La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Bolivia debe ser borrada del mapa. Por Enrique Oliva |
Así lo declaró Mark Falcoff, asesor del vicepresidente Cheney. La frase, una sentencia escalofriante, fue reproducida por el periodista mexicano José Steinsleger en el diario La Jornada del 30 de noviembre último. En términos similares lo expresa también el sitio de Internet Piel de Leopardo. Com. Esto es importante destacarlo cuando estamos a horas de que este próximo domingo 18 se realicen en Bolivia elecciones donde quien encabeza las encuestas es el indígena Evo Morales.
Más curiosas aún resultan las opiniones vertidas por el periodista argentino residente en EE. UU. Andrés Oppenheimer en su nota publicada en La Nación de Buenos Aires el 6 de este mes. Allí comienza diciendo: “La peor pesadilla de Estados Unidos en América Latina pronto podría convertirse en realidad: La llegada al poder en Bolivia de un régimen izquierdista, apoyado por Cuba y Venezuela, que aboga por la nacionalización de empresas extranjeras y la legalización de la coca…
Bolivia, que tiene un 65 % de población indígena, deberá tener tarde o temprano un gobierno de mayoría indígena. La gran pregunta es si esto se va a dar con apego a la ley, o a través de un ‘golpe de calle’”.
La preocupación del señor Bush y las multinacionales mineras es que Evo Morales ha adelantado la nacionalización de los recursos naturales, incluso advertido que revisará los contratos de venta de gas a Brasil y Argentina.
Los indígenas son mayoría en Suramérica
Eso de que Bolivia tiene el 65 % de Indígenas (según Oppenheimer) es una gruesa mentira de las estadísticas efectuadas por los tecnócratas dependientes. Ese país, incluyendo los mestizos, alcanza un porcentaje de casi el 90 %. Lo que ocurre es que la supremacía gubernamental blanca, y los vergonzantes, no dan las cifras verdaderas.
Lo cierto es que Suramérica posee un 80 % de sus habitantes entre indios, mestizos y negros. Estos últimos dejaron de censarse en la Argentina a partir de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, a pesar de tener él mismo sangre negra por parte de madre, herencia que delatan bien sus rasgos faciales.
Hace unas pocas semanas, un trabajo de antropólogos de la Universidad Nacional de Buenos Aires demostró que “no somos un pueblo de mayoría europea de rubios de ojos celestes”, sino que el 56 % de los habitantes tienen ascendencia indígena o negra.
La única nación suramericana con mayoría blanca es Uruguay que acusa oficialmente llegar al 86 %, aunque se estima un poco exagerado el porcentaje.
De todos modos debe reconocerse que, dejando de lado a Sarmiento y el discutido Bernardino Rivadavia, la Argentina ha dado cinco presidentes con sangre indígena (Urquiza, Victorino de la Plaza, Yrigoyen, Perón y Rodríguez Saá). Lo mismo ocurre con el actual hombre más rico de nuestro país.
En fin, Oppenheimer tiene razón al afirmar que los indígenas del continente, tarde o temprano, llegarán al poder. Y será justo darle la razón a Jorge Abelardo “el Colorado” Ramos, quien insistía en hablar de Indoamérica.
Bolivia en el filo de la navaja
Si bien la ley electoral boliviana dispone que debe ser proclamado presidente quien obtenga el 50 % de los sufragios, no prevé segunda vuelta y el Congreso puede elegir mandatario a cualquiera de los candidatos. De allí que el citado José Steinsleger afirme que, de obtener más votos el “indio” Evo Morales, sin llegar al 50 % pero bien distanciado de sus adversarios, y los legisladores designaran a otro, se produciría una “ingobernabilidad” porque sus partidarios volverían a las calles, como lo hicieron paralizando al país y obligando a renunciar a los dos ahora ex presidentes Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa.
Esto sería lo que Oppenheimer llama “golpes de calle” previendo el disgusto de Bush y la consecuente intervención “democrática” como ocurrió en Haití, cuando los marines secuestraron al presidente constitucional Aristide el año pasado, abandonándolo en Centro África.
Pero Steinsleger termina su análisis con una denuncia gravísima que no puede dejar de difundirse. Dice así:
“Desencanto con la democracia’, ‘ingobernabilidad’, son eufemismos que los tecnócratas usan para desacreditar a pueblos indomables con larga tradición en cosas de lucha y rebeldía. Uno de ellos, José Miguel Insulza, ex canciller de Chile y actual secretario general de la OEA, promovió la invasión armada a Bolivia. El 24 de junio de 2004, Insulza invocó el artículo 20 de la Carta Democrática de la OEA.
Para evitar equívocos el señor dijo: ‘No hablo de ‘intervención’, sino de ‘incursión’… Impulsado por Washington, el plan de invasión militar a Bolivia empezó a planificarse en noviembre de 2003. Semanas después una reunión de comandantes de Brasil, Argentina y Chile fue dando forma a la ‘fuerza internacional combinada’ para ejecutar el plan con el respaldo de la ONU. En principio, y sólo en principio, Brasil y Argentina rechazaron el plan”.
En consecuencia, estamos a horas de un hecho que hará historia en Latinoamérica: la elección presidencial en Bolivia. Es de esperar, por razones de justicia y solidaridad continental, justicia y solidaridad continental que tanto el Mercosur, como la Unión Suramericana jueguen un rol valiente en la emergencia. Si no lo hacen, nos preguntaremos: ¿para qué sirven?