La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Drogas, AMIA y Menen Jr.

¿Promesas incumplidas del menemismo?

Por Oscar Spinosa Melo

El domingo 18 de julio del 2005 se cumplieron 11 años del más sangriento atentado ocurrido en nuestro país: la voladura de la mutual judía AMIA.

Las instituciones judías calificaron al ex presidente Menem de “traidor” y solicitaron que se pudra en la cárcel. Hoy, Menem parece que se “entrevera” con “el Adolfo” Rodríguez Saá. ¿Y “la turca” Sessin y el “aparatito” que utilizaban? Pero vamos a las cosas serias. Les cuento ahora, lo que he repetido hasta el cansancio, a riesgo de mi vida, a través de ciertos medios de prensa y a quien me ha querido escuchar. El no callar me ha costado muy caro, pero no me importa...

En 1988, el grupo que acompañó a Carlos Menem a Siria estaba formado por las siguientes personas: Abdo Menhem –primo de Carlos- , el Dr. Horacio Hadad, Francisco “Paco” Mayorga, Emir Yoma, Miguel Ángel Vico, Luis Santos Casale, Pedro Roiffe, Ramón Hernández y el que suscribe.

También, y desde la llegada a Damasco, nos acompañaba un sirio que, casualmente, era primo de Carlos y, además, ejercía el cargo de secretario privado del Vicepresidente Haddam. Me refiero al embajador Abdur Salam Akil, cuyo último puesto había sido en Abu Dhabi, Emiratos Árabes.

En la reunión con el vicepresidente Haddam en su residencia veraniega de la cordillera del ante-Líbano, sólo estuvimos presentes Menem, Akil y  yo. Akil, que había prestado servicios en Buenos Aires y habla un fluido castellano, oficiaba de traductor.

Recuerdo como si fuera ayer la conversación sostenida. Menem explicó los pormenores de su carrera política –Haddam no debía ignorarlos- hasta lograr el triunfo en las elecciones internas que lo había posicionado como candidato a Presidente de la República.

Planteó con claridad la necesidad de apoyo económico de la Madre Patria para lograr el triunfo en las próximas elecciones. Afirmó que su rival del partido radical tenía un fuerte apoyo de la poderosa colectividad judía a la que calificó de “sinagoga radical”.

Se manifestó “antisionista de siempre” y dijo que desde su juventud había compartido las reivindicaciones del mundo árabe, particularmente en la lucha del pueblo palestino. Yo me revolvía incómodo”. Carlitos no tenía idea en los andurriales en que se estaba metiendo. Creo que tampoco le importaba, por otra parte siempre ha sido imparable hablando sobre lo que desconoce.

Pero el colmo llegó cuando dijo que, de llegar a Presidente, estaba dispuesto a cooperar con Siria en la lucha por la defensa de su integridad territorial contra los enemigos de la Nación Árabe. Se hizo un profundo silencio. Con una voz muy calma y en un tono muy bajo, casi confidencialmente, Haddam, un hombrecito que no llega al metro sesenta de estatura, le preguntó: “En caso de que nosotros lo ayudemos, ¿está usted dispuesto a cooperar con Siria en el campo científico, particularmente en el de la energía nuclear?”

La respuesta fue un sí inmediato y agregó que nuestro país tenía una situación de privilegio en Latinoamérica en el campo de la energía nuclear. Haddam, velozmente, le puntualizó que Siria necesitaba no sólo asesoramiento técnico, sino que era de vital urgencia poseer un reactor atómico.

Con desazón escuché que Menem le decía que no tendría inconveniente en facilitarle un reactor, y es más, agregó que lo propondría como asesor a un ex presidente de la Comisión Atómica, el Almirante Quillalt, que había prestado funciones semejantes en Irán en épocas del Sha.

Para mis adentros, yo me preguntaba si Carlitos pensaba que un reactor atómico era tan manuable como una máquina de coser. Pero, ironía aparte, me quedaba claro que nos estábamos metiendo en un lío más que profundo, de gravísima peligrosidad.

