La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Malvinas III y IV.

Por Juan Bautista Yofre

Malvinas III: Las más altas autoridades argentinas festejaron la victoria de Thatcher en el '79

El 27 de octubre de 1978 renunció el almirante Oscar Antonio Montes y quedó a cargo del Palacio San Martín en forma interina el ministro Harguindeguy. El 6 de noviembre prestó juramento como canciller el brigadier (RE) Carlos Washington Pastor; era hijo del dirigente conservador Reynaldo Pastor y concuñado del presidente Videla. Su última actividad había sido la de tener un criadero de pollos.

Se vivía un clima de un continuado disparate. Desde las más altas instancias, hasta las intermedias, se opinaba "a piacere", total, no había sanciones. Una cuestión más delicada aun pues se suponía que gobernando un régimen militar, las jerarquías serían salvaguardadas a rajatabla. Sin embargo, la Argentina parecía Babel.

El 23 de noviembre, durante la comida anual de la Asociación de Dirigentes de Ventas de Mar del Plata, usó de la palabra el secretario de Prensa y Difusión de la intervención bonaerense, el capitán (RE) Jorge Cayo. En su discurso (cuyo texto fue entregado a los medios), dijo entre otros tantos conceptos:

"Estados Unidos, líder del mundo occidental, es tan responsable de lo que ocurre como Moscú, porque teniendo la obligación y la inmensa responsabilidad de liderar Occidente, en lugar de apoyar y apuntalar a quienes estamos luchando para mantener la cohesión de ese mundo, nos reta, nos castiga, nos sanciona. Por eso, siempre digo al referirme a Carter, el inefable señor Carter, parafraseando el 'zapatero a tus zapatos' digo 'manisero a tus maníes'".

El 8 de noviembre, Videla le escribió una carta a Pinochet en la que le expresa que "la vía de la negociación no se halla agotada y que una sincera voluntad de persistir en ella de buena fe permitirá superar los obstáculos que aún restan para un acuerdo integral". Desde Chile, mientras tanto, se insiste con una mediación sin considerar nuevas negociaciones, ya que éstas quedaron totalmente agotadas. Entre los posibles mediadores, los más nombrados eran el rey de España y el papa Juan Pablo II.

En esas tensas semanas, mientras se hablaba de desplazamientos militares, el canciller Pastor hizo su primer viaje al exterior. Fue al Uruguay. En el viaje de vuelta habló con el enviado de "Clarín", quien le preguntó sobre la situación del Beagle. No quiso hablar o no estaba al tanto, pero la respuesta de Pastor fue: "De eso no me pregunte porque recién estoy en la primera bolilla".

Como una última oportunidad, los gobiernos en pugna decidieron establecer un encuentro de cancilleres en Buenos Aires, para dirimir quién sería el mediador y cuáles las diferencias a dirimir ante el mismo. En una reunión previa al encuentro de cancilleres, el Comité Militar había resuelto apoyar y promover la mediación papal.

De fracasar dichas gestiones, se acordó, se promoverían operaciones militares. En esas horas, el nuncio estudió la posibilidad de condicionar la intervención de la Santa Sede, si la Argentina procedía a desmovilizar sus tropas, pero Videla y Viola no estaban en condiciones de hacerla cumplir.

El martes 12 de diciembre se produce el encuentro de cancilleres, en medio de los más variados rumores y corrida bancaria. En el Salón Verde del Palacio San Martín se sentaron frente a frente Carlos Washington Pastor y Hernán Cubillos Sallato. Al lado de Pastor lo hicieron Moncayo, Gutiérrez Posse y Federico Mirré ( salvo Mirré, los restantes no tenían ni formación ni trayectoria diplomática). Rodearon al canciller chileno Orrego Vicuña, Bernstein, Bruner y Stein (con excepción de Cubillos, todos tenían una larga trayectoria diplomática).

Durante las conversaciones, ambas delegaciones coinciden por la mañana en una serie de ideas que los asesores de los cancilleres, por la tarde, concretan en un borrador. Una vez que el documento es aprobado por los dos jefes de las delegaciones, Pastor lo llevó al Comité Militar, que lo rechazó. Uno de los delegados chilenos confió esa noche que cuando Pastor volvió con la respuesta negativa, y un cambio total de su posición, pensó que pocas horas más tarde renunciaría. En fuentes de la Cancillería chilena se desestimó la posibilidad de una nueva reunión de los cancilleres por "la ausencia de interlocutor argentino efectivamente válido para Chile".

En esos días en la Argentina reinaba la confusión, las versiones que trascendían de las reuniones de los altos mandos del Ejército no hacían más que agregar dificultades al gobierno. Aunque no se sabía bien quién mandaba, el domingo 17 viajó secretamente a Chile el brigadier Basilio Lami Dozo. Fue a entrevistarse con el jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei. Al escuchar la propuesta del militar argentino, Matthei contestó que a él no le correspondía intervenir en el manejo de las relaciones exteriores, ya que era una actividad privativa de Pinochet.

El 22 de diciembre, el Papa hizo llegar un mensaje invitando a la paz a los gobiernos de la Argentina y Chile, y el cardenal Samoré llegó a Buenos Aires el domingo 26. El 24 hubo alerta roja, según afirmaron fuentes militares argentinas. El 8 de enero se volvieron a encontrar Pastor y Cubillos con el mediador del Vaticano. La paz había triunfado esta vez.

Desde Chile se opinó que "la participación del ex director de la DINA, el general Manuel Contreras, en un último intento de negociaciones secretas con militares argentinos que no eran partidarios del conflicto, habría permitido convencerlos de hacer que la Casa Rosada se allanara a la mediación. Lamentablemente, el anatema que pesa hoy sobre la imagen de Contreras, y su posterior ruptura con Cubillos no han permitido una indagación profunda y reveladora sobre este interesante y poco abordado punto de la crisis del Beagle.

Pudo haber influido también para que la Argentina aceptara la mediación la noticia llegada de algún modo a Buenos Aires (¿por los propios militares chilenos?) de que los estrategas de Santiago ya conocían al detalle las posiciones de los tanques y las fuerzas argentinas de Infantería apostadas junto a la Cordillera, derribándose así el plan del general Menéndez, de traspasar la frontera valiéndose del factor sorpresa".

1979. Llega la Comisión de Derechos Humanos

Exactamente a las 20.13 horas del 8 de enero de 1979, los cancilleres Carlos W. Pastor y Hernán Cubillos firmaron el pedido oficial de mediación elevado a Su Santidad, Juan Pablo II, durante una ceremonia que se realizó en Montevideo, Uruguay. A las pocas horas, el cardenal Antonio Samoré volvió a Roma con el documento en el que ambos países solicitaban que la Santa Sede actuara "como mediador con la finalidad de guiarlos en las negociaciones y asistirlos en la búsqueda de una solución del diferendo para el cual ambos gobiernos convinieron buscar el método de solución pacífica que consideraron más adecuado".

Sin embargo, el documento oficial omitió decir que para que el Vaticano aceptara la tarea mediadora, ambos gobiernos en conversaciones privadas con el cardenal Samoré debieron acceder a los siguientes compromisos:

1) "No recurrirán a la guerra"; 2) "Que no tomarán, ni siquiera para el futuro, ninguna medida no sólo de carácter militar, sino de cualquier otra especie que pueda, de algún modo, lesionar la armonía de cualquier sector"; 3) Que ambos países "retornan gradualmente a la situación militar normal y a un 'statu quo'". En otras palabras, aquello que el 12 de diciembre del año anterior no había sido aceptado por la Junta Militar, ahora les era arrancado por el Vaticano.

Por esos días se alejó de la Cancillería, para ocupar funciones en la Armada, el capitán de navío Gualter Allara. Había demostrado ser el funcionario más capaz de todos los que habían pasado hasta el momento. Su partida estuvo rodeada de homenajes de despedida de parte de muchos diplomáticos. Uno de los más significativos fue el que le brindó el embajador Carlos Ortiz de Rozas, quien incluso le regaló un objeto personal "de alto valor histórico".

Allara fue reemplazado por el comodoro Carlos Cavándoli, oficial que haría de nexo entre el Palacio San Martín y el Edificio Cóndor. Se entiende: ahora la Fuerza Aérea tenía más influencia en la Cancillería y en la política exterior, especialmente desde el despacho del secretario general del arma, el brigadier Basilio Lami Dozo.

La influencia que salía de la aviación era tan sólida que el comodoro Cavándoli pronunció una frase que sería repetida en reiteradas ocasiones, ante los reparos de algunos funcionarios: "Cuando mi comandante en jefe dice que es carnaval, así sea Viernes Santo, yo aprieto el pomo".

A pesar de los tres años transcurridos desde el 24 de marzo de 1976, la Argentina no lograba concitar el interés necesario en el exterior como para recibir una corriente importante y permanente de inversiones. Parecía no alcanzar con los esfuerzos que hacía el equipo económico.

El 19 de marzo de 1979, en Nueva York, se realizó la reunión del "Committe on Multinacional Enterprises and Investment" del Consejo de la Cámara Internacional de Comercio. Uno de los participantes, Conrado Etchebarne (nieto), a su vuelta redactó un escueto informe en el que expresaba que "quedó evidenciada la seria preocupación de la generalidad de las empresas multinacionales existentes, con respecto a dónde orientar sus inversiones futuras. Consideran que la política exterior de Carter les agrava el problema por cuanto conduce a la reducción del mundo capitalista".

"En relación con la Argentina -expresó Etchebarne-, concretamente expresaron su falta de interés. No la consideran en general una alternativa válida como país para invertir. Por varias razones: una, de fondo, porque entienden que el mercado argentino es muy chico (26 millones), y no sólo no crece sino que el standard de vida, en su opinión, está bajando, lo que se traduce en un menor mercado. En cuanto al argumento de invertir en la Argentina para exportar a otros países en desarrollo, lo descartan por varias razones, entre ellas, por suponer más conveniente hacerlo desde Brasil (mano de obra más barata y menor riesgo político), o aun desde Estados Unidos".

