La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Decodificando al Código da Vinci. Por Humberto Belli Pereira. |
Si la película y la novela El Código Da Vinci hubiesen versado sobre Mahoma, y no sobre Jesucristo, meses atrás habrían estallado motines e incendios causados por multitudes de enfurecidos musulmanes. En el occidente cristiano, sin embargo, la reacción de los ofendidos, en correspondencia con la doctrina de su fundador, se ha limitado a las críticas históricas y al boicot de la película. Y esto a pesar de que la obra en cuestión es un ataque, nada respetuoso, a la identidad de Jesucristo y a las bases fundamentales de la fe católica y cristiana.
En este libro-película se viene a decir que la fe cristiana se basa en una gran mentira, y que la Iglesia Católica ha empleado a lo largo de los siglos medios delictivos y violentos para perpetuar el engaño. La obra de Brown parece aspirar a que la humanidad abandone su creencia en un Dios encarnado, que redime a la humanidad con su sacrificio en la cruz, y recupere el culto al “sagrado femenino,” personificado en la supuesta esposa de Jesús, María Magdalena.
Podría objetarse que tanto la novela como la película son pura ficción y que por tanto no hay de qué indignarse. Pero una cosa es que su autor Dan Brown tenga opiniones contrarias al cristianismo y construya las fantasías que se le antojen, y otra que presente su obra como si fuese el resultado de una minuciosa investigación, cuando en realidad no es más que una cadena mal hilvanada de groseras distorsiones de la historia.
Desafortunadamente, la ficción puede tener gran influencia. La novela mezcla realidad y ficción, y al final no se sabe dónde están las fronteras entre los hechos verídicos y los hechos inventados, de manera que un lector que conozca poco la historia puede llegar a conclusiones falsas.
La ignorancia o la superficialidad con que Brown trata los materiales históricos se manifiesta tanto en aspectos de segunda importancia como en sus principales afirmaciones. Por ejemplo, un “monje” albino del Opus Dei asesina para preservar un secreto. Pero el Opus Dei no tiene monjes. Presenta a María Magdalena como la víctima de una campaña de difamación católica, pero no parece advertir que la Iglesia Católica la declaró Santa.
Posiblemente la falacia más grande de Brown haya sido afirmar que la creencia en la divinidad de Jesucristo no es más que un mito que se originó a raíz de la astucia política del emperador Constantino. Antes Jesucristo era considerado como un mero profeta y mortal.
La fe en Jesucristo resucitado y en su naturaleza divina aparece sin embargo, proclamada por sus seguidores en los tres siglos precedentes. Por ejemplo, a principios del siglo segundo, Ignacio de Antioquía escribió de “nuestro Dios, Jesús el Cristo”. Por otro lado están las copias de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que son significativamente anteriores a Constantino y que reiteran tanto la resurrección como la deidad de Cristo.
Si bien ninguna de las copias está completa, sí existen copias casi completas tanto de Lucas como de Juan en un códice fechado entre 175 y 225 d.C., al menos cien años antes del reinado de Constantino y el concilio de Nicea que se reunió en 325 d.d.C. Otro manuscrito, fechado alrededor de 200 d.d.C. o antes, contiene la mayor parte del Evangelio de Juan, el cual contiene las declaraciones más fuertes sobre la divinidad de Cristo. (Ej: 1:1-3; 8:58; 10:30-33; etc.)
Antes del reinado de Constantino, la Iglesia había pagado con la sangre de mártires su fe en Cristo-Dios. Resulta difícil creer que la misma Iglesia que había soportado tantas persecuciones de pronto arrojaría por la borda sus amados Evangelios para abrazar relatos alterados de la vida de Jesús. Simplemente no hay ninguna evidencia de que haya ocurrido jamás.
Tampoco hay evidencia de Jesús que era casado, ya que la soltería era mal vista por los judíos. Darrell Bock, autor de Breaking the Da Vinci Code, y otros eruditos, ya han refutado ésta y otras falacias de un autor que en su última novela, La Fortaleza Digital, afirma que en el polo norte unos seres extraterrestres están conspirando para dominar la Tierra.
En realidad, quizás sea conceder mucho afirmar que El Código Da Vinci tiene algún objetivo ideológico feminista o anticristiano. Quizás lo tenga. Pero no tanto como el objetivo más prosaico de amasar muchos millones de dólares. Con la cooperación, por supuesto, de quienes pagan por historias que mienten y denigran.
Nota: Humberto Belli Pereira rector de Ave María Collage of the Americas