Los hechos posteriores me dieron trágicamente la razón. El domingo 31 de agosto de 2003, el diario La Nación publica un artículo que titula “Dos pistas que convergen: Irán, Siria y la AMIA”. En la primera columna me nombra extensivamente en lo que hace a la promesa de Menem de otorgar a sus “paisanos” un reactor atómico, hecho que había tenido ya amplia difusión en Página/12 durante 1999.

Era obvio, y así lo manifesté, que los sirios no querían un reactor atómico para iluminar Damasco... Cuando a las 9.53 del 18 de julio de 1994 una explosión arrasó el edificio de la AMIA –Asociación Mutual Israelita Argentina-, volvía a repetirse en la Argentina la horrenda experiencia ocurrida con la Embajada de Israel en marzo de 1992.

Por razones que son difíciles de explicar, creo que ambos episodios tienen características distintas. Por dicha circunstancia voy a evitar caer en polémicas, y me referiré sólo al “caso AMIA” sobre el cual tengo una idea más precisa.

Decir que Carlos Menem prometía cualquier cosa pensando en que jamás iba a cumplir es hoy por hoy una redundancia. Además, hay que tener en cuenta que hasta que llegó a la presidencia su ignorancia en materia internacional era casi completa. Desconocía por completo las intrincadas líneas de la política mundial y tenía una vaga idea de los conflictos que afectaban esa convulsionada zona que es el Medio Oriente.

Puedo afirmar estas cosas desde el punto de vista del testigo privilegiado que fui en los años 1988 y ´89. Por otra parte, además de mi libro Sobre el volcán, donde cuento la visita a Siria en el ´88 acompañando a Menem, candidato justicialista a la presidencia, he sido mencionado en diversas publicaciones a lo largo de estos años por mi participación en dicho viaje.

Me llamaron la atención ciertos comentarios publicados por la prensa, sobre todo los vinculados a la promesa formulada por “Carlitos estadista” al vicepresidente Haddam, de entregar a Siria un reactor atómico. Si yo no hablé, y no creo que Menem lo haya hecho ni tampoco los sirios, los artículos publicados por los periodistas Román Lejtman y Gabriela Cerruti el 22 de junio de 1998, demuestran claramente que hubo otra fuente de información.

Particularmente, me sorprendió el de Cerruti –las fotos que aparecen publicadas me pertenecen-. En la ocasión en que Gabriela me entrevistó para su libro El jefe, nunca me tocó el tema “reactor atómico”. La primera vez que lo hice fue en un extenso reportaje que concedí a la periodista Susana Viau de Página/12, a fines de 1999 y luego del cual, prudentemente, escapé al Uruguay... Pero creo conveniente empezar a hacer historia.

Tal como afirmé a Página 12, el viaje a Siria tenía, en mi opinión, dos aspectos. El primero era de esparcimiento. Darse el gusto de volver a la tierra de sus mayores siendo candidato a Presidente del país que había recibido a sus padres como pobres inmigrantes.

El segundo era tratar de asegurar fondos. Fondos que tenían como objetivo “bancar” la campaña que se presentaba difícil. No hay que olvidar que el sector “presentable” del Justicialismo era el que Menem había derrotado. Su provincia había sido madriguera de ultra nacionalistas de Tacuara, primero y luego asilo de Montoneros. Los fondos iban a llegar con cuentagotas.

“El viejito perdedor” Neustadt, se desgañitaba en todos los medios a su alcance asustando con que si “ganaba Menem se iba del país” –otra más de sus mentiras-. Angeloz era el candidato del oficialismo con todos los recursos de los “bien pensantes”. A él le iban a ser destinados los mayores aportes de la campaña por venir. Si se perdía... era el desastre. Por lo tanto, “había que hacer caja”. Y comenzar por los “paisanos” era la idea: de tres, uno para la campaña y dos “pelito pa` la vieja”... Por las dudas...

Así fue como llegamos esa tarde a la residencia del vicepresidente primero de Siria, Abdul Halim Haddam, reunión que relato al principio de este capítulo.