Por último, observó: "Los únicos que demuestran interés en invertir son las empresas extractoras de petróleo, minerales u otras materias primas, siempre y cuando se aseguren una alta tasa de retorno (mínimo 18% anual) para compensar el riesgo. Algunas empresas manifestaron que han comenzado las dudas acerca del éxito del plan económico actual del gobierno argentino". [Memorándum de Etchebarne en el archivo del autor]

El 27 de abril de 1979, sectores sindicales reunidos en el "grupo de los 25" organizaron una Jornada Nacional de Protesta, disconformes con la marcha de la política social y económica del gobierno. Entre los organizadores estaban Saúl Ubaldini (cerveceros), Roberto Digón (tabaco), Ricardo Pérez (camioneros), Osvaldo Borda (caucho), José Rodríguez (mecánicos), Hugo Curto (metalúrgicos) y Roberto García (taxis).

El 4 de mayo de 1979, después de ganar las elecciones, la reina Isabel II le encargó a Margaret Thatcher que formara gobierno. Era la primera vez que una mujer llegaba al cargo de primer ministro del Reino Unido. En la tarde de ese día, después de abandonar el Palacio de Buckingham, se constituyó en su residencia del 10 de Downing Street. Una multitud le dio la bienvenida a la líder conservadora. Antes de entrar, miró a las cámaras de televisión y dijo entre otras palabras: "Allí donde haya discordia, llevemos armonía".

En la Argentina, la victoria de la futura "Dama de Hierro" fue celebrada por las más altas autoridades. Se entendía que ella iba a observar con más "equilibrio" que Jimmy Carter la situación interna argentina.

La relación con Washington no pasaba de lo meramente superficial. La Embajada argentina en la capital norteamericana tenía prácticamente todas las puertas cerradas. Su embajador, Jorge "Coco" Aja Espil, aconsejaba al presidente Videla la libertad del periodista Jacobo Timerman porque ayudaría a allanar muchas dificultades. Finalmente, hizo falta una orden de la Corte Suprema de Justicia al Poder Ejecutivo para que Timerman saliera del país, no sin antes ser despojado de su ciudadanía.

Sin embargo, en materia de derechos humanos, 1979 fue el año de la visita de la Comisión Interamericana de DD.HH. de la OEA, que la Argentina había autorizado un año antes. Precisamente, en julio de 1978 el segundo de la misión argentina ante la OEA, Arnoldo Manuel Listre (un afiliado radical, considerado una " paloma" frente a los "halcones" de Arlía), estimó que "es posible que dentro de un informe negativo se pudiera destacar que a partir de una determinada época algunos hechos que se consideran violación a los DD.HH. han dejado de producirse o que se registra una mejoría en diversos campos".

A diferencia del Chile de Pinochet, o la Cuba de Fidel Castro, la CIDH realizó la visita "in loco" sin ningún tipo de restricción: visitaron cárceles, unidades militares y conversaron con dirigentes de todo el arco político.

La comisión llegó a Buenos Aires el 6 de septiembre, pero una semana más tarde el Boletín Oficial dio a conocer el texto de la Ley 22.068, en la que habían trabajado miembros de la Cancillería, como el embajador Enrique Juan Ros, y oficiales cercanos a Videla, entre los que se destacaba el coronel Carlos Cerdá.

La norma legal indicaba que "podrá declararse el fallecimiento presunto de la persona cuya desaparición del lugar de su domicilio o residencia, sin que de ella se tenga noticias, hubiese sido fehacientemente denunciada entre el 6 de noviembre de 1974, fecha de declaración del Estado de sitio por Decreto 136.874, y la fecha de la promulgación".

Frente a la CIDH, los partidos políticos hicieron oír su voz. El justicialismo, por ejemplo, expresó en un documento que se le entregó a la comisión que "el comportamiento de la autoridad militar que ejercita el mando en la República Argentina es francamente violatorio de los derechos humanos". El radicalismo fue más equilibrado: "No ignoramos que este proceso que vive la República ha sido inédito en el país, por cuanto hemos debido recorrerlo con el trasfondo de una agresión subversiva cuyas secuelas parecen persistir".

Otros dirigentes políticos sostenían en público una posición y en privado decían lo contrario. Meses más tarde trascendieron algunos de estos diálogos. Con Arturo Frondizi, por ejemplo: "Frondizi dijo a la comisión que había escuchado que había muchos desaparecidos. 'Es lo que me han contado', aseguró. Sólo tomó vida la conversación con él cuando Tom Farell (miembro de la comisión) le preguntó cómo marchaba, a su juicio, la situación económica. Habló 45 minutos del tema y terminó la conversación". [Diálogo del autor con un miembro de la comisión que visitó la Argentina].

Después de dos semanas de intenso trabajo, la CIDH volvió a Washington para preparar un informe que sería presentado a la OEA al año siguiente.

El viernes 7 de septiembre, al mismo tiempo que la CIDH visitaba la Argentina, en Japón jugaba la selección juvenil de fútbol, con Maradona, el "Pelado" Díaz, Juan Barbas y muchos grandes jugadores detrás. Todo se mezcló, en la Avenida de Mayo, en donde quedaba la oficina de la OEA. Por una parte, una larga fila de familiares de desaparecidos que iban a denunciar sus problemas. Por la otra, una multitud que se desplazaba, alentada por el gobierno a través de las radios, festejando el triunfo del equipo argentino frente a la Unión Soviética.

"La Oral Deportiva" de radio «Rivadavia», hizo punta, transmitiendo en directo desde Tokio. Detrás del "Gordo" José María Muñoz, que invitaba "a un festejo popular", se prendieron Julio Lagos ("Cada día") y Juan Alberto Badía con Diego Bonadeo ("A mi manera")ATC lo hizo vía satélite y desde sus estudios en avenida Figueroa Alcorta lo vieron en directo Videla, Galtieri y los generales Reston y Llamas.

Hubo euforia en Buenos Aires por la obtención del campeonato mundial. Tanta que hasta Videla se vio obligado a salir al balcón después del partido para saludar a la muchedumbre. "Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar", gritaba Muñoz desde la radio, mientras Tito Junco y Juan Carlos Morales cubrían a los protagonistas de la hazaña, también acompañados por el almirante Carlos Alberto Lacoste.

Todo era fiesta, alegría, lo que transmitían las unidades móviles de Mitre y Rivadavia. La frutilla del día la puso Mirtha Legrand: alrededor de las 13.30 llegó a sus almuerzos en un camión junto con la mamá de Maradona y fue presentada por José Gómez Fuentes. También se hicieron presentes Ana María Picchio y la estrella de "Andrea Celeste", Andrea del Boca.

Cuando se apagaron los ecos de la victoria de la selección juvenil de fútbol habló Ernesto Sábato. Leyó la declaración que le dio a la CIDH, que lo visitó en su casa. Entre otros términos: "No hay violaciones execrables y violaciones justificables. Aunque sean cometidas en nombre de grandes ideas, como dice el socialismo, la patria o la justicia social, y sobre todo si son perpetradas en nombre de esas grandes ideas.

Admitir que puedan existir ciertas violaciones legítimas es el más tenebroso de los sofismas de nuestro tiempo y siempre ha conducido, además, a las mayores barbaridades. Por tal motivo, sólo tenemos derecho a denunciar violaciones en la Argentina los que también hemos denunciado los cometidos en los países comunistas, como el atroz genocidio camboyano, donde sobre una población de 8 millones, hubo 2 millones de desaparecidos". Pidió responder al terrorismo con "la ley, la ley más dura, pero la ley".

En esos días, frente a una gran presión del gobierno de Carter, el gobierno de Videla resolvió, a través de una orden de la Corte Suprema de Justicia, expulsar del país al periodista Jacobo Timerman. También otorgó el salvoconducto para que el ex presidente Héctor J. Cámpora viajara a México, atacado por el cáncer. La decisión sumó más leña al caldero de la interna militar.

El comandante del Cuerpo III, Luciano Benjamín Menéndez, se sublevó con algunas unidades bajo su jurisdicción por "no haber cerrado (el gobierno) la puerta al resurgimiento futuro del marxismo en el país". Asimismo, en sus críticas apuntó contra la política de Viola de tejer alianzas con los partidos "amigos" (entre otros, los partidos federales).

Fue una "chirinada" que se resolvió sin enfrentamientos armados, pero sacó a la superficie lo que se denominaba la lucha entre los "duros" contra los "blandos" en el Ejército. Menéndez fue sancionado con 90 días de arresto a pasarlos dentro de una guarnición en Corrientes. También fueron pasados a retiro otros altos oficiales. Pasado el momento, el 4 de octubre el presidente Videla y su comitiva viajaron oficialmente a Japón.

El derrumbe de la dinastía Somoza, en Nicaragua, volvió a poner a prueba el sistema de decisión en el gobierno militar. Desde junio de 1979 se había convocado a la decimoséptima reunión de consulta de la OEA para analizar la situación en el país centroamericano.

El gobierno argentino era partidario del sostenimiento del gobierno de Anastasio Somoza Debayle, lo mismo que Chile y Uruguay. Observaba con extrema preocupación el avance de la influencia castrista en América Central. El resto del continente votaba contra Somoza.

Viendo la soledad en que quedaba con el resto de sus colegas, el embajador Julio César Carasales le transmitió telefónicamente sus preocupaciones a un alto funcionario del Palacio San Martín. El funcionario debió trasladarse fuera de la Capital Federal para hacerle comprender al presidente Videla que la Argentina debía aliarse con las democracias del continente que condenaban a Somoza, porque igual iba a caer y de nada valdría un voto negativo a la resolución.

Así fue como la Argentina votó favorablemente, aunque con reservas, la resolución que declaró el "reemplazo inmediato y definitivo" del régimen somocista. Asimismo, el pedido de remoción se basaba en que "la conducta inhumana del régimen (somocista) imperante allí, puesta de manifiesto en el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, es la causa fundamental de la dramática situación".

El voto no había sido consultado con la Junta Militar en virtud de la urgencia, pero la crónica de la época recuerda cómo el canciller Pastor hubo de visitar a los tres comandos militares para brindar sus explicaciones. El mayor reproche que se le hacía al canciller era el de haber abandonado a un gobierno considerado amigo en la lucha contra el comunismo.

No se quería aceptar que más importante que la actitud argentina fue la del gobierno de Jimmy Carter, cuando le soltó la mano a Somoza y fue el propio embajador de los EE. UU. en Managua, Laurence Pezzullo, el que lo obligó a alejarse a Miami. A pesar de haber dado el voto clave (que hizo que se lograran los 17 que se necesitaban), la Argentina no estaba convencida.

El 27 de junio, Jorge Aja Espil se encontró con el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Viron Vacky, para expresarle su preocupación por la instalación de un régimen controlado por los guerrilleros sandinistas, muchos de cuyos líderes habían recibido adiestramiento en Cuba. " Occidente se halla en crisis", escribió el periodista que firmaba con el seudónimo de "Polibio". Y sentenció: "La Argentina es un peñón que no confunde las palabras en medio de un mundo a la deriva".

