La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
The First Daughters. Por Jorge Lanata. |
Las llaman –a cada una, claro– “The First Daughter” (la Primera Hija, con la lógica de la Primera Dama). Son mellizas, y ayer cumplieron 25 años. Forman parte de una familia integrada por Laura Welch Bush, ex profesora y bibliotecaria, los perros Barney y Miss Beazley (The First Dogs?) y el gato Willie (The First Cat).
Viendo su aspecto rubio, blanco y un poco descafeinado, cualquiera diría –parodiando a Paul Eluard– que “tienen la natación insegura de las alumnas del Sacre Coeur”. Pero nada más lejano: se parecen más a cualquier personaje de Bret Easton Ellis, el cronista de la clase alta norteamericana.
Las chicas visten con indiferencia GAP u Oscar de la Renta, pueden guardar sin remordimientos un cadáver en el ropero, y se aburren majestuosamente en el Primer Mundo o en el Tercero. En su libro de graduación del “high school”, dice el epígrafe de Barbara: “Podrá aparecer alguna vez en la tapa de Vogue”. Y en el de Jenna: “Podrá aparecer dándose un viaje en el baile de fin de año”.
En noviembre de 2004, cuando Daddy se presentó a la reelección, uno de los epígrafes se hizo realidad: las chicas posaron para la revista Vogue en el marco de la campaña republicana. La idea era “dar a conocer el marco humano de la familia”. Su marco humano tuvo un vestido rojo rubí de Oscar de la Renta y carísimas telas de Max Mara, Moschino y Tommy Hilfiger. El otro epígrafe, el de los viajes y las fiestas, es parte de su vida cotidiana.
UN CHIMPANCÉ EN EL PANIC ROOM
En abril de 2001, la revista Rumpus, un tabloide de la Universidad de Yale, publicó un extenso reportaje acusando el Servicio Secreto de “descuidar” a Barbara, la Primera Hija, quien cursó allí la carrera de Humanidades (Jenna estudió inglés en Austin, Texas). Aquella edición de Rumpus, literalmente desapareció. El secretario de Asuntos Estudiantiles ordenó que levantaran todas las copias y las destruyeran, y el artículo fue borrado de la versión on line.
El trabajo de censura en el País de la Libertad fue cuidado y exhaustivo: el número de Rumpus de abril de 2001 está aún hoy en la Red sin el artículo, el que también fue borrado de la memoria caché de Google y los buscadores más populares. A los pocos días, en medio del escándalo, The Washington Post hizo una nota sobre el asunto.
La nota salió pero de inmediato fue borrada del archivo y del website del propio diario. El artículo original sobrevivió en una sola página de la Web, llamada “The First Twins”, que recopila datos, textos y fotos sobre las aventuras de las chicas Bush; allí se conserva una versión en PDF de la nota de Rumpus, titulada “Out of Service” (Fuera de servicio).
Los inconmovibles miembros del Servicio Secreto son calificados como una “banda de ineptos”, en el texto que detalla “las metidas de pata de los Men in Black”, instalados en un cuarto sin baño del edificio Vanderbilt “al que casi nunca van”. “Estábamos esperando Misión imposible –le dice a Rumpus uno de los estudiantes– pero sólo vimos El inspector Gadget y sin gadgets pero sí canciones cools.”
La nota relata todo tipo de desventuras de los espías en su eterna persecución de Barbara: da detalles sobre una noche en la que la Primera Hija fue con unos amigos desde New Heaven a Nueva York, y la custodia le perdió el rastro en el puente de Manhattan por no tener su pase para la autopista. “Después pagaron su peaje, pusieron las sirenas y la alcanzaron a cien millas por hora.” “¿Un estudiante de cuarenta años con una mochila siguiendo a la chica a treinta metros por todo el campus suena un poco obvio, no?” –comentan los amigos de Barbara en la nota censurada.
En mayo de 2001, al poco tiempo de que la revista Rumpus desapareciera de la Universidad de Yale, las hermanas Bush fueron procesadas por intentar comprar alcohol con documentos falsos. Hacía sólo dos semanas que Jenna, por causa de otra infracción, había sido obligada a seguir un curso sobre alcoholismo. Barbara y Jenna fueron denunciadas por el gerente de un restaurante mexicano en Austin, y se las acusó de falsificar un ID que sobrepasaba la edad mínima para beber, que en Texas es de 21 años.
