La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Los Elohim. |
Los Elohim son la máxima individualización y manifestación de Dios. Los Siete Poderosos Elohim y sus complementos femeninos son los constructores originales de la forma. Elohim es el nombre de Dios que se utilizó en el primer verso de la Biblia. "En el principio creó Dios (Elohim) los cielos y la tierra". Trabajando directamente bajo los Elohim están los cuatro Seres de los elementos, quienes tienen dominio sobre los Elementales, o Espíritus de la Naturaleza: los gnomos, las salamandras, los silfos y las ondinas.
En el orden de la Jerarquía, los Elohim y los Seres Cósmicos portan la más grande concentración de Luz que podamos comprender en nuestro actual estado de evolución. Elohim es una palabra hebrea que puede derivarse de otras palabras que significan poderoso, fuerte y principal. En la Biblia, Dios en su rol de Creador y Gobernador de este universo, quien rige los asuntos del hombre y controla la naturaleza, es conocido como Elohim.
Los Elohim reducen la intensidad de las Energías de Alfa y Omega:
Comenzando por el corazón del Gran Sol Central, esta Jerarquía se manifiesta como el factor que reduce la intensidad de las energías de Alfa y Omega, del OM sagrado, del YO SOY ESE YO SOY. En este punto central, que constituye el ardiente punto central de toda la Creación, los Elohim reducen la intensidad de las energías.
Los Elohim y los Seres Cósmicos portan la vibración más alta de Luz que podamos comprender en nuestro actual estado de evolución, así como la máxima concentración de esa Luz. Provenientes del Gran Sol Central, los Elohim han ganado el derecho a través de la concentración de la energía, de la elevación de la conciencia y de la comprensión de Dios, de ser los transformadores que reducen la intensidad de la Luz. Ellos reducen la intensidad del Fuego Sagrado para entregarlo a las evoluciones inferiores. Estas evoluciones inferiores no han pasado aún las iniciaciones que se requieren para contener tal concentración de Luz.
Un Ser Cósmico es un ser que tiene conciencia de sí mismo como un Cosmos, un ser que puede infundir alma a un Cosmos y controlar extensos campos energéticos que van más allá de nuestra capacidad de comprensión. El término "Ser Cósmico" es un título, no sólo una descripción. En este punto central que rodea a Alfa y Omega se encuentran estos Seres Cósmicos y las doce Jerarquías Solares que conocemos bajo el nombre de los Signos del Zodiaco.
Dentro de estas Jerarquías hay mandalas de Seres Cósmicos que podrían contener en su núcleo 144.000 Seres Cósmicos que actúan como transformadores para reducir la intensidad de la Llama que es liberada desde el corazón de Alfa y Omega para cada una de estas Doce Jerarquías Solares del zodiaco.
En la medida en que las Doce Jerarquías reducen la intensidad de la Luz en doce partes, otras Jerarquías dividen estas mismas partes mientras las energías se subdividen una y otra vez. En la medida en que cada frecuencia se reduce otras virtudes nacen de otras corrientes de vida por medio de Maestros Ascendidos específicos, de Ángeles y de Arcángeles. En la Jerarquía Celestial todos ocupan su lugar y tienen su propia función.
Los Elohim, el aspecto más poderoso de la Conciencia de Dios, incluyen en su Jerarquía a los Elementales constructores de la forma. Los Elementales son los silfos que controlan el aire, los gnomos que controlan la tierra, las ondinas que controlan el agua y las salamandras que controlan el elemento fuego.
Estos cuatro aspectos también gobiernan los cuatro cuerpos inferiores del hombre. Trabajando directamente bajo los Elohim están los Seres de la Naturaleza –los cuatro Seres de los Elementos quienes, con sus llamas gemelas, tienen el control sobre todas las evoluciones de los gnomos, las salamandras, los silfos y las ondinas.
Los Siete Poderosos Elohim.
La palabra «Elohim» (plural, del hebreo «Eloah», Dios) es uno de los nombres hebreos de Dios, o de los dioses; se utiliza en el Antiguo Testamento cerca de 2.500 veces, con el significado de «Poderoso» o «Fuerte». Elohim es un nombre uniplural que alude a las llamas gemelas de la Deidad que comprenden la «Divinidad Plural». Al hablar específicamente de la mitad masculina o femenina, la forma en plural se conserva debido a la comprensión de que una mitad de la Totalidad Divina contiene y es el Ser andrógino (la Divinidad Plural).
