La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

El menemismo y las drogas.

Por Oscar Spinosa Melo.

Cuando ese mes de enero de 1989, en el entonces parador "El Pacha" de Punta del Este, Jacobo Timerman dijo delante de varias personas entre las cuales me encontraba, "si gana Menem, es el triunfo del narcotráfico", no tenía idea de la verdad que ocultaba la frase.

Recuerdo como si fuera hoy que monté en cólera. Se generó una desagradable discusión, que, como todas las discusiones, no aclaran generalmente nada. Tuvieron que pasar varios años hasta que comprendiese la verdad de los dichos de Jacobo. Un mediodía de diciembre, cuando empezaba a bosquejar este libro, concurrí a su casa de entonces, "La Dacha", y luego de pedirle disculpas por lo ocurrido tanto tiempo atrás, le pedí que me ampliara el concepto.

Timerman, recostado al borde la espléndida piscina, "esquivó el bulto". Lo único que obtuve fue un comentario, entre lamentos por su quebrantada salud, sobre el difunto ex-jefe de la Policía Federal, Pirker. Lo que me contó fue lo siguiente: "En una entrevista que tuve con Pirker, éste me manifestó que él, a la Policía Federal la controlaba excepto en dos temas: la droga y la prostitución". Y agregó: "Al parecer la Policía lo controló a él: murió en su despacho en forma rara ... "

No era mucho lo que había obtenido como testimonio del ex-director de La Opinión, pero algo es siempre mejor que nada.

Es indudable que en estos diez años el crecimiento del consumo de drogas y el tráfico de las mismas ha llevado a nuestro país al nivel de un país del "primer mundo". Ahora bien, ¿cómo pudo ocurrir esto? ¿Comenzó con Menem? Brevemente iré desarrollando mis ideas sobre el tema.

Los tangos de principios de siglo hablaban de "cocó" y de "morfina". No es mucha la gente que sabe que en Buenos Aires existían numerosos fumaderos de opio. Tampoco que la elaboración de la cocaína se inició en el siglo pasado, y que el primero en obtener la sustancia fue el laboratorio "Merck" de Alemania.

Pronto lo siguieron sus competidores norteamericanos. En nuestro país se vendía libremente en las farmacias, y algún amigo que adquirió como negocio una de ellas, se encontró, para su gran sorpresa, con una gran provisión. Se la utilizaba principalmente para la confección de recetas magistrales.

Hasta bien entrados los años sesenta, su difusión estaba limitada a los bohemios, tangueros y "niños bien" que querían estirar la noche ... Estamos hablando siempre de la cocaína. Me recuerdo haber sorprendido a un par de caballeros en un conocido club, en el toilette, aspirando el polvo que recogían con una ballenita de un papel que uno de ellos sostenía.

Cuando regresé a la mesa del bar donde acompañaba a conocidos de mi padre y pregunté de qué se trataba, sonrisas irónicas saludaron mi inocencia, y la respuesta fue: "Cuando crezcas ya vas a saber de qué se trata". Y vaya si lo supe. Mi fugaz ex-mujer, María Luisa Sword, intentó darme "clases magistrales" sobre el tema, pero no fue sólo por esa "mala costumbre", la razón por la cual la eché de Chile...

A impulso de una propaganda subliminal y la inconsciente curiosidad que la misma despertaba, sumada la "moda" que venía del norte, se comenzó a popularizar el consumo. Pero el momento crítico, el punto de inflexión, fueron los denominados "años de plomo".

Diario Página/12 del 28/10/99 pone en boca de un oficial retirado de la policía las siguientes declaraciones: "Había que esperar durante horas y a veces días haciendo guardia frente a la casa de un guerrillero. Y cuando pasaba el tiempo, uno necesitaba "algo" para mantenerse despierto y valiente.

Fue en esa época que la "falopa" se extendió en la fuerza". Otro tanto ocurrió con los guerrilleros, que además de la necesidad de consumo propio, descubrieron que la droga constituía un excelente medio para financiar sus actividades. Allí nació la expresión que hoy es un clásico: "drogas por armas y armas por drogas".