NO LLORES POR MI, ARGENTINA
Jenna Bush llegó a Buenos Aires el 6 de noviembre en un vuelo de American Airlines. A la semana llegó Barbara, por Copa Airlines. Esa misma noche, la del domingo 19, sufrió el famoso robo de San Telmo. Las cámaras de seguridad nunca encontraron la escena, y los agentes que investigan el caso tampoco están seguros en un ciento por ciento de haber identificado a las hermanas en la Plaza Dorrego.
La noticia llegó a Buenos Aires rebotando desde Estados Unidos: Félix Molina, el director de Crónica TV estaba en la Madre Patria cuando vio por ABC un flash anunciando el robo. Una periodista de ABC en Buenos Aires –dedicada a cubrir la actividad de gobierno y con buena llegada a la familia presidencial– fue quien pasó el dato a la central en EE. UU.
Desde entonces trascendió la presencia de las Primeras Hijas, y su vida se transformó en una eterna fuga de los paparazzi. Jenna, al menos, había tenido una semana de paz: antes de la llegada de su hermana pudo viajar al Calafate con unas amigas.
El Servicio Secreto ya había comenzado a caer barranca abajo antes del arrebato de la cartera y el celular de Babs: uno de sus miembros, una especie de patovica rubio con cara de comerse a los chicos crudos, fue molido a palos por dos adolescentes enjutos y sudacas después de una discusión nocturna en el sur argentino.
“Blotter” es el blog de ABC News, la cadena que dio la primicia del robo en San Telmo. En pocas horas llegaron 1.164 comentarios de usuarios norteamericanos sobre el hecho:
—El Servicio Secreto es una broma. No pueden diferenciar la mierda de un perro de la de una mosca. Yo lo sé porque trabajé cinco años con ellos.
—A mí no me gustaría ser el agente que se equivocó. Es probable que vaya a trabajar a Alaska el año que viene. Y aún debe sobrevivir a los gritos de Laura Bush.
—Estas son las hijas de un boludo fracasado. Todos lo van a recordar como el peor presidente que hemos tenido. Chicas, disfruten los próximos dos años antes de que Papi se vaya a Paraguay para escapar del odio de sus compatriotas.
—¿A quién le importa el robo? Lo que tenemos que preguntar es qué están haciendo las hijas del presidente en Argentina. Yo pensé que Bush odiaba América latina, porque tienen el petróleo que él quiere. Estoy pensando en las razones reales para la visita…
—No me sorprende lo que pasó en Argentina. No hay mucha civilización.
—¿Se equivocaron? Por favor, Argentina no es un país desarrollado. El problema importante es el crimen en América latina. Argentina tiene un problema. Si estas cosas les pasan a guardaespaldas profesionales, tenemos que preocuparnos por los turistas normales.
—La chica mereció eso por estar en Argentina. Yo no voy a visitar ese país hasta que no pidan disculpas por la guerra de las Malvinas.
—Chávez, los que odian a Bush, disturbios entre el público, no llores por mí, Argentina. No puedo pensar en ninguna razón por la que las hijas necesitaban estar allá.
—América latina está llena de Al Qaeda, musulmanes y otros terroristas.
Antes de viajar a la Argentina, las hijas del presidente Bush tendrían que haber leído el apartado “Crimen”, de la Agencia de Asuntos Consulares del país de Papá: “Los que visitan Buenos Aires y otros destinos turísticos populares deben estar alertas a la aparición de atracadores, carteristas, estafadores y arrebatadores de carteras en las calles, las estaciones de tren y ómnibus y en los puertos donde zarpan los cruceros.
Los criminales generalmente trabajan en grupo y los viajeros deben suponer que están armados. Los criminales emplean una gran variedad de artimañas para victimizar a los visitantes desprevenidos: un engaño muy común es rociar con mostaza al turista desde cierta distancia (…) otro recurso muy común es que alguien se acerque para distraer a las víctimas, por ejemplo desplegando un mapa para pedir indicaciones.
A muchos residentes norteamericanos les robaron joyas y relojes mientras caminaban por las calles (…) junto a los robos convencionales también siguen existiendo los llamados “secuestros express” (...). Entre enero de 2004 y enero de 2005, la Policía Federal intervino en 1.083 casos con turistas como víctimas, 168 de estos casos fueron de víctimas norteamericanas”.
