La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
En búsqueda de la ley de Far West. Por Juan Salinas Bohil. |
Como era de esperar, luego del entierro del policía federal asesinado en pleno centro de Buenos Aires, a los cuatros días mataron a otro. En este caso el jefe de la institución no pronunció discurso alguno y se limitó a entregarle la linda bandera argentina (planchadita, planchadita) que se le da a cada viuda cuando sus maridos han caído “en cumplimiento del deber”. Algo es algo. No seamos exigentes; “todavía estamos en el infierno”.
Nada se sabe del secretario de Seguridad Interior, Luis Tibiletti, quien cuando fue muerto el primer policía destacó que “era el primer Policía Federal caído en cumplimiento del deber en lo que va del año", para agregar: "Gracias a Dios no tenemos que repetir estas ceremonias tan dolorosas que teníamos que hacer hace 4 años cuando moría un policía por semana". No. Ahora son dos.
Mientras tanto, su jefe, el ministro del Interior, con seguridad afirmará en algún momento perdido en que se ocupe del tema que “las estadísticas demuestran un claro descenso de los hechos delictivos”, que “Buenos Aires es una de las ciudades más seguras del mundo” y que “todos los que afirman que se ha incrementado la criminalidad son unos reverendos h... de p...”. Por su parte el Presidente continua enfrascado, encerrado, telaarañado en la década del 70 y los diputados y senadores nacionales se atropellan hasta la genuflexión en aras de entregarle más poder al matrimonio real. Esa es la preocupación. De renunciar, ni noticias.
A la vez, las autoridades del ministerio de Justicia han presentado un anteproyecto de reforma del Código Penal que entre otras modificaciones despenaliza el uso de drogas para consumo personal, el aborto y elimina la prisión perpetua. Pero el escrito aún no llegó al Congreso ni el Gobierno lo respaldó como propio debido a que ni bien fue conocido generó una fuerte resistencia en sectores opuestos a la política gubernamental de no reprimir el delito.
Sin embargo, conociendo el paño con el cual tratamos, es posible que en la última sesión del año del Congreso, aquella en la que por lo general se aprueban a libro y ojos cerrados cientos de proyectos que debieron ser concienzudamente analizados durante los 364 días anteriores, se presente ganadora la reforma del Código que ahora se oculta por vergüenza y por presión de la opinión pública.
Entretanto, ante tanto asesinato, arrebatos, violaciones, robos, hurtos y usurpaciones, el oficialismo ha lanzado una contraofensiva mediática que propone el trueque de armas en poder de particulares por dinero que aportaría el Estado. La idea en juego es que se piensa que de esa manera disminuirán los accidentes por el uso –o mal uso- de las armas de fuego. ¿Qué tiene que ver eso con la ola de violencia que azota principalmente la Ciudad de Buenos Aires y su conurbano? Nada. Por eso hemos definido a la iniciativa como mediática.
El desarme unilateral es bueno para nada y solo favorece a los delincuentes. Eso no puede desconocerse. Morir a manos de un asesino no debe ser considerado un accidente sino el fruto de una tarea que requiere cierta preparación y acerca de la cual CORREO DE BUENOS AIRES se refirió en su momento. El delincuente nunca se desarmará porque necesita su arma de trabajo. Es como pedirle a un carpintero que venda su banco de trabajo o sus herramientas: se auto impediría trabajar.
Por el contrario, intelectualizamos que no estaría mal que todos los argentinos puedan caminar armados por las calles de Dios como lo hacen quienes los roban y asesinan. Eso sería una gran muestra de igualdad republicana tantas veces declamada pero nunca aplicada. La medida haría que las personas honestas puedan transitar libremente de un lado a otro y no como ocurre desde hace veinte años que deben refugiarse tras las rejas de hierro de sus ventanas y puertas que ellos mismo han levantado apenas comienza a disminuir la luz del sol.
Los funcionarios, así sea el Presidente de la Nación, no deberían tener custodia policial (mucho menos en las puertas de sus casas) ni permitírseles el uso y la portación de armas, a la cual llegan tantos con tanta facilidad. Eso sí sería una muestra de igualdad republicana. Porque si todos estuviesen armados –todos, absolutamente todos- cobraría vigencia la tan vilipendiada pero maravillosa ley del Far West en donde todas las personas andaban armadas y el que asesinaba a sangre fría era perseguido y juzgado si se lo encontraba. Ahí se originó el famoso 1 a 1 y no durante la década menemista: tú me apuntas, yo te apunto; tú disparas, yo disparo.
La primera publicidad del revolver más famoso de esa época fue: “Dios creó al hombre, Colt los hizo iguales”. La igualdad hecha realidad. Los argentinos deberían portar armas, aunque no tanto para defenderse de los delincuentes como de los malos funcionarios. Se lo merecen (los delincuentes).
Fuente: Correo de Buenos Aires