El "buen negocio" estuvo lejos de pasar desapercibido para algunos sectores de la dictadura militar. Las excelentes relaciones con sus pares bolivianos García Mesa, Arce Gómez y Banzer entre otros, facilitaron los contactos y los negocios. Hay quienes afirman que aviones de la aeronáutica iban y venían de Santa Cruz de la Sierra - Bolivia, trayendo cargamentos de la "Diosa Blanca".

Algunos también dicen que allí nació una red de distribución organizada por un misterioso personaje nacido en Larroque, provincia de Entre Ríos, a quien se lo conocería por el alias de "El Amarillo". Me refiero concretamente a "Don" Alfredo Nallib Yabrán, cuyas vinculaciones militares han sido ampliamente descriptas por en el libro Don Alfredo -y que fueron origen de su fantástica fortuna.

Así comenzó la historia. Lo que en un tiempo se compraba en la farmacia y luego, en forma hormiga, lo entregaban algunos diarieros de la calle Corrientes junto con los periódicos vespertinos, pasó a invadir todo.

Con el final de la dictadura militar, bajo ninguna forma desaparecieron los negocios. Por el contrario, se incrementaron en forma geométrica. Ya no eran los pocos ravioles que antaño secuestraba la policía cuando allanaba un garito o un cabaret. En pleno centro de Buenos Aires, en un estacionamiento apareció una camioneta con ¡600 kg de cocaína! Una nueva era había comenzado. Ese descubrimiento condujo a una pista insospechada.

Estrella de Mar era una pesquera que envasaba sus productos y los exportaba al "Primer Mundo". Casualmente, su directorio estaba presidido por Héctor Antonio, hijo del legendario "padrino" Jorge Antonio, amigo de Yabrán, y que, según confesión del propio Carlos Menem, fue quien lo presentó al General Perón.

Es curioso, abogado de "Don Jorge", como lo llaman sus "admiradores", fue el ex­Ministro del Interior y ex- Senador Carlos Corach. También "Corachetti", como le dicen cariñosamente sus amigos, ha tenido relación con "las pesqueras", ya que ha sido asesor-abogado de la cámara que las nuclea.

Las distintas "operaciones" descubiertas y el permanente secuestro de miles de kilos de cocaína de la más alta pureza, hace suponer, de acuerdo a lo que marcan las estadísticas internacionales, que lo que se descubre es sólo la punta del iceberg (1).

Durante un tiempo, y a fin de desentrañar la razón de lo que me estaba sucediendo desde 1991, me dediqué a bucear en ese submundo que es "la noche" de Buenos Aires. Tenía la íntima convicción de que el tan meneado tema del "gasoducto", negocio que arruiné, era sólo una parte del odio que me demostraba el gobierno menemista.

Tomando como antecedente lo que me había sucedido en el Hotel Recoleta Plaza, traté de encontrar a la supuesta "modelo". Ninguna agencia la tenía registrada como tal. Ofrecí una recompensa a quien la encontrara. y nunca tuve la menor respuesta. Un sargento de la custodia asignada a Zulema Yoma, cuando vivía en la calle Posadas, un día me dijo: "Embajador, la mina esa no aparece más. Falló y la "mandaron para arriba".

No iba a resistir presentarse al juicio que le van a hacer a usted". Como se recordará, el intento realizado a través de una supuesta "modelo" Magdalena Cristaldo, era dejarme un paquete de droga. A la mañana siguiente, seguramente una comisión policial bajo denuncia anónima allanaría mi habitación y encontraría lo necesario para liquidarme para siempre.

Mi llamado pidiendo auxilio a la conserjería del hotel frustró el plan. Quienes estaban detrás no lograron su objetivo. La pistola de mi legitima pertenencia y los supuestos golpes a una "desaparecida" no fueron suficientes para sacarme del medio, y la "solución de complemento", armada de apuro con la complicidad del "viejito perdedor' Neustadt, también fracasó (ver Sobre el volcán, Ed. Urraca, 1993).

No tengo ninguna duda que la primera trampa había sido armada con la complicidad policial "por órdenes superiores". Fueron de ese lado "quienes facilitaron" la "modelo", y luego la golpearon para fabricar pruebas en mi contra. Basta con ver el expediente judicial para verificar que, al momento de los hechos y revisada por el médico policial, mostraba dos o tres pequeños moretones, y tres días después, al ser revisada en Tribunales por los médicos forenses, presentaba diecinueve.

