La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Charles Fort.
Por Forteano. |
Charles Fort. Por Forteano
Así lo describe Jacques Bergier: “Parecía una foca tímida. Tenía las piernas redondas y gruesas, vientre y trasero salientes y parecía carecer de cuello. Su cráneo era bastante voluminoso y estaba medio calvo; sobre su ancha nariz asiática se apoyaban las gafas con montura de acero; su bigote parecía el de Gurdjieff”.
Charles H. Fort () era sin lugar a dudas un tipo peculiar. Escribió su autobiografía con tan solo 25 años, y aunque trabajó un tiempo como periodista y taxidermista, gran parte de su vida la dedicó a la recopilación de hechos anómalos en la biblioteca de Nueva York.
Metódicamente, leía incansablemente periódicos y revistas científicas, en su busca de información. Acumulaba notas hasta el punto de llegar a tener sus fichas ordenadas en 1.300 cajas de zapatos, intentando buscar un sentido global en todo ese caos. En ocasiones se desesperaba, quizá sintiendo que estaba desperdiciando su vida en un empeño absurdo y llegó a quemar todos sus apuntes –que se contaban por decenas de miles e incluían libros inéditos ya terminados. Este arrebato destructivo lo tuvo, que se sepa, al menos dos veces en su vida, para posteriormente, volver a empezar de cero.
Los libros que publicó Charles Fort fueron El libro de los condenados (el único traducido al español y en cualquier caso difícil de encontrar), New Lands, Lo! y Wild Talents. Desgraciadamente solo hemos podido leer el primero de ellos; los otros los conocemos porque son ampliamente citados por otros autores, especialmente por Jaques Bergier y por John A. Keel (otro tipo muy recomendable, popular ahora porque se ha hecho un película sobre sus investigaciones acerca del hombre polilla o Mothman).
Las obras de Fort tratan de lo que él mismo denomina hechos condenados (y que ahora se conocen como fenómenos forteanos). Condenados por la ciencia ortodoxa y, en ocasiones, por el mismísimo sentido común. Hechos que las llamadas voces autorizadas tienden a obviar, ridiculizar o racionalizar con argumentos pueriles. Aunque las explicaciones que da el mismo Fort –con más sentido del humor tanto en el fondo como en la forma de lo que a priori se pudiera pensar- no es que resulten muy convincentes.
Aunque no se puede decir que sea una lectura especialmente divertida. La abrumadora enumeración de casos, aun siendo imprescindible para Fort, acaba resultando fatigosa para el lector. Y párrafos como este:
“Si sostengo que el Positivismo Absoluto se engendra y se mantiene a sí mismo a partir del Negativo Absoluto, pasando por un tercer estado, llamado cuasi-estado, se comprenderá que intente concebir la universalidad como fabricándose a sí misma a partir de la Nada.”
No son infrecuentes a lo largo del libro, lo cual sumado a la traducción de la edición que tenemos (argentina), hace que a ratos este librito se haga cuesta arriba. No consta el nombre del traductor, pero mucho nos tememos que se trate del mismo que escribe el prólogo... Domingo Santos.
Pero más allá del estilo, lo que nos importa es el fondo del asunto. Especialmente ese sentido crítico que le hace alejarse de las ideas y teorías comúnmente aceptadas, rebelándose contra la oficialidad cuadriculada y poniendo en evidencia sus métodos.
Increíblemente, su discurso no solo sigue vigente hoy en día sino que se nos antoja imprescindible en estos tiempos de control mediático de la opinión pública y aborregamiento general. Mas, en cualquier caso, los asuntos de los que habla resultan fascinantes.
Un asunto en el que hace especial hincapié es en el de las lluvias insólitas. A lo largo de la historia a caído del cielo absolutamente de todo, habiendo o no nubes... lluvia de todos los colores, olores y consistencias, sustancias de lo más variopintas, animales de todo tipo y tamaño, desde vivos a podridos, etc.
Lluvias de sangre y de carne, de monstruosos bloques de hielo, y cualquier otra cosa que uno pueda imaginar. Las explicaciones que se dan desde la ortodoxia suelen ser insatisfactorias, hablando de tornados, etc., que son curiosamente selectivos a la hora de llevar, por poner un ejemplo clásico, solo ranas y no hojas, barro u otros animales. Absurdo, sin duda.
