La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Rucci: El asesinato que yo testimonié.

Por Luis Sobrino Aranda.

Había sido yo designado por el General Perón asesor en Madrid para los temas militares. Eso me permitió poder compenetrarme -como consta en las revistas panorama y primera plana y diarios de esa época- de los hechos acaecidos y por acaecer. Desde esa asesoría fui designado interventor del movimiento en la provincia de Santa Fe, cuando el partido antes de las elecciones de 1973, se partió en dos, contra la posición disimulada de no estar de acuerdo con mi designación de Cámpora, Perón lo hizo, y luego ello me llevó a ser Diputado nacional por esa provincia y Secretario de Defensa Nacional por voluntad excluyente del General.

Desde el inicio se olían las diferencias y los distintos fines del pensamiento de Perón y el de la Juventud Peronista, que se rompe definitivamente con el asesinato del único dirigente gremial de absoluta lealtad a Perón: José Ignacio Rucci. El General nos manifestó varias veces en Madrid y Buenos Aires que era como un hijo pasa él, que no estaba al alcance -por su absoluta honestidad de principios y de conducta- de la famosa libreta negra -así la llamaba y mostraba San Sebastián, el Ministro de Trabajo del General Lanusse, que en ellas anotaba todas las comisiones de los distintos dirigentes gremiales, y de las cuales también estaban excluidos Lorenzo Miguel y Eleuterio Cardoso, entre otros pocos. El secretario administrativo del sindicato metalúrgico Franco -aún con vida- es testigo de esos hechos.

En Madrid, Rucci era un estorbo, no sólo para la JP sino para Cámpora y sus acólitos, por la firmeza de su lealtad. Rucci y Lorenzo Miguel avalaron el cambio de Galimberti por Juan Manuel Abal Medina, un moderado en cuanto a los ataques de los permanentes dichos en las manifestaciones de: “Se va acabar… se va acabar… la  camarilla sindical…”

Cuando era inminente la autorización de Lanusse del retorno de Perón, San Sebastián quiso impedir una amplia solicitada de la CGT a favor del General, y allí fue sin duda que emergió la figura de Rucci que, sin permitir un solo argumento, sostuvo ante distintas posiciones dubitativas de gremialistas, “si es necesario, la firmo yo solo, carajo!”

Mi relación con él en Madrid -como con Lorenzo Miguel- fue de absoluta coincidencia hasta los últimos días de ambos, aun yo actuando en el grupo de trabajo disidente de Isabel, una vez fallecido Perón.

La vuelta de Perón fue trágica, es de público y notorio, y el agravamiento de las relaciones, una consecuencia. Perón por todos los medios trató de hacerles entender a los máximos dirigentes de la juventud, por medio de un mensaje público que fue claro: “bueno, muchachos, ahora debemos todos unirnos y reconstruir la Patria…”, tres meses antes a grupos de peronistas de izquierda y derecha les dijo: “Deseo hacerles un llamado a todos, al fin y al cabo somos hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo; tenemos una revolución unitiva que realizar, pero para que ella sea válida, ha de ser una reconstrucción pacífica. Y sin que cueste la vida de un solo argentino…”

Había consensuado ello con otro grande, el Dr. Ricardo Balbín, y construir una sólida amistad política con la cabeza del radicalismo, ese gran hombre que fuera Ricardo Balbín. Ambos habían hecho su catarsis de errores en un abrazo y se habían comprometido a unir el país y luchar por ello. La muerte de ambos impidió que Balbín hubiese sido presidente en 1983, según mis apreciaciones. La fórmula hubiese sido Balbín-Luder.

La gravedad se introdujo cuando la Juventud Peronista, ya unida con otros grupos armados de ultraizquierda, borró la última posibilidad de lograr los deseos de Perón.

Así llegamos al miércoles 25 de septiembre de 1974, a mediodía, cuando en un complot que se sostiene se realizó desde los ámbitos del gobierno de la provincia de Buenos Aires, es vilmente asesinado un hombre de paz y unión, honesto a carta cabal, y ese hecho produciría una condigna reacción de Perón, que con firmeza intervino de cuajo las importantes provincias que le había otorgado generosamente, en aras de paz, a la Juventud Peronista: Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, a cargo del histórico Bidegain -la primera- cuyos familiares lo habían inducido al cambio, Obregón Cano y Martínez Baca, respectivamente.

