La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Operación San Vicente.

Por Joaquín Van Der Ramos.

Emilio Quiroz debe ampararse en la Obediencia Debida. Cumplió órdenes de la superioridad. La Argentina entera -señala Oberdán Rocamora- se transformó en un Quirófano.

Una sala ideal para operaciones, políticamente desprolijas. Donde suelen sucederse más abortos que partos. Se obturan más proyecciones de las que se crean. Desfilan cotidianos apéndices. Reacomodamientos significativos de intestinos. Se destaponan arterias.  

Ocultos cirujanos se atreven a cuestiones trascendentes de cardiología. Pero con la precaria utilización de instrumental quirúrgico muy berreta. En el Quirófano, desfila, por ejemplo, Jorge Julio López. "El Ausentado", como lo llama Rocamora.  

Sin embargo ahora transcurre el turno, en el Quirófano, de la Operación San Vicente.

La Obediencia Debida

Emilio Quiroz, alias Madonna, podría ampararse en la Ley de Obediencia Debida. Al encarar frontalmente la ceremonia de los disparos, Quiroz, el marginal, obedecía expresas instrucciones de su superioridad. Instrucciones secretamente derivadas, según nuestras fuentes, del pedido originado en el área presidencial. Los madrugados militantes camioneros de la vanguardia debían limpiar el terreno.

Es decir, debían desalojar al batallón de albañiles de La Plata. Los adversarios que los habían madrugado. Con el copamiento, para el acto, de las posiciones más privilegiadas.

Quinto piso

La historia de los catastróficos desmanes de la Operación San Vicente, de la que aún nadie se hace cargo, comienza a ponerse interesante en la mañana del 17. Para ser exactos, fue en el difícilmente accesible quinto piso de la CGT. Entre los tensos entretelones de una reunión elitista. Conste que los peronistas participantes, para encontrarse ahí, si no eran dueños de casa debían pasar, al menos, por tres filtros.

La figura rectora, en el quinto piso, distaba de ser el principal anfitrión, Hugo Moyano. Trátase -Moyano- del socio, no exclusivamente político, de Néstor Kirchner.

Sin embargo Eduardo Duhalde, de manera automáticamente natural, pasaba a ser el centro de la atención. Resurgía, renovado, desde los spa. Lo acompañaba la señora Hilda. Y Luisito Barrionuevo, alias Harry El Sucio. A propósito, Harry insiste con la candidatura de Duhalde, para la gobernación.

Aunque, de prosperar alguna candidatura eventual de Duhalde, será, a pesar del evaporado Lavagna, para la presidencia. Como si Duhalde mantuviera el propósito de desalojar a Kirchner. Aquel que Duhalde catapultó, por un error superior, hacia la presidencia, movilizado por la ceguera del rencor hacia Menem.

Por lo tanto, por prepotencia de presencias, la antesala del quinto piso se imponía como un ámbito críptico, hacia la inflamación del kirchnerismo. Mientras ocurría el besamanos sindical hacia los Duhalde, los buchones se chocaban para transmitir, por celular, las novedades hacia arriba. Destino final, Kirchner.


Del Quinto a la Quinta

Para constar en actas, los previsibles buchones referían, hacia arriba, que Duhalde, en la CGT, era recibido con ostensible benevolencia. Como si fuera un Cabezón providencial. Que era abrazado, con cierta devoción, por sospechables sindicalistas de mal renombre. Con un respeto que mantenía el aroma inquietante de la reportación. Duhalde insinuó, en aquel quinto, que iba a estar en la quinta de San Vicente, por la tarde.

Novedad sustancial, acaso una chicana, que se transmitía, en simultáneo, por determinado buchón, para información del Presidente.

La tácita hostilidad hacia el gobierno, iniciada en la antesala del quinto piso, se agudizó después, en el Salón Felipe Vallese. En la retórica del homenaje a Perón, donde se produjeron las pautadas irrelevancias orales. Sin embargo, en virtual condición de dueño de casa, de pronto Duhalde invitó, desde el estrado, a subir al gobernador De la Sota. Para que transmitiera su mensaje, en instancia tan emotiva.

Ligero para percibir las ondas de la escenografía que se estructuraba, De la Sota estimuló la admirable oratoria. Hasta lanzar una frase intrascendente, que adquiría, en el contexto, la potencia de una provocación.

