La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Prioridades por lograr en educación |
En ocasión de dos recientes encuentros en que se enfocaron cuestiones referidas a distintos niveles de la enseñanza, hubo coincidencias en reafirmar que el proceso educativo debía concentrarse en ciertos objetivos esenciales cuyos logros sirvieran para una mejor formación de la persona y, a la vez, permitieran responder con eficiencia a los requerimientos del trabajo en la empresa moderna.
Esas prioridades fueron definidas, por una parte, en términos de aprendizaje de la lengua y de la matemática, así como del desarrollo de habilidades para un perfeccionamiento continuo de esas esferas del conocimiento. Por otra, se enfatizó el valor de capacitar a los alumnos en recursos que los preparen para resolver problemas, formular críticas fundadas y, eventualmente, crear o proponer soluciones nuevas.
En un encuentro con gente notable, efectuado en una librería céntrica de Buenos Aires, fue el doctor Guillermo Jaim Etcheverry, rector de la UBA, quien puso de manifiesto la necesidad de que la educación primaria se consagrara a ciertos fines sustanciales, que resumió básicamente en la capacitación para leer, decantar el hábito de la lectura y asegurar la comprensión de lo leído.
Si educar es llevar al alumno hasta el límite de sus posibilidades -dijo Jaim Etcheverry-, esa meta ambiciosa es factible cuando se nutre del hábito de leer. Reforzó su argumento al sostener que a los chicos hay que darles de comer, pero también hay que darles de leer.
Si esto no lo hace la escuela -agregó-, muchos niños no encontrarán quien lo haga y estarán condenados a un destino de exclusión por ignorancia. Esta verdad tan dramática era bien conocida por quienes promovieron la educación primaria en el país y fomentaron al mismo tiempo las bibliotecas populares; hoy el estímulo de la lectura parece borrarse por efectos de un culto a la imagen de la TV que absorbe negativamente el tiempo de los menores.
Debe señalarse, además, que la escuela actual ha cedido algunas de sus metas principales para prodigar la contención que los tiempos de crisis demandaron y ha dejado de alentar una "cultura del esfuerzo", de la cual se ha vuelto a hablar ahora como un bien que se debe recuperar, aspecto que el rector de la UBA ha destacado.
La otra reunión fue convocada por la Fundación Centro de Estudio de Políticas Públicas en la cual se difundió un informe de la Organización de Estados Iberoamericanos referido a los desajustes existentes entre la preparación que provee el sistema educativo y los requerimientos de habilidades en el campo laboral.
Las insuficiencias observadas han movido a empresas de primera línea a organizar su propio sistema de capacitación. Las empresas no reclaman una formación específica, sino una capacitación básica general que incluya habilidades para trabajar con eficacia en actividades interdisciplinarias. Los títulos de distintos niveles que antes garantizaban competencia hoy no aseguran la posesión de las habilidades que se esperan.
Por lo tanto, parece lógico concluir que la enseñanza, incluso la superior, no forma para responder con éxito en el campo laboral. Si esto es así, también fracasaría la escuela como vía de ascenso social. ¿En qué residen las fallas más significativas analizadas en el curso de la reunión arriba citada? En que se carece de suficientes graduados con capacidad de pensar, con sentido crítico y habilidad para resolver problemas.
Las conclusiones formuladas confirman lo que autores y organismos han señalado ya desde hace décadas. Actualmente se insiste en la necesidad de que el proceso educativo se ocupe de alcanzar menos objetivos dispersos y concentre su acción especialmente en algunos esenciales para responder positivamente a las demandas del trabajo y de la maduración personal.
En tiempos en los que se buscan puntos de referencia para reorientar el sistema educativo, los aportes comentados constituyen una valiosa contribución a ese reordenamiento que debe ser coherente, asimismo, con la preocupación de reducir uno de los peores males que acechan a las nuevas generaciones: la exclusión social.
http://www.lanacion.com.ar/04/07/04/do_615567.asp LA NACION | 04.07.2004 | Página 28 | Opinión