La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Jóvenes violentos Por Georgina Elustondo (diario Clarín) |
Una vez más con noticias (malas) de los diarios. El siguiente artículo fue publicado en un periódico de Argentina y refleja una situación que imagino se repite en toda Hispanoamérica. Para mí es una amarga confirmación de que nadie hace caso a los síntomas cuando son leves y sólo se espera a la crisis para tomar alguna medida. Ante esta realidad, y tantas otras que venimos denunciando desde hace años, sólo cabe concluir que la raza humana tiene la inteligencia de adorno.
Jóvenes violentos. Crecen las peleas en escuelas y boliches.
Mujeres que terminan a las trompadas en el patio de una escuela. Chicos de 14, 16 años que aterrizan en el hospital tras agarrarse a piñas en la pista de un boliche. Adolescentes que pierden la vida en una "guerra" de bandas a la salida de un colegio. Menores ganando un preocupante protagonismo en los archivos penales de la Justicia... El fenómeno no aparece en las estadísticas, pero los síntomas son múltiples y basta hilvanar los testimonios de quienes conviven a diario con adolescentes y jóvenes para recoger el mismo diagnóstico: el nivel de agresividad y violencia entre ellos y hacia los adultos creció notablemente en los últimos años.
Clarín habló con padres, psicólogos, empresarios y especialistas del área educativa de la Capital y la provincia de Buenos Aires. Todos coincidieron en dos cuestiones que, a priori, parecen excluirse. Por un lado, destacaron la hostilidad y hasta la violencia que habita en muchas actitudes y vínculos de quienes tienen entre 15 y 21 años, e hicieron hincapié en la falta de diálogo y la "agresión fácil", en el incremento en los niveles de intimidación física y psicológica, sobre todo en el caso de las mujeres.
Por el otro, sin embargo, también acordaron en la condición de víctimas de estos mismos chicos, en general frustrados y a veces furiosos ante la falta de horizontes y la descalificación social de los adultos y autoridades que marcaban el camino, arrimaban respuestas y calmaban la inquietud propia de su edad.
"Nosotros vemos este tema a diario en los consultorios. Los padres y maestros están expuestos a niveles de agresividad inéditos, una situación que tiene raíces en la profunda crisis de valores que sacude a las familias y a la sociedad. Los jóvenes ven a sus padres nerviosos, amargados, desocupados o sobreocupados, y eso los altera, los pone violentos, irracionales e impulsivos", dice el psicoanalista Fernando Osorio, del Centro Pscicoanalítico Dos.
Se ve en la calle, se ve en la escuela, salta a la vista en los lugares que les son propios. "A nosotros nos preocupan más las matinés que los boliches para mayores, porque los más chicos se van a las manos por cualquier cosa, no dialogan. Hay más peleas entre los 16 y 17 que entre los de 25", comentó Daniel Vázquez, presidente de la Cámara de Empresarios de Discotecas de Buenos Aires, y remató con un dato: "En las matinés hay el doble de empleados de seguridad que en los horarios de grandes".
Una experiencia similar viven en las escuelas. "Los problemas de violencia son una constante. Lo que más nos preocupa en este momento son las riñas callejeras en el conurbano. Son peleas muy fuertes entre bandas que terminan con la muerte de algún alumno. Cada 15 días muere un chico por ajusticiamiento", dice la licenciada Lilian Armentano, vicedirectora de EGB de la provincia de Buenos Aires.
"También están creciendo las peleas entre mujeres. En la violencia física ya no hay, como antes, diferenciación de sexo. Y las chicas cuando se agreden despliegan una violencia mayor que la de los varones. Nosotros intervenimos mucho. Nos llaman cada vez más para que mediemos en los conflictos. Y lo hacemos abriendo un espacio de diálogo y contención", agrega.
En la Capital las cosas no andan mucho mejor. "Los maestros están desbordados, no fueron formados para enfrentar estos problemas ni el sistema disciplinario fue pensado para resolver las situaciones que se viven hoy en día. Pero los primeros que padecen son los jóvenes. Ellos no saben para dónde agarrar, porque no tienen esperanza", reflexiona Domingo Tavarone, director de Educación Media y Técnica del Gobierno de la Ciudad.
"Lo que vemos a diario es que en la escuela, como en la sociedad, perdió jerarquía la palabra, el diálogo, y cuando no se habla ni se reflexiona aparecen el impulso y la violencia. Es lo que les pasa a los chicos: pasan al acto sin siquiera pensar. En la última década cambiaron los valores que iban conformando el mundo interno de los jóvenes. El mercado, el consumo, reemplazaron la solidaridad, la empatía por el otro, y se quebró el contexto de ternura", dice Guillerma Bottassi, a cargo del Programa de Asistencia Socioeducativa del Gobierno porteño. El mismo está formado por un equipo de profesionales que interviene cuando una escuela tiene problemas de violencia. Y cada vez tiene más trabajo.
"Los adolescentes están violentos porque están angustiados. Se sienten abandonados, no tienen garantías de educación, de salud, de vivienda, de justicia. Hasta saben que los pueden matar en cualquier esquina. Entonces salen a la calle a arrasar con todo: se emborrachan, se tatúan, se agujerean, se lastiman, se intoxican, se aíslan con la computadora, con la música. ¿Por qué? Porque un ser humano sin proyectos, sin futuro, se vuelve primitivo. Se cortó el circuito en que las nuevas generaciones superan a las anteriores. Cualquiera que escuche a los pibes de 15, 17 años, comprueba que no nos van a superar, y esto es terrible", dice Osorio.
Impotentes, muchos padres tampoco saben qué hacer. Fue el caso de Verónica Sorín, vecina de Banfield y mamá de dos adolescentes de 15 y 17 años. "No puedo entender sus costumbres, no tengo paciencia. A veces los quiero matar —se enoja, se frustra—. Con los amigos juegan a escupirse, el más grande es fanático de las picadas, el más chico se viste todo de negro y ya tiene siete tatuajes. Y Pablo, el mayor, dice que no va a estudiar. No se llevan materias, van a un buen colegio, pero lo único que los pone contentos es meterse en Internet y salir el fin de semana".
Padres y adolescentes, jóvenes y adultos, y un mismo encuentro en el desconcierto, la falta de proyectos, la dignidad a medias. Víctimas de una violencia que involucra y excede a cada uno y habla de todos. Y que, dicen, se sana con esperanza.
Georgina Elustondo (diario Clarín)