Los Siete Poderosos Elohim y sus contrapartes femeninas son los constructores de la forma; por lo tanto, Elohim es el nombre de Dios usado en el primer verso de la Biblia:«En el principio Dios creó el cielo y la tierra». Bajo los Elohim sirven directamente los cuatro seres de los elementos, «las Cuatro Fuerzas Cósmicas», que tienen dominio sobre los elementales: los gnomos, las salamandras, las sílfides, y las ondinas.
Los Siete Poderosos Elohim son los «siete Espíritus de Dios» nombrado en el Apocalipsis y las «estrellas de la mañana» que cantaron juntas en el principio, cuando el SEÑOR las reveló a su siervo Job. Hay también cinco Elohim que rodean el núcleo de fuego blanco del Gran Sol Central.
En el orden de la jerarquía, los Elohim y los Seres Cósmicos mantienen la concentración más completa, la vibración de la Luz más alta que podemos comprender en nuestro estado de evolución. Representan, con los cuatro seres de la naturaleza, sus consortes, y los elementales constructores de la forma, el poder de nuestro Padre como el creador (el rayo azul).
Los siete Arcángeles y sus complementos divinos, los grandes serafines, querubines, y todas las huestes angelicales representan el amor de Dios en la intensidad ardiente del Espíritu Santo (el rayo rosa). Los siete Chohanes de los rayos y todos los Maestros Ascendidos, junto con los hijos e hijas no ascendidos de Dios, representan la sabiduría de la Ley del Logos bajo el cargo del Hijo (el rayo amarillo).
Estos tres reinos (Elohim, Arcángeles, y los siete Chohans y Maestros Ascendidos) forman una tríada de manifestación, trabajando en equilibrio para transmitir, reduciéndolas en intensidad, las energías de la Trinidad. La entonación del sonido sagrado «Elohim» emite el enorme poder de su Autoconciencia Divina, reducido para que usemos tal bendición a través del Cristo cósmico.
La Conspiración Elohim. Canalización telepática recibida por Jorge Raúl Olguín.
En el principio del libro EL CIELO RESPONDE se lee el siguiente párrafo:
"Al comienzo era la singularidad, era la nada y era el Todo. Había terminado un Ciclo y el Absoluto no se encontraba manifestado. Luego, en un nanosegundo, se manifestó a través de diversas creaciones. Hubo un Big Bang donde comenzó nuevamente el espacio-tiempo para dar cabida al universo físico y a los supra universos espirituales.
El Absoluto crea entonces a los Elohim o dioses menores, que son los que continúan la tarea creadora en los distintos universos. Deriva la tarea principal a 72 Elohim.
Los Elohim crean entonces a los distintos seres angélicos (serafines, querubines, tronos, dominaciones, potestades, virtudes, principados, arcángeles y ángeles), a los elementales de la naturaleza (gnomos, sílfides, salamandras, ondinas, hadas, ninfas, trasgos, sátiros, faunos, peris, vestiglos, sirenas, etc.) y a los espíritus, que encarnan en el plano físico para comenzar su evolución".
A continuación paso a explicar la tremenda conspiración organizada por algunos Elohim.
Pasaron los milenios y en el planeta Tierra fueron quedando atrás las distintas eras. El ser humano ya poseía un lenguaje escrito. La historia estaba en sus comienzos. De esos 72 Elohim originales, había seis de ellos que pusieron atención en nuestro mundo. Coincidió con la época en que el Eloah Jehová fue nombrado Logos del planeta Tierra.
Esos seis Elohim estaban en contacto telepático con los Ha, seres de Vega V. Los Ha eran despóticos, crueles, manipuladores. Uno de esos Elohim o dioses menores era el logos de ese planeta. Se llamaba Elyón, que significa Supremo, y consentía la conducta equivocada de los Ha.
