La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

La verdadera historia del "accidente" de Pradón.

Por Jorge Boimvaser.

¿Recuerdan cuando en marzo de 2004 supuestamente la (ex?) vedette Alejandra Pradón se cayó del séptimo piso? Aunque todos los medios corrieron tras la endeble versión de la ex rumbera, todo el mundo siempre sospechó que haya zafado de esa tragedia con apenas algunas fracturas en sus piernas y cadera.

Ahora, en el sitio Minutouno.com (que dirige Chiche Gelblung) el periodista Jorge Boimvaser cuenta la posta en tres entregas sin desperdicio. Resumen: Pradón vivía en el séptimo piso, pero se enfiestó con varios futbolistas en el primer piso del mismo edificio, donde vivía uno de los futbolistas.

Llegó el novio (el que se lo acusó de haberla tirado) re loco de celos y los muchachos planearon sacarla a Pradón por el balcón, a lo de un vecino amigo. Pero con tanta mala suerte que trastabilló y cayó a la calle. Uno de los futbolistas (arquero) se iluminó y llamó al presidente de su club, quien rápidamente solucionó las cosas con varios llamados a jueces, políticos, periodistas y comisarios. La joda le salió cara a los jugadores, que tuvieron que devolverle al presidente de su propio bolsillo.

Pero es justo aclarar que una versión casi idéntica a la de Boimvaser ya pululaba desde el año pasado en este foro. Y además, con nombres y apellidos. ¿Qué jugador vivía en el primer piso de ese edificio? “Pipino” Cuevas, que en ese entonces jugaba en River. En la fiesta habrían estado el Chino Garcé, Cavenaghi y el Coco Ameli.

Más allá del chisme de color y lo berreta del tema, es importante analizar cómo los grandes medios publicaron la noticia del accidente de Pradón sin averiguar qué había pasado realmente. A pesar de las sospechas generales, siempre se pegaron a la versión de Pradón, que encima se contradecía todo el tiempo.

Recordemos que por este tema, Pradón fue tapa de revistas, Majul la entrevistó en su programa desde la clínica y Susana Giménez la recibió en su living con un andador cuando pudo caminar por primera vez. Pero hay más: la policía reconstruyó el supuesto hecho con un maniquí, mientras las cámaras de noticieros “serios” transmitían en directo.

Seguramente, todo formaba parte de una gran farsa y nadie se preocupó por informar la verdad. Ahora, como es obvio, ningún medio pedirá disculpas si se confirma la versión de los jugadores; y los periodistas que cubrieron aquel caso se harán los otarios, como de costumbre.

Parece reiterativo pero es necesario insistir en que, muchas veces, para leer una versión más cercana a lo que realmente pasó sobre algún hecho en particular, hay que buscar por el lado de los blogs y la web.


La "caída" Alejandra: una noche de fútbol, sexo, celos y mentiras. Parte 1.

La historia oficial dice que el 15 de marzo de 2004 la vedette se cayó de un séptimo piso y sólo sufrió algunas fracturas. Pero la verdad es otra e incluye una amplia campaña de encubrimiento para "salvar" el buen nombre y honor de Pradón y ocultar la identidad de varios jugadores de un club de Primera División.

La vedette Alejandra Pradón no cayó desde el balcón del séptimo piso del edificio situado en la calle Mendoza 1925 del barrio de Belgrano la madrugada del 15 de marzo del 2004 como se dijo hasta este momento. Su historia es un poco más modesta en cuanto al milagro de su supervivencia y más compleja en torno a la trama de encubrimiento que se montó a su alrededor por la dirigencia de uno de los clubes de fútbol más importantes de la Argentina.

La vedette Alejandra Pradón no cayó desde el balcón del séptimo piso del edificio situado en la calle Mendoza 1925 del barrio de Belgrano la madrugada del 15 de marzo del 2004 como se dijo hasta este momento.  