De la Sota esgrimió "que hay gorilas de derecha, pero que también abundan los gorilas de la izquierda". La obvia vejez conceptual fue celebrada con griterío y aplausos. Y motivó el cántico letal:

"Peronistas, sin yanquis ni marxistas".

El peronismo suele instalar su vodevil de equívocos. Comedias musicales de Pepito Cibrián que derivan en dramas de Arthur Miller.

Conste que Kirchner, hasta que le entregaran el bastón, jamás había tenido un pomo que ver con la izquierda. Ni con la defensa de los derechos humanos. Mucho menos con el marxismo. Pero la consigna setentista impugnaba la impostura que Kirchner había adoptado.

Un prisionero, en definitiva, de su propia máscara.


"Blanco y jarra, leche"

En cierto opus aún no elevado, el pensador positivista de Flores, Hugo Franco, sentenció una tesis admonitoria: "Blanco y jarra, leche".

Compenetrados por semejante positivismo filosófico, los socios, Kirchner y Moyano, como Thompson y Williams, llegaron, según nuestras fuentes, a la conclusión que la suma del líquido "blanco", con la transparencia de la "jarra" de vidrio, adquiría la evaluación de la "leche".

En San Vicente, por la tarde, evaluaron que iba a correr la leche en abundancia. Para retraducir el positivismo: Si ya existía un clima crítico con la adversidad de los cánticos. O sea "Blanco". Si Duhalde anunciaba su asistencia a San Vicente. O sea "Jarra". Mientras, para aportar más Jarra, los albañiles duhaldistas, del "Pata Medina", copaban los primeros lugares.

Conclusión: si Kirchner asistía al acto, en San Vicente lo aguardaba una silbatina. "Leche". Telón final.


La "barrabravificación"

Es natural que nadie se haga cargo del desastre de la "barrabravificación" de la política. Por ejemplo Viviani, el dirigente taxista, se encontraba espiritualmente preparado para la caravana de la gloria. Saludaba, con mirada glacial, a las multitudes imaginarias. Como si, en caso de existir, las multitudes le pertenecieran.

Venegas, alias El Momo, en cambio, es el típico personaje emblemático del ensayo clásico de José Ingenieros. Avivado a fuerza de presupuesto, Venegas, a siglos de distancia de Lorenzo Miguel, aspira a conducir las 62 Organizaciones. Aunque Venegas se encuentra en situación de liderar, con suerte, el control de un ascensor.

Infinitamente más despierto, mientras rendía tributo irresponsable a una cureña, Hugo Moyano debió percibir los riesgos de cumplir con las condiciones que le imponían desde Presidencia. Por lo tanto, Hugo Moyano también puede ampararse en la Obediencia Debida. Intentó cumplir con un encargo que aceleró el proceso de barrabravificación del peronismo. Porque, si Kirchner no asistía, el acto fracasaba.

Para que Kirchner asistiera, había que despejar las adyacencias del palco. De los elementos escasamente confiables. Duhaldistas incentivados que se preparaban para cantarle, según nuestras fuentes, de frente, el versito de los "Sin yanquis ni marxistas".

Más que la consecuencia de una instrucción, el tembladeral a desatarse podía ser el objetivo. La imagen de barrabravificación del peronismo, para ser precisos, era el objetivo. La historia narrada, que persiste abierta, se introduce en un circuito infortunado de malentendidos.

Como decía Isidoro Blaisten: "Detrás de un equivoco, siempre hay un chanta". A La Madonna, el marginal Quiroz, le tocó perder. La Obediencia Debida, aunque se oculte, podrá proporcionarle, a Quiroz, un cierto amparo. Porque se excedió al cumplir con las órdenes de desalojo, transmitidas por la superioridad. Aunque arriba nadie se haga cargo y decidan, hasta la misericordia, victimizarse.

Órdenes transmitidas a La Madonna por áreas referenciadas en Moyano y en Kirchner. Por los dos angelitos, aunque amontonen, en denuncias del Quirófano, retóricas conspiraciones. Son socios, hoy, Moyano y Kirchner, en el sentido literal de la palabra.Asociados, incluso, hasta en la reciprocidad del desmoronamiento que tendrán, también, que compartir.

Fuente: JorgeAsisDigital 

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