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Huellas del "oro nazi" |
La revelación en Europa de que Portugal, Suecia y Suiza giraron grandes capitales a la Argentina al final de la Segunda Guerra está fehacientemente acreditada en los libros hasta ahora secretos del Banco Central de la República.
Instituciones tales como el Banque Nationale Suisse, el Sveriges Riksbank de Estocolmo y el Banco de Portugal entre 1942 y 1944 constituyeron gigantescos depósitos de oro “en custodia” en su Gran Tesoro.
Finalizada la guerra estos países neutrales rápidamente rescataron los capitales resguardados. Para 1952 todos habían cerrado sus cuentas. No hay evidencia en los libros disponibles que en los años anteriores a la guerra estos u otros bancos hayan constituido cuentas semejantes ni que alguna vez después volvieran a abrirlas.
El acceso a la contabilidad que por primera vez aquí se detalla ha suscitado ya gran expectativa entre los cazadores del perdido “oro nazi” que buscan con afán documentación de su paso por la Argentina.
Oro de Portugal.
El dato más llamativo que surge de los registros es el deposito “en custodia” que abrió el Banco de Portugal en julio de 1942. La fecha se ajusta con las recientes revelaciones sobre la ruta que tomó una porción del llamado “oro nazi” a través de los países neutrales de Suiza y España hacia Lisboa.
Portugal habría recibido 280 camiones cargados de oro alemán que cruzaron España desde Suiza, barras que totalizaban un valor de entre mil y dos mil millones de francos suizos. Agentes norteamericanos en la ciudad de Berna descubrieron esta maniobra en 1946, informando a Washington que las barras con el sello alemán hicieron el trayecto a lo largo de 1943.
Según el informe al que recientemente han tenido acceso los historiadores, contribuyeron al operativo una compañía de transportes, funcionarios de aduanas y oficiales alemanes, españoles, portugueses y de la Francia ocupada, así como nacionales suizos. El documento “top secret” indica que el oro salió del Swiss National Bank. Los camiones lucían los colores helvéticos.
Pero las barras alemanas no siguieron camino hasta el Río de la Plata, o por lo menos no lo indica así la contabilidad del Banco Central. En vez, Portugal compró barras ya existentes en Buenos Aires que fueron separadas y colocadas a su nombre en las arcas argentinas.
Llamativamente, los lingotes adquiridos lucían el sello del “Imperial Mint” de la ciudad de Osaka y provenían “de las adquiridas al Banco del Japón”, como ha quedado escrupulosamente anotado en los libros sobrevivientes del Gran Tesoro. Pero no existe constancia similar alguna demostrando cuando y por qué la Argentina adquirió las aludidas barras al aliado asiático del Tercer Reich.
Las anotaciones sugieren además muy fuertemente que el Banco de Portugal habría empleado estas barras para disimular operaciones simultáneas a la llegada del oro alemán a Lisboa a través de una desenfrenada sucesión de transacciones con Buenos Aires.
En un espacio de 23 meses las dos instituciones realizan 17 operaciones de compra y venta con las barras japonesas. Jamás salen de las arcas argentinas. Simplemente cambian de dueño. Una y otra vez. Para cuando Portugal cierra su cuenta en junio de 1944 un total de 486 lingotes ha mágicamente cambiado de mano utilizando siempre las mismas 97 barras, que en su conjunto pesan 1.4 toneladas. “Yo diría que estaban tratando de ocultar algo,” es la apreciación de un norteamericano experto en transacciones financieras consultado al respecto.
Oro sueco.
El estado sueco se ha impuesto el deber de descubrir exactamente cuales fueron sus lazos financieros con el nazismo. El Primer Ministro Goran Persson ha formado una comisión y la tradicional familia Wallenberg, severamente cuestionada por su rol durante la guerra, en un valeroso acto ha abierto sus archivos a los investigadores.
Con seguridad los ojos de Suecia eventualmente se posarán sobre una fortuna en lingotes depositada “en custodia” en el Banco Central en mayo de 1944. “Se dan entrada a 170 barras de oro llegadas en el vapor ‘Anita’ procedente de Durban, Sudáfrica, y que se depositan ‘earmarked’ a la orden del Sveriges Riksbank, Estocolmo,” rezan los registros ese mes.
En marcado contraste con el agitado baile que sufren las barras portuguesas el oro sueco duerme el más placido de los sueños en las arcas argentinas. Portan el sello “Rand Refinery Ltd, South Africa”. Pesan un total de 2.1 toneladas. Están prolijamente numeradas desde la 6793 hasta la 6967 con solamente cuatro pequeños saltos en la secuencia.
Finalizada la guerra las sobrias barras suecas son retiradas “para ser embarcadas, oportunamente, con destino al Federal Reserve Bank of New York”, el 24 de octubre de 1947.
Oro suizo.
Es la banca suiza la que suscita el mayor interés de los cazadores del oro perdido. No se sentirán defraudados por el destacado protagonismo helvético en el Banco Central. “Se da entrada a 20 barras de oro que se depositan ‘earmarked’ a nombre de la Banque Nationale Suisse, Berna,” rezan los registros de noviembre 1944.
