La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Inflación: el rey que está desnudo.

Por Roberto Cachanosky.

En su libro El economista y la política, William Hutt tiene una frase que se refiere al comportamiento de algunos economistas cuando llegan a asesorar a los políticos en materia de política económica. La frase dice: "Muchas veces los economistas terminan asesorando a los políticos para que hagan cosas que los políticos hubiesen hecho sin el asesoramiento de los economistas".

Cuando el economista, en vez de ser un profesional de su materia, acepta tantas restricciones políticas, termina formulando propuestas de política económica que pueden satisfacer al político pero que son claramente inconsistentes y con elevados costos en el mediano o largo plazo.

En nuestro país, esta regla se ha dado en infinidad de oportunidades, por lo que no deben sorprendernos nuestras recurrentes crisis económicas. Creer que se pueden manipular indefinidamente los precios relativos porque políticamente es lo más conveniente constituye un error que en el pasado hemos pagado muy caro.  

En otro libro titulado Control de precios; 40 siglos de fracasos, de Robert Schuettienger y Eamonn Buttler, se reproduce una entrevista de 1946 que le hizo el corresponsal de guerra Henry Taylor a Hermann Göring. El jerarca nazi había sido responsable, entre otros temas, de los planes económicos del nazismo.  

Hablando sobre la política de precios, Göring dice en esa entrevista, refiriéndose a la política económica norteamericana de aquellos años: "Ustedes en América están tomando una serie de medidas que a nosotros nos causaron problemas. Están intentando controlar los salarios y precios, es decir, el trabajo del pueblo. Si hacen eso, también deben controlar la vida del pueblo. Y ningún país puede hacerlo en forma parcial. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco pueden hacerlo en forma total. También lo intenté y fracasé".  

Al nazismo le fue mal; a la Unión Soviética le fue mal y a Fidel Castro le va horrible. Si el nazismo, la KGB y la dictadura de Cuba, que tenían el control de la vida y la muerte de cada ser humano, y ésta lo sigue teniendo, no pudo ni puede aplicar una política exitosa de control de precios, es de imaginar lo que puede ocurrir en un país en el que se supone que se respetan los derechos individuales.  

La historia de los controles de precios siempre comienza con unos pocos productos, generalmente alimentos, y luego se van extendiendo hasta alcanzar a casi toda la cadena de producción. Es que como los gobiernos no quieren reconocer que lo que está ocurriendo es que la moneda se deprecia por efecto de la expansión monetaria, prefieren actuar sobre los efectos de esa emisión y optan por poner precios máximos.

¿Cuáles son los efectos de establecer precios máximos?

1) Al reducirse artificialmente el precio, la oferta se disminuye.

2) Como los precios de los productos son artificialmente baratos, la demanda aumenta.

3) La inversión se paraliza en los sectores en los que se establecen precios máximos.

4) Aparece el mercado negro.  

Un ejemplo del punto 2) es el del combustible. ¿Por qué causa hoy hay tantos problemas de tránsito en la Capital Federal? Algunos dirán que porque falta infraestructura vial, lo que puede ser parcialmente cierto, pero, como me hacía notar días atrás un economista amigo, el precio artificialmente bajo del combustible hace que la gente use el auto más de lo que lo haría si el precio del combustible fuera el que fijara el mercado.  

El punto 1) queda ejemplificado con el caso del gasoil que, a pesar de los pronósticos meteorológicos, todavía no ha llovido.

Si uno sigue la evolución de los controles de precios en la Argentina en el último año, puede ver que el camino recorrido muestra una creciente cantidad de productos y medidas cada vez más duras. De los simples "acuerdos" de precios para una media docena de productos, hemos pasado a largas listas que ya incluyen la lechuga, el zapallito, la naranja y demás frutas y verduras, la ropa interior, etc. Por el lado de la rigurosidad en los controles, pasamos de los "acuerdos" a las prohibiciones de exportación, cierre de registros de exportadores y listas con precios "sugeridos", por citar algunos ejemplos.  

Los economistas sabemos que hoy la economía tiene una fenomenal distorsión de precios relativos. ¿Qué se entiende por distorsión de precios relativos? Que los precios que rigen para los bienes y servicios no son los que reflejan el comportamiento de la oferta y la demanda en base a las valoraciones individuales de cada agente económico, sino que están mostrando las necesidades políticas del burócrata de turno. 

También sabemos que más tarde o más temprano esa distorsión tendrá que ser corregida, salvo que alguien crea que puede haber una mente iluminada que esté en condiciones de definir cuáles son las valoraciones de las personas, cómo van cambiando esas valoraciones a lo largo del tiempo, qué productos demanda el mercado, de qué calidades y en qué cantidades, etcétera.

El día siguiente

Si alguien cree que existe ese superhombre, entonces, no hay de qué preocuparse. Ahora, si sabemos que no existe tal ser iluminado, lo que hay que hacer es prepararse para el día después. Porque el día siguiente va a llegar, y en ese momento habrá que tomar todos los recaudos para que, dentro de lo posible, la población sufra lo menos posible el choque contra la realidad.  

Si el día siguiente trae racionalidad económica, habrá que tener presente que, además de la recomposición de los precios relativos, esta política de tipo de cambio alto dejará de existir. Es probable que, ante expectativas positivas, el tipo de cambio baje y, en ese caso, el tema fiscal nuevamente pasará a ser una cuestión a resolver. 

 El cuadro que acompaña esta nota muestra el resultado fiscal de los primeros 9 meses de este año con derechos de exportación y sin derechos de exportación. Como puede verse, el superávit fiscal prácticamente se evapora si se eliminan los derechos de exportación, los que sólo pueden ser aplicados mediante una fuerte expansión monetaria que sostenga artificialmente alto el tipo de cambio. Por supuesto que, si se pretende poner orden y eliminar también el impresentable impuesto al cheque, el resultado fiscal pasa a ser negativo.  

Además, sabemos que lo que se recauda por ganancias disminuiría si desapareciera la inflación, dado que hoy se está aplicando ese impuesto sobre ganancias inexistentes.  

Sabemos que existe una distorsión madre que es la política cambiaria; que esa política cambiaria actúa como un muro detrás del que se esconden todas las ineficiencias de la economía (normas laborales, sistema impositivo, nivel y calidad del gasto público, inseguridad sobre los derechos de propiedad, etc.).  

El día que los controles de precios ya no puedan contener la presión inflacionaria, quedarán al descubierto todas estas ineficiencias. En ese momento, todos se darán cuenta de que el rey está desnudo.

Fuente: La Nación.

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