La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Las madres de Plaza de Mayo. Por Urgente24. |
Cuando el por entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, fue interrogado sobre los desaparecidos, aún en su puesto de mando, contestó impúdicamente: “Los desaparecidos no tienen entidad, no están vivos, no están muertos: no están, no son”. En este marco de terror mesurado las Madres de Plaza de Mayo empezaron a conocerse entre ellas al encontrarse en varios lugares reclamando por sus hijos y una tarde de Abril de 1977, una de las presentes, Azucena Villaflor de Devicenti, dijo:
"Individualmente no vamos a conseguir nada ¿porqué no vamos todas a la Plaza de Mayo y cuando seamos muchas, Videla (entonces presidente) tendrá que recibirnos ...". No imaginaba que su iniciativa era el comienzo de una incansable lucha por conocer algo tan esencial como es la verdad.
El “orden” impuesto por la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976 incluyó entre otras cuestiones la formación de "grupos de tareas" integrados por fuerzas policiales, civiles y militares al mando de militares de alto rango.
Secuestraron y asesinaron a miles de personas que inicialmente fueron conducidos a lugares clandestinos de detención, donde fueron apresados ilegalmente, salvajemente torturados y finalmente, en su mayoría, asesinados.
En la Argentina llegó a haber alrededor de 368 campos de detención ubicados a lo largo y a lo ancho del país.
La palabra "Desaparecidos" se comenzó a utilizar para identificar a las personas secuestradas que nunca regresaron a sus hogares.
La censura ejercida por la junta militar impedía la divulgación pública de estos hechos y no era posible ni pensable denunciar la desaparición de un ser querido o de un conocido.
Cuando el por entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, fue interrogado sobre los desaparecidos, aún en su puesto de mando, contestó impúdicamente: “Los desaparecidos no tienen entidad, no están vivos, no están muertos: no están, no son”.
Pero esta no es respuesta para una madre desesperada. A medida que sus hijos eran secuestrados, estas mujeres acudían a golpear todas las puertas que pudieran dar alguna noticia sobre ellos. Así llegaron hasta el Ministerio del Interior, cuarteles, destacamentos de policía, iglesias, además de escribirles a los integrantes de la Junta Militar que gobernaba el país, al jefe de cada fuerza, pidiendo ser recibidas y planteando sus dramas, pero jamás recibieron respuesta.
En este marco de terror mesurado las llamadas Madres de Plaza de Mayo empezaron a conocerse entre ellas al encontrarse en todos esos lugares y una tarde de Abril de 1977, mientras esperaban para que las atendiera el párroco de la Iglesia Stella Maris, una de las presentes, Azucena Villaflor de Devicenti, dijo: "Individualmente no vamos a conseguir nada ¿porqué no vamos todas a la Plaza de Mayo y cuando seamos muchas, Videla tendrá que recibirnos ...".
"En el Vicariato de la Armada la conocí a Azucena el día en que Grasselli le dijo al actor Marcos Zucker que su hijo estaba muerto, cuenta Josefa García de Noia. Ahí, en ese momento, Azucena dijo fuerte que tendríamos que ir todas a Plaza de Mayo; lo dijo con voz fuerte justo en la mitad del salón. Ella fue la que lo propuso, sólo ella. Con voz fuerte, con coraje, porque ella era una mujer de mucho coraje; se ve que era luchadora, no lo dijo ni en voz baja ni en un rinconcito."
El recuerdo forma parte de la biografía de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, escrita por el historiador Enrique Arrosagaray.
"Yo la conocí a Azucena en el Ministerio del Interior, en Balcarce 50 -cuenta María del Rosario Carballeda de Cerutti-, éramos un montón de mujeres desesperadas preguntando por los nuestros. Ahí escuché a una señora que decía que no podía ser, que el gobierno no hacía otra cosa que mentirnos y tratar de sacarnos información, que había que organizarse, que había que meterse en la Plaza de Mayo y hacerse escuchar... poco después me enteré que esa mujer era Azucena... ahora repienso aquel día y me parece mentira que una mujer, en pleno conocimiento de las atrocidades que los militares estaban haciendo y con la impunidad con que estaban asesinando, se animara en la misma 'boca del lobo' a proponer en voz alta y bien clara a otras madres que organizáramos mejor la búsqueda y el reclamo".
Azucena Devicenti eligió la Plaza de Mayo como sitio de las reuniones por su cercanía con la Casa Rosada y por ser un lugar histórico y tradicional para las manifestaciones.
El 30 de Abril acudieron a la plaza las 14 Madres que habían estado en la Iglesia y con el paso del tiempo el número aumentaba, al aumentar el número de "desaparecidos". La presencia de las Madres en la Plaza era conocida por comentarios de boca en boca.
"Estuvimos allí -relata María Adela Antokoletz- algunas sentadas y otras paradas. Éramos poquitas... cada una a su turno se presentó, dijo cómo se llamaba y contó cuándo y de qué forma habían secuestrado a su hijo."
"Me acuerdo como si fuera hoy... hasta el lugar en donde conversamos -cuenta Haydée García Buela-. Yo llegué sola y caminé entre los canteros buscando con mi mirada otras mujeres... ¿vio que desde la pirámide salen caminos hacia los bordes, hacia las veredas?... Bueno, yo me encontré con María Adela y sus hermanas en uno de esos senderos, cerca de Rivadavia, casi a la altura del centro de la Plaza...
¿Ustedes también vienen por lo mismo?, les pregunté, y ahí nos quedamos conversando unos minutos, hasta que vemos venir a otras tres mujeres agarradas de los brazos, muy pegadas y serias. Se sumaron a nosotras y enseguida la que venía en el medio empezó a hablar como tomando la batuta de la reunión y a mí me molestó mucho. Esa duda mía se transformó rápidamente en un cariño enorme por esa mujer, que resultó ser Azucena."
Al comienzo las reuniones semanales eran el día jueves de 15:30 a 16:00 por ser un día y una hora en la que transitaba mucha gente por la Plaza. Ellas permanecían en grupo y de pié sin caminar cuando los policías que custodiaban la plaza les indicaron que debían caminar de a dos porque como el país estaba bajo Estado de Sitio estaban prohibidos los grupos de tres o más personas. Así fue como comenzaron las marchas alrededor de la pirámide de Mayo, que es el símbolo de la Libertad.
Con el objeto de reconocerse, comenzaron a usar un pañuelo blanco en la cabeza que se convirtió en su símbolo. Cuando comenzaron a reunirse eran un grupo pequeño de Madres que creció hasta ser 300 a 400 Madres y de a poco fueron incorporándose los padres, hermanos, esposas, hijos y nietos de los desaparecidos; y también se formaron grupos de Madres en el interior del país.
Ellas no tenían idea de lo que habían gestado ni las furias que habían desatado. Antes que terminara ese año, el grupo de tareas de la ESMA, encabezado por Alfredo Astiz, secuestró y desapareció a Azucena Villaflor y a otra decena de Madres y familiares.
En la primera conferencia pronunciada por Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, el 6 de julio de 1988, se refirió a la historia de las Madres y sostuvo:
“Quiero decirles que a nosotras no nos gusta que le llamen ronda a lo que hacemos sino que se la llame marcha. Porque la ronda es rondar sobre lo mismo, pero marchar es marchar hacia algo. Y las Madres creemos que, aunque sea en círculo, estamos marchando hacia algo”,. Esto constituyó una verdadera declaración de principios sobre la intención de las Madres que luchan incansablemente por conocer algo tan esencial como es la verdad.