El 28 de diciembre, el general Leopoldo Fortunato Galtieri fue designado comandante en jefe del Ejército por Roberto Eduardo Viola.

Junto con el nuevo jefe, también fueron nombrados entre los seguidores más leales de Viola los comandantes de cuerpo y las brigadas. Tal es el compromiso de Galtieri con Viola que hasta le designan los colaboradores más inmediatos. La oficialidad hubiera preferido a los generales Menéndez o Suárez Mason. El primero fue pasado a retiro en septiembre, luego de una sublevación. Del segundo se sostenía que quedó descartado por su frontal oposición al plan económico de Martínez de Hoz.

El 24 de diciembre de 1979, las tropas soviéticas invadieron Afganistán. La reacción occidental fue inmediata. Considerando que la anexión de Afganistán llevaba la influencia soviética más allá del territorio tradicional del Pacto de Varsovia, EE. UU. y sus aliados organizaron inmediatamente la contraofensiva. La ONU y los Países No Alineados condenaron la invasión y la Casa Blanca, junto con otra serie de medidas destinadas a frenar el expansionismo del Kremlin, decidió ayudar a la guerrilla islámica que se enfrentaba a las tropas soviéticas.

La invasión soviética de Afganistán y la consiguiente reacción occidental desencadenaron un nuevo período de tensión internacional tras la época de la distensión: una nueva guerra fría. En consecuencia, entre otras medidas, Jimmy Carter declaró el embargo cerealero, al que se plegaron los países productores más importantes del mercado de granos. La Argentina, no por una cuestión de afinidad ideológica con Moscú, sino por razones económicas (balanza comercial) y políticas (resentimiento contra Carter por sus permanentes críticas a la situación de los derechos humanos y el embargo de armas), decidió no participar del bloqueo.

"El 'parto de los montes', o sea el documento llamado Bases Políticas del Gobierno, de tan prolongada y conversada gestación, fue el broche de oro con el que cierra el año 1979, caracterizado también por episodios tan lamentables como significativos y propios de la modalidad vigente en el Ejército, desde que Videla y Viola tuvieran particular incidencia en su conducción y particularmente en sus actitudes políticas trascendentes (diciembre de 1973)", escribió el ex presidente Alejandro Agustín Lanusse. [Carta al autor, con fecha 23 de enero de 1980]

"Fueron dadas las 'Bases Políticas' que marcan los límites del disenso. Todavía no hay una clara definición sobre las mismas por parte del peronismo y menos del radicalismo. Creo que no habrá un rechazo categórico porque todos aspiran a correr la carrera. Además el cachetazo de hoy puede significar la proscripción del mañana, proscripciones que prevé el documento de las FF.AA., como facultad privativa de la Junta. El único partido que ya se pronunció oficialmente, rechazando duramente el documento de las FF.AA. es el MID de Frondizi y Frigerio. Esto significa que 'Clarín' se pasó a la oposición." [Carta de un aeronáutico, del 2 de enero de 1980]

1980: A pesar del embargo, la Argentina le vende granos a la URSS

A comienzos de 1980, los soviéticos enviaron a la Argentina varios funcionarios para negociar una compra importante de granos, en especial maíz, ya que en lo referente al trigo la Argentina no tenía grandes reservas. Los norteamericanos también enviaron a un emisario -el general Andrew Goodpaster- con la finalidad de evitar las compras de la Unión Soviética.

La misión fracasó porque los rusos compraron 62% de los cereales y oleaginosos en los primeros cinco meses del año. Durante mayo, por ejemplo, se llevaron 72 por ciento de los granos embarcados. Para compensar la actitud "pro soviética", la Argentina decidió no participar en los juegos olímpicos de Moscú. La decisión se tomó luego de una entrevista, en Washington, entre Martínez de Hoz y Lloyd N. Cutler, asesor del presidente Carter, encargado de coordinar el boicot deportivo a Moscú.

Martínez de Hoz aún contaba con todo el respaldo del presidente Videla y también del nuevo jefe del Ejército. En una ocasión, invitado por Galtieri, todo el equipo económico expuso la marcha del plan económico al generalato. La presentación de Galtieri no presentó fisuras: " Señores, éstos son los héroes civiles del Proceso, que merecen todo nuestro apoyo y solidaridad".

Mientras tanto, Viola preparaba pacientemente su acceso al poder. Un embajador, en febrero de 1980, observaba desde Europa la situación de la siguiente manera: "La aspiración de Viola es ser presidente por cuatro años, y después el diluvio, como decía Luis XV. No tiene dos ideas en la cabeza, y salvo de política menuda es imposible arrancarle otra conversación, el bostezo se impone luego de 10 minutos de charla. Me parece superfluo aclararte que su conocimiento de los problemas del país es superficial y periodístico".

Otro observador, desde Washington, relataba a un embajador en Europa oriental: "Los temas serios de política exterior no pasan por la calle Arenales (la Cancillería). Los arregla Martínez de Hoz, hoy enfrentado con Pastor y Castro Madero (titular de la CONEA). También tiene influencia directa Lami Dozo, el verdadero canciller, como él dice.

Por su parte, Cavándoli se pasea por el mundo atemorizando a los funcionarios, y Montes, convertido ahora en experto, asesora a Massera en política internacional". 71 Así eran los tiempos que corrían en el Palacio San Martín, en los que el teniente coronel Galassi y el vicecomodoro López Imizcoz obligaban a los aspirantes diplomáticos a asistir a retiros espirituales.

Leopoldo Fortunato Galtieri, por su parte, comenzaba a dar sus primero pasos como jefe del Ejército. Visitaba unidades de combate; compartía largas charlas con sus oficiales, en las cuales hacía sentir su autoridad castrense, algo que sus predecesores, más inclinados por permanecer en sus escritorios, no habían hecho. Durante su gestión se desarrolló la tesis de "la ocupación de los espacios vacíos" que dejaba la administración de Carter con su política de derechos humanos, como por ejemplo en América Central. De allí entonces que el Ejército Argentino se viera envuelto en los calurosos y húmedos climas de Honduras, Nicaragua y El Salvador.

En abril habló Ricardo Balbín. Desde Madrid, en declaraciones a Julio Nudler, corresponsal de "Clarín", dijo lo que nadie se atrevía a admitir públicamente: "Creo que no hay desaparecidos; creo que están muertos, aunque no he visto el certificado de defunción de ninguno... lo que me preocupa es aliviar dolores, pero también evitar nuevos dolores. No tiene remedio. Fue así. Algún día se escribirá el capítulo de las responsabilidades".

En junio de 1980, daba la sensación de que los militares, pese a todo, todavía contaban con margen de maniobra para entenderse con la dirigencia civil. Así lo reflejó el 30 de junio Arrigo Levi en "The Times": "Los líderes militares argentinos mantienen que ninguno puede entender o juzgar el 'exceso' del antiterrorismo si uno se olvida que la Argentina estuvo en un estado de guerra civil; la supervivencia en sí de una sociedad civilizada estaba en peligro como resultado de las bárbaras actividades de los terroristas. Muchos argentinos están probablemente listos para aceptar esta visión y olvidar o perdonar. Pero, para muchos, y no solamente los parientes de desaparecidos, la verdad debe ser revelada antes de que la Argentina comience a transitar en el sendero de una vida normal y democrática. De no ser así, las acciones de odio y violencia se mantendrán y producirán nuevos horrores".

En otro momento, Levi observó que "los militares insisten en que si los argentinos quieren volver a un gobierno civil, deberán aceptar primero que cualquier cosa que haya pasado durante la represión deberá ser olvidada y perdonada. ¿Eso es realmente posible? [...] He hablado también con el líder del partido peronista, Deolindo Bittel; el del partido radical, Ricardo Balbín, y Raúl Alfonsín; el del partido Intransigente, Oscar Alende, y el socialista Rodolfo Ghioldi. Todos admiten que la reconciliación nacional es necesaria. Todos parecían estar listos para aceptar la "ley del olvido".

"El señor Balbín me dijo: 'los sufrimientos de los demás me afectan mucho. Pero debo pensar en el futuro, y no quiero que nuestras futuras generaciones caigan de nuevo en los mismos horrores'. Los puntos de vista del señor Bittel fueron bastante similares. El me dijo: 'Otros países han atravesado períodos de baños de sangre, pero llegó el momento en que ellos firmaron tratados de paz. Nosotros, los argentinos, debemos hacer la paz con nosotros mismos. No podemos seguir otros 50 años cobrando viejas cuentas. Pero es difícil la paz con fantasmas, la paz debe hacerse con gente real, con las organizaciones políticas legítimamente populares, sus partidos y sindicatos. Un gran debate debe iniciarse. El actual es sólo un diálogo de sordos'."

El 30 de junio, el canciller Pastor reunió en París a un conjunto reducido de embajadores argentinos en Europa. "Pastor se encuentra hoy reunido con un pequeño grupo de embajadores. Huelga decirte que el viaje europeo del ilustre canciller es algo totalmente artificioso, una manifestación del afán de turismo de los príncipes que nos gobiernan", escribió un embajador argentino destinado, precisamente, en Europa.

"Aunque parezca un chiste, algunos viajeros que pasaron por Washington me contaron que Omar Graffigna tiene deseos de ser presidente de la Nación. Cree eso y ha designado a un equipo de asesores y lee discursos permanentemente. La gracia mayúscula se la mandó cuando se hizo invitar en febrero a Brasil, antes del viaje, en mayo, del presidente Figueiredo a Buenos Aires. Una vez en Brasilia fue recibido en audiencia por Figueiredo. El presidente brasileño imaginó que sería una conversación meramente protocolar. La sorpresa se la llevó cuando Graffigna le comentó que 'había ciertos temas que él (Figueiredo) debería tratar con la Junta Militar' antes que con el presidente Videla. Entonces sacó de su portafolio un memorándum con los temas pendientes entre la Argentina y Brasil. Por supuesto también le dijo que en el país, la Junta era la que tomaba las decisiones".

"Otros viajeros me han referido que se piensa publicar la famosa lista de los desaparecidos antes de que termine el mandato de Videla. Con esta 'genialidad', piensan, el nuevo presidente comenzará un 'período nuevo', sin las complicaciones de los derechos humanos. Esta idea sería apoyada, aunque con motivaciones disímiles, por el Vaticano y el Departamento de Estado".