Algún tiempo después, en un bar de la Av. de Mayo y Salta, un conocido circunstancial, con muchos whiskies en su haber, me afirmó: "La Policía Federal no está integrada solamente por los uniformados; también le pertenecen los auxiliares civiles". Ante mi curiosidad, continuó: "Sí, la componen también las veinte mil putas que dan vueltas por Buenos Aires, los otros tantos punteros y vendedores de "falopa" que les responden y, finalmente, están los chorros. Todos cooperan para poder "trabajar".

Por más sorprendente que esto pueda parecer, dista de ser novedad para periodistas y especialistas en el tema, que por "prudencia" nunca tocan el tema.

La Policía Federal depende en principio del Ministerio del Interior. Es decir, teóricamente, al momento del incidente del "Recoleta Plaza" estaba bajo control del ínclito "robo para la corona" Manzano. Pero quien en realidad la manda es el Presidente de la República a través del jefe de su custodia.

Es decir, en aquel momento, Carlitos "estadista" le pasaba sus instrucciones a través del Comisario Armentano. Esa es la explicación y las vueltas dadas para no entregarle el control de la Federal al Gobierno de la Ciudad, cuando ganó las elecciones Fernando De la Rúa. Es decir, quien dio la orden o al menos el consentimiento para prepararme la "trampa" fue Carlos Menem. Pero zafé, como también lo hice de la de Neustadt. Pero no fueron las únicas tentativas de las que fui víctima.

En la madrugada del día 14 de abril de 1994, sufrí un intento de secuestro por parte de un grupo de personas que luego, y ante la afluencia de público, debieron identificarse como pertenecientes a la Dirección de Drogas Peligrosas de la Policía Federal. Me salvaron mi presencia de ánimo y la gente que, a pesar de ser la madrugada, se encontraba esperando colectivos.

La denuncia que efectué del hecho recayó en el Juzgado Criminal de Instrucción a cargo del Dr. Juan José Madhjoubian, y fue caratulada "Tentativa de secuestro-amenazas". No olvido que los integrantes del "comando" eran el entonces Inspector Silvio Omar Piorno y los cabos Horacio Navia y Guillermo Fernández. Imagino que ellos tampoco dejarán de recordarme. También pienso, su jefe de entonces, el Comisario General Adrián Juan Pelacchi, tampoco lo hará... Aunque hoy, dicen, este dedicado a cuidar la seguridad de los aeropuertos que fueron de Yabran.

Un año después, los "muchachos menemistas" de la Federal volvieron a la carga.

El 27 de mayo de 1995, mientras estaba en un local nocturno en compañía de mi amigo el Ingeniero Jorge Appleyard, irrumpió una nutrida comisión policial, que, haciendo caso omiso de las casi doscientas personas presentes en el lugar, se dirigieron directamente a mí. Recién entonces se apercibieron de que estaba acompañado. Nos revisaron, a pesar de mis protestas y en forma contraria a la ley, procedieron a desnudarme, sin hallar absolutamente nada. Al menos nada que me incriminase.

El que mandaba el operativo resultó ser el entonces Sub-Comisario Carlos Arnaldo Gorosito que para disimular, comenzó a hacer revisar a todo el resto de la concurrencia.

Los últimos intentos para tratar de vincularme al "mundo de la droga" vinieron después del lugar más insospechado: el diario La Nación del día 11-5-99, en un artículo firmado por la periodista Andrea Centeno se afirmaba: "Oscar Spinosa Melo vinculado con el tráfico de drogas y controvertidas prácticas sexuales ... ".

La querella contra el diario de los Mitre se halla en curso y en la audiencia de conciliación, en presencia del Director del diario, Dr. Bartolomé Mitre y del propietario del periódico, el Dr. Julio Saguier, conspicuo miembro del Opus Dei (¿Será amigo del ex-nazi Barra?) le manifesté a la Centeno que esperaba que la infamia que había dicho en mi contra, le impidiese en el futuro seguir mintiendo a través de un periódico que se suponía serio.

