La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Esoterismo y poder.

El ex presidente de Brasil, Fernando Collor de Mello, practicaba magia negra. Así lo reveló su ex esposa en una entrevista televisiva, donde también ventiló que la amenazó de muerte. El ex presidente brasileño practicaba rituales de magia negra cuando gobernaba el país entre . Así lo afirmó Rosane Collor, la ex esposa del actual senador. “Ellos (Collor de Mello y su grupo más cercano de asesores) hacían rituales de magia negra, pero no con mi participación, porque en algunas cosas yo participé, pero en la gran mayoría yo no aceptaba participar”, afirmó Rosane en una entrevista televisiva al canal Globo.

Con esta declaración, la mujer que estuvo casada durante 22 años (hasta 2005) con el político brasileño confirmó la revelación de los rituales de magia negra que en 1992 hizo su propio hermano Pedro Collor de Mello en la revista Veja. Dos años después, el hermano del ya entonces ex presidente murió víctima de un cáncer de cerebro.

“Eran trabajos en cementerios, trabajos muy fuertes y con los animales, era una matanza, con gallinas, bueyes, vacas y demás animales que eran sacrificados. Cuando conocí a Fernando, él ya frecuentaba esos ‘ambientes’ y cuando estuvimos casados él los practicaba”, aseveró Rosane. Los rituales eran comandados por una hechicera de nombre María Cecilia, hoy pastora evangélica como la propia Rosane, y quien aparece al lado de Collor de Mello en varias imágenes de la época en la que el ahora senador, aliado de la presidenta Dilma Rousseff, gobernaba el país.

Se denomina magia negra a aquellos actos de liturgia mágica cuya naturaleza, métodos u objetivos no son comúnmente aceptados por la sociedad donde se producen. Se utiliza como antónimo de magia blanca. Parece que la expresión “magia negra” se expandió en tiempos relativamente recientes, vinculada o derivada del término nigromancia, pues en sociedades anteriores la magia estaba permitida o estaba prohibida, pero no era común que hubiera una “magia aceptada” frente a una “magia no aceptada”.

Esta oposición de conceptos es propia de sociedades no totalitaristas, y por tanto modernas o contemporáneas. Probablemente surgiera ante la necesidad de asimilar en una misma sociedad religiones monoteístas de Estado y creencias locales durante el periodo colonial. En las sociedades occidentales contemporáneas, un subtipo particular de división creada de la magia negra es la Magia roja.

El cristianismo es contrario a la magia negra y otras prácticas de magia en general, afirmando que cae muchas veces en un culto al Diablo y, por tanto, incumple el Primer Mandamiento. Categóricamente, no hace distinción entre magia blanca y magia negra. Sin embargo, para la mayoría de sociedades esotéricas solo se considera “Magia Negra” aquella que manipula directamente la libertad, o capacidad de elección de un individuo. Siguiendo este criterio, todos los hechizos o rituales para “enamorar” están considerados como “Magia Negra”, ya que manipulan directamente los sentimientos del afectado.

Hoy en día (y como a lo largo de toda la historia), la práctica de la magia, sobre todo las prácticas adivinatorias como el tarot o el I Ching, está muy extendida dentro del ámbito político. senadores, diputados, gobernadores, intendentes y funcionarios de todo tipo saben consultar asiduamente a tarotistas y videntes en su búsqueda de construir poder.

Acerca de este tema, un libro muy interesante y prácticamente imposible de ser hallado en nuestros días, se titula “El simbolismo de la Masonería” cuyo autor, el arzobispo de Port Louis, Monseñor Léon Meurinl, se expĺaya acerca de los interesantes paralelismo que existen entre la alta política y el Simbolismo. O mas precisamente, el Simbolismo oriental. Los poderes institucionales que mueven el mundo actual –aquello que en los países anglo-sajones es denominado Establishment, y en el resto del mundo el Sistema– son, por su origen étnico, de apabullante mayoría oriental.

Estas personas, en relación con sus actividades, frecuentemente secretas, utilizan siempre lenguajes simbólicos, mensajes cifrados, códigos esotéricos reservados a iniciados. Y no tan sólo por simple conveniencia, sino también por inclinación innata inherente a su propia naturaleza tortuosa. Recordemos por ejemplo los signos cabalísticos que fueron pintados en las paredes de la vivienda en donde fueran asesinados el ultimo zar de Rusia y los miembros de su familia. Racionalmente, cabe preguntar: ¿qué necesidad había de que fuera cometido de tal modo el crimen? Tal vez, como efecto, tal necesidad existiese, sin embargo nos inclinamos a pensar de que no se trata sino de una expresión anímica de los miembros del pelotón de asesinos.

Profundizando en el estudio de los hechos contemporáneos, observamos casos, coincidencias al mismo tiempo sorprendentes e inquietantes. Por ejemplo: existe un lenguaje de los números. El número trece, que solamente en los países cristianos es símbolo de desgracia (para aludir a los trece comensales de la última cena, siendo el décimo tercero el traidor Judas), entre los judíos es en cambio signo de suerte. ¿Por un motivo idéntico? Lo ignoramos.

Sabemos que el once es un número de venganza, de castigo. Así pues once –precisamente once– fueron los condenados en Nüremberg que tuvieron que subir a un patíbulo que tenía también precisamente once escalones. ¿Coincidencia? Puede ser. Como también puede ser coincidencia que Aldo Moro –quien preconizaba una política para el Medio Oriente que no agradaba a los poderes instituidos– tuviese que ser asesinado con once, precisamente once, tiros. Y que once tiros hubiese recibido Jurgen Ponto, el magnate de Dresdner Bank, cuya política energética no era para nada ortodoxa” según los dictámenes de los señores del sistema. Once fue también el día escogida para la explosión del World Trade Center. Podría haber sido el diez o el nueve, pero fue en cambio el once. Coincidencias.

Hay también muchas otras coincidencias. Por ejemplo: el movimiento comunista adoptó el rojo para el color de su bandera. Podría haber sido cualquier otro color, pero fue el rojo. En alemán; Rotes Schild, “emblema rojo”, era el sobrenombre de la dinastía bancaria Rotschild hasta que el mismo fue arreglado de manera más eufónica. Marx vivía sin trabajar y gozando de misteriosas protecciones, en la Londres victoriana en donde Disraeli y su padrino, Lord Rotschild, hacían la ley. ¿Coincidencias?

Este tipo de situaciones han hecho crecer especulaciones de todo tipo desde la famosa conspiración masónica para controlar el mundo a la nueva y aggiornada conspiración de los Iluminatis, best seller de las teorías de la conspiración que rara vez acierta en alguna de sus predicciones más apocalípticas. Lo que sin dudas es cabalmente visible es que el pensamiento mágico se reproduce a lo largo y ancho de toda la sociedad, superando incluso las barreras de contención que establecen los límites de la “realidad”.

Informes