Cuando salimos, yo estaba conmocionado. Le pregunté a Carlitos: “¿Te das cuenta de que no vas a poder cumplir? Los judíos y los yanquis te van a matar.” Sobrador, me contestó: “No te preocupes que ya lo voy a arreglar.”

Fue en ese momento que entreví de alguna manera el futuro que me esperaba. Aquí conviene hacer una aclaración. Llevaba casi dos años en Arabia Saudita. Desde muy joven el Medio Oriente me había fascinado. A través de la lectura de “Los siete pilares de la Sabiduría” el coronel Lawrence me había empapado con la magia, historia y luchas de los pueblos árabes.

Durante mi estadía en Riyhad había terminado mi tesis para ascender a los últimos rangos de la carrera diplomática. La calificación que obtuve fue sobresaliente, felicitado y con derecho a publicación. Es decir, que conociendo el “paño” tenía sobrados motivos para preocuparme.

Se me ha preguntado si las promesas sirias se cumplieron. Mi impresión es que sí. Carlitos era una buena inversión, casi diría, un buen “lance” al cual debía apostarse.

Esa reunión sirvió para que los sirios “tantearan” el terreno. Aunque no se trató, flotaba en el ambiente también otro “negocio”. El mismo que es de vital importancia para Siria: la droga. Abdul Halim Haddam tenía, según mis informaciones, a su exclusivo cargo el control de dos de los temas más importantes para el gobierno de Damasco: producción y comercialización del opio y el hashish del valle de la Bekaa y también las relaciones con el Estado de Israel.

Para el lector que desconozca el tema, conviene aclarar que las principales zonas productoras de opio (de su destilación se obtiene la heroína) en el mundo son el famoso “triángulo de oro” –Laos, Tailandia y Birmania-, Afganistán, Turquía y Siria. Justamente, el valle de la Bekaa. El opio producido allí tiene fama de ser el mejor de todos. También el hashish.

Durante la última guerra con Israel, los sirios opusieron allí la más denodada resistencia que no pudo ser perforada por las tropas judías. El problema sirio es encontrar rutas que lleven el producto terminado a la principal zona de consumo: los Estado Unidos.

No creo, al menos yo no vi ningún indicio, que este tema del “tránsito” fuese tratado durante ese viaje. Al menos no lo percibí. Me inclino a creer que los sirios tenían “otros” negociadores para tratar ese asunto y Buenos Aires: Monser al Kazar, Yabrán y, tal vez, y sólo tal vez, el principal legendario “padrino” Jorge Antonio.

Mi impresión es que detrás del pedido de “asistencia técnica” y del reactor atómico había mucho más... Y si el “aporte” que Menem solicitó en mi presencia se concertó, creo que sus paisanos bien pueden haberle pedido una “yapa”...

Y si Carlitos “percibió” y luego no cumplió, porque la cruda realidad se lo impidió, o porque siguió su tradicional “prometer para no cumplir”, los “defraudados”, que no son mansos, se cobraron la deuda con sangre.

Pero no es la única promesa que Carlitos “estadista” formuló a gente del mundo árabe. Una noche del mes de noviembre de 1988, en Roma, tuvo su encuentro con los representantes de Kadafi que llegaron de la mano de Mario Rotundo.

La cifra que pactaron como aporte a la campaña de Menem difiere según las versiones. Mario afirma que fueron cinco millones. Otros alargan la cantidad a diez millones. La contraparte de Menem era entregar el misil Cóndor. Años después, el entonces Embajador en Yugoslavia contaba que durante la Reunión de Países No Alineados, se le aparecieron a Carlitos los libios reclamando el misil Cóndor que les había prometido y no entregado...

Pero hay más. En el círculo íntimo de Menem se afirmaba en aquella época que con Irak había pasado algo semejante. El comentario decía que, a cambio de la promesa de asistencia tecnológica en el campo de la energía atómica, también de entregarles el Cóndor y productos alimenticios –carne y trigo-, Irak había contribuido al “esfuerzo” menemista con veinticinco millones de dólares. Los encargados de recoger ese dinero habrían sido el diputado César Arias y el empresario de la carne Alberto Samid.

