La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Paracelso.

Por Abel Martín.

No hubo rama del saber médico en la cual no fuera un adelantado. A su destacado lugar en la historia de la ciencia añade el mérito de ser una de las mayores personalidades de la tradición ocultista occidental. En su concepto del mundo la magia es la llave maestra que nos permite acceder a otra dimensiones de una Creación con múltiples niveles de realidad, en la cual los principios y fuerzas espirituales presiden el universo material y permiten explicarlo.

Phillipus Aureolus Teofrasto Bombasto eligió de entrada la vocación profética de la denuncia y la confrontación con los poderes de su tiempo. La adopción del nombre con que firmaba sus obras, Paracelso (alternativa a Celso) fue ya toda una declaración de principios. Por si no alcanzara, el día inaugural de su cátedra en Basilea empezó por subirse a la palestra para quemar las obras de las autoridades intocables de la Medicina de su tiempo: Celso, Rhazes, Avicena y Galeno.

Su guerra contra el orden establecido se expresó siempre de la forma más radical: dictaba sus lecciones en alemán vulgar, desdeñando el latín académico, y declaraba que sus colegas torturaban y mataban a los pacientes con terapias inadecuadas. Tampoco le ayudó a hacer amigos su afirmación de que había aprendido más de las curanderas y barberos sacamuelas que de los médicos y profesores en las aulas.

Para desesperación de sus enemigos, este místico iluminado de carácter apasionado fue una de las mentes científicas más vigorosas de su tiempo, un investigador infatigable de la naturaleza y un iniciado de primera línea. Experto en alquimia, cábala y astrología, también alcanzaría un lugar de privilegio en la tradición mágica europea.

Paracelso nació en 1493 en Einsiedeln, cerca de Zürich. La casa familiar, junto al río Sihl, se conserva y aún puede ser visitada. Su padre, Guillermo Bombasto de Hohenheim, ejercía la medicina y su madre murió durante el parto o poco después del nacimiento de su único hijo.

Muy pronto, el médico viudo empezó a hacerse acompañar por el niño en sus visitas diarias y, en sus ratos libres, también le enseñó los rudimentos del latín y la ciencia de las plantas. De los nombres recibidos en el bautismo, nunca usará el primero (Felipe), aunque sí el de Teofrasto (etimológicamente, "el que da a conocer a Dios").

El nombre por el cual pasará a la posteridad (Paracelso) lo eligió de estudiante, como signo de su oposición a la tradición médica que veía en Celso a una autoridad intocable. También utilizó el pseudónimo de "Helvetius Eremita". Sus admiradores le llamaban "Lutero de la Medicina", y sus detractores "Cacofrasto".

UNA VIDA MARCADA

Cuando apenas contaba 9 años, su padre se traslada a Villach, en la región minera de Carintia, donde trabajaría como médico e ingeniero de minas a las órdenes de Sigmundo Füger. A éste debe el joven Paracelso su iniciación en el estudio de los minerales, que tanta importancia tendrá en sus obras posteriores, así como un conocimiento de primera mano de los métodos de los mineros y fundidores.

Sin embargo, la piedra de toque de su formación la aportó Johannes Trithemius, abad del monasterio de San Jorge en Wüzburg, ciudad a la que se trasladó abandonando la casa paterna. Este monje benedictino, ya famoso en la época en que accedió a tomar a Paracelso como discípulo, fue una de las figuras más destacadas de la alta magia erudita del Renacimiento europeo.

Humanista, buen conocedor de los clásicos, bibliógrafo apasionado, polígrafo excéntrico, creador de extraños métodos para aprender idiomas extranjeros y adelantado de la criptografía, fue este abad, sospechoso de artes diabólicas para la Inquisición, quien le introdujo en el estudio de la cábala, la alquimia y la astrología, así como en la lectura de autores como Pico de la Mirándola, Platón, Plotino y Hermes Trimegisto.

AÑOS DE PEREGRINACIÓN

En 1515, Paracelso abandonó Würzburg y a su maestro, que moriría un año después. Dio comienzo entonces una nueva etapa de su vida, que se caracterizaría por su convicción de que nada podía sustituir a la experiencia directa. "Quien quiera penetrar la naturaleza ha de hollar los libros de ésta con los pies", escribirá, destacando, al mismo tiempo, que el saber se halla por todo el mundo, lo que le convertirá en un pionero de la universalidad del conocimiento y en uno de los primeros espíritus europeos en el sentido moderno.

Durante varios años, viajará por todo el continente aprendiendo de los barberos de aldea y las brujas las recetas tradicionales y los remedios populares. Se cuenta que llegó en sus viajes hasta Constantinopla donde, junto a algunos adeptos árabes, habría profundizado en los secretos herméticos y entrado en contacto con la filosofía de los hindúes.

No obstante, a pesar de sus viajes, recientemente a podido demostrarse que llegó a doctorarse en Medicina por la Universidad de Verona. Durante estos años se dedicó al ejercicio de la profesión, atendiendo en el camino a todo aquel que requería sus servicios.

Sus numerosos éxitos empezaron a darle una sólida reputación -mezcla de admiración y recelo- que no le abandonaría durante su vida y que alcanzó su apogeo cuando se trasladó a Basilea en 1526, acudiendo al requerimiento de sus servicios profesionales por parte de Frobenius, que era entonces una personalidad políticamente muy influyente, amigo personal y editor de Erasmo.

Tan impresionado quedó Frobenius por su curación y por los métodos empleados, que le propuso para la cátedra de Física y Medicina de la universidad, a la cual accedió a la edad de 33 años.

Sus lecciones no pasaron desapercibidas para nadie. El psicoanalista C. G. Jung analizó su lenguaje, que considera el característico de todos los visionarios. Cuando se leen sus textos, los neologismos son de capital importancia y parecen contener sugerencias misteriosas. Siguiendo procedimientos en apariencia cabalísticos, Paracelso altera con frecuencia el orden de las letras de muchos vocablos, de forma que, por ejemplo, la palabra alemana Faden (hilo), se convierte en Dafne (la ninfa pretendida por Apolo, que representaba al sol).

El caso es que gracias a su carácter asistemático, fogoso y exuberante, a sus modales y a su lenguaje poco refinados, no tardó en ganarse el favor popular. Parte de su éxito se debió sin duda a sus feroces críticas contra los médicos oficiales que, en connivencia con los farmacéuticos, se enriquecían prescribiendo remedios costosos, complicados y de dudosa efectividad.

LAS CIENCIAS OCULTAS

Pero lo más curioso de todo es que la teoría y la práctica médica de Paracelso, actualmente reconocidas como precursoras de la ciencia moderna, se derivan de su cosmovisión mágica de la Creación y de sus estudios de las denominadas ciencias ocultas. La alquimia que él cultiva, por ejemplo, tiene como primera premisa la unidad fundamental de todo lo que existe, doctrina milenaria trasmitida por los iniciados de todas las épocas.

Además, Paracelso sostiene que existe una relación íntima del hombre con la Naturaleza. Este vínculo directo se debe a que todo lo existente está compuesto únicamente por tres principios fundamentales: azufre, mercurio y sal (o arsénico). Estos factores se combinan entre sí en diferentes proporciones generando los diversos cuerpos y seres, y de ahí la posibilidad de transmutar unas sustancias en otras.

Sin embargo, los referidos principios no designan las sustancias químicas del mismo nombre, sino que representan simbólicamente los ladrillos fundamentales del Universo. El mercurio es el elemento femenino, líquido y metálico; el azufre es el elemento masculino, que determina el color y la combustibilidad, mientras que la sal constituye el medio de unión entre los dos anteriores.

Estos tres factores actúan en el marco de la teoría de los cuatro elementos, heredada de la Antigüedad u desarrollada especialmente por Aristóteles -tierra, aire, agua y fuego-, ligados entre sí por otras tantas propiedades: calor, frío, sequedad y humedad.

Partiendo de esta base, para la alquimia paracelsiana el azufre representa la sequedad que por enfriamiento produce el elemento tierra y por calentamiento el fuego. Por su parte, el mercurio representa la humedad, que al enfriarse produce el agua y al calentarse genera el aire.