Poco tiempo después, desapareció de las páginas de La Nación y supe que se desempeñaba en una revista dedicada a la difusión de la música "Pop" .... Hoy me dicen que trabaja para Hadad: No hay dudas que la cabra tira al monte y que La Nación se sacó de encima a dicha periodista...

Posteriormente, el 24 de agosto, a través del programa "CQC" que dirige Mario Pergolini, se volvieron a efectuar similares imputaciones. Mi reacción fue idéntica. El estudio Casabal Elía, que se ocupaba entonces de velar jurídicamente por mi buena reputación, inició una nueva querella.

Como dato curioso cabe señalar que la revista Tres Puntos del 3/11/99, efectuó un reportaje al actor Alfredo Casero. En el mismo el actor se diferencia de Mario Pergolini diciendo que él "no se la pasa agradeciéndole a Corach". ¿Casualidad, coincidencia o retribución de atenciones? Vaya uno a saber.

Lo que sí sé, es que la querella contra Pergolini se inició, y que él y sus socios se las están viendo conmigo en los tribunales. Que vayan a agradecerle a Corachetti a Oxford o París donde se ha escondido para escapar a los escraches de sus conciudadanos.

¿Pero cuál era la razón del tenaz empeño en tratar de involucrarme con drogas?

La pregunta seguía martillándome en la cabeza. Recordaba los dichos de Telma Stefani. también los comentarios que me había hecho en Chile Cristina Toco, cuando le conté el olvido del frasco en la "suite" presidencial de la Embajada Argentina: y de pronto todo fue claro. A mí se me perseguía por haber sido testigo. Testigo de algo que ponía en peligro la imagen de Carlos Menem y sobre esa pista comencé a investigar.

Cuando a Ramón Saadi le intervienen Catamarca, no fue sólo debido al crimen de María Soledad Morales. Menem no le perdonaba a Ramón el cartel que había colgado en Santa María para un acto en el cual yo estuve presente y que decía: "Ramón conducción - Menem Presidente", y en el cual Ramoncito pretendía insinuar un tutelaje sobre el de Anillaco que ni aún su padre -a quien Menem le debía la candidatura­ hubiera podido ejercer.

Intervenido y dejándose llevar por la rabia, Ramón se había ido de boca: exigió la rinoscopía para el gobierno, y cuando los periodistas le preguntaron si incluía al Presidente de la República, contestó afirmativamente. Ramón sabía y bastante, de Carlitos y también del negocio.

Había quienes afirmaban que había una pizzería en los alrededores del departamento de la calle Cochabamba 2617 2º "8", donde se reunían algunos de los más conocidos "punteros" que colaboraban no sólo con "algún regalito", para el "postre", sino que también aportaban buenos mangos para la política, apostando a futuro.

Pero en las penumbras de los "Puty Bar" de Buenos Aires, circulaba el nombre de un misterioso personaje de tez cetrina y rostro achinado que sería el contacto con los anteriores y el proveedor de sustancias condenadas por la ley. Es más, se afinaba que habría tenido el "kiosco" armado en el entonces Hotel Bauen donde, según parece, la SIDE tenía algunos "aguantaderos" para los amigos.

Y esto me consta porque de vez en cuando y para sacarse la "resaca" una conocida, la "pillita" Uriburu pernoctaba allí. Cuando la Constituyente del 94, se realizó una ceremonia en el Palacio San José. Allí fue sacada una foto, publicada en "La Nación" de fecha 24-8-98.

En la misma aparece Menem, el mucamo Ramón Hernández, secretario privadísimo del ex-presidente, el ex­Presidente Alfonsín y un personaje, un tal “Machaca” que bien podría ser ... investigado.

Luego cayó en mis manos un libro titulado "Blanca y radiante", de los periodistas Pasquini y De Miguel que, junto a la "Pista siria", de Norberto Bermúdez, son dos "biblias" del período menemista. Fue entonces cuando entregué a la periodista Marisa Grinstein, de la revista Noticias el capítulo VIII de este libro titulado "Probá, probá que es de la buena".

OSCAR SPINOSA MELO

(1) La Gendarmería reconoce secuestrar sólo el 10% de la droga que ingresa al país.

Investigaciones