La relación entre Telerman y la indumentaria extravagante, en verdad, viene desde comienzos de la década del 60. Cada vez que Fanny o Damián -ya fallecido- llamaban a comer, Jorge le robaba una corbata a su padre, se colgaba un saco y se sentaba a comer así, con saco y corbata. Fanny, encantada con su benjamín.
El salto a la fama
Su acceso a la fama se dio en 1985, cuando se presentó a un concurso para ser parte de Badía y Compañía, un programa ómnibus que se emitía los sábados por Canal 13, con la conducción de Juan Alberto Badía y la participación secundaria de Marcelo Tinelli. Telerman, claro está, ganó aquel concurso y empezó a hacer notas para el programa. Había estudiado bioquímica en la UBA, pero terminó absorbido por el periodismo.
Así, tras un par de entrevistas a Antonio Cafiero, líder de una renovación peronista que a él lo seducía, este dirigente lo convocó para participar en el equipo que lo secundaría en la carrera electoral por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, en 1987, en la que debía enfrentarse con el radical Juan Manuel Casella. Telerman largó todo y entró definitivamente en la política.
Desde allí, su carrera es más conocida. Fue el vocero de Cafiero; luego partió a las embajadas en Washington y en París, donde fue agregado de prensa; más tarde, Carlos Menem lo nombró embajador en Cuba, y, finalmente, Eduardo Duhalde lo designó su vocero en la campaña electoral en la que perdió con Fernando de la Rúa.
En el medio, en 1992, con otros cinco socios levantó La Trastienda, una mezcla de discoteca y salón de acontecimientos culturales que lo puso en el foco de los comentarios tras Cromagnon.
Peronista no pejotista, algo así como un intelectual que juega de líbero en la política, alejado de estructuras partidarias que nunca se preocupó por construir, Telerman se sumó a comienzos de siglo al gobierno porteño aliancista de Aníbal Ibarra, que lo nombró secretario de Cultura en un gabinete con solo dos peronistas: uno, Telerman; dos, el actual ministro de Educación, Daniel Filmus. En 2003, finalmente, Ibarra lo seleccionó como su vicejefe de gobierno.
"El Ruso", "el Principito", llega ahora a la jefatura de gobierno, un cargo que ansiaba, pero para dentro de un año y medio.