Los otros cinco Elohim eran Hashem, Shadai, Quadosh, Ramahan y Adonai. Salvo este último, todos los demás gozaban como propia las ansias de poder de la raza Ha. Si me permiten la expresión, observaban la conducta de los Ha durante milenios, como si nosotros miráramos una obra de teatro. Era evidente que, a pesar del plano elevado de los Elohim, el ego había hecho presa de algunos de ellos. Y su espejo físico eran los Ha. Esa raza desarrolló tempranamente su tecnología y comenzó primero con exploraciones dentro de su sistema estelar y luego, con viajes interestelares.
Así fue como llegaron a la Tierra, donde luego se armó la gran conspiración. La Biblia tiene varios relatos que cuentan sobre la crueldad de los Ha, supervisados por los Elohim. Y Jehová, el logos planetario, permisivo con el mal, no se opuso a la crueldad de los extraterrestres, aunque no aceptaba el compartir su "poder" con otros Elohim, pues era celoso de sus posesiones. Algunos escritos prueban que Elyón igual impuso su dominio real en el planeta Tierra.
Transcribo un dato bíblico, tal cual fue escrito: El Deuteronomio, en su versión más antigua, dice que "cuando Elyón repartió las naciones, cuando distribuyó a los hijos de Adán, fijó las fronteras de los pueblos según el número de sus habitantes, reservando para Jehová uno de esos pueblos" (Deuteronomio 32, 8-9).
O sea, Jehová, aún siendo logos planetario, permitía que otros Elohim tomaran decisiones sobre la raza humana. Esos Elohim o dioses menores se reunían periódicamente en un lugar llamado "la montaña de la Asamblea" o "el monte de la Reunión", ubicado en los confines del monte Safón (Isaías 14,13).
Obviamente, los que se reunían no eran los Elohim, pues éstos no necesitan de un lugar físico. Los que conformaban esa Asamblea eran los Ha, la raza extraterrestre venida de Vega V. Las pruebas están en los escritos bíblicos, pues en el Salmo 82 hay constancia de una de esas reuniones: "Elyón se yergue en la Asamblea Divina, en medio de los dioses juzga: ¿Hasta cuando juzgaréis injustamente y a los malvados mimaréis?... Yo he dicho: ¡Dioses sois, e hijos de Elyón todos vosotros! Sin embargo, como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis".
Es obvio que los Ha obedecían a Elyón, y allí Jehová no tenía parte. Los antiguos escritos daban a entender que los "dioses" se corporizaban. En Génesis 32,25 y ss Jacob luchó cuerpo a cuerpo contra un ser extraño y éste reconoció finalmente ser uno de los Elohim. Eso atemorizaba más que si dijera que era un ser de otro mundo.
No cabe duda que Jehová pactó con Elyón, pues los Ha también se pusieron a su disposición. En Éxodo 33,11 Moisés conversaba en la tienda de la Reunión cara a cara con Jehová y no cabe duda que un ser de Vega V era el que caracterizaba a un dios, pues el escrito dice que están frente a frente "como conversa un hombre con su amigo".
En ocasiones, incluso paseaba de incógnito por el campamento, por lo que exigía que todas las deyecciones de su pueblo estuviesen debidamente enterradas (Deuteronomio 23, 13-15), como si él fuera un hombre como los otros, sensible a la suciedad. Lo que diferenciaba a los Ha de los humanos, más que su aspecto físico, era el poder que poseían y que las tribus apodaban la "Gloria de Jehová".
Esa "columna de nube" que se transformaba en columna de fuego durante las noches de travesía por el desierto y a la que con tanto detalle se refiere el Éxodo, debió tratarse de la nave estelar de los Ha. La llamada "Gloria de Jehová" tenía "dos caras": una de ellas, conocida como "el rostro de Jehová", era especialmente peligrosa, pues según cuenta la Biblia ningún hombre podía verla y sobrevivir.
Sin embargo, Moisés logró ver la cara posterior tras refugiarse en la hendidura de una roca, haciendo caso a los consejos de Jehová (Éxodo 33,20). Es evidente que "la cara anterior de Jehová" se trataba de la parte inferior de la nave de los Ha, donde estaban sus motores, ya que cuando la "Gloria" se situaba sobre la Tienda de la Reunión, Moisés no podía entrar en ella (Éxodo 40, 34-35), pero cuando "aterrizaba" al lado, no había peligro (Éxodo 33, 9).
