La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
La deserción escolar y los altos índices de ignorancia. Por Hugo Sirio. |
La deserción escolar y los altos niveles de ignorancia que padecen los niños y jóvenes pobres exigen para su resolución caminos tangenciales y alternativos a los tradicionales. No es inaugurando escuelas, repartiendo libros o útiles que se resolverá el problema educativo de los pobres, persistir en los criterios implementadas por el actual sistema educativo es engañarnos y engañar a los pobres.
En 1.969 el hombre llegó a la luna, treinta años después acaba de llegar a Marte estos dos hitos son la manifestación más acabada de los avances científicos y técnicos de nuestro tiempo. Los cambios acontecidos en este período hablan de por si: los trasplantes de órganos, la aplicación de terapia regenadora para tratamientos de infartos; nuevas vacunas y el uso de las sales de rehidratación oral que salvan millones de vida cada año, las cirugías no invasivas, el uso de la ecografía y la tomografía computada como métodos diagnósticos, el descubrimiento del genoma humano.
En este período nace el primer animal clonado, la oveja Dolly, el primer medicamento producido por biotecnología y la primera planta transgénica. En los ultimas década además se crea las computadoras personales, Internet, el CD y el DVD, el teléfono celular, el cable óptico y se masifican las telecomunicaciones vía satélite y la televisión por cable.
Todo estos adelantos se basaron en el conocimiento como fuente de innovación, poder y riqueza. Las sociedades que fueron capaces de desarrollar y favorecer el intelecto de su población hoy se ubican en la vanguardia del desarrollo mundial.
Desprecio por la inteligencia
Esta situación es consecuencia de una larga cadena de errores, incapacidades y proyectos elitistas que despreciaron el desarrollo educativo del país en general y de los sectores más pobres en particular. Hoy somos una sociedad que no valora el desarrollo de la inteligencia y que tiene sus ojos lejos del siglo XXI.
Una sociedad que desprecia la inteligencia engendra organizaciones que protegen los árboles, los animales o los peces pero no otras que luchan contra la ignorancia y el analfabetismo.
En un medio que desvaloriza la educación, la poda de cincuenta árboles causa mayor inquietud social que la defensa del nivel educativo de los niños que piden monedas a la sombra de esos árboles. Y las avenidas resultan ser más importantes que la capacidad laboral de los jóvenes que limpian los vidrios en sus semáforos.
En 1940 en su visita a nuestro país Alberto Einstein nos advirtió que "Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento. Y solamente los pueblos que vislumbren cómo generar conocimientos y como protegerlos van a ser naciones exitosas"
La argentina careció de una dirigencia que encarnara el mensaje de Einstein que no era más que la lectura de la evolución del siglo XX . Por el contrario nuestra dirigencia construyó el mito del destino de riqueza nacional basado en el trigo y las vacas.
En el mundo del conocimiento nuestro país quedó estancado en la sociedad agroexportadora del siglo XIX. Como consecuencia de ello hoy cuando el 60% de la riqueza producida en el mundo está basado en el conocimiento, el 90% de nuestras exportaciones son productos primarios o derivados de los mismos, dependiente de los ciclos climáticos y de mercados inestables y poco predecibles.
El sistema educativo fue reflejo de estos errores y no preparó a los jóvenes para crear y adaptar tecnologías destinadas a aumentar la productividad y dar trabajo a las nuevas generaciones. La educación no supo cultivar destrezas ni los niveles tecnológicos de abajo hacia arriba, ni supo generar técnicos y profesionales para un país con una economía pobre y dependiente que necesitaba insertarse en un nuevo mundo.
El sistema educativo argentino engendró desigualdad. No fue verdad que hubo igualdad de oportunidades porque no hubo igualdad de posibilidades.
La educación fue reflejo de un Estado que se despreocupó de la justicia social, de una ética que justificó la presencia de argentinos de segunda y argentinos de primera, con desigual dignidad, derechos y beneficios.
La intelectualidad argentina tampoco tuvo la claridad para entender las claves de la esclavitud de los pobres, ni tuvo el coraje de afrontarlo desde una visión de futuro de país que los incluya.
No perdamos más tiempo
Los argentinos debemos descubrir que nuestro futuro como nación depende de la forma en que resolvamos nuestra inserción en el mundo del conocimiento donde la economía se basa casi exclusivamente en la innovación tecnológica y la capacitación de los recursos humanos. De las decisiones que tomemos en este sentido también dependerá el destino de los pobres y marginados.
Salir de la marginalidad implica un salto cualitativo que tiene que estar respaldado por una economía que sume valor y conocimiento a nuestras riquezas naturales.
Los pobres deben comprender que mientras sigan ignorantes seguirán fuera del sistema productivo, solo para dar un ejemplo podemos citar que el 90% de los nuevos puestos laborales generados en nuestro país durante el año pasado requirió como mínimo el nivel educativo medio. Salir de la marginalidad para el hombre pobre significa descubrir que la ciencia, la técnica y la informática son sus aliados en este proceso mucho más que el asistencialismo y las ayudas económicas transitorias .
La educación y la salud son inseparables por lo deben ser abordadas simultáneamente, una población infantil enferma y desnutrida como la que tenemos en el cordón periféricos de Santa Fe, no está en condiciones físicas ni intelectuales de participar en ningún proceso educativo. La educación y la salud de la niñez pobre deben ser puestas en el centro de la política del estado, porque es aquí y no en otro ámbito donde se juega nuestro futuro y el futuro de los pobres.
Hemos perdido mucho tiempo, asumamos de una vez nuestros errores pasados y empecemos a repararlos.
La deserción escolar y los altos niveles de ignorancia que padecen los niños y jóvenes pobres exigen para su resolución caminos tangenciales y alternativos a los tradicionales. No es inaugurando escuelas, repartiendo libros o útiles que se resolverá el problema educativo de los pobres, persistir en los criterios implementadas por el actual sistema educativo es engañarnos y engañar a los pobres.
Es urgente recuperar la cantidad de desertores por caminos nuevos que no involucren necesariamente a la escolaridad formal sino otras estrategias que incluyan la televisión, la educación satelital, la informática entre otras.
Se debe poner al niño marginado con su cultura en el centro del proceso educativo y dejar de lado el cúmulo de instancias burocráticas, teorías pedagógicas y normas reglamentarias que ya han dado sobradas muestras de fracaso en el último medio siglo.
Nuevamente hoy nos encontramos ante el dilema que nos planteo Einstein hace cuarenta años: o ser una nación que conserva litorales hermosos, iglesias, praderas y yacimientos pero sin una bandera ni un proyecto común, sin éxito económico y además con profundas diferencias sociales. O ser una nación inserta en el mundo del conocimiento con mayorías capacitadas y con su intelecto desarrollado puestos al servicio de un destino común.