"También a los cráneos de nuestra Cancillería se les ha ocurrido que la próxima asamblea de cancilleres de la OEA (de noviembre de 1980) podría realizarse en la Argentina, más precisamente en Mar del Plata. De esa manera, sostienen, el medio ambiente presionará sobre los miembros de la asamblea, cuando se trate el informe de la CIDH sobre los derechos humanos en la Argentina". [Carta a un embajador argentino en Europa, con fecha 23 de junio de 1980].

El 17 de julio, apoyado económicamente por grupos ligados al narcotráfico de Santa Cruz, el general Luis García Meza [General Luis García Meza Tejada, militar que arrebató el poder a la presidenta Lydia Gueiler Tejada. Gobernó durante 11 meses, de los 20 años que había prometido, a la cabeza de una efímera Junta Militar. Actualmente cumple una condena de 30 años en la cárcel de Chonchocoro, La Paz. Su ministro de Gobierno y comandante del Colegio Militar fue Luis Arce Gómez, el representante del narcotráfico en el gobierno de García Meza] derrocó al gobierno constitucional de Lidia Gueiler en Bolivia. Lo hizo para impedir el acceso a la presidencia de Hernán Siles Suazo.

La intervención primordial de oficiales de las Fuerzas Armadas de la Argentina pasó a convertirse en un serio escollo entre las relaciones de la Argentina con los Estados Unidos. El gobierno argentino es señalado como el mentor intelectual del golpe. Tal vez, para que no quepan dudas, Videla expresó desde Córdoba su "simpatía" por el nuevo régimen militar del altiplano.

Por esas horas, circulaba una minuta que informaba que "Sam Eaton, por entonces encargado de América del Sur en el Departamento de Estado, tenía las fotos de los argentinos que descendieron en La Paz setenta y dos horas antes del golpe, de un vuelo de Aerolíneas Argentinas. Fueron alrededor de 150 hombres. El golpe respondió a la tesis de Galtieri de 'ocupar los espacios vacíos que dejaba EE. UU. en su lucha contra la subversión' por su política de derechos humanos".

"Hubo un último intento de parar el golpe de parte de Siles Suazo. Fue en un encuentro entre su delegado en Washington, Marcial Tamayo, con un asesor de Viola. El encuentro fue en el hotel Embassy Row. En un momento se le pidió a Tamayo que Siles Suazo formulara declaraciones rechazando la violencia armada. Lo hizo a las pocas horas en un reportaje en 'Clarín'".

De todas maneras el golpe se llevó a cabo: "Nuestros militares sostenían que Bolivia era (sería) un territorio de paso para los montoneros que llegaban al país, vía Libia y los campos de entrenamiento militar palestinos. Además, Siles Suazo declaró que le vendería el gas a los brasileños" [Carta al ex presidente Alejandro Lanusse de 19 de julio de 1980].

Como consecuencia de esa participación en el golpe del general Meza, en un claro "gesto de desagrado" por el reconocimiento argentino a ese régimen, el nuevo subsecretario de Asuntos Hemisféricos, William Bowdler, suspendió su anunciada visita a la Argentina.

Bowdler se encontraba en Lima (la delegación norteamericana la encabezó Rosalynn Carter) participando en las ceremonias de la asunción presidencial de Fernando Belaúnde Terry. Como un eslabón más del aislamiento argentino, Videla no estuvo presente por expreso pedido del nuevo presidente. Para transmitir ese pedido viajó a Buenos Aires, antes de asumir como primer ministro, Manuel Ulloa.

El embajador estadounidense Raúl Castro terminó sus funciones en Buenos Aires y fue reemplazado por Klaus Russer, un funcionario de menor nivel. Durante un tiempo prolongado, el gobierno norteamericano no designó ningún embajador. A pesar de que se conocía que el sucesor de Castro sería Harry Schlaudeman, el gobierno de Carter no presentó el placet. Como represalia, Jorge Aja Espil, que se hallaba en Buenos Aires, fue demorado en el país.

Desde Nueva York, el 13 de agosto de 1980, Castro dijo que no se había nombrado un sucesor "porque los republicanos no quieren que designemos a ningún embajador hasta después de las elecciones". Habló de las dificultades entre su país y la Argentina y citó a los derechos humanos y la situación de Bolivia. Pero más importantes fueron sus consideraciones sobre la designación del sucesor de Videla y el poder de la Junta Militar. Dijo que la Argentina se encontraba en "un proceso electoral interno" de las Fuerzas Armadas. "Se están efectuando -agregó- entre los oficiales tanteos y encuestas informales", que tienen como finalidad seleccionar al próximo presidente.

Luego mostró su visión de la estructura de decisión en la Argentina: la Junta Militar funciona "como si fuera un consejo de dirección" y el presidente ejecuta la política acordada.

El martes 19 de agosto, Videla realizó una visita oficial de cinco días a Brasil. Fue un viaje importante porque en la ocasión se firmaron los acuerdos de aprovechamiento hidroeléctrico en el Alto Paraná y otros de carácter comercial y de cooperación nuclear. Nadie lo decía, pero era la culminación exitosa de la gestión del embajador Oscar Camilión, que, casi en soledad, logró cerrar la disputa con Brasil sobre la utilización de los recursos naturales compartidos. Si no obtuvo más fue porque su "frente interno" le puso zancadillas en todo momento. Y fue obra de él, porque la Cancillería de Guzzetti ni siquiera le dio las instrucciones (se las tuvo que redactar personalmente) y las demás gestiones de Montes y Pastor apenas lo tuvieron en cuenta.

Durante las seis oportunidades que el presidente Videla estuvo frente al general Joao Baptista de Figueiredo se evidenciaron algunas diferencias: Videla apoyaba a García Meza, pero Figueiredo no. Videla propugnaba un acuerdo de seguridad, pero Figueiredo no.

Brasil había decidido marchar hacia la democracia, pero la Argentina, todavía, ni la imaginaba. Es más, se estaba en pleno período de elección de un presidente, bajo la consulta a los altos mandos. Por aquel entonces, un informe de la situación interna militar dirá que, consultado todo el generalato, salvo el general Etchegorren, la mayoría opinaba que se debía elegir al teniente general (RE) Roberto Eduardo Viola.

Leopoldo Galtieri, confidencialmente, ya en esos días no pensaba lo mismo. Por eso constituyó un pequeño grupo para que lo aconseje sobre qué medidas tomar. El grupo dictaminó que por el momento no se debía hacer nada, pues no solamente el generalato se inclinaba por Viola sino también gran parte de la clase política. La Armada le ofreció privadamente la presidencia. Siempre se aseguró que en esas semanas se fortaleció la relación entre el jefe del Ejército y el entonces jefe del Estado Mayor de la Armada, vicealmirante Jorge Anaya.

El enojo no duró demasiado tiempo. En la primera quincena de septiembre, William Bowdler, hablando ante ejecutivos del Chase Manhattan Bank, dijo que las relaciones con la Argentina presentaban diferencias; entre otras, la cuestión de los derechos humanos, la política nuclear y la simpatía expresada al nuevo gobierno boliviano de García Meza. Sin embargo, trascendió que un proceso de explicaciones recíprocas de los diferentes puntos de vista podría conducir a un descongelamiento de las relaciones argentinonorteamericanas en el futuro.

El futuro no estaba tan lejos, porque el lunes 20 de septiembre, en un vuelo regular de línea, llegó a Buenos Aires el embajador Schlaudeman para hacerse cargo de la representación de su país. Presentó sus cartas credenciales el 4 de noviembre y el 5 se entrevistó con el canciller Pastor.

En octubre, después de una postergación de diez días a la fecha indicada para su designación, Roberto Eduardo Viola es elegido para suceder a Jorge Rafael Videla a partir del 29 de marzo de 1981. La postergación se debió a variados motivos, entre otros la resistencia que el propio Viola provocaba entre las otras armas, en especial en la Armada, y a la desconfianza que le guardaba el establishment empresarial y financiero.

Uno de los tantos inconvenientes que debió sortear Viola dentro de la Junta Militar fue una documentación que presentó el almirante Lambruschini. En esos papeles se podían observar los trámites que realizó en Washington gente cercana a Viola para que realizara una visita privada a los Estados Unidos.

En el informe se sindicaba a la empresa de relaciones públicas Mc Kenzie (la misma agencia de lobby que había trabajado intensamente para Anastasio Somoza) y a la Fundación Internacional Argentina que dirigía Jorge Juárez Dover (y financiaba Ricardo Masueto Zinn) como las responsables de organizar una visita privada a los Estados Unidos para dar una serie de conferencias.

La Armada y Fuerza Aérea entendieron que se les quería imponer una política de hechos consumados: si Viola todavía no había sido elegido por la Junta Militar, ¿en nombre de quién se presentaba en Washington? Entre el anuncio de la designación de Viola y su asunción el 29 de marzo de 1981 transcurrieron seis meses. Una eternidad, si se tiene en cuenta la crisis económica que devoraba la popularidad del gobierno militar.

Roberto Viola, "el hombre que manejaba los silencios", según el periodista Joaquín Morales Solá, hizo su presentación en público durante un programa de televisión en un canal rosarino. Apoyado en la barra de un bar, tomando un whisky y fumando, intentó dar una imagen distendida y familiar. Sólo originó sonrisas, más aun por sus declaraciones intrascendentes.

Sin embargo, sus asesores y exégetas se encargaron de precisar que Viola dijo que "no existe cogobierno" (en alusión a la Junta Militar) y que "aquellos principios y conceptos de la política económica (de Martínez de Hoz) no serán en ningún modo modificados. Se van a mantener íntegramente". Nadie le creyó.

A pesar de que hasta noviembre de ese año Viola y Martínez de Hoz se encontraban mensualmente en el departamento de la calle Oro, del embajador Gerardo Schamis, entre ellos existía una muralla de desconfianza. "Pesos más, pesos menos, yo voy a seguir la política cambiaria suya", le dijo el futuro presidente en una oportunidad.

El 9 de octubre de 1980, bajo el título "¿Tiene la Argentina el gobierno que se merece?", el periodista Manfred Schoenfeld, del matutino conservador "La Prensa", opinó que el presidente Videla no parecía haberse planteado adecuadamente la "profunda gravedad" del problema de los desaparecidos y que "cabría desear que al menos lo hiciera el flamante presidente designado". Schoenfeld aclaró que el balance de la gestión de Videla sobre la cuestión también alcanza a Viola, por cuanto ocupó cargos de gran responsabilidad en toda su gestión (jefe del Estado Mayor y comandante en jefe del Ejército).