Se ignora qué tipo de propulsión empleaba la nave, pero había severas órdenes de que nadie del pueblo se acercara a las inmediaciones donde ésta operaba (Éxodo 19, 12). Dicha nave tenía poderoso armamento, pues "era capaz de escupir un fuego que podía abrasar de golpe a 250 hombres (Números 16, 35) o de destruir ciudades enteras (Génesis 19).
La mayoría de las personas, debido a la desinformación de las religiones tradicionales, siguen creyendo que Jehová es el Absoluto, pero los escritos demuestran que era un dios tribal, no universal, y que su mayor obsesión era repoblar su territorio con gente que le fuera fiel.
De esa manera, se aseguraba de que en el futuro no surgiera ningún foco de "idolatría" a otros dioses, pues consideraba a ese pueblo "de su propiedad personal" (Deuteronomio 7, 6). ¿Cómo lograba eso? Allí comienza la conspiración de los Elohim. Debía "vaciar" previamente ese territorio de sus anteriores pobladores.
Así que Jehová dio órdenes de conquistarlo. Eso sí.... para asegurarse que no habría futuras "contaminaciones" religiosas, decretó muchas veces la muerte de sus habitantes: "De las ciudades de esos pueblos que Jehová, tu Elohim, te da en herencia, no dejarás viva alma alguna; sino que consagrarás a completo exterminio al Hitita, al Amorreo, al Cananeo, al Perezeo, al Jivveo y al Yebuseo, conforme Jehová, tu Elohim, te ha ordenado; a fin de que no os enseñen a imitar todas las abominaciones que han cometido en honor de sus dioses y pequéis contra Jehová, vuestro Elohim" (Deuteronomio 20, 16-18).
O sea, Jehová no quería prisioneros... ni siquiera mujeres o niños, tal era su crueldad. Por eso tampoco tuvo dudas en aplicar el mismo "remedio" entre los habitantes de su pueblo cuando éstos sentían que Jehová no era el dios de bondad que ellos esperaban y comenzaron a adorar de nuevo a sus antiguos dioses:
"Así ha dicho Jehová, dios de Israel: "¡Ponga cada uno su espada al costado! ¡Pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta y matad cada uno al propio hermano, al propio compañero, al propio pariente!" (Éxodo 32, 27). Esa orden dejó como consecuencia que tres mil hombres fueran víctimas de tan drástica medida, muriendo a manos de sus seres más queridos.
Con respecto a los Ha, los seres de Vega V, tenían trajes resplandecientes. Una de las pruebas es que en el Libro de Enoch se habla de unos seres que normalmente eran tan refulgentes como el fuego pero que, cuando lo deseaban, podían adoptar la forma de hombres corrientes. Los Elohim se aprovechaban del temor que inspiraban los Ha a las tribus de aquella época y se servían de los veganos para someter por el terror a los ignorantes pobladores del Medio Oriente antiguo.
Moisés se hizo cómplice de Jehová para provocar asesinatos en masa. Doy el caso de que cuando Coré se rebeló contra Moisés, éste le ordenó presentarse con 250 de sus hombres, portando incensarios ante Jehová en la puerta de la Tienda del Encuentro. Cuando todos acudieron, Moisés dijo: "En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para hacer todas estas obras y que no es ocurrencia mía:
Si mueren estos hombres como muere cualquier mortal, alcanzados por la sentencia común a todo hombre, es que Jehová no me ha enviado. Pero si Jehová obra algo portentoso, si la tierra abre su boca y los traga con todo lo que les pertenece, y bajan vivos al Seól (profundidades de la tierra), sabréis que esos hombres ha rechazado a Jehová´.
Y sucedió que nada más terminar de decir estas palabras, se abrió el suelo debajo de ellos; la tierra abrió su boca y se los tragó, con todas sus familias, así como a todos los hombres de Coré, con todos sus bienes". (Números 16, 28-32). Añadiéndose más adelante que "Brotó fuego de Jehová, que devoró a los 250 hombres que habían ofrecido el incienso" (Números 16, 35).