La sucesión de los hechos fueron minuciosamente detallados a por una “garganta profunda” del club deportivo en cuestión y verificado por este diario a partir de varios informantes que condicionaron relatar la verdad de los hechos a cambio de conservar su identidad en el anonimato.

La reconstrucción del episodio es la siguiente: pasada la medianoche de ese lunes de marzo algunos integrantes del club de primera que habían tenido una intensa semana de trabajo, se juntaron en el edificio de Belgrano. Según las fuentes consultadas, en el primer piso a la calle de Mendoza 1925 se alojaba un jugador del plantel que, durante esa noche, había invitado, por lo menos a tres compañeros (algunos testimonios insisten en que el total de jugadores reunidos era de entre cinco y siete). Además del dueño de casa, se encontraban “el defensor pelilargo”, “el gran goleador” y “el gran arquero”.

Después de una comida de empanadas y vino aprovechando que el lunes tenían jornada de descanso, se escuchó un “taconeo” en el palier del departamento que anunció a la pulposa vecina del séptimo piso, quien tras algunos segundo golpeó a la puerta. La vedette Alejandra Pradón lucía apenas unos pantalones ajustados y una remera de manga corta que resaltaban más aún su exuberante anatomía.

Dicen algunos vecinos, testigos involuntarios de la agitada reunión, que esa noche, al igual que muchas otras, desde el departamento del primer piso se escuchaban gemidos, aullidos y más exteriorizaciones de placer. Sin embargo, algunos hechos harían que la del 15 de marzo, fuera una velada diferente que quedaría registrada en la historia de los escándalos nacionales.

Pasadas las cuatro de la mañana ingresó al edificio el novio oficial de Alejandra Pradón, el entrerriano Fabrizio Lallana, hombre muy celoso y de modales violentos según confesaron más tarde allegados a la vedette. Lallana habría intentado comunicarse con su novia pero ante la imposibilidad de ubicarla tanto en el teléfono de línea como en el celular, decidió ir personalmente al encuentro de ella en plena madrugada.

Al no ubicarla en el séptimo piso decidió actuar según lo que la intuición le dictaba y bajó hasta el primer piso. Su percepción no le falló, ya que desde el departamento de “el paraguayo” se hacían ostensibles los sonidos propios de una jornada amorosa tupida y variada.

Víctima de celos amorosos y pasionales, ciego de pensar que su mujer se encontraba no en los brazos de un solo hombre sino en los de cuatro o cinco, comenzó a golpear furiosamente la puerta del departamento del cual emergían risas y gemidos.

Entonces, hubo un desconcierto generalizado en el interior del lugar hasta que un futbolista se decidió a pasar a la vedette al balcón de al lado, aparentemente propiedad de un vecino amigo del dueño de casa. Alejandra Pradón consiguió hacer equilibro en el balcón de ese primer piso, pero cuando estaba por conseguir su objetivo, una mala maniobra la hizo trastabillar. Intentó aferrarse a la rama del árbol, pero el peso de su cuerpo siliconado pudo más que la sobria naturaleza y la vedette, con rama y todo, cayó pesadamente contra el jardincito ubicado en la puerta del edificio.


Escándalo Pradón - Así fue el "operativo encubrimiento". Parte 2.

Lejos de la versión oficial, la verdad habla de un episodio que mezcla encubrimientos, grandes nombres y mucho, pero mucho dinero.

La caída de Alejandra Pradón hizo entrar en pánico a los jugadores del importantísimo club de fútbol que se encontraban en el departamento del primer piso en medio de la fiesta frustrada por la aparición del novio de la vedette. Tal es así que algunos de ellos, en medio de la confusión, salieron corriendo del edificio de la calle Mendoza mientras el engañado Fabrizio Lallana cargaba en sus brazos a la rubia y la llevaba hasta el séptimo piso.

El mas frío y cerebral de los cracks fue “el arquero”, quien atinó a comunicarse de inmediato con el Presidente de su club para coordinar acciones. Así fue como surgió el “operativo encubrimiento”.