También alude a los presuntos fracasos oficiales en reducir y tornar más eficiente el aparato estatal, y a la gestión económica de Martínez de Hoz. Y añadió: "El resultado es un creciente descreimiento, una falta de fe por parte de los estratos más amplios de la población... Hay en estos momentos un escepticismo, un cinismo, particularmente entre la gente joven, como hace tiempo no lo había".

La desazón, especialmente de los jóvenes, aumentó el drenaje de lo que denominó "la fuga de cerebros". El "Washington Post" del 29 de octubre informó que diariamente cientos de argentinos se acercan a las oficinas consulares en Buenos Aires interesados en emigrar, en la búsqueda de un país más libre y confortable.

"Unos dos millones de argentinos emigraron en las últimas dos décadas. "No puedo encontrar trabajo acá, declaró Juan Fernández, un ingeniero de 30 años, hay muchos ingenieros y la economía es un desquicio. Tengo que vivir con mi madre y llevo más de un año sin trabajar."

"El nivel de desempleo, escribió Kenneth Fredd, se ubica en 10 por ciento, en un país donde cualquiera que trabaje una hora semanal es considerado ocupado. Fuentes gremiales estiman que unos dos millones y medio de personas tienen trabajo ocasional u ocupan posiciones donde no trabajan. La inflación se ubica entre las más altas del mundo -150 por ciento- y ha sido de tres dígitos en los últimos seis años."

Desde otro ángulo, el sociólogo José Enrique Miguens publicó un trabajo en "Clarín", el 4 de diciembre de 1980, bajo el título "Frente a la complejidad social", en el que expresó que "desde 1973 hasta la fecha, seis universidades nacionales y privadas cerraron sus carreras de formación de profesionales en Sociología. La mayoría de ellas, por orden directa o por presión del Ministerio de Educación de la Nación".

Y agregó: "El asunto es de tal gravedad, y los argumentos que se dan para justificar esta política son tan endebles, que la única explicación que se puede dar a tamaño desatino es que los funcionarios que promueven esta política no tienen la menor idea de cómo funcionan las sociedades actuales en los países civilizados".

El interrogante del lúcido Miguens lo desentrañó Richard Boudreaux, corresponsal de "Associated Press" en Buenos Aires: "Las purgas (entre profesionales e intelectuales que trabajan dentro del Estado), sostienen fuentes del Ministerio de Educación, son realizadas por oficiales de Inteligencia de las Fuerzas Armadas destacados en el ministerio. Su blanco predilecto son los psiquiatras, los psicólogos y los sociólogos, pero también sancionan a veces a los físicos y a los químicos, especialidades que han dado a la Argentina renombre internacional".

El 13 de octubre, John Sanness, miembro de la Academia Noruega del Premio Nobel, informó que el argentino Adolfo Pérez Esquivel había ganado el Premio Nobel de la Paz, por sus esfuerzos en la lucha por el respeto a los derechos humanos. La noticia cayó como una bomba, fue tomada como un agravio por el gobierno militar.

Con ese singular estilo que lo caracterizaba, el escritor Jorge Luis Borges, un intelectual no precisamente de izquierda, dijo: "No entiendo por qué ahora que tenemos otro Premio Nobel nadie está agradecido". "Me han contado, señaló, que fue terrorista y que se escandaliza del terrorismo de derecha y no del de izquierda. Esto que dicen posiblemente sean calumnias, es decir, algo totalmente injusto". Borges, después desvió su mirada a otro tema, al decir que "económicamente hay muchos problemas que espero se solucionen en 1981, pero creo que continuaremos declinando, no sólo nosotros sino todo Occidente".


Malvinas IV: El arribo de Galtieri, 'el Majestuoso'.

Desde el semanario 'América Latina. Informe semanal' del 12 de junio de 1981, se informó que en la Argentina "la Ford anunció que reducirá su producción 40% debido a los vastos stocks no vendidos". Añadió que "por el momento no se ha decidido el cierre de sus plantas", pero advirtió que "esta decisión podría cambiar en los próximos meses.

Otras ensambladoras, como la Volkswagen, Mercedes Benz, Sevel (Fiat Peugeot) y Renault están despidiendo a sus trabajadores. Dirigentes sindicales dijeron que se han perdido 36.000 empleos en la industria automotriz desde 1976". El semanario era producido por Latin American Newsletters. Y su director era el periodista Rodolfo Terragno.

El 17 de junio, apareció en la calle el periódico 'Cambio', muy próximo a Eduardo Emilio Massera. El título de tapa era "El gobierno duerme" y mostraba a Viola con los ojos cerrados y lo trataba al gobierno de incompetente. Semanas más tarde el mismo periódico tituló: "Esto no va más".

No era el único que lo pensaba, sólo que el ex jefe naval había sido parte del gobierno hasta dos años antes. En definitiva, como ex miembro de la Junta Militar tenía su cuota de responsabilidad en todo, y de la desocupación también.

Con la asunción del almirante Jorge Anaya, la Junta Militar adquirió más protagonismo.

El casamiento del príncipe Carlos con Diana fue el acontecimiento de 1981. Luis García Meza llegó al poder en Bolivia con el apoyo de los 'barones de la coca'. El Ejército, con su comandante Galtieri, estuvo detrás del golpe boliviano. Tras su enfermedad 'técnica', Viola fue depuesto por la Junta.

LA ECONOMÍA HACE AGUA

El 2 de julio se publicó un informe reservado elaborado por el gobierno, en el que se sostenía que la desocupación "encubierta" llegaba a 4,2 millones de personas, 40,1% de la población económicamente activa. La población económicamente activa era en ese momento de 10,78 millones de personas.

El ministro de Economía sólo atinó a decir que era "un tema preocupante".

Sin embargo, las respuestas más importantes del gobierno están dirigidas contra José Alfredo Martínez de Hoz y el sector financiero, señalados por difundir rumores que perjudican a la Argentina en el exterior. Era la caza del 'chivo emisario'.

En declaraciones al 'Jornal do Brasil', el Presidente argentino señaló que "enemigos de la Nación" realizan una campaña de rumores que afectan a las áreas política y de la economía, pero que, a pesar de " dificultades circunstanciales", no alterarán la disposición de caminar "sin prisa pero sin pausa hacia un proceso de democratización".

Precisamente, sobre el proceso de "democratización", cerca de 90 días más tarde, el ministro del Interior dijo que los militares podrían permanecer en el poder hasta 1990 ó 1993.

Estas declaraciones se agregaron a las formuladas por el propio Viola, la semana anterior, cuando anticipó que en 1984 lo sucedería otro militar. El dirigente peronista Italo Luder dijo que las declaraciones de Liendo "son una agresión al pueblo argentino".

De todas maneras, los líderes del justicialismo, radicalismo, democracia cristiana, intransigencia y desarrollismo, el martes 28 de julio emitieron su 'Convocatoria al país', en que expresaron que "serán inútiles los agravios recíprocos y el intento de mantener la sociedad argentina dividida en réprobos y elegidos; todos debemos asumir nuestros errores y nuestros aciertos".

Exigen, además, el retorno a la democracia. Semanas más tarde, radicales, peronistas y desarrollistas participaron en un seminario de la American University, de Washington, sobre el desarrollo político y la economía en la Argentina. Por esa razón estuvieron en la capital norteamericana los peronistas Antonio Cafiero, Roberto Lavagna, Carlos Corach y Alberto Iribarne. Roque Carranza, por el radicalismo, y Gonzalo D'Hers, por los desarrollistas.

En este contexto ¿qué política exterior podía diseñar el canciller Oscar Camilión si el Palacio San Martín parecía "un cuartel de bomberos", según una expresión de la época?

Enfrentaba varios problemas al mismo tiempo y, además, tenía como ancla los disparates que se cometían en el interior del país.

Debía explicar herencias del anterior gobierno (Beagle y Bolivia), al tiempo que desmentir que elementos argentinos se hallaban en América Central entrenando a los 'contras' del sandinismo; mandar tropas de Paz al Sinaí propugnado, dentro del marco de los 'acuerdos de Camp David', por Estados Unidos, Egipto e Israel y hacerse cargo de la situación de los desaparecidos.

Mientras todos discutían sobre éstas y otras cuestiones, nadie supo explicar el porqué la Argentina no asistió a la Cumbre de Cancún, México, destinada a promover el diálogo entre los países del 1er. y 3er. Mundo.

Los temas en la Argentina eran si estaba o no prohibido el tango 'Cambalache' (por el inmenso escepticismo que emana de sus versos); los desaires del 'Proceso' a diplomáticos que eran públicamente vetados por la Junta (basta rememorar que Raúl Quijano fue rechazado por Galtieri para ser embajador ante la Casa Blanca por estar casado con una chilena, pero sí estaba en condiciones de serlo ante la OEA) o la polémica entre el brigadier Graffigna y el presidente de la Ford, José Courard.

El miembro de la Junta Militar declaró que los argentinos "comen siete días a la semana" y Courard, en un discurso ante 300 personas, le dijo que él "no sabe lo que ocurre en las casas de los obreros suspendidos" y que "en muchas casas no se come todos los días, lo que pasa es que al brigadier nunca lo suspendieron en su trabajo".

Hasta las diferencias en cuestiones internacionales se dirimían en los periódicos, como el caso de la publicación en 'La Prensa' de un mapa de la zona del Beagle que contenía las ideas del mediador Samoré sobre la línea demarcatoria entre la Argentina y Chile.

Era todo una comedia de enredos lo que trascendía al exterior: Mientras el ministro de Economía decía: "El que apuesta al dólar pierde", la gente se agolpaba frente a las casas de cambio para comprar dólares. Y por si fuera necesario, el ministro de Comercio llegó a decir que la Argentina estaba "al borde del colapso".

Parecía verdad, pero no era para ventilarlo. Nunca tan real el dibujo (editorial) de Sábat, de 'Clarín' del 19 de julio de 1981: todos los miembros del equipo económico aparecían, en desorden, apuntando en distintas direcciones. Más grosero fue el semanario 'Newsweek' al poner en su tapa de la 1ra. semana de agosto que la Argentina era un prostíbulo.

El 27 de julio, Camilión intentó un nuevo paso con el Reino Unido, al invitarlo formalmente a "impulsar" las negociaciones sobre Malvinas.