Nadie ignora cuál fue la actitud de Menem cuando estalló el conflicto del Golfo Pérsico en enero de 1991. No sólo tomó partido contra Irak –podría haberse hecho el “distraído”-, sino que hasta mandó tropas. Hoy se sospecha que cobró por la “ayuda” de las fragatas de los Al Sabah, pero el dinero nunca ingresó en las arcas del Estado.

A la luz de lo relatado precedentemente, se explica claramente la actitud de repudio que adoptó Samid, que pasó del círculo más íntimo de Menem a ser separado de todos los cargos que ocupaba.

Tenemos, entonces, un “trío de defraudados”. Todos y cada uno de ellos con antecedentes internacionales más que suficientes para producir un atentado como el de la AMIA.

Anteriormente he señalado mi sorpresa por la publicación de información sobre hechos que presencié –entrevista con Haddam en Siria-. Sobre el particular deseo dejar constancia de que en 1989, al hacerme cargo como Embajador argentino de Santiago de Chile, una de la primeras visitas protocolares que efectué, fue el entonces embajador de Israel, Daniel Mokadi.

Este, con una gran dosis de humor, me repitió casi textualmente algunos de los aspectos de la conversación que Menem había sostenido con Abdul Halim Haddam... Israel sabía y sabe... ¡Vaya si sabe!... Con el panorama que he relatado previamente es fácil imaginar por qué cuando se produjo la explosión del 18 de julio, el gobierno menemista entró en pánico.

Pendía sobre su cabeza la voladura de la Embajada de Israel donde, aún al día de hoy, los peritos, técnicos, testigos, investigadores y la Suprema Corte de Justicia no se han puesto de acuerdo sobre si la explosión se produjo fuera o dentro de la Embajada.

En las mesas de Florida Garden se decía que cuando se le informó a Carlitos de lo ocurrido con la AMIA, al borde de la histeria se puso a gritar: “¡Dónde está Zulemita! ¡Búsquenla! Cuando su ex esposa afirma que el tercer atentado fue la muerte de su hijo, tal vez sabe por qué lo dice... Lo que no cuenta es a quién o a quiénes atribuye la autoría y responsabilidad...


De inmediato, y pasando por encima de la legislación vigente y los usos internacionales, se pidió auxilio a distintos países para que cooperasen con el rescate de las víctimas sepultadas bajo los escombros y ayudasen en la investigación. Fue así que comenzaron a llegar aviones con técnicos y tropas del Estado de Israel y de los Estados Unidos. Los elementos que disponía el gobierno nacional fueron subordinados a los recién llegados. Pero hay mucho más.

El 19 de julio a las 6.29 por el cable EIGRA 010365, la Embajada Argentina en Israel con la firma del entonces embajador José María Otegui, confirmaba que se encontraba viajando a Buenos Aires el embajador Dov Schmorak, hombre de confianza del entonces “Premier” Itsaak Rabin.

El motivo era según el embajador Otegui, “COORDINAR INTERPRETACIÓN DEL ATENTADO Y PRESENTAR UNA VERSIÓN UNIFICADA DE LO OCURRIDO” ¿Qué diablos significaba esto? El significado queda a criterio del lector... Y la vergüenza, para toda la colectividad judía.

A Rabín los tiros de los “ultra” judíos los mandaron a arreglar cuentas con Yahve... El triste rescate de los sobrevivientes, de los restos, de los fallecidos y heridos, está aún presente en las retinas de los ciudadanos de nuestro país.

Los invitados extranjeros hicieron su tarea y partieron con sus conclusiones –si es que las hubo-, y aún hoy continúa la ignorancia de las mismas por algunos sectores del pueblo argentino y del pueblo de Israel.

