EL MONO Y LA CEREZA

¿Hasta que punto somos capaces de engañarnos a nosotros mismos con tal de no dejar ni renunciar a lo que es el objeto de nuestro deseo?. Las formas de engaño de la mente son infinitas y los paraísos perdidos también. A veces me he preguntado quién soy yo en esa pequeña escena del cuento: El mono y la cereza, ¿soy acaso el mono?, ¿el cazador?, ¿la cereza?. No creo ser ninguno de ellos. ¿Pero sabéis quién me gustaría ser en este cuento?: la botella. Aunque además de ser botella (amo su transparencia) ¿sabéis quién quiero ser y no puedo?. Quien ahora os cuenta el cuento.

Un mono vio una cereza a través del cristal transparente de una botella, y se propuso tomarla. Pasó la mano por el cuello de la botella y cerró el puño sobre la cereza. Entonces se dio cuenta de que no podía sacar la mano. El cazador que había puesto aquel cepo, se acercó. El mono, retenido por la botella, no podía huir, y fue atrapado. "Al menos tengo la cereza en la mano" pensó. En aquel momento, el cazador le asestó un golpe seco en el codo. La mano del mono se abrió y salió de la botella. Ahora el cazador tenía la fruta, la botella y el mono.

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