La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

La otra punta del iceberg (blanco).

Por Noticias & Protagonistas.

El filet de merluza relleno de cocaína viene conmocionando al ámbito judicial de tal forma que ya amenaza con hacer saltar tableros de orden político. A medida que se destapa la cacerola en que se cuece este nuevo plato, deja ver más cabos que luchan por ser atados. Y más nombres.

En la edición anterior de Noticias & Protagonistas comenzamos a avanzar sobre un caso que no se terminaba de comprender. Si bien el recorrido estaba claro, y nuestras investigaciones periodísticas seguían al pie de la letra testimonios de fuentes cercanamente allegadas a la causa, algo en el olfato decía que faltaban jugadores para que este partido se hubiese constituido en un clásico.

Una semana después arribamos a conclusiones, y estamos en condiciones de detallar cuáles fueron los pasos evidentemente necesarios para que 520 kilogramos de cocaína, presumiblemente provenientes de un país productor, como Colombia, salieran de la Argentina camuflados en los famosos bloques de pescado, hasta que en Bélgica, un funcionario munido de un simple taladro perforó la carga y los descubrió.

Según consta en el auto de procesamiento a los imputados, emitido por la Secretaría número 8 del Juzgado Federal de primera instancia número 3, las cosas acontecieron ni más ni menos que de esta sencilla forma.

La droga fue llevada en primer lugar al depósito que la firma Plancton, cuyos titulares son los señores Alberto Edgardo Coluccia y Darío Oscar Favia Pessina, en la calle San Salvador 3768 de esta ciudad, sitio en el que se procedió a disimularla en 95 cajas de pescado congelado, que fueron identificadas con membrete de la firma antes mencionada.

Tales cajas fueron trasladadas en un camión Mercedes Benz de la misma firma, patente CIP 165, que fue conducido por Luciano Teves, empleado de la misma empresa que en todo momento confirmó estos dichos, hasta el establecimiento Dol Fish, de calle San Salvador 3241, también de esta ciudad.

En este lugar se realizó la famosa carga del contenedor el 19 de mayo, pero las cajas que portaban la droga se ubicaron en primer término, es decir que resultaron en el fondo del cargamento, debajo de otras 810, cuyo peso total era de alrededor de 20.000 kilos. Allí se cerró con el precinto aduanero correspondiente, fue enviado por tierra a Buenos Aires en otro camión, y despachado en el buque Aliança Bahía para su transporte a Europa, con fecha 23 de mayo del corriente año. Es esta la carga que fue incautada en Amberes, Bélgica, el 15 de junio de 2005.

Cómo fue posible

Seguramente exportar pescado congelado a la Comunidad Económica Europea no es un trámite sencillo. Los mecanismos de seguridad que el primer mundo pone en marcha a la hora de comprar alimentos son muchos, ya que se ocupa de que todos los posibles aspectos relacionados con la calidad de los importados que van a llegar a la mesa de un europeo estén cubiertos. No cualquier persona con ganas de producir puede exportar: los trámites son muchos, y la Comunidad envía inspectores a supervisar el cumplimiento de sus normas de seguridad.

Es por eso que la gran incógnita era saber cómo una firma fantasma como Plancton, que sólo consta de un galpón con depósito, podría contar con la facilidad de comerciar en la primera línea internacional.

Sucede que hay en el medio otra firma, Ardapez, la cual sí cuenta con permiso de exportación hacia Europa, y se desenvuelve en el puerto marplatense, para la cual prestaba servicios el veterinario y a la vez funcionario municipal Alberto Biesa.

El mencionado, a pedido de Coluccia, hizo constar en el certificado sanitario de exportación provisorio y en el certificado sanitario obrante, ambos expedidos por el SENASA, que el pescado congelado que se iba a exportar había sido elaborado por la firma Ardapez, establecimiento oficial número 2324, y no en el establecimiento Dol Fish, que no contaba con la autorización pertinente para exportar a la Comunidad Económica Europea.