En una nota que se presentó a la embajada británica se afirmó que desde la reanudación del proceso negociador, en 1977, sólo se intercambiaron "los respectivos puntos de vista en términos generales", sin haberse alcanzado "términos sustanciales".

En la extensa nota existía, además, un párrafo que por venir de un experto como Camilión sonaba a advertencia: "Todo esto es altamente irracional y nadie puede sostener seriamente que el statu quo pueda prolongarse más tiempo".

A comienzos de agosto llegó a Buenos Aires la influyente embajadora de Ronald Reagan en las Naciones Unidas, Jane Kirpatrick.

Mientras, en esos días (3 de agosto), Leopoldo Galtieri realizaba una gira a la Costa Oeste y la capital de los Estados Unidos.

Luego de una conversación con el general Edgard Meyer, dijo que "la Argentina tiene que salir de la caparazón en la que estuvo encerrada durante muchos años" y habló de la "identidad de objetivos" entre su país a los Estados Unidos.

El martes 11 de agosto, el almirante Armando Lambruschini anunció el nombre de su sucesor al frente del comando en jefe de la Armada. El elegido fue el vicealmirante Jorge Anaya "afín con los principios que desde el primer momento, pero más marcadamente a partir de 1955, sostuvo la Armada". Es caracterizado como un "profesionalista", término que significaba que no tenía pretensiones políticas.

El sábado 15 de agosto, Boca dio la vuelta olímpica con Maradona, que se consagró goleador del Metropolitano. Con la devaluación y la inseguridad cambiaria era imposible mantenerlo en el plantel. Al año siguiente fue vendido al Barcelona de España.

El sábado 29 de agosto se casaron en Londres el príncipe Carlos y Diana Spencer. El mismo día, Camilión y un reducido grupo de colaboradores hizo su presentación en Washington. Lo central de su visita fue el encuentro con el secretario de Estado, Alexander Haig. Al respecto, una minuta de la época retrata pasajes del diálogo en Foggy Botton.

Estaba claro o no querían verlo los propios protagonistas del equipo de Viola, y si lo observaban poco hicieron para intentar un cambio. Estaba en marcha un proceso de cambio del Presidente y tanto él como sus colaboradores eran saboteados cotidianamente. Había una suerte de espíritu suicida flotando en el ambiente, la orden parecía ser "empujar, empujar", pero no se sabía para qué.

Al día siguiente de llegar Camilión a Washington y a horas de comenzar sus entrevistas, en el análisis político de 'La Nación' del domingo 30 de agosto de 1981, se escribió: "Fuentes de la Casa Rosada dijeron a 'La Nación' que el presidente Viola confió por dos veces a sus amigos, entre el jueves 20 y el sábado 22, que ha llegado a la conclusión de que 'la convivencia con el desarrollismo es imposible'.

La ruptura, por así llamarlo, de Viola con los desarrollistas no pondría inmediatamente en peligro la cartera de Relaciones Exteriores. Por un lado, las relaciones personales del canciller con el Presidente son aceptablemente buenas. Por el otro, no hay razones para pensar que, llegado el caso, Frondizi y Frigerio reclamen al Dr. Camilión que tome la mochila y vuelva al hogar partidario".

A las 8:02 del miércoles 9 de septiembre, el doctor Carlos Di Rago, director de la clínica IPENSA, de La Plata, salió al hall y enfrentó al periodismo. Los miró fijo y con voz serena dijo: "Lamentablemente debo comunicarles que el doctor Ricardo Balbín falleció hace unos instantes".

Con 'el Chino' Balbín se iban décadas de política argentina. De grandes debates y grandes reconciliaciones. La política por un instante enmudeció y su funeral se transformó en un multitudinario homenaje cívico.

El viernes 11 de septiembre, el almirante Jorge Anaya juró como comandante en jefe de la Armada. En la interna naval significaba que Massera, aún, mantendría una fuerte influencia.

Al asumir en la Fuerza, Anaya dio un mensaje con tres premisas fundamentales: "Adecuación a los nuevos medios, cuya tecnología nos someterá a un severo esfuerzo de capacitación; Defensa de la soberanía nacional en todo el ámbito marítimo, lo que nos demandará una incesante vigilancia y la disposición permanente para realizar los mayores sacrificios; El Proceso de Reorganización Nacional, de cuyo éxito somos indeclinablemente corresponsables, debe alcanzar sus objetivos y asegurar que la Argentina no vuelva a sufrir las frustraciones y los dramas del pasado".

Por su parte, Armando Lambruschini, el comandante que se iba, dijo que "las Fuerzas Armadas no están aisladas".

Sin tomarse un respiro, Camilión pasó de ocuparse de las relaciones bilaterales con los Estados Unidos a sobrellevar los entuertos limítrofes con Chile, el del canal de Beagle estaba primero en la lista de prioridades. Estuvo con Juan Pablo II, el cardenal Samoré y viajó hasta Venecia para conversar con el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Agostino Casaroli.

Como diría años más tarde el propio Camilión: "Yo tomaba el tema de Chile, Estados Unidos, América Central. Todo lo demás lo delegaba en Enrique Ros, secretario de Relaciones Exteriores".

Un detalle: Malvinas no figuraba en la lista de prioridades. Se entiende, habían otras más urgentes con directa incidencia en las Fuerzas Armadas en esos momentos.

Según explicó años más tarde, el canciller argentino intentó diluir al conflicto del Beagle dentro de un paquete de problemas limítrofes pendientes con Chile. Lo que se podía perder en un caso se podía ganar en otro.

Camilión fue muy bien recibido en el Vaticano pero no llegó a ningún avance. El cardenal Samoré creía que tenía la fórmula y Casaroli, en esos días, miraba más a Europa que a América latina. Conocía bien a la Argentina y muy bien a Chile, en el que se desempeñó como Nuncio Apostólico en 1978, cuando se inició la mediación de la Santa Sede.

Mientras continuaban los rumores de golpe contra Viola y arreciaba la crisis económica, el 13 de octubre, el Presidente y su equipo económico expusieron frente a la Junta Militar, en el edificio de la Armada durante horas y horas, los planes del Ejecutivo hasta 1984. Solamente la participación de Lorenzo Sigaut duró seis horas.

Con la fina ironía que siempre lo caracterizó y expresando el pensamiento generalizado de la población, Marcelo Sánchez Sorondo, denominaba a Sigaut como "el boticario": "Siempre dando paquetes y recetas".

El 30 de septiembre, Oscar Camilión volvió a Washington para participar de la reunión de cancilleres de la OEA.

Durante su estadía en Washington, el gobierno americano levantó la Enmienda Humphrey-Kennedy que limitaba la compra de equipos militares a la Argentina. Mantuvo una larga entrevista con la senadora Nancy Landon Kassenbaum, la legisladora que propuso el párrafo sustitutivo a la nueva Ley de Asistencia Externa.

El texto retenía una disposición que condicionaba la reanudación a una comunicación escrita del presidente Ronald Reagan, en la que se asegure que se estaba logrando una normalización de los derechos humanos en la Argentina.

La propia ley respondió de antemano la cuestión, al decir que "el Congreso recibe con beneplácito las medidas del gobierno de la Argentina para adjudicar (someter a los procedimientos normales de la Justicia) numerosos casos de personas detenidas a disposición del Poder Ejecutivo. El Congreso expresa, además, su confianza de que se continuará progresando en ese terreno".

LA PRIORIDAD 238

Después, el canciller, en el contexto de la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reunió con su par británico, Lord Carrington.

Durante la conversación, Camilión le informó que la cuestión de las Malvinas comenzaba a tomar una inusitada urgencia y lo invitó a que "impulse resueltamente el proceso formal de negociaciones a resolver de manera definitiva" los pedidos argentinos de reivindicación de sus derechos sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

Según el canciller argentino, Carrington lo escuchó entre aburrido y con cierta impaciencia. Al salir, Camilión le dijo a Carlos Ortiz de Rosas, embajador argentino en Londres, que se había quedado con la sensación de que Malvinas era "la prioridad 238" en la agenda de Carrington.

A mediados de octubre, llegó a Washington el nuevo embajador argentino ante la Casa Blanca, Esteban Takacs. Lo hizo después de sortear un largo proceso de aprobación en la Junta Militar.

Antes, había sido embajador en Canadá y en un momento fue candidato a embajador en Brasil. Era una buena persona, un empresario de la madera, de trato afable. Todo lo contrario a las pasiones que levantaba, a favor o en contra, Jorge Aja Espil.

El 22, el Senado también aprobó el levantamiento del embargo de armas a Chile, con un texto similar utilizado días antes con la Argentina. Su inspirador, Jesse Helms, dijo que el embargo a Chile era más severo a las restricciones que se aplicaban a algunos países comunistas como China, lo que equivalía a "un enfoque dual de moralidad".

Ese mismo día, en la Argentina, el presidente recibió a un numeroso grupo de empresarios extranjeros coordinados por "Bussines Internacional". Uno de los visitantes le preguntó si "debido a la insatisfacción de la sociedad argentina con el actual proceso no sería posible que en 1984, la Junta Militar se vea obligada a llamar a elecciones y tal vez volver a manos de civiles".

El presidente Viola respondió: "Espero que la insatisfacción de la sociedad no siga creciendo en estos dos años, espero que se revierta totalmente esa tendencia y que empiece a llegar satisfacción para cubrir la insatisfacción. Como calculo que en 1984 vamos a estar todos más optimistas, no aprecio la necesidad de forzar situaciones que lleven a lo que usted plantea".

El martes 27 de octubre pasó por Washington Horacio Rodríguez Larreta, un hombre del desarrollismo y asesor del canciller Camilión. Preguntado en la intimidad, contó que Rogelio Frigerio era de la opinión que el gobierno de Viola "se acaba en el corto plazo" y que "económicamente no se puede resistir".

Una fuente próxima a la Armada, al que se lo identificaba como 'Delta', dijo ese mismo día telefónicamente que "Viola está liquidado, Galtieri ha iniciado su ofensiva política final. Tiene plazo hasta abril".

El sábado 31 de octubre a la noche, volvió a Buenos Aires el almirante Jorge Anaya. de presenciar ejercicios navales realizados en los canales fueguinos.

El mismo día, partió para Washington el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, para participar en la Conferencia de Ejércitos Americanos.