Por último, la sal sería el quinto elemento, el éter que cohesiona todo. Traducido a términos actuales, puede decirse que estos tres principios también equivalen a los estados de la materia (sólido, líquido y gaseoso). Pero lo importante es que este sistema de analogías alquímicas -de signo hermético- es el que sustenta la práctica médica de Paracelso, y resulta especialmente llamativo que sus investigaciones le llevaran a conclusiones que hoy día cuentan con el reconocimiento, sin fisuras, de la comunidad médica a sus terapias revolucionarias.

De su alquimia se ha dicho que es una digna precursora de la farmacología moderna, destacando el hecho de que fuera Paracelso el primero en rechazar los polifármacos y la panacea, dogmas que nadie cuestionaba en sus días, y en reivindicar el principio activo del medicamento como único factor terapéutico. También alcanzó justa celebridad por su eficaz tratamiento de las heridas y las infecciones, y por ser el primero en defender el valor del reposo clínico y de crear condiciones favorables para que el organismo pusiera en juego sus propios recursos curativos.

Paracelso consideraba que cada órgano corporal actuaba alquímicamente, separando lo puro de lo impuro. El estómago, por ejemplo, separaba la parte nutritiva de los alimentos de la escoria, que era eliminada por los intestinos. La enfermedad se adueñaba del cuerpo, a su juicio, cuando la fuerza propia de cada órgano era incapaz de evacuar las toxinas acumuladas.

Estas explicaciones chocaban frontalmente con la medicina oficial que, apoyándose aún en la vieja teoría de los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) sostenía que la salud o la enfermedad dependían del equilibrio o desequilibrios de estos fluidos.

Este enfrentamiento con la medicina académica refleja las tendencias de la época en que se gestó la Reforma. Desde 1521, residía en Basilea Erasmo de Roterdam, que representaba el polo opuesto a las ideas revolucionarias del médico-mago: el mundo erudito y universitario de la educación clásica.

Paracelso era su antítesis: "Que las universidades me sigan o no, ¿qué me importa?", exclamaba orgullosamente. En la misma línea, su libre interpretación de los principios religiosos y la mayor simpatía de que gozaba entre los luteranos hicieron inevitable el enfrentamiento con el ámbito erudito y universitario católico que representaba Erasmo.

Por eso, no es sorprendente que se levantara una campaña contra Paracelso, capitaneada por médicos y farmacéuticos, que alcanzó su apogeo en 1528, cuando aparecieron esparcidos por las calles multitud de libelos y panfletos difamatorios contra su persona.

Esta ofensiva coincidió con la muerte de Frobenius, su protector, obligándole a huir a Alsacia, tras sólo dos años de magisterio universitario. Ya nunca volvería a enseñar en el ámbito académico. Reanudó su vida errante, recorriendo Suiza, Alemania y Moravia, y durante estos mismos años puso por escrito la mayor parte de su sistema cosmológico.

PANTEÍSMO ESPIRITUALISTA

El mismo afán que llevó a los hombres de su época a explorar nuevas tierras, le llevó a él, como a otros intelectuales renacentistas a recorrer los monasterios y abadías de Europa en busca de antiguos manuscritos. Aparte de las obras de Aristóteles, Plotino y Filón de Alejandría, o las de Ptolomeo y Dioscórides, también pudo conocer a fondo la tradición del Hermes gnóstico a través del Corpus Hermeticum, un conjunto de tratados supuestamente escritos en Egipto en tiempos de Abraham y atribuidos a Hermes Trimegisto.

La convergencia de todas estas doctrinas generó en Paracelso una especie de panteísmo espiritualista que subordinó los fenómenos terrestres a la acción celeste, y que mostraba en todas partes una emanación directa de la divinidad creadora. En efecto, para nuestro alquimista la naturaleza es toda ella resultado de las sucesivas "coagulaciones" o "condensaciones" de la fuerza primigenia, que el denomina Mysterium Magnum.

Piedras, plantas, animales y astros representan únicamente diferentes grados de actualización de un mismo principio universal. El hombre, aún siendo producto de este proceso, ocupa un lugar privilegiado, ya que, al ser capaz de captar con su inteligencia la unidad subyacente a todo lo que existe, reunifica en el ámbito de su espíritu el Mysterium.

En este marco, el mundo se concibe como una encarnación orgánica de la divinidad. A la primera condensación completa del Mysterium, a su primera expansión, Paracelso la llama Yliaster. Éste no es aún el mundo físico ni el astral, pero los contiene virtualmente, aunque de manera indiferenciada. Es decir, en un primer momento de expansión, el Mysterium debe generar la posibilidad de las cosas, para, a través de sucesivas condensaciones, transformarse primero en materia astral (éter), después en los distintos astros y, por último, en la materia de que están hechos la naturaleza y los hombres.

El Mysterium Magnum, en tanto que Yliaster, se divide en las tres fuerzas parciales de la naturaleza: azufre, mercurio y sal. Estas fuerzas se condensan nuevamente en los cuatro elementos de la teoría aristotélica clásica: agua, tierra, fuego y aire. Las tres fuerzas y los cuatro elementos constituyen la materia de que están hechos los cuerpos, los metales, los seres vivos y, finalmente, el hombre. Estas potencias luchan entre sí, y es este conflicto y el predominio de una sobre otra lo que explica la diversidad real de las criaturas.

LA IMPORTANCIA DE LA MAGIA

Sin embargo, a pesar de sus múltiples condensaciones y diversificaciones, el Mysterium nunca deja de ser uno. Cada diversificación arrastra consigo el germen de todas las precedentes a través de esta unidad primitiva, que persiste en todo momento. Y es así como el Mysterium Magnum se revela, en los dos sentidos del término: como naturaleza y como conocimiento en el hombre.

Dado que el ser humano es el único capaz de comprender esta revelación, se puede decir que la unidad se realiza de nuevo en su psique. La naturaleza, por tanto, recupera su unidad original en el saber humano, en la ciencia, o lo que para Paracelso es lo mismo, en la magia. No en vano, sentenciará: "la naturaleza no es más que la ciencia visible; la ciencia no es más que la naturaleza oculta".

La magia es la expresión más general del Mysterium Magnum. Paracelso designa con este término al proceso que acabamos de describir; pero, por otra parte, llama también magia a la actividad por la cual el hombre puede modificar la realidad física. En efecto, a su juicio, el alma del hombre, que es al cuerpo lo que el Mysterium es a la naturaleza, se erige en un centro la fuerza primigenia mágica.

Y, como tal, es también un centro de conciencia, de pensamiento y, sobre todo, de voluntad. Ésta actúa, en primer lugar, sobre el propio cuerpo, no sólo porque lo crea y lo forma, sino también porque lo dirige y lo mueve. Su modo de acción es doble: es fuerza y consciencia al mismo tiempo; propone a la imaginación un objetivo que cumplir.

El alma piensa algo, se vincula a ese pensamiento, lo desea y tiende a él, y así la fuerza plástica y productiva de la voluntad imprime a la materia su imagen. Cuando concebimos un movimiento, el alma, imprimiendo su imagen al cuerpo, lo realiza de ese modo; análogamente, cuando se trata de un sonido, el cuerpo lo pronuncia. Según el grado de concentración del Mysterium Magnum es la voluntad, las imágenes que ésta sea capaz de desear y generar irían desde los meros movimientos corporales hasta la transmutación de los metales.

Como afirma Paracelso: "la imaginación es como el Sol, cuya luz no es aprehensible, pero puede, no obstante, prender fuego a una casa. Ella dirige la vida del hombre. Cuando el hombre piensa en el fuego, arde; cuando piensa en la guerra, provoca la guerra; o sea, el hombre tiene que hacer totalmente suya la idea de aquello que realmente quiere.


Reflexiones de Paracelso. Por Enrique Eskenazi.