Aunque suene frío y algo despiadado, para los clubes, los jugadores constituyen un patrimonio al igual que una propiedad, un auto o un predio deportivo. Y esa noche de jolgorio, en el departamento del primer piso, había un “capital humano” que rondaba –según las estimaciones de todos los consultados-, entre los siete y los nueve millones de euros… Demasiado dinero como para esfumarse si el escándalo con la vedette asomaba a las pasarelas mediáticas. 

Si bien es vox populi que en el fútbol europeo existe un gran lavarropas que centrifuga cientos y hasta miles de millones de euros en lavado de dinero a partir de grandilocuentes transferencias de jugadores (las sociedades anónimas que controlan el fútbol en el Viejo Continente pueden pagar fortunas difícilmente amortizables por un crack de origen sudamericano o africano), no es menos cierto que lo que ninguna institución de Europa tolera son jugadores conflictivos o “manzanas podridas” que puedan contaminar al resto del equipo. 

Es decir, si el escándalo de esa noche en el departamento del crack argentino llegaba a hacerse público, los siete o nueve millones de dólares en “capital humano” reunidos en esa fiesta de fútbol, sexo y rock and roll  pasarían a convertirse, en un instante, en apenas monedas.  

Era más que obvio que el presidente del club, personaje ducho en los negocios, no podía permitirse una pérdida semejante, producto de una fiesta de las tantas que ocurren en los planteles futbolísticos locales. Así fue como el hombre, de fluidos contactos en el mundo de la política y también en el ambiente policial, se encargó personalmente de realizar todos los llamados del caso para reescribir la historia y que esta llegara al gran público en los términos en que finalmente se conoció.  

Tras la impecable operación, personal de la comisaría se hizo presente en el edificio de Belgrano y se dirigió directamente hasta el séptimo piso sin hacer escala en el primero.

Mientras tanto, una ambulancia socorría a Alejandra Pradón y la depositaba en la Clínica Suizo Argentina, lugar desde el cuál la vedette sorprendía “urbi et orbi” con una serie de expresiones célebres para un culebrón que recién comenzaba: Primero dijo “me empujó, me empujó”, en alusión a su novio Fabrizio David Lallana, para posteriormente pasar a un “no me acuerdo de nada”.

En tanto el parte médico establecía que las heridas de Pradón consistían en fractura de pelvis y de vértebra dorsal y cervical, lo que equivale a decir: apenas unos magullones. Un milagro, si la caída se hubiera producido desde un séptimo piso. Los medios manejaron a partir de esa noche una noticia de la cual se hablaría durante meses.

La articulación de la historia para que pareciera un milagro mostró el aceitado mecanismo manejado por la dirigencia del club para que sus jugadores –es decir, su patrimonio- salieran indemnes del escándalo.

En el ambiente futbolístico se sabe que la preferencia de los jugadores del club en cuestión por las noches de sexo compartido y la debilidad por las vedettes es un “vicio” habitual: al conocido episodio de relaciones swingers entre los matrimonios de algunos de los futbolistas que integran el plantel, se suma el recuerdo de la noche fatal en que una modelo, ex novia de un futbolista del equipo rival se accidentó en la Panamericana al regresar de una quinta de Pilar donde había pernoctado con varios jugadores.  

Por no hablar del show en el estacionamiento de uno de los hoteles más importantes de la Argentina, donde no fueron pocos los que vieron al jugador con apodo extranjero y a “la sobrina” subir a la 4 x 4 del futbolista después de haber pasado toda la noche en el afamado cinco estrellas. Y no una, sino varias veces...

En el episodio Pradón, la famosa expresión “billetera mata galán” se reformuló en “billetera mata escándalo”: los dirigentes del famoso club pusieron mucho dinero para tapar la verdad y lograr, de esa manera, que no perdieran valor los cracks de la institución. Dinero que los responsables de la frustrada fiestita repondrían al presidente del club de sus propios bolsillos tiempo después. 


