La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Cuando los poderosos vacacionan. Por Enrique Oliva. |
Cuando se anuncia la inminente llegada del huracán Rita, el mundo, incluido los Estados Unidos, no deja de horrorizarse por la insensibilidad del presidente George Bush ante la inconclusa tragedia centrada en Nueva Orleáns. Él estaba cumpliendo sus cinco semanas de vacaciones en su rancho de Crawford, a cuya puerta había acampado la señora Cindy Sheehan que quería preguntarle “¿porqué mi hijo murió en Iraq?” Y demoró tres días en apreciar desde un helicóptero la trágica realidad dejada por el huracán KATRINA. En ese lapso los habitantes del planeta se conmovían con las imágenes de la televisión mostrando el horror.
El 23 de agosto el Centro Nacional de Huracanes de Miami había alertado sobre el peligro de Katrina pero no se tomaron medidas y el huracán llegó una semana después sin que se concretaran medidas de prevención a nivel nacional.
En una nota titulada “Estados Unidos de la Vergüenza”, reproduciendo un durísimo artículo del New York Times, nuestro compatriota Alberto R. Pringles, residente en Alta Loma, California, nos cuenta que “la reacción fue originada por las palabras agresivas, críticas y condenatorias del intendente de Nueva Orleáns Ray Nagins. Fue un doloroso clamor a las autoridades de Louisiana y al gobierno federal, divulgado en todas partes del mundo”.
“¡Muevan el culo y súbanse a un avión y vengan a ver lo que pasa!”, era el mensaje que mandaba a la Casa Blanca. Y preguntaba: “¿dónde carajo están las 40.000 tropas de que hablan en las conferencias de prensa? ¡Aquí no hay nadie!... ¡Basta de conferencias de prensa! ¡Basta! ¡Aquí la gente se está muriendo por millares por día y lo único que se escuchan son conferencias de prensa!... ¡precisamos las tropas y ayuda ya mismo, ya mismo! Y su queja era absolutamente realista”.
“El huracán –continua Pringles- entró de lleno no en Nueva Orleáns, sino en la ciudad de Biloxi, estado de Mississippi, en donde por más de 200 kilómetros las zonas costeras fueron arrasadas completamente y allí narran que, luego de su paso, los sobrevivientes podían presenciar a las tropas de una base aérea cercana jugando al básquetbol sin tomar ninguna participación en ayudar a los necesitados”.
Y sigue Pringles: “era increíble escuchar dichas conferencias en donde el Presidente ‘felicitaba’ a su gabinete por la “brillante tarea que llevaban a cabo, y a su vez, estos se felicitaban mutuamente. Era ridículo escuchar a los senadores y diputados y a la Gobernadora de Louisiana hacer lo mismo.
Los periodistas los atacaron: “¿no les parece que, en vez de darse palmaditas unos a otros, deberían estar allí en medio del desastre?… Era una absoluta burla a los residentes de esas zonas como así a todos los televidentes que estaban frente a sus pantallas el sufrimiento de millares de personas, en su mayoría de raza negra, sufriendo y muriendo por las altas temperaturas y el elevado índice de humedad, la falta de agua, de comida, de luz, sometidos a ataques sexuales incluyendo a niños y en un ambiente putrefacto y maloliente sin facilidades sanitarias, con muertos en las calles o flotando en el agua”.
Es cierto que en situaciones calamitosas aparecen saqueadores, pero en la mayoría de estos casos se buscaba agua, alimentos y remedios. Y allí cayeron las tropas con orden de matar. “Estas tropas -declaró la regordeta y sonriente gobernadora de Louisiana, Kathleen Blanco- tienen experiencia en el campo de batalla. Tienen sus M-16s cargadas” arengó a 300 soldados de la Guardia Nacional que arribaron de Iraq.
“Estas tropas ahora saben como disparar a matar, y yo espero que lo hagan”. Contra negros y blancos pobres, por supuesto. Por el simple gusto de dramatizar, la alcaldesa anunció el saqueo del Hospital de Niños de Louisiana, pero las autoridades del mismo la desmintieron. Y la ley marcial aun rige.
Las palabras del presidente Bush del día 3 fueron consideradas por el New York Times como “el peor discurso de su vida”. Habló amenazante, militarmente: “Pienso que debe haber tolerancia cero con las personas que violan la ley durante una emergencia como ésta, ya sea con saqueos, precios inflados en las estaciones de servicio y contra los que se aprovechan de las donaciones de caridad y el fraude de los seguros”.
Más las primeras ayudas comenzaron a llegar cinco días después de la catástrofe aunque se rechazaron muchas otras como las de Rusia y en particular de Cuba, dispuestas a estar allí en horas. Tarde ya, Bush se decidió a pedir urgentes socorros a la Unión Europea, la OTAN y Naciones Unidas.
En medio de tanto dolor y abandono, El republicano Dennis Hastert, presidente de la Cámara de Representantes, cuando se discutía si reconstruir o no Nueva Orleáns, sostuvo: “No hay que invertir allí porque habrá otra inundación en 50 años o mañana”.
En el momento pico del huracán Katrina, Bush se limitó a dar dos consejos: “huir de las zonas de riesgo (sin explicar cómo) y, sobre todo, rezar”.
El realizador cinematográfico Michael Moore, en una carta al presidente Bush, le dice: “me gustó que el día después del huracán usted, en vez de volar a Louisiana, se fuera a San Diego a divertirse con sus amigos de negocios. No deje que la gente lo critique por eso. Después de todo el huracán ya había pasado y… ¿qué carajo iba usted a hacer? ¿poner el dedo en el agujerito?”
Y al final de su carta, Moore agrega: “esa madre molesta, Cindy Sheehan, ya no está en su puerta. Tanto ella como docenas de parientes de otros muertos de la guerra de Iraq están viajando ahora a través del país con paradas en muchas ciudades del camino. A lo mejor usted puede alcanzarlos antes que lleguen a Washington el 21 de septiembre.”