Nada está en mí, sino en lo mejor de lo que es capaz la medicina, en lo mejor que hay en la Naturaleza, en lo mejor que la naturaleza de la tierra sabe dar fielmente a los enfermos. Por eso no parto de mí, sino de la Naturaleza, de lo que también yo he salido (Escritos de Nuremberg 1527)

Soy Teofrasto, y más que aquellos que se me comparan; soy yo y soy monarcha medicorum además, y puedo demostraros lo que vosotros no podéis demostrar. Que Lutero se ocupe de sus asuntos, y yo me ocuparé de los míos y le sobrepujaré en lo que me corresponda, además los Arcana me elevan... no ha sido el cielo el que me ha hecho médico; Dios me ha hecho.... (Escritos de Nuremberg 1527)

Esto prometo: ejercer mi medicina y no apartarme de ella mientras Dios me consienta ejercerla, y refutar todas las falsas medicinas y doctrinas. Después, amar a los enfermos, a cada uno de ellos más que si de mi propio cuerpo se tratara. No cerrar los ojos, y orientarme por ellos, ni dar medicamentos sin comprenderlo ni aceptar dinero sin ganarlo. No confiarme en ningún boticario ni entregar ningún niño a la violencia. No llorar, sino saber... (Escritos años 1537/41)  

Sobre la medicina

Pero como en la Medicina se ha mezclado tan inútil población, que no contempla ni busca más que su propio beneficio, ¿cómo puede ocurrir o seguirse que yo los invite al amor? Por mi parte me avergüenzo de la medicina prestigiosa, que ha caído en tal estafa (Escritos 1537/41)

El médico procede de la Naturaleza, ella le hace; sólo aquel que obtiene su experiencia de la Naturaleza es un médico, y no aquel que con la cabeza y con ideas elaboradas escribe, habla y obra en contra de la Naturaleza y de sus peculiaridades (Tres libros de cirugía, 1528)

En una planta hay más virtud y energía que en todos los gruesos libros que se leen en las universidades, a los que no ha sido concedida larga vida (De las cosas naturales, 1526)

Es necesario que todo médico posea rica experiencia, y no sólo de lo que viene en los libros, sino que los enfermos han de ser su libro, ellos no le extraviarán... y no será engañado por ellos. Sin embargo, aquel que se conforma con meras letras es igual que un muerto, y también como médico está por así decirlo muerto. Entonces, como hombre y como médico mata a los enfermos. Ni siquiera un mataperros puede aprender a desollar en los libros sino tan sólo en la experiencia. Tanto más se aplicará esto al médico (Opus Paramirum)

La Medicina descansa sobre cuatro columnas: la Filosofía, la Astronomía, la Alquimia y la Ética. La primera columna debe comprender filosóficamente la tierra y el agua; la segunda debe aportar el pleno conocimiento de lo que es de naturaleza ígnea y aérea; la tercera debería explicar sin falta las propiedades de los cuatro elementos -es decir, de todo el Cosmos- e iniciar en el arte de su elaboración, y finalmente la cuarta debería mostrar al médico aquellas virtudes que han de acompañarle hasta su muerte y deben apoyar y completar las otras tres columnas. (Liber Paragranum)

El arte de la Medicina echa sus raíces en el corazón. Si tu corazón es falso, también tu medicina lo será; si tu corazón es recto, también lo será el médico que haya en tí. (Liber Paragranum)

Lo cierto es que en el mismo lugar de la tierra donde existe un veneno mortal, existe también un exacto contraveneno y que del mismo modo que se engendran las enfermedades se produce la salud. Lo lamentable es que haya tan pocos médicos que se interesen por estas cuestiones y las estudien como se merecen. Y que la mayoría se anulen en la simple profesión de contempladores de orinas. Sus sórdidas y culinarias ganancias bastan a esos tales para colmarlos de satisfacción y para persuadirlos de vivir en sus casas, contentos de no hacer nada, ya que sólo ejercen la Medicina para acumular el dinero que con tanta liberalidad les procura el examen de las orinas. ¿Para qué han de complicarse la vida con trabajos más penosos? (Opus Paramirum)

La Naturaleza posee, en efecto, una industria cierta para su propia curación que el médico ignora, por lo que su papel queda reducido al de simple protector o defensor de la Naturaleza" (Opus Paramirum)

Cada miembro externo (macrocósmico) sea la mejor medicina para su correlativo miembro interno y así sucesivamente unos para otros en el mismo orden, pues no cabe duda que en el Gran Mundo están todas las proporciones humanas, divisiones, partes y miembros, así como el hombre en su totalidad (Opus Paramirum)

El hombre debe aprender toda su sabiduría del gran Mundo o Macrocosmos, y no de un solo organismo o Microcosmos. Todo médico se hace, pues, en esta concordancia; el conocimiento del Mundo y, en él y por él, el conocimiento del hombre, Lo cual no constituye dos cosas sino una, que ha de ser finalmente complementada por la experiencia. (Opus Paramirum, Libro I, cap. 1)

Visible e invisible, mitad del cielo.

Sabed que nuestro mundo y todo lo que vemos y podemos tocar en nuestro entorno no son más que la mitad del Cosmos. Aquel mundo que no vemos es igual al nuestro en peso y medida, en esencia y condición. De donde se sigue que también hay otra mitad del hombre que actúa en ese mundo invisible. Cuando sabemos de la existencia de ambos mundos, entendemos que sólo las dos mitades forman un hombre completo; porque son por así decirlo como dos hombres unidos en un cuerpo (Opus Paramirum)

Observad que el cuerpo se nutre exclusivamente a través de esos cuatro miembros, y que todo lo demás son planetas que no necesitan alimentarse, al igual que el resto del firmamento. O sea, que el cuerpo es doble: planetario y terrestre. Y que el hombre se compone de esas dos criaturas: el conjunto de cosas nutritivas y el conjunto de cosas que necesitan ser alimentadas. (Libro de las Entidades)

Cuando nos hallemos ante enfermedades cuyo origen no nos sea posible conocer por medio del cuerpo visible, debemos encender la luz que nos permita hablar, pues si no, las obras que esas enfermedades representan nos exhortarán a callar, por más que esto nos parezca en todo caso un tanto incomprensible. Si nos guiamos por esa luz podremos reconocer que ésa otra mitad invisible del hombre existe realmente y que su cuerpo no es sólo carne y sangre, sino una cosa demasiado brillante para nuestros groseros ojos. En esa parte están pues las enfermedades invisibles de todas las enfermedades (Opus Paramirum, Libro V, prefacio, 309)

En definitiva: sabed que la Fe puede producir todo cuanto el cuerpo produce, incluso la misma muerte, tan bien como con un disparo de arcabuz. Valgaos pues este ejemplo como enseñanza y aprended por él que sois desde luego visibles y corporales, pero además y al mismo tiempo no lo sois, y que todo cuanto hace nuestro cuerpo visible lo hace también invisible (Opus Paramirum, Libro V, cap. 3)

Aún cuando sea hijo de Saturno, y Saturno haya ensombrecido su nacimiento, el hombre puede dominar a Saturno y convertirse en hijo del Sol (Astronomia Magna)

Porque como por fuera, así por dentro; lo que no está fuera, tampoco está dentro del hombre. Lo exterior y lo interior son UNA sola cosa, UNA constelación, UNA influencia, UNA concordancia, UNA duración... UN fruto. (Liber Paragranum)

En la Naturaleza hallamos una luz que nos ilumina como no pueden hacerlo el Sol y la Luna. Porque está hecha de tal modo que sólo a medias vemos a los hombres y a todas las demás criaturas, y por eso tenemos que seguir investigando... No debemos ahogarnos en nuestra labor diaria, porque quien busca... encuentra... Y si seguimos la luz de la Naturaleza resultará que también está ahí la otra mitad del hombre, y que el hombre no está hecho tan sólo de carne y sangre... sino también de un cuerpo invisible para nuestro burdo ojo. (Opus Paramirum)

La Luna emite una luz, pero a ella no se advierten los colores; pero en cuanto se alza el Sol es posible distinguirlos a todos entre sí. Así pues, la Naturaleza tiene una luz que brilla como el Sol; e igual que la luz del Sol respecto a la de la Luna, así la luz de la Naturaleza brilla más allá de la fuerza de los ojos. A su luz se hace visible lo invisible; por ello, tened siempre presente que una luz eclipsa a la otra (Opus Paramirum)