Ese asesinato cambiaría el país en un solo instante; ya nada sería igual. La Juventud Peronista se rompió en dos: la leal con Perón y la otra, que se implicó a fondo con las organizaciones especiales. Se había roto esa unidad; una JP adicta y leal a Perón y otra ya visiblemente unida a las formaciones especiales. Perón terminó la tarea interviniendo la Universidad de Buenos Aires, que también se las había otorgado, y colocando a un duro abogado entrerriano, a quien había conocido en su primer destino en el Regimiento 12 de Infantería, el Dr. Ottalagano, que inicia un durísimo cambio.

El país, por ese asesinato, se había partido inexorablemente en unos minutos en dos y era el inicio no deseado por Perón/Balbín de los hechos que se irían acumulando y produciendo inexorablemente, de muertes injustas de un lado y del otro, creciendo una figura no deseable como lo fue José López Rega.

En la primera denuncia que realizó la familia Rucci, fui testigo de cargo, porque sostuve en el expediente que en plena sesión de diputados de ese día vi entrar a uno de la JP y decir de viva voz: “Lo hicimos…” Y abrazarse con ellos en el sector izquierdo, contra la pared de la sala de sesiones, qucrimen cambió el país y el curso de la historia real de las fuerzas populares enfrentadas hasta ahora lamentablemente.e era el lugar fijado para ellos.

Aquel  La Juventud Peronista se fracturaría en la Lealtad una y las primogénitas, las otras, y ellos mismos sufrieron las consecuencias del hecho acaecido para desgracia del país.

Ese juez fue el primero en negar la realidad, ahora otro, el Dr. Ángel Lijo se agrega a negar los hechos y el negar la calificación de genocidio al asesinato, anteayer, que contraría los principios básicos de la Corte de Derechos Humanos de La Haya, cuyo fiscal es un argentino.

Ayer la presidente rechazó una invitación a presidentes a un almuerzo ofrecido por Barack Obama, por un homenaje a Evita, que nos consta a los aún vivientes integrantes y asistentes a la conformación de la Confederación General Universitaria (CGU) como herramienta de lucha en noviembre de los ‘50 contra la FUA, pues Evita era sin duda opositora al dominio en esos momentos de comunistas y socialistas de las distintas casas de estudio y nos convocó a un congreso realizado en el teatro Cervantes bajo su presidencia, en esa fecha, para dejar en claro que esa organización sería de ideología de centro, o sea, la tercera posición.

Viven aún para testificarlo, a más de mi diploma, el Ing. Rufino Beltrán, de esta ciudad, el Dr. Helio Lobo Asencio, ex integrante luego de la Corte de Justicia santafesina bajo el gobierno de Silvestre Begnis en el ‘73, y Héctor Villalón, leal acompañante de Perón en Madrid, en su exilio, y hoy con residencia en Nueva York, todos ellos y el suscripto fundadores de esa institución creada, apoyada y concretada para defender la ecología peronista.

Querer sostener que existe coincidencia en algo entre el peronismo de Perón/Evita, ambos indisolublemente unidos en bien o mal, con el kirchnerismo es una herejía ideológica.

Obran en mi poder documentaciones que he otorgado a muchos periodistas actuales y especialmente a los historiadores Reato y Yofre.

La reunión de anteayer de peronistas, gremialistas y personas que se han adherido al acto convocado por Hugo Moyano, para exigir justicia por el asesinato, con la compañía entre otros de Graciela Camaño, Adolfo Rodríguez Saá, Momo Venegas, Juan Manuel de la Sota, entre otros, fue muy oportuna, porque hoy la Cámara de Apelaciones tratará la apelación de los hijos de Rucci y recibirá el informe del abogado de ellos, Dr. Miguel Ángel Pío, en refutación del fallo del juez Ángel Lijo, que ordenó el cierre de una causa sin sólidos fundamentos para ello.

Entiendo que es mi obligación MORAL, siguiendo el deseo de Perón / Balbín de unir el país, expresar acontecimientos que desde mi vida acompañan la exactitud de los reclamos de la familia de Rucci y el deseo, sin duda, que tenía Perón de clarificar ese asesinato que cambió el curso de la vida del país.

Fuente: El Informador Público.

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