De aquí que el juez Eduardo Farah, actuante en la causa, encuentre argumentos suficientes para dar por sentado que la actuación de Biesa es la de una "colaboración esencial", que si bien, como declara el propio veterinario, podía desconocer que el cargamento incluyera la cocaína, era claramente conciente de cometer el delito de falsificación de instrumento público, es decir del certificado. De aquí también que resultara en primera instancia detenido, y que recobrara la libertad después de una semana, aunque permanezca en situación de imputado.

A su vez, se da por sentado, a partir de sus mismas declaraciones, que la firma Ardapez no ha tenido intervención alguna, ni en la elaboración del producto ni en el trámite de exportación, ya que el mismo Biesa reconoce haber sido él quien entregó los certificados correspondientes en la empresa Inda y García, donde se desempeña el despachante de aduana Luciano Benedetti, que intervino también en la operación.

Pero simultáneamente, el juez no puede dar por aceptada la excusa del veterinario: "En su momento no le di al hecho la trascendencia necesaria", ya que considera esta explicación como "vaga y pueril". El magistrado considera que en virtud de los años de desempeño que el funcionario acumula en la actividad de la pesca y su comercialización, resulta inaceptable: él dirigió el certificado aun antes de que la carga de Dol Fish fuera entregada, cuando es obvio que, de haberse encontrado el pescado en mal estado, todas las consecuencias legales serían de responsabilidad directa del profesional firmante.

Biesa dice desconocer el contenido de las cajas, no obstante el juez ponderó que, de haber tenido realmente merluza, el veterinario de todos modos nunca verificó en qué estado se encontraba antes de firmar.

Las patas de la mentira

Cualquier lector con un calendario a mano podrá preguntarse qué pasó para que después de semejante operativo de incautación, que pone a la Argentina un tremendo cartel de narcotráfico activo en nada menos que 500 kilos de cocaína ocurrido en primeros días del mes de junio, los allanamientos y detenciones daten de finales del mes de agosto.

Cualquiera preguntará qué es lo que el fiscal actuante, Adrián Pérès hizo durante estos meses. La respuesta es contundente: nada. No hay investigación, no hay órdenes de escucha. ¿La fiscalía esperó que las cosas cayeran por su propio peso, o realizó actuaciones que exceden el ámbito de lo oficialmente registrado? No sabemos, pero hay fuentes que se han ocupado de trazar la red de amistades que rodean esta causa en el ámbito tribunalicio, y que podrían explicar algunas demoras.

Según estas malas lenguas, no resulta llamativo que la defensa de los acusados de narcotraficantes de dimensiones internacionales, recaiga sobre el doctor Facundo Capparelli , quien se viera obligado a renunciar a la secretaría del Tribunal Oral Federal por encontrarse francamente comprometido en la desaparición de una importante cantidad de cocaína de secuestro guardada en la bóveda del tribunal.

Como se recordará, la droga luego era reintegrada al circuito de venta, principalmente al que se liga al ambiente de los travestis y prostitutas, tan frecuentado por el ex fiscal Marcelo García Berro, hoy apartado del Tribunal Oral Federal.

El actual fiscal Pérés, el demorado, sigue una causa contra Capparelli por presunto enriquecimiento ilícito, hoy en estado de duda y sospecha, es decir: al freezer.

Otros dicen saber que este enrarecimiento, y la insistencia en la aparición de nombres de los tribunales federales en las causas ligadas al gran secreto del narcotráfico, motivaron un pedido de explicaciones por parte de la DEA norteamericana, a lo que el Ministerio de Relaciones Exteriores respondió con la investigación que al respecto se sigue en el Consejo Nacional de la Magistratura, y que podría costar la destitución de los titulares del Tribunal Oral Federal, Néstor Parra, Roberto Falcone y Mario Portela, de comprobarse los cargos.

Ante semejantes complicaciones, el juez Farah hizo lo que creyó mejor en plena crisis: se fue a París de luna de miel. Ya que quedaba a cargo su buen amigo Adrián Pérès (¿está bien que el juez sea amigo del fiscal, y encima el fiscal sea amigo del defensor?), se tomó unos días. Y bueno, que choquen los planetas. Si total peor no vamos a estar, pareció decir.

Informes