La verdadera historia del "accidente" de Pradón. Parte 3.

El martes 23 de marzo del 2004 se llevó a cabo la reconstrucción judicial de la caída de Alejandra Pradón según la propia versión dada por la vedette (explicación que nadie atinó a rebatir ni siquiera en ámbitos judiciales).  

Cámaras mediante, la sociedad observaba perpleja las imágenes que debían ilustrar la historia oficial. A la vista de todos, el Juez de Instrucción Carlos Bourel, peritos de la Policía Federal y de la Gendarmería arrojaron reiteradas veces desde el balcón del séptimo piso un muñeco con las proporciones y el peso de la Pradón.  

Se intentaba determinar si la víctima había caído accidentalmente o si había sido empujada al vacío por su novio Fabrizio Lallana, también presente en la reconstrucción y a esa altura de la circunstancia imputado judicialmente por el delito de “homicidio en grado de tentativa”. 

La expresión popular de “además de cornudo… apaleado” pareció no importarle a Lallana, quien nunca atinó a confesar la verdad de los hechos, seguro de que zafaría de la acusación (como finalmente ocurrió) y regresaría a su Entre Ríos natal con una billetera abultada y sus quince minutos de fama a cuestas para intentar su propia aventura en el mundo del espectáculo. 

Para Alejandra Pradón, esta caída no era su “primera vez” en el mundo de los escándalos mediáticos y amorosos: como es de público conocimiento, la rubia ya había tenido relaciones conflictivas con el futbolista de Independiente Claudio Arzeno y con el ex manager de Diego Maradona, Guillermo Cóppola.  (Este último terminó su noviazgo con la vedette en malos términos, algo nada habitual en él dado que todos sus anteriores amoríos con mujeres del espectáculo tuvieron finales amistosos y sus ex aún hablan maravillas del canoso empresario). 

El 3 de mayo del 2004, pocos días después de recibir el fallo de  “falta de mérito” dictado por la Sala IV de la Cámara del Crimen Fabrizio Lallana compartía la mesa con Mirtha Legrand. La historia ya jugaba en las grandes ligas mediáticas, generando, cada día jugosas y contradictorias hipótesis y declaraciones por parte de los protagonistas.

Así fue que, cuando la conjetura de la caída desde el séptimo piso parecía estar firme, la propia Pradón abandonó su muletilla del “…no recuerdo qué pasó”  para pegar un giro de 180 grados con un “…siempre supe que al lado de Fabrizio estaba en peligro… Vas a arruinarme mi vida y mi trabajo. Por amor soporté demasiado”.

La  farsa alcanzaba ribetes insospechados. 

La justicia parecía ciega a los hechos, presa de la manipulación de algunos dirigentes futbolísticos con fuertes contactos en la política y la policía y una billetera cargada de poder. Finalmente, el club de primera línea que afrontó la “inversión” en el “operativo encubrimiento” recuperó pronto el dinero gastado en tapar el escándalo.

Al cabo de un año, todos los protagonistas de aquella jornada de fútbol y sexo habían sido transferidos al exterior, y al momento de cobrar el 15 por ciento que le corresponde a cada jugador por su pase allí estaba algún dirigente de la institución para deducir su cuota parte y recuperar para el club la suma invertida en comprar silencio y voluntades.

Ya no está en la Argentina ninguno de aquellos célebres cracks para que la justicia los interrogue sobre lo verdaderamente acontecido aquella madrugada tragicómica.  

En el ámbito futbolístico se sabe que las fiestas de jugadores con mujeres son “cosa de todos los días”. Es más: son muchos los que afirman que esa “práctica” es sana para la salud mental de los deportistas y está implícitamente aceptada por los dirigentes, a quienes, hoy en día, no les preocupa tanto el tema de mujeres sino otro mucho más serio que tiene que ver con el consumo de sustancias poco saludables…  pero de ese tema hablaremos en otra ocasión.

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