Como el Sol puede brillar a través de un cristal y el fuego irradia calor de las estufas, aunque no atraviesen ambos cuerpos, así el cuerpo humano puede hacer que su fuerza actúe a lo lejos y seguir quieto en su sitio, como el Sol que brilla a través del cristal y sin embargo no lo atraviesa. Por eso no se puede atribuir nada al cuerpo mismo, sino sólo a las fuerzas que brotan de él, igual que el olor del almizcle, aunque su cuerpo pueda estar quieto. (Opus Paramirum)

Debéis saber pues que el hombre ha sido colocado entre estas tres substancias y un cuerpo intermediario que es el "cuerpo vivo", "entidad viviente", "soplo vital" o "ánima", razón de ser de los médicos y de las enfermedades, siendo primera materia todo lo que está antes de esta vida, y última materia todo lo que está después (Opus Paramirum, Libro 1 cap. 3)

De este modo el cuerpo del hombre absorbe (assumit) el cuerpo del Mundo, lo mismo que el hijo recibe la sangre del padre. Estos no constituyen, en efecto, más que dos almas con un mismo cuerpo y una misma sangre, de lo que se deduce que también el cielo, la tierra, el aire y el agua están segun la Ciencia, en el cuerpo del hombre, dado que el hombre constituye por sí mismo un verdadero Mundo. Por eso el Saturno y el Júpiter del Microcosmos atraen (asciscit) al Saturno y al Júpiter celestes. Esa conjunción entre los dos cielos hace que existan también afinidades entre los elementos de la tierra. (Opus Paramirum)

Con ello queda establecido que si el médico quiere conocer al hombre y a sus enfermedades, debe empezar por descubrir las enfermedades de todas las cosas universales que la naturaleza padece en el gran Mundo o Macrocosmos y que son las que en definitiva dan al hombre sus sufrimientos: así, tal cosa sufre de esta manera y tal otra de este modo, pero todo sufre en el hombre. Pues si el hombre proviene de la totalidad del limbo, es lógico que lleve en él todos los bienes y todos los males. Luego de lo cual ha establecido Dios un intermediario (medium) para que a través de él continuemos sin desviarnos con la medida y e orden que han sido prefigurados desde el comienzo de las cosas. (Opus Paramirum)

Dios que está en el cielo, está a la vez en el hombre. ¿Dónde está el cielo sino en el hombre? Lo cierto es que la mejor manera que podemos tener de servirnos del cielo es tener el cielo en nosotros mismos. Gracias a ese cielo que tan íntimamente nos conoce puede Dios saber directamente nuestros deseos y llegar así más cerca de nuestros corazones, de nuestros pensamientos y de nuestras palabras. Con ello impregnará nuestro cielo con su cielo, haciéndolo según su semejanza, más espacioso, agraciado, noble y excelente, ya que no hay duda de que Dios está en el cielo y por ende en el hombre (Opus Paramirum, Libro IV, cap. 17)

El ser humano. Macrocosmos/microcosmos

El hombre ha sido sacado de la tierra y de los elementos, y por tanto debe alimentarse con estos. Sin el gran mundo no podría vivir, sino que estaría muerto, y así es como el polvo las cenizas del gran mundo. Está asentado entonces, que el hombre se sostiene a partir de los cuatro elementos, y que tome de la tierra su alimento, del agua su bebida, del fuego su calor y del aire su aliento. Pero todos estos son sólo para sustentar su cuerpo, la carne y la sangre. Pero el hombre no es sólo carne y sangre, sino que en su interior está el intelecto que no proviene de los elementos, como las complexiones, sino de las estrellas. Y la condición de las estrellas es esta, que toda la sabiduría, inteligencia, industria del animal, y todas las artes peculiares del hombre están contenidas en ellas. De las estrellas el hombre tiene estas mismas cosas, y que se llaman la luz de la Naturaleza; en efecto, es lo que el hombre haya encontrado por la luz de la Naturaleza (Astronomia Magna)

Un hombre y una mujer no pueden generar un hombre, sino junto que aquellos dos, los elementos y el espíritu de las estrellas. Estos cuatro constituyen al hombre. El semen no está en el hombre, salvo en tanto entra en él elementalmente. Cuando, en el acto de concepción, los elementos no operan, no se genera ningún cuerpo. Donde el astro no opera, no se produce ningún espíritu... El cuerpo y el espíritu deben estar allí. Estos dos constituyentes forman al hombre... El astro, mediante su espíritu, confiere los sentidos (Astrología Magna)

Debes contemplar al hombre como un trozo de Naturaleza encerrado en el cielo. Éste te lo muestra pieza a pieza; porque de él está hecho el hombre, y la materia con la que fue creado te mostrará también a qué imagen está hecho... La naturaleza exterior marca la figura de lo interior, y si la exterior desaparece, pierde también la interior, porque el exterior es la madre del interior. Así el hombre es como el retrato de los cuatro elementos en un espejo; si se disgregan los cuatro elementos, el hombre se hunde. Si aquello que se encuentra ante el espejo está quieto, descansa también la imagen del espejo. Y así la Filosofía no es otra cosa que tan sólo el saber y el conocimiento de aquello que tiene su reflejo en el espejo. E igual que la imagen del espejo no da a nadie la clave de su ser y a nadie puede darse a conocer, sino que es tan sólo un retrato muerto, así es también el hombre en sí: no sabrá nada de sí mismo. Porque el conocimiento procede tan sólo de ese ser exterior cuyo retrato en el espejo es. (Astronomía Magna, 1537)

Hemos visto que en el "gran compuesto" se encuentra el Mundo entero, es decir, el cielo, las virtudes de la tierra y el hombre microcósmico, encerrados en una gota. El hombre se encuentra, pues, encerrado en la Farmacopea con todos sus miembros, articulaciones, naturaleza, propiedades y esencias, tanto buenas y sanas como malas y enfermas. Por eso, cuando absorbe algo de esa gran composición, se absorbe a sí mismo en el Limbo del que ha sido creado y entonces el cuerpo medio lo une, restituyéndole lo que le falta. (Opus Paramirum, Libro II, cap. 3)

El hombre no surgió de la nada, sino que está hecho de una materia... La Escritura dice que Dios tomó el limus terrae, la materia primigenia de la tierra, como una masa, y formó de ella al hombre. Además, dice también que el hombre es ceniza y polvo, arena y tierra, lo que demuestra ya suficientemente que procede de esa materia primigenia... Pero limus terrae es también y a la vez el Gran Mundo, y así el hombre está hecho de cielo y tierra. El limus terrae es un extracto del firmamento, del Universo, y a un tiempo de todos los elementos (Astronomia Magna, 1537)

Porque hay que saber que el hombre posee dos clases de vida: la vida "animal" y la "sideral"... Así también el hombre tiene un cuerpo "animal" y otro "sideral"; y ambos forman una unidad y no están separados. Ello ocurre de este modo: el "cuerpo animal", el cuerpo de carne y sangre, está siempre muerto por sí mismo. Sólo el "cuerpo sideral" hace que a ese cuerpo llegue el movimiento de la vida. El "cuerpo sideral" es fuego y aire; pero también está unido al cuerpo animal del hombre. Así que el hombre mortal consiste en agua, tierra, fuego y aire (Volumen Primum de la Philosophia Magna)

Por más que nuestros ojos vean físicamente, estamos ciegos en realidad ante la luz de la Naturaleza... Bajo esta luz de la Naturaleza expondré ahora, pues, lo que hay en las cosas de invisible y que es tan admirable por cierto como lo visible. En verdad os digo que la luz de la Naturaleza hace visibles muchas cosas que espontáneamente no lo son... La percepción del Macrocosmos nos conducirá a la Filosofía del Gran Mundo (Opus Paramirum, Libro V, Prefacio)

La muerte se mantiene (adsidet) a nuestro lado, esperando pacientemente que nuestras guerras intestinas le ofrezcan la ocasión para ponerse ante nosotros y poseernos, ya que la muerte ignora verdaderamente la hora en la que debe introducirse en nuestro cuerpo y en la que debe matar. El miedo de que escape ese preciso momento, la hace mantenerse atenta, exacta y cuidadosa del instante en que debe hacer su aparición, pero a pesar de todo jamás podrá la muerte desobedecer los designios y las órdenes que desde el cielo le dicta nuestro Señor. (Opus Paramirum)