El informe consular –escrito como si nadie nunca hubiera sido robado en Nueva York, Washington o Connecticut– no es muy distinto a las declaraciones un poco paranoicas del propio presidente frente a la Sociedad de Editores de Periódicos en abril del 2005: “No les envío mails ni siquiera a mis hijas, porque temo que los lean y los publiquen”. “Debe haber cierto sentido de la privacidad”, dijo, mientras aseguró que “Washington lo investiga todo”. “No quiero que la gente lea mis cosas personales”, agregó. El robo del celular de Barbara, entonces, debe haberlo puesto un poco incómodo.
Mientras en Buenos Aires se divertían pensando en un llamado del ladrón al directo de Bush en la Casa Blanca, fuentes de la Embajada norteamericana aclaraban que las Primeras Hijas llevan un GSM común, que podría tener algún teléfono directo de la Casa Blanca en la memoria, pero nunca tan directo como para que atienda personalmente Daddy.
Los familiares no acceden al “teléfono rojo”. El descuidista podría acceder a algún número de la White House o del rancho de Texas, pero debería tener un excelente inglés para superar la primera barrera. Las mismas fuentes locales aseguraron que el despido de los cuatro custodios es todavía un asunto en trámite: el argumento de defensa del Servicio Secreto fue que ellos están para proteger la vida y no los bienes, y que no es mucho lo que pueden hacer si un punguista les arranca una cartera, ya que no deben dejar desamparado a quien protegen.
La continuación de la visita no estuvo exenta de color local: las Primeras Hijas cambiaron dos veces de hotel en Palermo Hollywood y, mientras cenaban en la esquina de Carranza y Honduras, se incendió una casa abandonada sobre Carranza al 1700, a menos de media cuadra del restaurante.
SI VIENE EL COMUNISMO, ME VOY AL CAMPO
Entre cientos de versiones, desmentidas, guardias fotográficas y comunicados oficiales, nadie termina de creer completamente el motivo de la visita de Jenna Bush al Paraguay, desde donde voló hacia Buenos Aires. Después de un año de trabajar como maestra para “adaptación de inmigrantes hispanos” en Washington DC, Jenna entró como “trainer” a Unicef y fue enviada a una oficina que la organización tiene en Panamá.
En octubre, un portavoz de UNICEF anunció que se hallaba en “visita privada” en Paraguay, donde “iba a interiorizarse sobre planes sociales”. En su segundo día en Asunción, Jenna cenó en la residencia de Mburuvichá Roga con el presidente Nicanor Duarte y su esposa, Gloria Penayo, y después del café cruzó la avenida hasta la Embajada norteamericana, donde pasó algunos días.
Días después, una nota del prestigioso periódico inglés The Guardian insistió en una versión que la prensa local ya había difundido en Paraguay: que Jenna había llegado a comprar o a finalizar los trámites de compra de 40.500 hectáreas a nombre de su padre en Paso de Patria, una zona semiárida del Chaco paraguayo en la frontera con Brasil y Bolivia, vecino del denominado “Pantanal” brasileño y de las reservas gasíferas bolivianas, a unos 600 kilómetros de la capital.
La versión fue confirmada por el gobernador del Alto Paraguay, Erasmo Rodríguez Acosta, y desmentida por la Embajada norteamericana en Asunción, que desmintió a la vez las supuestas intenciones de Estados Unidos de instalar una base militar en el país. Según la Embajada, los programas de asistencia militar terminan a fines de 2007, y nadie contempla la instalación de una base militar allí.
Quienes descreen de las desmentidas recuerdan que, hace un tiempo, Estados Unidos declaró que la base de Manta en Ecuador era utilizada para “vigilancia meteorológica” hasta que finalmente, luego de varias denuncias de la prensa, en Quito admitieron haber firmado un acuerdo por diez años para cobijar en el país a centenares de efectivos de tropas norteamericanas y varios miles de mercenarios.
Hay quienes sostienen que la base de Mariscal Estigarribia en Paraguay ya tiene más de cinco años de existencia semiclandestina, y cuenta con una pista de aterrizaje de 3.800 metros, que permite bajar allí a los aviones de mayor tamaño del actual parque aéreo de USA: los Galaxy y los B-52. La base se encuentra en un proceso de transformación para albergar a 16.000 efectivos. Es altamente probable que ningún punguista quiera acercarse.
INVESTIGACIÓN: JL / ROMINA MANGUEL / LUCIANA GEUNA / SARAH HOLMES