El relativamente pequeño depósito en los últimos meses de la guerra se agiganta abruptamente cuando esta finaliza. En marzo y abril de 1946, Suiza le compra 450 barras al Banco Central que quedan a su nombre brevemente en la Argentina. Los 470 lingotes pesan 6.3 toneladas y portan los sellos del “Imperial Mint”, del “Assay Office-New York” y del “Bank of England”.
A las pocas semanas con igual brusquedad la casi totalidad de estas barras es reescriturada a nombre del Central. Los abultados pases de nombre entre los dos bancos continúan. El 15 de marzo de 1947 el banco suizo reconstruye sus tenencias mediante una abultadísima compra, elevando su alicaído saldo a 466 barras. Menos de un año después, a principios de 1948, repite una gigantesca operación, devolviendo 170 barras al Banco Central. Hasta este momento, como en el caso del Banco del Portugal, las barras nunca abandonan el Gran Tesoro, simplemente cambian de dueño.
Finalmente, entre fines de 1951 y principios de 1952, la cuenta se cierra. “Se da salida a 296 barras de oro pertenecientes al deposito de oro ‘earmarked’ a nombre del Banque Nationale Suisse, Berna, que se retiran del Compartimiento N° 5 para ser enviadas oportunamente por vía aérea con destino a los titulares del citado depósito,” rezan los registros. Las 296 barras que parten aparentemente hacía Berna pesan 3.6 toneladas.
Con la información hecha pública hasta el momento sería temerario afirmar que estos pases oculten algún “oro nazi”. Pero dadas las fechas, más el hecho que el Banco Central alega haber destruido toda la documentación complementaria al mero registro de entradas y salidas, debería por lo menos consultarse la contabilidad sobreviviente en el banco de Berna al respecto.
La segunda cuenta más voluminosa “en custodia” de un banco suizo corresponde al Credit Suisse de Zurich, abierta el 10 de abril de 1942 con un deposito inicial de 29 barras provenientes del Banco Central de Chile.
Esta cuenta se caracteriza por sus operaciones cruzadas con personas físicas extranjeras que también mantienen oro “en custodia” en la Argentina. Alcanza su más alto nivel de 48 barras, 584 kilos, en diciembre del 1945, justamente después de finalizada la guerra. Es finalmente cerrada en septiembre del 1948.
Oro privado.
Cuentas de menor importancia fueron abiertas por otros bancos extranjeros, el De Javasche Bank de Batavia, el Banque Cantonale de Zurich, el Banque Federale SA de Ginebra, la Union de Banques Suisses, la Societé de Banques Suisse y el Banco Central de Chile.
Asimismo, un total de 16 empresas e individuos extranjeros de Amsterdam, Santiago de Chile, Ginebra, Alemania, Panamá, Montevideo, Tangiers, Zurich y Madrid depositaron barras de oro en la Argentina durante la guerra.
Entre ellos se encontraba el notorio magnate austríaco Fritz Mandl, un fabricante de municiones que escapó la anexión de su país por Hitler al principio de la guerra, trayendo consigo 40 barras de oro que depositó “en custodia” en el Banco Central en 1939.
Mientras Europa ardía, Mandl era visto en los bailes porteños del Embassy de la calle Florida. Fue acusado, quizás injustamente, de ser agente financiero nazi en Sudamérica por el Departamento de Estado que buscó asociar su imperio económico con el Hermann- Goering-Werke, un pulpo de industrias que controlaba el Mariscal del Tercer Reich del mismo nombre.
A raíz de estas acusaciones, Mandl fue arrestado y estuvo a punto de ser entregado a Estados Unidos para su extradición al finalizar la guerra. Finalmente habría llegado a un acuerdo por el cual, a cambio de una generosa contribución a la campaña política del Coronel Juan Perón, se le permitió continuar en la Argentina.
Testimonios de la colectividad alemana indican que este método fue aplicado en el caso de varios empresarios germanos en la mira de Washington que así se convirtieron en forzados financistas de la primera hora del peronismo.
Los libros del Banco Central también registran depósitos provenientes de Londres y Nueva York, de Samuel Montagu & Co, del Guaranty Trust Company, del Irving Trust Company y del Swiss Bank Corporation, aunque estos depósitos datan mayormente de 1939 y muestran poco movimiento durante la guerra. El Bank of England encabeza la lista de depositantes “en custodia” con 605 barras entre 1939 y 1946.
Oro argentino.
El envío de oro “en custodia” desde países neutrales va en paralelo con un vertiginoso crecimiento en las barras de oro propias del Banco Central. Las constancias disponibles dibujan un inquietante arco dorado que se eleva sobre los años de la guerra, crece abruptamente apenas esta concluye y decae vertiginosamente tres años después.
Al promediar la contienda, en agosto de 1942, el Banco Central atesora apenas 120 barras de oro propias. Para su final en abril de 1945 la cifra se ha elevado a casi 4,500. Dos años más tarde tras un astronómico salto se atesoran 23.654 lingotes. La caída será análogamente estrepitosa - para mayo de 1948 el Banco Central conserva apenas 117 barras bajo su nombre.
Esta inusual curva del oro propio seguramente guarda mejor relación con los vaivenes de la economía argentina durante la guerra y los jugosos pagos que recibió por sus exportaciones una vez que esta hubo concluido que con algún probable “oro nazi”. No deja de ser, sin embargo, altamente sugerente y digna de investigación.
Fuente: Perón y los Alemanes - por Uki Goñi