Pues el alma (Gemüt) del hombre es algo tan grande que nadie puede expresarlo. Y así como Dios mismo, y la materia prima y el cielo son los tres eternos e inmutables, así también lo es el alma humana. Por esa razón, el hombre encuentra la felicidad a través de y con su alma. Y si conociéramos adecuadamente nuestras almas, nada nos sería imposible sobre esta tierra (Liber de imaginibus 12)

El asiento y sede del alma está en el corazón, en el centro del hombre; alimenta los espíritus que actúan en él, y que saben de lo bueno y de lo malo. Vive en el hombre en aquel punto en el que eá la vida, contra la que combate la muerte.  (Astronomia Magna)

Aquél que se investiga a sí mismo es el que llega más lejos; porque ir al fondo de las cosas y acumular experiencia son cosas que conducen a Dios (Philosophia Magna)

Quien nada sabe nada ama. Quien nada sabe nada entiende... Pero quien entiende, quien ama, quien nota, quien ve... Cuanto más conocimiento haya en una cosa, tanto mayor el amor... Todo estriba en el conocimiento. De él viene todo fruto... Cada cual cree en aquello que conoce

Un creyente debe ser un sabio y un hombre ingenioso para saber qué es lo que cree. Cuando un inútil, un necio cree, su Fe está muerta. (Astronomia Magna)

Si el Astro nos ha enfermado, el Astro podrá curarnos, lo mismo que la sangre, pues en su propia naturaleza reside el verdadero socorro (auxilium) y no en las cosas extrañas (Opus Paramirum, Libro IV, cap. 19)

La imaginación de una mujer encinta es tan fuerte que es capaz de influir en la semilla y dirigir el fruto de su vientre en una u otra dirección. Sus "estrellas interiores" actúan fuerte y poderosamente sobre el fruto, de forma que su esencia queda fuerte y profundamente marcada y es configurada por ellas. Porque en el seno materno el hijo está expuesto a la influencia materna, y está por así decirlo confiado a la mano y a la voluntad de su madre, como el barro a la mano del alfarero. Este crea y modela de él lo que quiere y lo que le apetece. (Escritos de los años 1537/41)

Cuando nace un niño, nace al mismo tiempo con él su firmamento y sus siete miembros, que al igual que los planetas... se bastan a sí propio. Teniendo en cuenta que cuando hablamos de firmamento nos referimos al firmamento "lleno", es decir, ocupado, precisamente como el firmamento del niño. El firmamento de cada niño, ya al nacer, tiene marcada su predestinación, que es el tiempo que la Entidad Natural debe seguir la ordenación de los planetas (Libro de las Entidades)

Es espíritu lo que suscita las enfermedades sin ningún impedimento en grado y forma semejante a como lo hacen las demás Entidades. Recordad acerca de esto que existen dos clases de terrenos capaces de albergar las enfermedades y de conservar en ellas profundas y duraderas huellas. Uno de estos terrenos es la materia, es decir, el cuerpo. El otro, inmaterial, es el espíritu del cuerpo, de naturaleza invisible e impalpable.

El espíritu puede sufrir, tolerar y soportar por sí mismo las mismas enfermedades que el cuerpo, razón por la cual ha sido designado como Entidad Espiritual (Ens Spirituale). Las tres Entidades que hemos estudiado hasta aquí -Astral, Natural y de los Venenos- pertenecen fundamentalmente al cuerpo. Correspondiendo al Espíritu las dos restantes; la del Espíritu, que ahora nos ocupa, y la de Dios... A pesar de esta aparente división debéis pensar que allí donde sufre el espíritu, el cuerpo sufre también y que el cuerpo puede mostrar las perturbaciones del espíritu. Esto se explica por la existencia en el Universo de dos clases de enfermedades: las materiales, que se caracterizan porque poseen o modifican el color (tinguntur) y que se nutren de las tres primeras Entidades, y las espirituales, emanadas de la Entidad Espiritual y de la Entidad Divina, no impregnadas de color material (Libro de las Entidades)

La finalidad del espíritu es conservar el cuerpo ni más ni menos como el aire que protege a las criaturas contra la sofocación. El espíritu de cada cuerpo es además substancial, visible, tangible y sensible para los demás espíritus, todos los cuales en su mutua aproximación pueden emparentarse lo mismo que lo hacen los cuerpos. Nuestro propio espíritu, por ejemplo, puede entablar conocimiento con el espíritu de otro hombre cualquiera y ambos tratarse y conocerse entre sí exactamente como podemos hacerlo corporalmente él y yo.

Los espíritus utilizan entre ellos un idioma propio con el que se hablan libremente, sin que los unan o relacionen en cambio nuestros discursos humanos. De todo esto puede resultar, como comprenderéis, que os espíritus mantengan entre ellos afinidades, enemistades u odios y que el uno alcance a herir al otro, igual que los hombres entre sí. De esta manera decimos que puede haber lesiones del espíritu, por cuanto el espíritu mora en el cuerpo y se traduce en él; y el cuerpo, consiguiente, sufrir y enfermar, no materialmente, puesto que no se trata de una Entidad Material, sino por el espíritu (Libro de las Entidades)
 

Cuando dos seres se buscan y se unen en un amor ardiente y aparentemente insólito, hay que pensar que su afecto no nace ni reside en el cuerpo, sino que proviene de los espíritus de ambos cuerpos, unidos por mutuos lazos y superiores afinidades o bien por tremendos odios recíprocos, en los que pueden perdurar extrañamente. Son estos los que llamamos espíritus gemelos. Para aclarar aún más este discurso debo expresaros que los espíritus no están engendrados por la razón, sino por la voluntad. Todo lo que vive de acuerdo a su voluntad, vive en el espíritu así como todo lo que vive de acuerdo a la razón lo hace contra el espíritu.
De la razón nace el alma y no el espíritu, el cual es obra exclusiva de la voluntad, esto es, del "querer". (Libro de las Entidades)

Sólo los que poseen una voluntad perfecta y actúan de acuerdo a ella, son capaces de engendrar un espíritu substancial y constructivo, que nunca es un envío o una gracia del cielo, sino un producto que el hombre logra de sí mismo (fabricat). Del mismo modo que el pedernal produce el fuego, es engendrado el espíritu por la voluntad, pudiéndose afirmar que el espíritu será del mismo grado que haya alcanzado la voluntad. Tened así por cierto que los que vivan en la voluntad poseerán un espíritu; el cual podrá registrar todas las enfermedades que aflijan al cuerpo en que tal espíritu mora. (Libro de las Entidades)

Como consecuencia de nuestros pensamientos y meditaciones constreñimos a nuestra voluntad con una fuerza tal que llegamos a consentir, desear y buscar infligirle una pena o un trastorno cualquiera al cuerpo de otro individuo. En tal caso esa voluntad fija, firme e intensa es la "madre" que engendra el espíritu. Retened pues la doctrina de que, así como la cosa pensada (sententia) produce la palabra y se hace "madre" del discurso, del mismo modo donde no hay pensamiento, ni la palabra ni el discurso pueden producirse. Lo cual es aplicable exactamente a los espíritus. Por eso el espíritu estará en nosotros según que nuestra voluntad sea plena y perfecta. (Libro de las Entidades)

Es, entonces, la imaginación por la cual una piensa en proporción, en tanto fija su mente en Dios, o en la Naturaleza, o en el Diablo. Esta imaginación requiere fe. Así se concluye y perfecciona la obra. Aquello que concibe la imaginación es puesto en obra. (Astrología Magna)

El hombre tiene un cuerpo astral o sideral, que está asociado con el astro exterior, y los dos "fabulan" (fabulieren) el uno con el otro, de modo que el cuerpo sideral se despreocupa de los elementos. Como en el sueño, el cuerpo elemental se calma, así está el cuerpo sideral en su operación: así entonces vienen los sueños, como maneja el astro, así se encuentran (Erklärun der Gantzen Astronomey, vol. X)