Pero veamos qué explicación se le ocurre a Fort; él dice que nuestra situación es parecida a la de peces abisales que ven caer de la superficie del mar a su mundo objetos y sustancias que les son extraños, ya que son incapaces de imaginar el mundo de la superficie al que no tienen acceso. Así, habla de un supermar de los Sargazos (así lo llama él, qué le vamos a hacer) sobre la atmósfera, del que proceden todas esas cosas que no aciertan a explicar meteorólogos, astrónomos ni ningún otro científico.
De hecho menciona muchos casos sobre caídas de bloques de hielo de gran tamaño, citando sobre todo casos del siglo XIX y principio del XX. Imagino que todos recuerdan que hace tres años empezaron a caer en España lo que se dieron en llamar aerolitos o frigolitos. La explicación que dio Manuel Toharia (director del museo de las ciencias de Valencia), al más puro estilo de los ortodoxos de los que habla Fort, fue que el primer caso provino de un avión y todos los demás fueron fraudes.
Más o menos lo mismo vino a decir Javier Armentia, el director del planetario de Pamplona, que ridiculizó el fenómeno. Desde luego hubo muchas bromas y fraudes, en parte fomentadas por los autodenominadas asociaciones escépticas que, tal vez incómodos con el fenómeno, daban instrucciones en Internet sobre cómo fabricar casos falsos.
Así pues, oficialmente solamente se verificaron 6 casos por el CESIC, aunque es casi seguro que muchos más fueran auténticos. Y de hecho el fenómeno ha seguido ocurriendo; en Enero de 2002 cayó en Soria uno de más de 16 kilos. Lo que el equipo del CESIC (con Martinez-Frías a la cabeza) han descartado por completo es que el origen tuviera que ver con aviones o meteoritos.
El agua que lo forma estos aerolitos es agua de lluvia, lo que hace pensar en un fenómeno atmosférico increíblemente extraño. Tanto, que Eduardo Coca, director del Instituto Nacional de Meteorología y otros meteorólogos se han apresurado a rechazar de plano la posibilidad de que se puedan originar esos bloques de hielo en la estratosfera, especialmente en ausencia de nubes gruesas y bien visibles.
Pero es que el cielo continuamente nos sorprende... Por poner un solo ejemplo más, reciente y que nos es cercano. El 7 de julio de 1997, cerca de las costas gallegas navegaba el buque maltés Marietta II. A media tarde, con visibilidad perfecta y el mar en calma dos tripulantes vieron caer al mar y hundirse a unos 60 metros del barco lo que describieron como un hombre verde con una especie de casco. Salieron patrullas de rescate desde Finisterre pero no se encontró nada.
Otros asuntos de los que trata Fort son los llamados OOPARTS (Out Of Place Artifacts o, para entendernos, cosas que no tiene sentido que estén donde se encuentran, como objetos tecnológicos en canteras prehistóricas) y es precursor de lo que luego se denominó astroarqueología, con la que años más tarde se forraría Von Daniken; animales criptozoológicos o directamente fantásticos; huellas misteriosas y OVNIs.
De hecho resulta llamativo que en su libro haga notar el olor a azufre que se presenta en muchísimos de estos fenómenos anómalos y lo asocie a algunas huellas encontradas muy extrañas (parecidas a las de cabra pero totalmente incongruentes) para relacionar parte de estos extraños fenómenos con la iconografía tradicionalmente relacionada con los demonios. Esto nos recuerda, claro, al popular relato de Clarke.
En sus libros posteriores Fort también se ocupa de otros temas como el de las Combustiones Humanas Espontáneas; las teleportaciones; las casualidades inverosímiles; facultades psíquicas; y un largo etc.
Han pasado más de ochenta años de la publicación de El Libro de los Condenados, pero sin embargo gran parte de las reflexiones de Fort siguen resultando válidas. Las cosas han cambiado sorprendentemente poco, las reacciones de la ciencia ortodoxa siguen siendo idénticas a lo que describe en sus libros. Y no deja de ser curioso y casi inexplicable que muchos de esos escépticos militantes, de los que siempre tienen la epistemología en la boca, consideren a Charles Fort “uno de los suyos”.