Tratándose de una entidad civil y de un hecho que por sus características constituye un delito federal, se designó juez instructor de la causa al Dr. Juan José Galeano, único juez del fuero que dicen estaba estrechamente vinculado al secretario de Inteligencia, Hugo Anzorreguy.

Galeano tenía un antecedente por demás curioso. Era conocido en el ambiente de Tribunales como “el juez del pebete federal”, en una jocosa alusión al procesamiento que había dictado contra un detenido que se había comido un sándwich que encontró en su juzgado.

No es mi intención hacer una recopilación sobre el hecho en sí y aún sobre los posibles autores materiales. Sobre el particular hay una nutrida bibliografía. Mi deber es hacer público lo que sé de este horrible hecho y dar mis puntos de vista sobre el mismo.

Carlos Menem y su hermano Munir fueron siempre activos militantes de la causa Palestina-árabe. Esta actitud quedó claramente de manifiesto en un reportaje que publicó la revista Nación Árabe de Hussein Trikki en su número 4 del mes de octubre de 1963. Ambos hermanos daban testimonio del apoyo que brindaban a la causa árabe. Carlitos, irresponsablemente, afirmaba: "Estoy seguro que Palestina será nación soberana e independiente, y de que Israel habrá de desaparecer".

Menem tenía en ese momento 33 años. No era un chico de pantalón corto... Era abogado, y como lo describe el reportaje: “es uno de los dirigentes políticos de mayor arraigo en La Rioja.”

He señalado tres casos en los cuales Menem prometió cosas que luego no cumplió. Los “damnificados” tienen los medios y antecedentes más que suficientes para ser los autores intelectuales. Y tienen muy mala fama en el trato con incumplidores.

Yo descarto categóricamente que Irán haya tenido ingerencia alguna en esta cuestión. Carecía de motivaciones. Ha sido y continúa siendo uno de los mejores clientes comerciales de nuestro país. El echarle la culpa la Hezbollah por el hecho de ser shiita e Irán ser un país con una amplia mayoría religiosa perteneciente a esa rama del islamismo, carece de validez.

El hecho práctico de acusar a Irán y tenía y sigue teniendo como único objetivo alejar de Siria –con la cual Israel se encontraba negociando los acuerdos de paz- toda sospecha a responsabilidad. Pero, principalmente, evitar que se pensase que se trataba de una venganza contra el Presidente de la República.

Por más esfuerzos que realizó el gobierno menemista por desviar la atención hacia la “pista iraní”, no lo consiguió. Hasta se ha llegado a decir que a Menem le fueron pagados diez millones de dólares para que guardara silencio sobre la vinculación de Irán en el atentado.

Hemos visto que la respuesta de Suiza es que la “famosa” cuenta en la que se decía se habían depositado diez millones de dólares para silenciar la “inexistente” pista iraní, no existe. Yo había afirmado que no aparecería nada.. Hoy puedo decir, como en tantas otras cosas, que no me equivoqué...

Pero también la opinión pública empezó a percibir que algo muy negro se encontraba oculto detrás del intento del gobierno menemista. La revista Tres puntos, entonces propiedad de los Timerman, destacaba el 22 de julio de 1998: “Todo el mundo sabe, sobre todo Estados Unidos, que el Hezbollah responde a un sector del gobierno sirio.”

Cuando asumió el poder, Menem nombró a su hermano dilecto, Munir, embajador en Damasco. Durante su gestión este no pudo lograr que su hermano fuese invitado a Siria. Tampoco lo logró una gestión que realizó su hermano Eduardo, quien viajó acompañado por Omar Vaquir.

Vaquir es íntimo amigo de Monser Al Kazar desde la época en que estaba en Bulgaria como embajador argentino. Sólo recién en noviembre del ´94, cinco años después de su promesa a Haddam, consiguió Carlitos “estadista” ser invitado a la madre patria. Lo que no logró fue que Afees Assad condenara el atentado a la AMIA. ¡Faltaría más!