El hombre visible tiene su laboratorio (el cuerpo físico), y allí trabaja el hombre invisible.  El Sol tiene sus rayos, los cuales no es posible coger con las manos, y que sin embargo son bastantes fuertes (si se reúnen por medio de una lente) para incendiar edificios. (De virtute imaginativa)

La Fe confiere al hombre el poder de hacerse invisible como un espíritu, creando en él todo cuanto el cuerpo imagina y que por sus solas fuerzas es incapaz de realizar. A menos que la Providencia Divina disponga otra cosa, nos es posible reunir pues las virtudes del espíritu y la fuerza del cuerpo (Opus Paramirum; Libro V)

La Fe es triple: hay una fe en Dios... también hay otra fe, fe en el Diablo,... también hay aún una Fe que es fe en la Naturaleza, es decir en la Luz de la Naturaleza (Eine ander Erklärung der ganzen Astronomey)

Actualmente, no existen tanta imaginación y fe; sino que la mayoría de los hombres fijan sus mentes en aquellas cosas que proveen a los placeres de la carne y la sangre. A éstas siguen; a éstas prestan su atención. Estas artes inciertas, por tanto, también por esto son inciertas, porque el hombre en su interior está tan lleno de dudas. Aquél que duda no puede realizar nada firme; aquél que vacila no puede llevar nada a su completamiento; aquél que mima el cuerpo no puede lograr nada sólido en el espíritu. Se debiera ser perfecto en aquello que se emprende. Así el espíritu estaría entero, y conquistaría el cuerpo, que no vale la pena. El espíritu es fructífero. Esto es lo que el hombre debiera tener perfecto en su interior, y dejar de lado la carne y la sangre (Astronomía Magna)

Todos nuestros sufrimientos, todos nuestros vicios no son nada más que imaginación... Y esta imaginación es tal que penetra y asciende en el cielo superior, y pasa de astro en astro. Vence y modera a este mismo cielo... Lo que en nosotros haya de inmoderado e inhumano, es una naturaleza imaginativa, que puede imprimirse en el cielo y, hecho esto, el cielo tiene el poder de devolver por otra parte esa impresión (De Peste, Additamente in Lib. 1., Prol.)

De modo que una fuerte imaginación es la fuente tanto de la buena como de la mala suerte (De Peste, Lib. II., c.2)

Sal, azufre y mercurio. Alquimia. Ojos de fuego.

La tierra es negra, marrón y sucia, nada hay en ella hermoso ni agradable; pero en ella se ocultan los colores todos; verde, azul, blanco, rojo. No hay ninguno que no tenga. Cuando llegan la primavera y el verano, afloran todos los colores que -si no lo atestiguara la tierra misma- nadie hubiera supuesto en ella. Igual que de tal tierra negra y sucia surgen los colores más nobles y finos, así algunas criaturas han salido de la "materia originaria", que en su falta de separación sólo era suciedad al principio. ¡Mirad el elemento agua, cuando está sin separar! Y después, ved cómo de ella surgen todos los metales, todas las rocas, los brillantes rubís, los relucientes granates, los cristales, el oro y la plata; ¿pero quién los hubiera advertido en el agua... excepto Aquel que los engendró en ella? Así que Dios sacó de las materias básicas lo que había metido en ellas, y puso todo lo creado en su destino y en su sitio (Philosophia Tractatus Quinque)

¿Quién entre los profanos será capaz de ver aceite en la madera o agua en la piedra? Nadie sin duda. Nadie, excepto el médico, el cual buscará a la inversa, la madera en el aceite y la piedra en el agua. Lo que constituye la adopción de la más sutil filosofía (Philosophia Sagax). (Opus Paramirum, Libro III)

Las enfermedades extrañas requerirán así que el médico las estudio con métodos extraños, aplicándoles las concordancias que correspondan, preparando y separando las cosas visibles y reproduciendo sus cuerpos a su última materia con ayuda del arte espagírico o de la Alquimia... El médico, en efecto, sólo debe serlo de las enfermedades que conozca, pero no de las que ignore. Por eso no debe preocuparse como no nos preocupamos nosotros, de ser influidos por los árabes, bárbaros o caldeos. Y no creer en nada de los otros que no haya sufrido la prueba del fuego, pues eso no es verdadera Medicina, ya que como hemos dicho repetidamente, el fuego crea al médico. Aprended pues la Alquimia, también llamada Espagiria, y ella os enseñará a discernir lo falso de lo verdadero. Con ella poseeréis la luz de la Naturaleza y con ella por tanto podréis probar todas las cosas claramente, discurriéndolas de acuerdo a la lógica y no por la fantasía. (Opus Paramirum, Libro I, cap. 3)

Es necesario que las causas de la salud y de la enfermedad sean claramente visibles y que ninguna oscuridad se proyecte sobre ellas, razón por la cual nos hemos referido antes al fuego, en cuyo seno se encuentran escondidas todas las cosas y bajo cuya acción se ponen de manifiesto. De esta visibilidad (aspectu) nacen los testimonios de la ciencia médica. Por eso el médico es médico por la medicina y no sin la medicina, pues ésta es anterior a él y existe por sí misma; de lo que se deduce que su estudio está en la observación de los hechos y no en la fantasía del médico... Pues en verdad que el fuego ha sido conferido a los maestros y no a los discípulos.

Os aclararé esto: digo que no hay nada en el interior del hombre, por más brillante que sea su genio, que pueda hacer de él un médico. Nada en él pertenece al arte de la medicina, pues en esto su espíritu está tan vacío como una cesta; a pesar de ello ese espíritu -esa cesta- se halla en disposición de albergar las cosas que le sean entregadas y que son verdaderos tesoros. Todavía ese genio brillante y bien dispuesto carece de experiencia, de ciencia y de arte médico, pues en realidad todo lo que aprendemos y experimentamos debe quedar encerrado por un tiempo y sólo aplicarlo después en el momento oportuno.
Considerad ahora estos dos ejemplos:

Ved el vidriero y preguntaos de dónde o de quién ha recibido su arte. Convendréis conmigo en que no ha sido de él mismo, ya que su razón no ha podido aún penetrarse de los fundamentos de su arte, a pesar de lo cual le ha bastado tomar la materia y echarla en el fuego para que la luz de la Naturaleza haga aparecer el cristal ante sus ojos.

Ved ahora el carpintero. El carpintero que construye una casa puede a su vez alcanzar este arte por el simple impulso de su iniciativa razonada, con tal de que posea un hacha y una madera buena para su trabajo.

El médico es como el vidriero, pues por más que tenga ante él un enfermo y a su disposición los diversos medicamentos, carece de la ciencia y del conocimiento de las causas. Si por el contrario posee el hacha y la madera del carpintero, puede llegar a ser médico verdaderamente. Tanto de una manera como de la otra, por más que como buen artesano se prepare una buena hacha y ponga luego todo su talento personal en aprender a servirse de ella debidamente, necesitará del fuego para que el tesoro oculto se manifieste, esto es, para que la Farmacopea y la ciencia encerrada en su inteligencia alcancen la finalidad de su medicina... Pues todo cuanto el fuego enseña no puede ser probado ni comprendido sin el fuego. (Opus Paramirum Libro I, cap. 1)

Porque va en contra de la Filosofía el que las florecillas no deban participar de la eternidad; aunque se marchiten, comparecerán cuando se reúnan todas las estirpes. Y no se ha creado nada en el Mysterium Magnum, en el Gran Mundo milagroso de Dios, que no esté representado también en la eternidad (Philosophia ad Athenienses, Libro II)

Nota: Estos fragmentos han sido tomados de distintas obras de Paracelso, así como de citas hechas por estudiosos en sus obras sobre Paracelso, como Cassirer, Koyré, Jung, etc.


El antienvejecimiento según Paracelso.

“No se debe vivir contra la naturaleza para renovar el mundo. Esto está más allá de nuestra comprensión, de la cual carecemos habitualmente.” Paracelso afirmó contundentemente esto ante los médicos de su época: “Nadie debería asombrarse y ningún médico deberá ruborizarse sobre el hecho de que la vida puede ser prolongada.”