La influencia de Fort es indudable. Se dice que Lovecraft era un ferviente admirador, y desde luego todo el género literario que se dio en llamar de manera desafortunada “realismo fantástico” bebe directamente de él. En cuanto al cine, películas recientes de Hollywood como Magnolia o Mothman son de clara inspiración forteana, así como muchos capítulos de la popular serie Expediente X.
Pero los herederos más directos son la sociedad Forteana (ahora llamada Info) y la divertida revista inglesa Fortean Times. En cuanto a España, hay varias revistas sobre fenómenos extraños bastante populares y que tocan lo forteano... En cuanto a la red, el número de páginas Web es incontable. Por mencionar alguna que está pendiente de la actualidad diremos la que dirije Manuel Carballal www.mundomisterioso.com y la de Santiago Camacho www.akasico.com . En cuanto a la radio, el mejor programa es “La rosa de los vientos”, que se emite en Onda Cero las madrugadas de Sábado y domingo y en el que colabora el gran Carlos Canales.
Así que, para acabar con una cita de Fort, recuerden: “la ciencia de hoy es la superstición de mañana, y la superstición de hoy ciencia de mañana”... veremos qué nos depara el futuro.
Lluvias muy extrañas. Por Sebastián Jarré.
Hace tiempo, entre los años 1976/79 tuve una experiencia personal, en la base aérea de Quilmes (Argentina), a media mañana se desato una lluvia de verano, alguien grito ¡¡Están lloviendo sapos!! salimos a ver, y miles de sapitos pequeños (de no más de 2 cm) se movían como un hormiguero sobre las calles y las plataformas de los hangares, terminada la corta lluvia, los sapitos desaparecieron y solo quedaron dibujadas las huellas de los vehículos en las calles por el aplastamiento de los mismos. Nunca pude, ni nadie pudo explicarme el fenómeno, tan raro como corto.
Buscando en la red encontré este artículo, que si bien no me aclara el motivo por el cual ocurre, si en cambio me da la pauta de que el fenómeno es más común de lo que pensaba.
Lluvias extrañas
Charles Fort, durante años se dedicó obstinadamente a reunir miles de datos donde cuenta de extrañas lluvias caídas en distintos sitios del planeta. Consiguió reunir más de 60 mil notas, todas extraídas de revistas y diarios muy renombrados, que daban cuenta de esas raras lluvias.
En el archivo de Fort hay comprobadas lluvias de peces sobre Londres y otras ciudades, lluvias rojas, negras y amarillas, lluvia de ranas caída de enormes bloques de hielo (¡algunos del tamaño de un elefante!), lluvias de carne, de trozos de algodón, de lodo, de arena, y también de... sangre.
En el año 1800, en Seringapatam, en la India, se registraron (según la revista Nature del 1° de noviembre, anota Fort) una sucesión de lluvias de granizo. Durante una de ellas se encontraron dos piezas de hielo que tenían el tamaño de un elefante pequeño. Ese mismo año, informes del instituto Smithsoniano revelan que en los EE.UU. cayeron piedras de hielo de 2 y 3 kg. de peso.
El 27 de febrero de 1877 en Penchloch, Alemania, cayó una espesa lluvia amarilla, color oro, cuya materia tenía 3 formas distintas: semejaban una flecha, un grano de café y un disco. No se encontraron trazas de polen y la sustancia despedía un fuerte olor animal. El análisis químico reveló la presencia de nitrógeno y amoníaco. Charles Fort - en su obra "El libro de los condenados" al hablar de esta lluvia - dice: "Tal vez fueran símbolos jeroglíficos de alguien que intentaba decirnos algo".
El 14 de febrero de 1870, cayó en Génova, Italia según el profesor Beccardo, director del instituto Genovés de Física, citado por Fort, una sustancia amarilla que cubrió las calles, al punto de que era difícil caminar. Según se estimó, la cantidad de esta materia amarilla que cubrió Génova era de aproximadamente 100 mil toneladas.