El matutino 'Clarín', que cubrió su partida de Ezeiza, lo mostró sonriente, luciendo un traje gris y corbata rayada. A su lado, Lucy, su esposa, más sonriente aún, con camisa y pollera clara y tapado sobre los hombros para el frío que los esperaba en la capital de los Estados Unidos. Si el simple lector daba vuelta la página de la edición de 'Clarín', correspondiente al 1 de noviembre, verá una foto del presidente Viola, pálido y ojeroso, acompañando unas declaraciones, en las que decía que "el problema argentino no es económico sino político".

El 1 de noviembre, Galtieri llegó a Washington vía Nueva York. En el aeropuerto internacional John F. Kennedy lo esperaban Juan Carlos Beltramino, embajador en las Naciones Unidas, y el embajador Gustavo Figueroa, cónsul en Nueva York.

Después de un rato, el comandante en jefe del Ejército siguió viaje al Aeropuerto Nacional, donde lo recibió Esteban Takacs , el embajador argentino ante l Casa Blanca. No aceptó vivir en la residencia del embajador, ya tenía reservada una suite en el edificio Watergate. De esa manera se podía mover con más facilidad, privacidad y le quedaba más cerca el lugar de las reuniones.

CUMBRE DE COMANDANTES EN MC NAIR. Y LA CORONACIÓN DEL 'MAJESTUOSO'

La XIV Conferencia de Ejércitos Americanos no se hizo en un lugar cualquiera. Se llevó a cabo en una base del Ejército, cercana a Washington y pegada al río Potomac, que lleva el nombre de Lesley J. Mc Nair, el general de más alto rango que murió en combate en la 2da. Guerra Mundial (en julio de 1944).

Tampoco la cumbre de comandantes se realizó en un momento cualquiera. En esos días, el frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), una conjunción de socialdemócratas (Guillermo Ungo), castristas y otras organizaciones guerrilleras, luchaba palmo a palmo contra las fuerzas legales en El Salvador.

En Nicaragua, el gobierno procastrista del Frente de Liberación Sandinista transitaba un poco más de dos años y, desde Honduras, los 'contras' con la ayuda estadounidense y argentina intentaban voltearlos.

En la cumbre de comandantes participaron delegados de la Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, Surinam, Uruguay y los Estados Unidos. Como era lógico no fueron invitadas Cuba y Nicaragua.

El tema principal fue 'Cómo combatir la infiltración cubano soviética en las Américas'. Edgard Meyer, comandante del ejército de los Estados Unidos, abrió la conferencia con un discurso y presentó el temario.

Los generales más activos, según todos los informes, fueron los de la Argentina, Chile y El Salvador. "Ya estamos en guerra", dijo uno de los presentes.

Hubo una agitada discusión alrededor de la terminología a utilizar, y se acordó que la expresión "subversión marxista" era la más ajustada.

No se debía hablar de "revolucionarios" sino de "terroristas" o "subversivos". Se estableció crear un centro de procesamientos de datos e incrementar la comunicación entre los ejércitos.

Luego de los discursos, otros temas y recomendaciones, se acordó que la próxima conferencia se realizaría en Brasil, en 1983.

Y se convino en que Nicaragua fuera excluida de la Junta Interamericana de Defensa.

Ningún delegado estadounidense dijo que en otras esferas se estaba negociando un encuentro secreto entre Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente de Cuba y hombre fuerte del PCC, con el secretario de Estado, Alexander Haig.

Es decir, se insuflaba a los comandantes militares un clima de cruzada antimarxista, mientras el socio principal (EE.UU.) comía con el enemigo. Esto no se pudo esconder: Veinte días más tarde, un informe que circuló por Washington (centros financieros, diplomáticos y académicos especializados en asuntos latinoamericanos) manifestaba que Haig y Rodríguez se habían encontrado en México entre las 16:30 y 18:30 del lunes 23 de noviembre.

Un vocero del Departamento de Estado dijo que "ni confirma ni niega". Además, como si fuera poco, Haig y el canciller nicaragüense, Miguel D'Escotto, dialogaron en el marco de la cumbre de la OEA en Santa Lucía.

Justo es reconocer que la cumbre de comandantes estaba fijada con mucha antelación, pero le llegó a Leopoldo Galtieri como anillo al dedo. Estaba en Washington en el momento justo: los rumores de golpe arreciaban más fuerte que nunca; la situación económica y financiera era crítica y la población mostraba signos de cansancio del gobierno de Roberto Eduardo Viola. Se suponía que era un gobierno de orden, castrense, pero reinaba una confusión y un desánimo sin límites.

El final estaba anticipado, sólo faltaba ponerle el día y la hora. "No way" como dicen los americanos. Por si faltaba algo, en Washington se hablaba de un informe del Departamento de Estado que afirmaba que el Presidente no pasaba de diciembre.

Galtieri no llegó sólo a la capital de los Estados Unidos. Lo hizo acompañado de Alberto Alfredo Valín, jefe de Inteligencia, y del J III Operaciones, Mario Benjamín Menéndez. Como era de esperar, también lo acompañó el coronel Norberto Ferrero, su secretario -y consejero- privado.

El momento cumbre llegó con un importante almuerzo que se sirvió en 1815 Q Street, NW, la residencia del embajador argentino.

A decir verdad, ese encuentro de ningún modo podía haberlo preparado el embajador Esteban Takacs. Sin disminuir la capacidad del nuevo embajador en Washington, en dos meses en funciones, un representante de la Argentina no podía concitar la atención de los hombres de más peso de la intimidad de Ronald Reagan, sino había algo más.

Y había algo más, lo decían las informaciones y rumores que llegaban de Buenos Aires y corrían por los pasillos diplomáticos de 'la Roma del siglo XX'. En tal evento colaboraron, entre otros, Miguel Mallea Gil y Francisco 'Pancho' Aguirre, un nicaragüense con muchos años en Washington, casado con una Debayle (por lo tanto pariente político de 'Tachito' Somoza, con quien estaba peleado, se decía, por razones crematísticas) y que siempre rondaba por las embajadas y agregadurías militares latinoamericanas y la OEA.

Para un íntimo amigo, 'Pancho' trabajaba para "la compañía de Jesús", eufemismo que evitaba decir la CIA.

EL NIÑO MIMADO

El lunes 2 de noviembre, a las 13:00, concurrieron entre otros Caspar Weinberger, secretario de Defensa (que luego se mostró como un tenaz enemigo de la Argentina en los días de Malvinas); Richard Allen, asesor de Seguridad Nacional del presidente Reagan; Thomas Enders, subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado; William Middendorf, embajador en la OEA; Edgard Meyer, jefe del Ejército y compañero de promoción de Mallea Gil en la Academia Militar de West Point; John Marsh, secretario del Ejército; Vernon Walters; Raúl Quijano, embajador ante la OEA; Alejandro 'Alex' Orfila, secretario general de la OEA; y los generales Valín (que hablaba permanentemente de un zoológico personal que tenía en las afuera de Buenos Aires) y Menéndez.

El más incómodo era el dueño de casa.

Estaba en medio de una ceremonia de coronación, pero su monarca era otro.

Como suelen ser esos momentos, nadie hablaba de Roberto Eduardo Viola, pero la mayoría comprendía por qué estaba ahí, en ese comedor estilo inglésamericano, de larga mesa que mira a un jardín, y en una de cuyas paredes colgaba un clásico cuadro de Liberti que supo llevar Carlos Manuel Muñiz en su paso por la embajada ().

Galtieri se movió con soltura y simpatía campechana. No hablaba ingles sino que lo 'pataleaba'. Cuando le ofrecieron traducción, respondió que "no, yo me las arreglo".

A los postres se paró y brindó por la amistad de la Argentina y los Estados Unidos. Habló de la unidad para enfrentar el enemigo común, la Unión Soviética y sus países satélites.

En ese momento creía realmente lo que pensaba. Un año más tarde le dijo al autor: "Era el niño mimado de los Estados Unidos, me trataban con deferencia".

Todo estaba armado y coordinado. Carlos Bañales, un periodista uruguayo, era el jefe de la nueva corresponsalía de Télam, en Washington. Dada la hora, él no fue a cubrir la salida de los comensales, sino que fue el segundo, un joven inexperto, hijo de un funcionario argentino que trabajaba en un organismo internacional.

Cuando fueron saliendo los invitados, tomó la mayor cantidad de declaraciones que pudo. Se jugó la vida. Le llegó el turno a Richard Allen y la pregunta fue: "¿Qué impresión le causó el general Galtieri?". La respuesta, después de unas milésimas de segundo, fue: "Me pareció un hombre de una personalidad majestuosa".

Ya estaba, Galtieri era "el general majestuoso".

Más cauto fue el secretario de Defensa, un hombre de personalidad gris y ácida, ante la misma pregunta (siempre la misma pregunta) sólo atinó a responder que le parecía "un hombre que impresiona mucho".

Para aumentar la adrenalina del teniente general, antes de partir de Washington tuvo un 'face to face' con el vicepresidente George Bush.

"Anoche se hizo una recepción en la embajada (argentina) a la delegación del curso de estrategia que encabezaba el general (Antonio) Llamas e integraban varios coroneles y oficiales de menor graduación. Los diplomáticos se acercaron a saludarlos y conversar. Al poco rato, cuando hablaron de la situación interna (argentina), los diplomáticos quedaron azorados por el nivel de angustia que reflejaban. Sin mediar intimidad, dijeron que "Viola es un incapaz" y que había que comenzar a "colgar" a los responsables del fracaso del Proceso. Uno se preguntó: "¿Qué vamos a hacer ahora que hemos desecho al país? No podemos ni salir a la calle". (Carta del autor a Marcelo Sánchez Sorondo del 5 de noviembre de 1981). 

Desde Europa, un embajador escribió, con fecha 5 de noviembre: "Estuve con Viola más de una hora; tomamos dos whiskies. No solamente me hizo la pregunta clavada ('¿Cómo nos ven en Europa?') sino que me pidió información de cada uno de los países. Luego me pidió que le diera mis impresiones acerca del país.

Recuerdo que, indiscretamente, me comentó que Sigaut no 'despertaba confianza', dándome a entender que era inminente el raje del nombrado. Me dio la cabal idea de que no sabía lo que pasaba, ni en el mundo ni en el país... se limitó a sugerir que había una especie de indefinida conspiración contra su gobierno y, ante semejante insensatez, no pude menos que permanecer en silencio.