Por supuesto que Paracelso polemizó en este punto, pero lo hizo basándose en fórmulas y métodos para prolongar la vida que todavía causan sensación hoy en día:

“Podemos prolongar nuestra vida con remedios adecuados”, asegura, y expresa concisamente: La esencia alquímica “Flos sectae Croae, (que significa croci, una esencia de azafrán) permite, a la persona que lo toma, vivir como mínimo 100 años”.

Otros remedios, como la esencia de oro “Aurum Potabile” y la rosa de Navidad, Helleborus niger; también proporcionan la fuerza necesaria al individuo para vivir por encima de los 120 años, hasta incluso los 140.” También muy efectivo  es el arcano llamado “percepción para una larga vida” o “Tintura de longue vita”.

La receta, sin embargo, fue guardada bajo llave, y el remedio antienvejecimiento de Paracelso se “perdió”. Hace cuatro años, tras el redescubrimiento de la esencia de “Aurum potabile” fue posible desvelar el secreto. Por primera vez en muchos siglos, el elixir de vida más importante de Paracelso, la “Tintura de longue vita” está de nuevo a disposición para todo el mundo.

Causas de un envejecimiento prematuro

Las posibilidades para mantener la juventud y potenciar el rejuvenecimiento, eran temas importantes para Paracelso. De este modo, el gran médico y alquimista podría considerarse el “pionero del antienvejecimiento”. Paracelso tenía un interés especial en aquellos remedios alquímicos que podían prolongar la vida.

“Cuando describimos las enseñanzas para una larga vida, debería saberse que ciertas regiones, países, ciudades y valles son los más saludables y beneficiosos, ya que en aquellos, reina más alegría, placer y más sentido del humor. Al mismo tiempo, algunos elementos de origen telúrico, meteorológico y del propio cuerpo físico deberían ser entendidos.”

Así pues, las condiciones medioambientales pueden prolongar la vida si: “irradian influencias suaves y amistosas”, o también pueden acortarla, si consumen la energía vital del individuo como por ejemplo por sus condiciones extremas. Por ello, no todo el mundo es capaz de llegar a la misma edad, ya que las influencias externas son muy distintas.

Influencia en el modo de vivir: Paracelso diferencia 3 edades, y en cada una de ellas, circunstancias externas pueden causar envejecimiento prematuro. En la primera edad, el hombre puede ser afectado ya en el útero, durante la lactancia y luego mientras esta creciendo. Las razones de ello son “el desorden en la comida y en la bebida”, es decir, una inadecuada dieta y un trabajo excesivo en estos periodos.

 “De esta manera, la naturaleza llega a debilitarse tanto, que pierde su poder y no será capaz, posteriormente de llegar a una adecuada edad”, según Paracelso. En este caso, la edad no puede alargarse tanto como en otros individuos. Además, necesitarían grandes cantidades de elixires para llegar a un significativo alargamiento de la edad.

Los componentes de la receta descifrada elixir de la vida de Paracelso son: celidonia. Aunque Paracelso se está refiriendo seguramente a los niños cuando habla de malnutrición o desnutrición, así como del trabajo intenso, su consejo debería seguirse por todo el mundo.

Hoy en día, estos consejos hacen referencia a la mala alimentación por demasiado azúcar, grasa y proteína, acompañado del insuficiente ejercicio físico. Todos estos factores debilitan el organismo del niño. Lo mencionado hasta ahora se puede comprobar por el incremento del número de niños obesos ó con los niños con déficits de coordinación y atención.

La alopecia precoz y la infertilidad en hombres jóvenes son signos de una hiperacidez crónica debido a malnutrición e indican un debilitamiento del organismo.

En el segundo periodo de edad, que comprende desde el final de la época de crecimiento, hasta el periodo en el cual el cabello se vuelve gris, y en el siguiente tercer periodo, la influencia más importante es el modo de vida. El exceso de alcohol, un estilo de vida desordenado y una mala alimentación voluntaria” son las causas del envejecimiento precoz, según Paracelso.

“Para llegar a una edad longeva, el mejor camino es tener una dieta moderada” Él también coincide en esto afirmando: “Podemos llegar a enfermar debido a nuestra dieta diaria, pero también podemos fortalecernos mediante la comida y mantener la salud, dependiendo de que tipo y de cómo la usamos “.

Sin ninguna duda, esta simple sugerencia requiere una gran dosis de autodisciplina en nuestra sociedad, que está inmersa en la superabundante y sofisticada comida. En este sentido se le permitió decir tanto a los Lores como a los gobernadores de su época: “Su indecorosa vida (…) llevaron a sus elevados espíritus a su caída (…) y sus cuerpos enfermaron a consecuencia de una vida desordenada. Pero incluso aquellos que viven saludablemente “pueden perder la vida por casualidad, por una epidemia y pueden morir precozmente debido a una enfermedad infecciosa.

Para combatir todas estas debilidades y peligros, Paracelso encontró una eficaz ayuda en este concepto de prolongar la vida. Aquel que quiere vivir una larga vida, debe en primer lugar cambiar su mórbida forma de vivir. En segundo lugar, debe curar las posibles enfermedades agudas con los remedios específicos para cada enfermedad, que están detallados por Paracelso en otros libros y trabajos.

Las enfermedades crónicas, que están producidas por los malos hábitos de vida expuestos anteriormente, pueden ser eliminados por así decirlo por la toma regular de una pequeña cantidad del elixir de la vida, llamado “ad longe vita”. Con este medicamento específico, la mayoría de enfermedades infecciosas pueden ser prevenidas ya que esta esencia es capaz de equilibrar los desajustes iniciales por el modo de vida, así como por las influencias malignas medioambientales.

Este remedio, es el más valioso para prolongar la vida; según Paracelso: “Debería ser considerado que todo aquello a lo que aludimos como estilo de vida es lo mínimo, porque solo por esto los mínimos cambios pueden provocar un gran cambio en el afán de prolongar la vida. El soporte se halla en el mismo remedio.”

La influencia de las estrellas y los caracteres: Frecuentemente en sus trabajos, Paracelso se refería a los efectos negativos de los astros sobre nuestra salud. Las “cuatro constituciones y humores”, los cuatro elementos y niveles de constitución del hombre, pueden estar influenciados negativamente por algunas constelaciones y planetas. Sin embargo, el hombre no está expuesto sin protección.

 “No es con nuestra voluntad que adquirimos el principio Jupiteriano y nos libramos de Marte. Tampoco somos capaces de escoger otras estrellas con las cuales nos encontremos confortables y satisfechos. Sin embargo, con las plantas medicinales lo podemos conseguir. (...). pero esta en nosotros neutralizar su influencia (el efecto planetario) con un remedio que según esto, se le parezca.

Paracelso nos aconseja cómo equilibrar las fuerzas planetarias en nosotros con la ayuda de plantas medicinales, gemas o metales asignados personalmente, ya que estas pueden debilitar nuestra salud según sea nuestra carta natal astrológica. Para ello, una esencia alquímica se puede preparar o una gema personalizada puede llevarse preventivamente como un anillo.

Sin embargo, estas influencias no juegan un papel primordial en la prolongación de la vida: “No te sorprendas que las cuatro complexiones no sean tan importantes, para la preservación de cuerpo y la prolongación de la vida. No debemos enfatizar en las complexiones – no importa se estas son apropiadas o no, o presentes en mayor o menor medida. Depende solo de la naturaleza, a partir de la cual todo se originará...”

Según Paracelso, la armonización del desequilibrio en el hombre no es lo más importante para tener una vida longeva. La fuerza vital puede potenciarse en general: “De la misma fuerza que emergen los humores, contiene la fórmula para una longevidad, que no debería olvidarse de ninguna manera”.

En relación con las constituciones, humores y energía vital, él explica: “Demasiada tristeza o demasiada alegría provienen de aquellas cosas que emergen de los cuatro humores, tales como las complexiones, características, etc. Sin embargo, uno ha de saber que no debería darse ningún remedio especial, más bien preservar el espíritu vital, para que así los cuatro humores de la vida se hallen protegidos (...). El cuerpo y todo lo que hay en él estaría entonces sano”.