El 30 de abril de 1887 se produjo una lluvia densa, ardiente, negra y pestilente. El mismo fenómeno se repitió el 9 de octubre de 1907 y el 2 de marzo de 1908. La "explicación" fue que se trataba de polvo de carbón que habría flotado en el aire desde las minas de Gales.
Pero una lluvia similar se registró el 20 de enero de 1911 en Suiza y otra en el cabo de Buena Esperanza, el 5 de febrero de 1912. Según el reverendo James Rust una lluvia negra cayó en Slains, Escocia, el 14 de enero. Otra en Carluke, a 250 km de Slains, el 1 de mayo.
Y otros dos en este sitio el 20 de mayo de 1862 y el 21 de octubre de 1863. El informe químico identificó esta sustancia no como un producto volcánico o ceniza, sino como escoria de fundición. "Resulta imposible - dice Fort - imaginar que un producto artificial como es la escoria de hierro haya podido caer en tan grandes cantidades y en sitios tan distintos". Y agrega un dato sorprendente: El 9 de noviembre de 1819 cayó una lluvia negra de escoria de metal sobre una vasta zona de Canadá. Esta lluvia fue acompañada de una sacudida sísmica y de una intensa oscuridad aunque era pleno día.
No sólo caen - según Fort - diversos colores desde el cielo. En ciertos momentos de la historia, y en los más variados lugares, se produjo la precipitación de sustancias realmente increíbles.
El 13 de agosto de 1819 en la ciudad de Amherst, en Massachusetts, un objeto misterioso, recubierto de una pelusilla como la que se encuentra en la fábrica de paños, se abatió contra el suelo. Separada la pelusa apareció una sustancia pulposa de color amarillento que despidiendo un olor muy nauseabundo, se volvió de color rojo vivo por el simple contacto con el aire.
En Londres, la tarde del 5 de mayo de 1848, cayó una lluvia extrañísima. Traducida textualmente la nota de Charles Fort dice la siguiente: "A las 5 de la tarde el cielo estaba apacible sobre la ciudad de Londres. De pronto sin previo aviso, comenzó a soplar un fuerte vendaval que hizo volar a toldos y sombreros.
El sol se apagó y una oscuridad densa se desplomó sobre la ciudad. Apenas se podía ver a dos pasos. A partir de ese momento comenzó a caer desde la alto un copioso chubasco de agua y peces. Durante casi 1 hora cayeron miles y miles de pequeños peces de una 15 cm de largo, de color plateado y grandes aletas.
Examinados por los expertos no pudieron ser reconocidos. Se enviaron muestras a todas las Universidades de Inglaterra y ninguna pudo decir de que especie eran esos peces. Finalmente, una comunicación llegada desde el Cairo y firmada por el decano de la facultad de ciencias naturales de esa ciudad informó que esos peces correspondían a una especie de agua dulce que prolifera en el mar de Galilea. No se pudo explicar cómo habían caído sobre Londres esos peces que los palestinos llaman Pez de San Pedro".
En agosto de 1894, miles de medusas, grandes como un chelín, fueron señaladas sobre la ciudad de Bath, en Inglaterra. En el mismo momento no lejos de ahí, en Wigan, cayó una lluvia de pequeñas ranitas.
En una nota tomada de Comptes Rendus, Fort anota que la "sustancia negra caída en Entre Ríos, Argentina, el 30 de junio de 1880 recuerda a ciertas formas de lignito". Es de color negro verdusco, similar a otras que se precipitaron en Francia (1868), Australia (1861), India (1867) y Portugal (1902).
Fort, que murió en 1932 dejando muchos seguidores, no conoció la proliferación de los Ovnis. Como dijo Louis Pauwels - uno de sus discípulos más brillantes - tal vez hubiese anotado en su archivo que cuando cesaron las lluvias extrañas, apareció en el tranquilo horizonte del planeta una rara constelación de objetos voladores no identificados...
Tras la muerte de Charles Fort las lluvias acontecidas fueron más insólitas que las que describió:
Chaparrones de tela de araña mojando pueblos y ciudades, están desconcertando a meteorólogos del mundo entero, que no obtienen explicación a tan inusual y original fenómeno.