Es obvio que las armas de los Ha causaban estragos en las filas de los pobres israelitas que se rebelaban ante Jehová y Moisés, su cómplice. Hay otro detalle de la extrema crueldad: Hubo judíos que se impacientaron ante la larguísima travesía por el desierto y se lo hicieron saber a Moisés, manifestándole su inquietud. La reacción de Jehová no fue precisamente "comprensiva":
"Envió entonces Jehová contra el pueblo serpientes abrasadoras que mordían a la muchedumbre; y murió mucha gente de Israel" (Números 21, 6). Esas "serpientes abrasadoras eran rayos calcinadores provenientes de las armas de los Ha y provocaron cientos de muertos.
También había mucha competencia entre todos los Elohim y la prueba es que Jehová era muy celoso y posesivo de "su pueblo". Siempre manifestaba el temor de que decidieran dejarlo e irse con otros dioses, y los sometía con amenazas que, llegado el caso, cumplía inexorablemente.
Así como en Éxodo 32, 27 no dudó en ordenar la muerte de tres mil hombres, en Deuteronomio 7, 9-10, Jehová le advierte a Moisés: "Has de saber, pues, que Jehová tu Dios verdadero, el dios fiel que guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos, pero que da su merecido en su propia persona a quién le odia, destruyéndole".
Advirtiéndole luego en Deuteronomio 8, 19-20: "Pero si llegas a olvidarte de Jehová, tu Dios, si sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, yo certifico hoy ante vosotros que pereceréis. Lo mismo que las naciones que Jehová va destruyendo a vuestro paso, así pereceréis también vosotros por haber desoído la voz de Jehová, vuestro Dios". Es importante aclarar que Jehová hacía caso omiso del servilismo de Moisés, pues no dudaba en amenazarlo si notaba que su "poder" se debilitaba. Y así Moisés obedecía en todo al cruel eloah, bajo el temor de una represalia personal.
En un capítulo, el pueblo de Israel se estableció en Sittim y muchos de sus hombres se pusieron a fornicar con las hijas de Moab. Quedaron prendados con las muchachas y se postraron ante otro de los Elohim, que era contactado por ese pueblo. La reacción de Jehová no se hizo esperar: "
Dijo a Moisés. Toma a todos los jefes del pueblo y empálalos en honor de Jehová cara al sol; así cederá el furor de la cólera de Jehová ante Israel. Dijo Moisés a los jueces de Israel: Matad cada uno a los vuestros que se hayan adherido a Baal de Peor" (Números 25, 4-5).
El resultado de esos crímenes trajo aparejado una tremenda peste que asoló a un altísimo porcentaje de personas. En Números 25, 9 se describe: "Los muertos por la plaga fueron 24.000". Moisés fue el "ejecutor terrenal" de las órdenes de Jehová y para aquellos que no saben qué es la técnica de empalar, les comento que consiste en introducir un gran palo por el ano a las personas e insertárselo hasta la boca.
Jehová semejaba un animal cebado en sangre. En Números 31, 2 le dice a Moisés: "Haz que los israelitas tomen venganza de los madianitas". Así fue que mataron a todos los varones e "hicieron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños, y saquearon su ganado, sus rebaños y todos sus bienes.
Dieron fuego a todas las ciudades en que habitaban y a todos sus campamentos" (Números 31, 9-10). Y no conforme con eso, Moisés ordenó matar "a todos los niños varones y a toda mujer que haya conocido varón" (Números 31,17). Posteriormente, bajo las órdenes de Moisés, el "pueblo elegido" se repartía el botín, tras los saqueos.
En esa ocasión, parte del botín eran las "32.000 mujeres que no habían dormido con varón" (Números 31, 28). Los Ha, sin que los remuerda ninguna conciencia, participaban "en el nombre de Jehová", de una gran tajada: En el texto bíblico se especifica que a Jehová le correspondieron 675 cabezas de ganado lanar, 72 de vacuno y 61 de asnal, así como 32 prisioneros (Números 31, 32-40). "El total del oro que reservaron para Jehová, de parte de los jefes de Millar y de Cien, fue de 16.750 siclos" (Números 31, 52). Aún para los más escépticos cuesta aceptar que un "dios" precise ganado, dinero y esclavas... salvo que los supuestos dioses fueran extraterrestres.