Cuatro meses antes se había producido el brutal atentado a la AMIA. Hoy, transcurridos más de diez años, los resultados obtenidos son irrisorios. De más está decir que en este tipo de hecho, cuando no se averigua y se esclarece en forma inmediata, nunca se llega  a los responsables.

Y no hablamos en este caso de responsables refiriéndonos a un “lumpen” que trafica con “autos mellizos” y su conexión en la “maldita policía”. Me refiero a los “otros”, a los que pagaron para que el atentado se produjese y a los que generaron las “razones” que motivaron a los que pagaron.

Fuera de los Telleldín y los Ribellis, hay nombres que circularon profusamente en todas las investigaciones privadas que se efectuaron. Ksanoore, Haddad y otros son apellidos de origen sirio. Cuando estuvimos en Damasco, en el grupo que llegó con Menem, viajaba un médico, el Dr. Horacio Haddad , propietario de un sanatorio en la zona oeste del Gran Buenos Aires.

Según los informes que yo tenía, era muy importante dentro de la colectividad siria. Casualmente, el Dr. Haddad es el presidente de la Fundación Los Cedros. En dicha fundación, dicen, tenían refugio miembros de uno de los grupos más extremistas y duros del “nacionalismo” vernáculo: los integrantes de “La Hostería Volante”, grupo que nucleaba a los antiguos seguidores de Disandro.

Estos “muchachos”, cuya sede se encontraba en La Plata, provincia de Buenos Aires, se decía, eran los que servían de escolta y custodia a Monzer Al Kazar cuando visitaba nuestro país. Y yo pregunto: ¿tiene el Dr. Haddad alguna vinculación con Nassib Haddad, dueño de la empresa de volquetes y además propietario de una cantera que compró nitrato de amonio, explosivo que se dice fue usado en el atentado?

No es a mí a quien corresponde la respuesta. Quienes deberían darla llevan postergándola más de diez años. Y para ayudar a esta postergación han colaborado muchos. ¿Cuáles son las conclusiones a que arribaron los expertos de Israel y Estado Unidos que llegaron con inmediata posterioridad al atentado? ¿Qué resultado obtuvo la SIDE capitaneada por mi “amigo” Huguito Anzorreguy? ¿Qué averiguó en Siria el “Señor Tres” de la SIDE, Rodrigo Toranzo (a) “el Muffa” a quienes sus huéspedes dejaron “de a pie” en pleno valle de la Bekaa?

Nuevamente vuelvo a repetir, contra Irán no hay más evidencia que la expresión de deseos de apartar a los verdaderos autores intelectuales de la investigación. Y yo, con la más íntima convicción, sin dudar apunto a Siria. Al cumplirse el noveno año del atroz atentado, el diario Página 12 publicó un artículo que parcialmente se reproduce:

“Un alto funcionario de la SIDE (un tal Patricio Finnen) le contó a este diario que la cúpula de los espías, que estuvo a cargo de Hugo Anzorreguy, prohibía de hecho cualquier investigación de la pista siria. No había de hecho ninguna prohibición escrita, pero cuando uno llevaba una idea que podía avanzar sobre sospechas relacionadas con los sirios –obviamente más cercano a los Menem, Yoma o Al Kazar-, la orden era no ir para ese lado.

“Déjelo, eso no va a conducir a nada“, era el argumento imperativo con el que obligaban a desistir de cualquier investigación que fuera hacia el lado sirio. Lo que estaba impuesto era que había que ir para el lado iraní, sí o sí. En eso había acuerdo con los servicios de inteligencia norteamericanos e israelíes.

Pasó el tiempo y Página 12 redobló la apuesta. En su página 5 afirmaba: “SIRIA NO: cada uno por sus propias razones, Menem y Rabin acordaron una versión única del atentado que no involucrara a Siria”

Y yo no acuso a nadie en particular, pero conozco demasiado cómo son las cosas para ignorar de dónde vienen “los tiros”. Carlitos Menem sabe “que no hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla.” También lo saben Laura Ginsberg y Diana Malamud, que hasta hace poco se reunían los lunes a las 9:53 h. de la mañana con gente frente al Palacio de Justicia.