Cerraban fábricas, el Central dilapidaba dólares a millares tratando de controlar lo incontrolable... y Viola pensaba que era todo un invento de los diarios y de un grupo golpista al que no se animó a individualizar. Como no tenía posible, creó que lo mejor era dejar todo como estaba, esperanzado en que la multipartidaria sacara del pozo a un presidente que no atinaba a ejercer el poder. Tengo la certeza de que el viejo Balbín debe haber visto el panorama de forma parecida".

INTERNAN A VIOLA

El teniente general Leopoldo Galtieri se prepara para retornar a Buenos Aires. El 7 y 8 de noviembre lo pasó en Nueva York.

Había tenido horas de distensión en Manhattan, hasta conoció el famoso y selecto restorán Le Cirque de la avenida Madison, cuyo dueño, Sirio Maccione, se acercó a saludarlo.

Había estado acompañado por miembros de la delegación militar y los embajadores Beltramino y Figueroa. Se habló de todo, hasta de su empeño en enviar tropas argentinas al Sinaí. Por supuesto que Juan Carlos Beltramino no le habló de platería antigua, del que es un experto desde sus años mozos. No era el momento.

Antes de partir tuvo una alegría: a través de la embajada argentina en Washington, el Departamento de Estado le mandó agradecer su influencia en Bolivia, al convencer al general Lucio Añez y al coronel Faustino Rico Toro de no hacer un golpe contra el presidente Celso Torrelio Villa que hubiera generado más caos en el Altiplano.

El lunes 9 a la noche llegó sonriente al amplio hall del aeropuerto donde debía embarcar para Buenos Aires. Su cara adquirió un rictus de tensión cuando el cónsul Gustavo Figueroa le acercó un cable "secreto" que acababa de recibir de Buenos Aires.

El texto decía que ese día, pocas horas antes, el presidente Roberto Viola había sido internado de urgencia en el Hospital Militar Central. Dejó a Lucy, se sentó en un sillón, prendió un cigarrillo y puso su mirada en punto Alpha durante cuarenta minutos. Se había quedado solo con sus pensamientos. La Casa Rosada estaba al alcance de la mano.

En Buenos Aires, ese lunes 9 de noviembre de 1981, a las 15:05 el presidente Roberto Eduardo Viola, junto con su esposa y su hijo, salieron en su automóvil blindado, rumbo al Hospital Militar Central, en la avenida Luis María Campos.

Sus íntimos dejaron trascender que la presión arterial había alcanzado niveles peligrosos (22 a 16). Además del estrés, Viola era un hombre de 57 años que fumaba tres atados de 'True' diarios y bebía whisky sin discreción en sus largas conversaciones. Su físico estaba muy desgastado y aparentaba más edad, por eso lo llamaban 'el Viejo'.

Su desgaste no se reflejaba solamente en su persona, era su gobierno, el Proceso, el que ya no tenía margen de maniobra. No despertaba adhesiones, nadie le creía. Galtieri había hecho mucho para que el fin de Viola estuviera cerca. Desde hacia meses que se hablaba de 'golpe' y él no decía nada.

Leopoldo Fortunato Galtieri llegó de su viaje a Washington el martes 10. Lo que debió ser una reunión informativa, sobre el panorama que encontró en Washington, entre el comandante en jefe del Ejército y sus pares de la Junta Militar, se transformó en un análisis de la nueva situación a la vista.

De este encuentro sale la versión de adelantar la asunción de Basilio Lami Dozo, comandante en jefe de la Fuerza Aérea (debía asumir en enero), mientras Galtieri se preparaba a observar a la Junta de Calificaciones del arma, porque de allí saldría la nueva 'cadena de mandos'.

En otras palabras: Haría el Ejército a su medida y había dos generales de división que lo molestaban. Uno por su experiencia política (José Villarreal, jefe del Cuerpo V), otro por su imagen y don de mando (Antonio Bussi, jefe del Cuerpo I).

También, aunque en menor medida, lo enfadaba Reynaldo Benito Bignone.

"Ha estallado la cúpula militar porque los Martínez de Hoz van contra los Sigaut, los militares retirados van contra los que están en actividad. Los primeros van contra los segundos. Los argentinos no queremos más enfrentamientos. Estaremos de pie, enfrente, esperando que se vayan del poder", dijo Carlos Contín, el sucesor de Balbín.

'Las fuentes' decían que Viola estaba enfermo, pero se lo vio entrando al Hospital Militar, caminando y sonriente. Luego dejó la internación con el consejo de guardar 'reposo' hasta el 23.

¿Qué va a pasar? Era la pregunta. "Dios dirá, la Junta decidirá" fue la respuesta de Galtieri.

Mientras tanto, el general Martella, secretario general de la Presidencia, informó a los ministros del gabinete que se abstengan de hacer declaraciones o tomar decisiones de fondo. Causó extrañeza porque quien debió anunciar eso, el silencio de radio, era el ministro del Interior, general Horacio Liendo, quien llevaba la coordinación de la gestión pública.

SIN GOBIERNO

Se presentaba la particularidad de que había tres poderes, algo similar a la crisis de 1820, cuando en un mismo día existían tres gobernadores de la provincia de Buenos Aires: Viola, Liendo y la Junta Militar.

Viola mandó decir a la Junta, a través del cardiólogo, doctor Perosi, que se encontraba en "excelente estado".

Mientras, los altos mando de las FF.AA. sostenían que su etapa estaba "agotada".

En el medio, Liendo interinamente gestionaba, mostrando más eficiencia que el propio Presidente.

El problema era cómo terminar con Viola, ya que se negaba a renunciar "por motivos de salud" y además preparaba una contraofensiva.

Quería explicarle a la población las razones de su partida y lo cierto es que la población vivió esos días con gran apatía. Se le prohibió el acceso a la televisión. "El proceso no puede ser manchado", afirmó Galtieri.

El 8, en horas de la noche se entrevistó con Viola en la residencia presidencial de Olivos. El 9 de diciembre, el dólar estaba a $ 10.550 y Galtieri realizó cambios profundos en las jefaturas de cuerpo y brigadas.

El 10, el almirante Jorge Anaya anunció la decisión de la Junta de remover al Presidente y pidió su renuncia lo más rápido posible: "Se han agotado los procedimientos y los tiempos para el tratamiento de la actual situación institucional".

En su lugar, interinamente se hizo cargo el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, conocido por haber organizado el Mundial 1978. Viola prefirió ser destituido. Liendo pidió el retiro y el canciller Camilión presentó su renuncia por escrito.

Finalizaban 33 días de expectativas y rumores. El dólar tocaba $ 15.000 por unidad. Graffigna adelantó el traspaso de la Fuerza Aérea a Basilio Lami Dozo (jueves 17 de diciembre) y la Armada aceptó que Galtieri ejerciera la Presidencia y la comandancia al mismo tiempo.

Todas las discusiones de los años anteriores por el "cuarto hombre" habían sido en vano.

Un "golpe blanco", sin ruido, lo denominaron en el exterior.

Las 'usinas' trabajaron a destajo en esos días para imponer a sus hombres en el nuevo gabinete. Para Cancillería estaban ternados Nicanor Costa Méndez, Eduardo Roca y también Carlos Ortiz de Rozas. En Economía había un abanico: de Roberto Aleman a Dagnino Pastore.

Las condiciones para ser canciller las adelantó el secretario general del Ejército, Alfredo Saint Jean: "Deberá ser una persona que comparta 'la firmeza' de las Fuerzas Armadas sobre dos temas: el conflicto de límites con Chile y la recuperación de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, actualmente en poder de Inglaterra".

También las fuentes militares, no identificadas, adelantaron que se buscaría un mayor acercamiento con los Estados Unidos y "es muy probable que la Argentina se retire del Movimiento de Países No Alineados que lidera Fidel Castro". No era el único que observaba la ubicación de la Argentina de la misma forma.

El 22 juró en el edificio del Congreso -sede de la Junta Militar-como presidente de la Nación. El bastón se lo dio el brigadier Basilio Lami Dozo; la banda, Jorge Anaya. Luego fue hasta la Casa Rosada para presentar su gabinete. Como ministros más destacados juraron: Nicanor Costa Méndez, en la Cancillería; Roberto Aleman, Economía; Cayetano Licciardo, Educación; Amadeo Frúgoli, Defensa; Jaime Lennon, Justicia y el general Alfredo Saint Jean en Interior.

El 23 a la noche, Galtieri apareció hablando por primera vez al país como Presidente de la Nación. Pidió confianza a la población y reclamó austeridad a su gobierno. Y en política exterior señaló que la Argentina no adoptará " posiciones equivocadas o grises, susceptibles de debilitar nuestra raíz occidental".

Ese mismo día jueves, la Confederación General del Trabajo en una declaración que tituló "Por una Navidad en paz", reclamó a Galtieri un gobierno de emergencia con la participación de "todos los sectores de la vida nacional", al estimar "el fracaso total y absoluto de la pretendida gestión gubernamental del llamado Proceso".

La organización sindical que dirigía Saúl Ubaldini propuso "la movilización popular" con la intención de un "perentorio llamado a elecciones generales... y decretar el estado de emergencia social". Llama también a la "concordia" y "la unidad nacional".

También el 23, se sucedieron dos acontecimientos: Juan Pablo II exhortó a la Argentina y a Chile a hacer todos los esfuerzos posibles para acordar una paz. Para esa época, la mediación ya había entregado sus conclusiones que fueron rechazadas por la Junta Militar. Y los Estados Unidos aplicaron sanciones económicas a Polonia, cuando su gobierno interrumpió el proceso de apertura que llevaba adelante Solidaridad con el respaldo del gremialismo.

Hubo un cambio de "atmósfera" en la Argentina a partir de la propia personalidad de Galtieri, a quien comparaban con el mítico George C. Patton, general estadounidense de la 2da. Guerra Mundial. Intentaba reflotar el Proceso, pero nadie le creía.

"El efímero gobierno de Viola dejó una herencia de dificultades económicas y prácticamente en el mismo lugar el proyecto de apertura política, no obstante los primeros esfuerzos concretos para colocarlo en sus carriles", dijo 'O Globo' de Brasil. También afirmó: "Los signos de agotamiento del régimen discrecionario saltan a la vista".

Más contundente fue 'Jornal do Brasil' al afirmar que el "ciclo de intervenciones militares se revela agotado".

"Esto se derrumba", palabras más, palabras menos, dijo un embajador de carrera.

"No se preocupe, el jefe tiene un plan", respondió el coronel Norberto Ferrero, el hombre de íntima confianza de Galtieri.

Fuentes: Ámbito Financiero - Urgente24.

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