Los magnicidios de Jehová, con Moisés y los Ha como cómplices, los pueden hallar en distintas partes de la Biblia: Al relatar la conquista del reino de Sijón, Moisés comenta como Jehová le ordenó apoderarse de ese territorio y la batalla que tuvo lugar en Yahás, confesando:
"Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades y consagramos al anatema toda ciudad: hombres, mujeres y niños, sin dejar superviviente" (Deuteronomio 2, 34). Ese hecho se reiteraría con la conquista del reino de Og, reconociendo el texto bíblico igualmente que mataron a todos sus habitantes "sin dejar ni un superviviente" (Deuteronomio 3, 3).
El exterminio se repite cuando el pueblo israelita ataca a los benjaminitas por orden expresa del perverso Eloah: "Jehová derrotó a Benjamín ante Israel y aquel día los israelitas mataron en Benjamín a veinticinco mil cien hombres, todos ellos armados de espada" (Jueces 20, 35), añadiendo a continuación que después "pasaron a cuchillo a los varones de la ciudad, al ganado y a todo lo que encontraron" (Jueces 20, 48).
Moisés no era el único cómplice de la crueldad del Eloah, pues en otro de los escritos bíblicos, Samuel le transmite a Saúl por orden de Jehová, en relación a la guerra que entablaron con los amalecitas: "Ahora vete y castiga a Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee; no tengas compasión de él, mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos" (I Samuel 15, 3). Saúl obedeció a Samuel y "capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y pasó a todo el pueblo a filo de espada en cumplimiento del anatema" (I Samuel 15, 8).
Uno de los más grandes exterminios fue en la batalla celebrada entre los israelitas comandados por Asá y Judá, y el millón de etíopes dirigidos por Zeraj, que finalizaría con la muerte de todos ellos "hasta no quedar uno vivo" (II Crónicas 14, 12).
Quiero destacar de "El libro de Enoch" dos capítulos bastantes ilustrativos. Recordemos que San Agustín afirmaba que la Iglesia lo rechazaba de su canon, debido a que lo consideraba muy antiguo y que, sin embargo, fue aceptado por los primeros cristianos, entre ellos, San Clemente de Alejandría.
Enoch (el que caminó en compañía de los Ha y éstos lo arrebataron al Cielo) nos habla sin tapujos de la unión entre los veganos y las hijas de los hombres, y completa algunos datos que se calla el Génesis. En el capítulo VI, versículos 1-8 y capítulo VII, versículos 1-6, dice:
"Así pues, cuando los hijos de los hombres se hubieron multiplicado y les nacieron en esos días hijas hermosas y bonitas, y los ángeles, hijos de los cielos, las vieron y las desearon, se dijeron entre ellos: Vamos, escojamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos hijos. Entonces, Semyaza, su jefe, les dijo: Temo que quizás no queráis (realmente) cumplir esa obra, y seré, yo solo, responsable de un gran pecado. Pero los otros le contestaron: Hagamos todos juntos un juramento y prometámonos todos con un anatema no cambiar de destino, sino ejecutar realmente (ese destino)..."
Los Ha participan en varios episodios de la Biblia. Algunos de los personajes bíblicos "fueron arrebatados a los cielos por misteriosos torbellinos y carros de fuego". Era evidente que los veganos abducían a los terrestres para algún tipo de estudio o experimentación. El profeta Elías fue arrebatado por un torbellino ante los ojos de 50 profetas y de su compañero Eliseo.
Enoch también fue llevado a los cielos en un carro de fuego. El profeta Isaías también fue subido a los cielos, acompañado de varios "ángeles". En el Nuevo Testamento se relata otro "arrebatamiento": Felipe también fue llevado por un carro y transportado cerca de 40 km. Las "visiones" de Ezequiel son narradas en otro de los libros: OVNIs (Pluralidad de Mundos habitados).
En resumen: La crueldad de los Elohim, en complicidad con los Ha y Moisés, no tiene parangón. Afortunadamente, cuando Jesús desencarnó fue nombrado por los Lípikas, nuevo Logos planetario, y la Conspiración Elohim pasó a la historia.
Dr. Jorge R. Olguín -