La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

A Macri lo tienta Suar.

Por Alfredo Leuco.

“La señora Presidenta es muy polkiana. Es bonita y tiene fibra dramática, es recontra actriz.” (Adrián Suar)

—Te felicito, Chueco, fuiste muy valiente con tus críticas a la Presidenta.

—Gracias, Mauricio. Siento que me quedé corto, con más cosas para decir. Es que de verdad me parece violento ese estilo del dedito levantado: nunca me gustó.

—Me diste una alegría. Yo estaba medio desilusionado con vos porque no te jugabas, mirabas demasiado para otro lado.

—Me parece bien que el Gobierno controle, pero me da mucho miedo que diga: vos sí, vos no. ¿Dónde termina eso?

El miércoles 23, Mauricio Macri cortó su comunicación telefónica con Adrián Suar y les dijo a sus colaboradores más cercanos: “Ojo con Adrián, es un líder social, un empresario exitoso”. Marcos Peña, Miguel de Godoy e Iván Pavlovsky imaginaron un nuevo Miguel Del Sel, pero sólo se trató de una expresión de deseo. Las puertas del macrismo siempre están abiertas para este tipo de experimentos.

Pero por ahora, Suar quiere seguir donde está, en la gerencia de programación de El Trece y al mando de su exitosa productora. Sus palabras habían rebotado fuerte porque atribuyó al kirchnerismo la responsabilidad de que la cosa se haya puesto “brava, que si no estás a favor del Gobierno, estás en contra”, después de confesar que tiene amigos con los que de estos temas “ya no se puede hablar”. Macri y Suar se prometieron ir a ver a Boca y dar la vuelta olímpica, y quedaron en comer juntos acompañados de sus bellísimas esposas. Dicen que están retirados pero, en sus momentos de soltería, juntos hicieron estragos en algunos corazones femeninos que navegaban por la noche porteña.

Suar se convirtió en el único empresario que le dio un disgusto a la Presidenta en el medio de un romance cada vez más intenso con la Unión Industrial Argentina. Cristina mencionó doce veces afectuosamente, y hasta por su apodo de Vasco, al jefe de la UIA, José Ignacio de Mendiguren. A Hugo Moyano sólo le dedicó rayos y centellas y el ya famoso: “¿Está el compañero secretario general de la CGT? ¿Ahh no, se fue… bueh”. Pero más allá de lo que aparece con toda contundencia en la superficie, el estado mayor del moyanismo está convencido de que Cristina decidió cambiar de aliado estratégico.

No se trata de celos circunstanciales. Es un viraje político que presagia tormentosas relaciones y una nueva etapa más moderada y de centro del modelo. Se terminó el Nunca Menos. El más chicanero de los compañeros de Moyano se preguntó ante PERFIL: “¿Alguien se animará a escribir el candombe Algo menos?”. Moyano habló en privado casi con la misma dureza con que lo hizo en público. A saber, súper resumido: “Mis únicos aliados son los trabajadores. La inflación es la del supermercado. Mantenemos intacto el reclamo de la ley que reparta ganancias de los empresarios. Vamos a seguir peleando por la justicia social, que es mucho más que la inclusión, porque incorpora la vivienda digna además del salario justo y el trabajo en blanco. Si hay techo salarial, no hay paritarias. Parece que somos los principales enemigos. En definitiva, somos oficialistas del modelo y no del Gobierno”.

Crece la preocupación oficial por el acto del Día del Camionero en la cancha de Huracán. Temen que se reciclen los vientos conflictivos. El propio Facundo Moyano, diputado nacional electo y capo de la Juventud Sindical, el más K de la familia, no apeló a ningún eufemismo para reclamar la suba del mínimo no imponible de Ganancias que hoy afecta a 3,5 millones de trabajadores: “No queremos que a fin de año vean desaparecer su aguinaldo por este impuesto que quedó retrasado”.

Juan Carlos Schmid, un admirador de Raimundo Ongaro y Agustín Tosco que integra la mesa chica cegetista, reclamó para ellos la virtud de la coherencia histórica. “Nosotros siempre criticamos duramente a cualquier gobierno que quiso utilizar el quite de personería gremial como una forma de castigo. Nos parece mal eso con Cristina y nos pareció mal con De la Rúa. Nosotros estamos parados en el mismo lugar. No nos movimos. Seguimos defendiendo este modelo y fuimos implacables con el neoliberalismo cuando muchos de los empresarios de la UIA defendían a Carlos Menem.” Algunos también se preguntaron en reserva dónde estaban algunos funcionarios en ese momento y enumeraron con toda intención: Boudou con Alsogaray, Schiavi con Macri, Timerman con Carrió y los Kirchner, como los mejores alumnos de Domingo Cavallo.

El volantazo del Gobierno hacia el centro genera como siempre reacomodamientos en el rompecabezas sindical. Moyano y Gerónimo Venegas, históricos amigos, hablan más de lo que se publica. Estudian algún tipo de reunificación de la CGT, incluso con la CTA combativa de Pablo Micheli. El Momo, conductor de los peones rurales, tiene un argumento indestructible: “Los Kirchner se cansaron de decir que el salario no era inflacionario y ahora el ministro Tomada rechaza el acuerdo de un aumento del 35,7% al que llegamos con las patronales”.

El programa de la profundización del modelo es el marco conceptual que los cohesiona: reforma tributaria para hacer menos regresivo el sistema, nueva ley de entidades financieras y, otra vez, ley para que los empresarios distribuyan ganancias.

El debate ideológico puertas adentro del kirchnerismo todavía es incipiente, pero amenaza con multiplicarse. Están en estado de asamblea permanente tratando de entender cómo los recortes de los derechos sindicales y los ajustes pueden transmitirse con lógica de gesta revolucionaria. La décima Carta Abierta se permitió criticar a dos gobernadores que son firmes aliados K: Gerardo Zamora y Gildo Insfrán.

Sin nombrarlos, el documento de los intelectuales oficialistas repudia, entre otras cosas, los asesinatos en Santiago del Estero y en Formosa de dos luchadores por la tierra, un campesino y un integrante de la comunidad qom. Fuera del texto, se ponen en alerta porque están convencidos de que “los intentos de restauración conservadora van a venir de adentro del movimiento que lidera Cristina”. No sólo piensan en Daniel Scioli. También en Jorge Capitanich, a quien fustigan con dureza por su discurso “casi integrista” en contra de la despenalización del aborto. De la Presidenta no dicen nada porque su postura también es contraria, pero de perfil bajo.

Fuente: Perfil.

Editoriales