Segunda parte de Maras y terrorismo.
La negación por el desconocimiento y la confusión.
La emergencia del terrorismo ha cambiado el panorama político social del mundo. Incluso, con la aparición de las maras, el panorama callejero centroamericano y de otros países del mundo, también se ha visto comprometido. Porque las maras, si bien no operan contra los ciudadanos comunes, perjudican el buen vivir de las sociedades. Las disputas entre maras rivales, por lo general, siempre terminan con muertos. Este tipo de accionar, no es sano para ningún grupo social. E independientemente de que conformen un submundo, muchas de sus operaciones, repercuten en los individuos.
La explicación se asienta en una cuestión natural. Y es que es ese submundo forma parte de un mundo global. En el cual, todos nos hayamos inmersos. Sus acciones no son privadas, son públicas y ponen de manifiesto el grado de comprometimiento del orden social establecido. Un orden que, indudablemente, está en jaque. Que evidencia la fragilidad de las políticas gubernamentales y que pone al descubierto un mundo inseguro. Más diría, absolutamente peligroso.
El terrorismo, en cualquiera de sus formas, profundiza el siglo del miedo y nos aleja aún más, del siglo del perdón. Utilizado por grupos políticos que han salido del camino de la legalidad; por ex integrantes de ejércitos de elite; y por supuesto, desde el Estado mismo, el terrorismo se ha apoderado de las sociedades modernas. A punto tal de crear un estado de guerra permanente. Aquel al que se refería el contractualista Thomas Hobbes.
Los hombres se encuentran enfrentados por naturaleza y también, por desear todo aquello que no poseen. De ahí, la explicación de algunos actos terroristas que se experimentan a diario. La falta de respeto por las normas vigentes; la anomia que existe en muchos países; algunos delirios místicos; y la necesidad de muchos pueblos a la victimización, hacen que los sujetos sean, sujetos sujetados.
Desde algunos círculos intelectuales suele decirse que los mareros no son terroristas porque no tiene fines políticos. Creer y difundir esta afirmación, es volver a caer en un error común. Significa que aún, no se ha comprendido que el marero no es el pandillero. Este último, claro está, no tiene fines políticos. Sus niveles de ignorancia y adicción, suelen impedirle una proyección. Adolecen de conocimiento para poder premeditar los actos demencialmente estratégicos y tácticos que realizan las maras.
Por lo tanto, resulta imprescindible comprender que con el paso del tiempo, han surgido nuevas formas de terrorismo. Y por ende, nuevos individuos a cargo del manejo del mismo. Crimen organizado, terrorismo, narcoterrorismo, narcoguerrilla, y terrorismo internacional son algunas de las variables de violencia que se manejan en el mundo. Y a pesar de la negación de muchos investigadores y gobiernos, las maras, se vinculan con varias de éstas variables. Por lo menos, con las tres primeras.
Estas cuestiones generan una división espacio temporal característica de la fragmentación que conlleva la modernidad. Las sociedades, debido a la violencia a la que asisten, experimentan un desanclaje. Deben romper con sus relaciones sociales locales como consecuencia del terrorismo. Al tiempo que se los despoja del resto de los usos y costumbres cotidianos.
Y las prácticas sociales son constantemente examinadas en los nuevos contextos. Se produce una puja entre el localismo y el visitante. Quien quiere imponer su cultura por sobre la cultura existente. Las prácticas violentas, independientemente de su formato, modifican toda la estructura social.
Porque se ha llegado a un punto en el que la violencia se ha mundializado. Los lazos de solidaridad no son sólidos como los construidos en la pre modernidad. Y la conjunción de mercado, política y guerra revelan la conformación de las relaciones sociales de producción, así como también, de dominación.
Tanto es así, que las conquistas humanas, en términos de patrimonio territorial, instituciones, cultura, conocimiento y demás, se llevaron a cabo mediante el empleo de las armas. Por lo tanto, el intercambio comercial entre los pueblos ha sido y aún, sigue siendo, una de las principales condiciones para el surgimiento de conflictos. Maras, como brazos de Kaibiles y Zetas toman las armas desatando una guerra cuya principal característica es la violencia del terror.
Mientras autoridades, intelectuales e investigadores, se empeñan en no reconocerlas como nuevas figuras terroristas.