Saben de dónde vino el atentado en el que perdieron sus seres queridos y por culpa de quién. Pero que, envueltas en la trágica y sangrienta “interna” de la colectividad judía, que se extiende al Estado de Israel entre “ortodoxos” y laicos, no podían decir todo lo que sabían.

Sólo les alcanza su persistencia para denunciar la inutilidad y frustración de una investigación que saben que no llegará  a resultados positivos por culpa de los cómplice de afuera y los traidores de adentro.

También sabía Beraja, judío de Alepp-Siria, que estuvo en prisión atrapado en sus manejos financieros y en los negocios con el menemismo. Y cómo sabe, por algo le dijo a una periodista de Página 12: “Por qué no lo investigan a Jorge Antonio, el “Padrino” de Estrella de Mar y tantos `negocios de mariscos y de los otros´

”Y Corach, el “Gorila del ´54”, recordado por mi amigo Isidoro Gilibert e insultado por sus paisanos de la forma más terrible durante el acto recordatorio del atentado en 1997, también sabe. ¡Vaya si sabe! Como también se sabe de su vinculación con “las pesqueras” y con el “Padrino” Don Jorge...

Y sabe mucho Zulema, que en esas largas charlas que hemos tenido y que habrán hecho las delicias de los que desagradaban, aseguraba con poca convicción que los sirios no eran. Que Assad a Carlos no lo quería porque la había tratado mal a ella...

Con todo el respeto que puede merecer su dolor y el calvario en el que vive, me permito disentir. A Assad, el padre difunto, y al hijo, Haddam, y al resto de la dirigencia siria ella no les interesa un pito. No les representa ningún problema ni tampoco le deben nada. Si afirma que su hijo murió en el “tercer atentado”, que diga a quiénes responsabiliza –con nombres y apellidos- y por qué razones lo mataron. Su silencio valía mientras su “ex” vivió, en 1999, la utopía de la “re-re” y en el 2003, la posibilidad de un nuevo mandato...

Hoy callar ya no sirve y mañana menos que hoy y así sucesivamente. El silencio en este caso no es salud, significa complicidad... Nadie como Zulema conoce los laberintos de su ex marido. Somos muchos lo que conocemos partes, como la que he relatado previamente.

Como me dijo una tarde en Punta del Este el hijo de un viejo caudillo del Litoral: “Carlos sólo teme a los que conocen sus crímenes y sus vicios” y yo le conozco algunos... Y si Zulema sabe y no habla y sólo amenaza, ella también es cómplice. Yo no lo soy. Por eso, el 22 de abril del 2002, ante la citación del Juez Juan José Galeano, concurrí a prestar declaración testimonial en la causa Nº 1156 caratulada “PASTEUR 633 – ATENTADO- (Homicidio, Lesiones, Daños) Damnificados: A.M.I.A. y D.A.I.A. (Legajo Nº 194). Y lo haré cuando se me cite para el proceso de la conexión internacional.

Pero esto no termina aquí. Vale la pena señalar, en apoyo de mi teoría sobre la “Pista Siria”, la noticia publicada por el diario La Nación el 28 de septiembre de 2002, que decía que se había identificado al conductor del coche-bomba, y que el mismo era un joven libanés que vivía en el valle de la Bekaa, en la frontera con Siria. Que él y su familia integraban las milicias de Hezbollah.

En octubre del 2003, ante el Tribunal que juzga el atentado a la AMIA, el Director de Contrainteligencia de la SIDE, Jaime Stiusso, liberado del secreto por disposición del presidente Kirchner, reivindicó la validez de la “Pista Siria”.

Me pregunto: ¿es necesario más?... Ah! y como yo lo he dicho antes, en noviembre de 1995 al General Rabin, el que pactó con Menem el silencio sobre el monstruoso atentado, lo liquidaron varios tiros...

¿Y qué ocurrió con el juicio? Todos libres y Galeano echado... Esta es la Argentina de hoy día. Amén.

Investigaciones