La caída más frecuente es la de trozos de hielo, que en algunas ocasiones pesan 45 kg. A estos le siguen las de ranas, peces y cangrejos, que parecen preferir ambientes fríos como los del norte de Gran Bretaña para caer.
Cabe señalar un suceso muy raro ocurrido un atardecer de verano de 1969: los ventanales de una hostería de los Alpes alemanes próxima a Oberstdorf fueron literalmente destrozados por una lluvia de monedas antiguas, en especial rupias, maravedíes y piastras. El violento chaparrón paleomonetario se repitió a la mañana siguiente, y atrajo a numerosos curiosos a la zona.
La policía destacó en el lugar a 4 patrulleros y una unidad de perros especializados que rastrearon la zona sin encontrar pista alguna sobre el extraño ataque. Los dueños del establecimiento declararon que durante las 2 precipitaciones de monedas se oyeron voces en lenguas extrañas, que algunos huéspedes interpretaron como griego antiguo y otros como sánscrito.
Quiero hacer mención de un caso ocurrido en Argentina (Buenos Aires), hace más de 45 años - con exactitud no poseo la fecha - según testimonios de personas que presenciaron el fenómeno: "Una lluvia de ranas en estado de congelación - como dentro de cubitos de hielo - cayó sobre la Capital Federal. No sólo cayeron ranas sino también rosas y flores en el mismo estado de congelación que las ranas..."
Siguiendo un poco más con sucesos en el mundo:
Durante 4 años, en la década de 1980, la población de Evans, Colorado (EE.UU.), se vio caer del cielo millones granos de maíz, semilla que nadie cultivaba en 10 km a la redonda. El fenómeno, aunque suene increíble, tuvo antecedentes documentados en Winchester, Inglaterra, y en otras partes del mundo.
Pero si consideramos a esta lluvia insólita... ¿Qué podemos decir cuando son sapos, ranas y peces los involucrados? Como el caso ocurrido el 31 de marzo de 1977: Se desató una fuerte tormenta en Ohio, en los EE.UU. Luego de la misma, todos los jardines y espacios abiertos de la ciudad aparecieron cubiertos por sapos pequeños del tamaño de una uña.
En los primeros días de julio de 1979, la agencia soviética de noticias Tass - poco amiga de dar informes sensacionalistas - comunicó que una tormenta dejó caer millones de ranas sobre un poblado llamado Dargan-ata cerca del mar Aral. En este caso, la ciencia soviética intentó explicar el fenómeno argumentando que un remolino había succionado toda clase de objetos y animales de pequeño tamaño, llevándolos hasta las nubes. Una explicación a todas luces poco convincente.
Este tipo de relatos no es nuevo. Si nos remitimos a la Biblia, la descripción del Gran Éxodo explica que el río "crió ranas", que entraron a todas las casas y subieron a las camas y a las mesas, cubrieron toda la tierra de Egipto, hasta el palacio del Faraón.
Tampoco hubo explicación para la lluvia conjunta de sapos y ranas el 30 de junio de 1892. La explicación de trombas que succionan los animales y los depositan a la distancia dejan sin responder cientos de preguntas, siendo la más evidente la relativa a la "selectividad" de los tornados, que parecen elegir sapos y no ranas, o al revés y, casi nunca ningún otro tipo de animal. Además, ¿de qué manera los anfibios transportados por el viento son depositados en las nubes, y desde allí, redistribuidos por la lluvia?
Hoy en día este increíble fenómeno no ha sido explicado. Si Fort viviera en esta época, gracias a los avances de la tecnología, lo que siempre muchos, no todos, tomaron como una leyenda o producto de la imaginación colectiva, ahora empezaría a ofrecer testimonios concretos, como fotografías y mayormente filmaciones. Esta prueba ante fenómenos de insólita naturaleza es más que contundente por lo general.
Tal vez, luego de leer esto, cuándo en una tormentosa lluvia observe el cielo, el recuerdo de lo que el cielo nos puede ofrecer y mostrar llenará cada rincón de su curiosa mente. Y como la frase bien dice: "Hay más cosas en el cielo y en la tierra de lo que podemos imaginar y comprender".