En otro párrafo, Paracelso añade: “Las complexiones o las características personales no deberán ser tratadas. Tampoco debería uno considerar las lesiones hepáticas o esplénicas, porque el elixir que prolonga la vida “ad longe vita sana dichas lesiones y elimina toda clase de tristezas y cualquier exceso en el cuerpo.

Reforzando la energía vital.

Según Paracelso, el principal elemento antienvejecimiento es un incremento de la energía vital. ¿Qué es este “espíritu vital” que nutre y refuerza todos los procesos y cómo podemos fortalecerlos?

Paracelso no quiere decir la fuerza que uno puede obtener “de una comida de vegetales o de la carne” porque “la vida” no nace de semillas materiales sino que viene espiritualmente desde dentro. Sin embargo, la fuerza vital no debe ser entendida de manera muy diferente a un fuego, porque cuanta más madera haya,  más arderá.

Así es como pasa en la vida; cuantos más humores haya, más espíritu vital hay para la vida. “Aunque la energía vital no se consiga por una ingesta de comida, a partir de la comida material, sería estar ciego no creer que la vida, como el fuego, se halla bajo nuestro control. La energía vital puede ser influenciada y fortalecida.

“Es solamente nuestro error, que no reconozcamos la madera con la cual podemos encender nuestra vida en la misma medida en la que encendemos un fuego. “Hay entonces sustancias que nos suministran directamente este fuego vital: Recuerda que no sólo el mal se crea en tu cuerpo..., también el bien, que protege fuertemente tu vida... como el oro y la melisa”.

Casi por casualidad, Paracelso menciona aquí dos de sus esencias más avanzadas, las cuales están contenidas en su elixir vital: La esencia áurica llamada “Aurum Potabile” y la quintaesencia de melisa.

Los componentes de la receta descifrada elixir de la vida de Paracelso son: bálsamo.

Según Paracelso, la fuente de la vida se halla generalmente incluida en todas las cosas. Cada planta, metal y cada gema contiene otro matiz de la energía vital universal. En el laboratorio, el objetivo del trabajo alquímico práctico consiste en liberar esta energía de las sustancias y sintetizarla en forma de esencias.

Al mismo tiempo, Paracelso afirma que sólo aquellos que estén bien entrenados en el arte de la alquimia pueden escrutar y procesarlas en una verdadera esencia vital. Solamente ellos pueden conseguir la “esencia” a partir de plantas, metales y gemas, es decir, la esencia en la cual la “luz de la vida” se halla preservada: Estos elevados remedios de la alquimia, es lo que se llaman Arcanos Elevados, “sólo son sintetizados por grandes artistas (referido al arte de procesar alquímicamente). Son desconocidos para los médicos comunes y permanecen ocultos.”

El proceso alquímico de las sustancias al más alto nivel sólo es posible debido a disolventes específicos, los así llamados “fuegos secretos”, tales como el “mercurio filosófico”.

Los elixires producidos de esta manera, tales como la esencia de oro y el elíxir vital “ad longe vita”, tienen un doble efecto:

Mientras que el primer efecto también puede conseguirse con algunas hierbas medicinales, el suplemento directo de energía vital es el resultado de un proceso alquímico de las sustancias. Actualmente podemos medir esta energía vital adicional a través de la medición de la energía en los meridianos.

De esta forma, podemos conocer el nivel y distribución de la energía. Así mismo, podemos detectar los posibles cambios energéticos después del consumo de fármacos y otras sustancias.

Normalmente, en estas pruebas farmacológicas, los meridianos responsables de la regulación general y el sistema nervioso vegetativo reaccionan ostensiblemente (pulmón, corazón – circulación, calentador triple). Mientras que por ejemplo, con la ingesta de esencia de oro “Aurum Potabile”, esto es completamente diferente.

No solamente el nivel energético aumenta en todos los meridianos, sino que al mismo tiempo el nivel de energía de los meridianos de la vesícula biliar y el riñón se incrementa por encima de la media. Según la medicina tradicional china, exactamente estos dos meridianos incitan la producción del Chi y almacenamiento del Chi, es decir, el grado de energía vital. Como previamente se ha mencionado, según Paracelso, la esencia de oro “Aurum potabile”  puede facilitar llegar a los 120 – 140 años de edad, al elevar significativamente la energía vital.

El elixir de la vida “ad longe vita”

Según Paracelso, el arte de prolongar la vida es encontrar un proceso alquímico que pueda aumentar la calidad de la vitalidad humana:  “La vida del hombre no es más que un bálsamo astral, un efecto calmante, un fuego celestial e invisible, aire englobado y un penetrante espíritu salado.”

Todas las sustancias, las que son más cercanas a estas cualidades están incluidas en la receta legendaria de su elixir vital “ad longe vita”, aunque nos dio parte de la receta con nombres codificados.

Los llamó: “Florum Sectarum, Foliorum Daurae, Essentiarum Auri, Perlarum, Quintae Essentiae Croci, Chelidoniae, Melissae”.

Lo que estos nombres significan fue recientemente decodificado por el alquimista germano Achim Stockardt, un redescubridor de la esencia aurica de Paracelso:

Son los llamados Arcanos Elevados, es decir, los principios alquímicos más elevados y desarrollados de las esencias procedentes del oro, perla, azafrán, Rosa de Navidad, celidonia, bálsamo y flores de heno.

 “La virtud de estas sustancias sobrepasa todas nuestras virtudes. Hay más nobleza en la virtud más modesta, que los podamos ser nosotros en la más elevada.” Paracelso añade: “Esta esencia, que entra en el cuerpo, se mezcla con los humores de la vida para una combinación correcta. Contienen el espíritu de la vida como los cuatro humores... Así dos humores vienen juntos con sus correspondientes. Se mezclan entre sí y el interno recibe la naturaleza del externo. Entonces solamente hay una cosa, una unificación que no puede ser separada.

Dependiendo de la forma en que el organismo humano es afectado, la energía vital aportada por el elixir, es más o menos consumida rápidamente y debe ser aportada de nuevo. La ingesta debería tener lugar semanalmente, cada 3 días o diariamente, dependiendo de la edad, lesiones precoces en el cuerpo, el modo de vida y las influencias medioambientales.

A partir del día que se empieza regularmente las tomas, “la edad se contará de una nueva forma”. De esta manera, la fuente de la vida puede ser reconstruida e incrementada otra vez;  el organismo puede ser purificado, vitalizado y protegido. “Todo nuestro bienestar está basado en el remedio, que no sólo  mantiene la juventud del individuo, sino también la de los animales.

Esta gran esencia, que está contenida en las cosas naturales, es excelente para el cuerpo. Ilumina una virtud para que la fuerza y la virilidad no se encuentren a faltar.” Y más adelante Paracelso explica: “El hombre no se verá afectado por la enfermedad porque la esencia no deja que nada decaiga. Defiende el cuerpo de tal manera que las enfermedades no pueden asentarse...”

A pesar de todos estos efectos, los cuales son muy curiosos, el médico alquimista no considera su elixir vital como un remedio. Para él, es más un reforzante universal y energético. Es un elixir que fortalece la llama de luz en el hombre, es decir, la fuerza que surge de nuestro núcleo espiritual. Para Paracelso era simplemente la “luz de la Naturaleza”.

Referencias:

Ulrich Arndt, Schätze der Alchemie: Edelstein-Essenzen, und Metall-Essenzen, ambos editados por la editorial alemana Hans-Nietsch-Verlag“, Friburgo (Alemania).

Informes sobre las pruebas de las Esencias de Paracelso: www.life-testinstitut.de und www.edelstein-essenzen.de


Las siete Reglas de Paracelso. 

1.- Lo primero es mejorar la salud.

Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un habito que debes a tu propia dignidad.

2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza.

Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.

3.- Haz todo el bien posible.

Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.

4.- Hay que olvidar toda ofensa, más aun: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo.

Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.

5.- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada.

Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.

6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales.

Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.

7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día mañana.

Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre.

Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, verás que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan.

Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha. Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo.

Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos: pecado mortal contra el Espíritu Santo.

Esotérico