La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

La Astrología y Carl Gustav Jung.

 Por Luis Sobrino Aranda.

Muchas personas, y sobre todo psicólogos, me preguntan cómo es posible “acertar” -ese es el término que emplean- en ciertas prognosis que sostuve en mi vida.

Hoy este portal, del cual recibo mucho, me permite develar, a la manera en que el psicólogo-astrólogo Richard Idemon lo hiciera a través de sus conferencias consignadas por sus alumnos -después de su prematuro fallecimiento- en el magnífico libro “El Hilo Mágico”, de editorial Urano, “los impulsos recibidos” cuando se encontraba ante el estudio de un tema natal, frente a su paciente, que lo llevara a crear en los Estados Unidos la cadena de estudios psico-astrológicos con resultados tan impensables; y pongo al descubierto la influencia que ha tenido en mí el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, a través de sus discípulos, los hermanos André y Armand Barbault, que fueron impulsados por él al estudio de la astrología, creando una concepción particular a la cual agregaron el proficuo y pertinaz estudio de los tránsitos planetarios pesados al volver a un punto de partida, o al semi recorrido de 180 grados del zodíaco.

Así fue que ese “impulso”, que podría compararse con el “salto cuántico” de Deepak Chopra -médico hindú, con reválida en los Estados Unidos, creador de una concepción de la vida personal-, me llevó a comprender que en medio del estudio de un tema suele aparecer un “impulso” que interfiere en mi desarrollo con una información “no buscada” que resulta ser siempre puntualmente exacta, y que por eso lleva a que no se puedan comercializar esos estudios particulares.

Como ejemplo va mi conferencia en Rosario el 5 de agosto del 2000 en el salón de eventos del Hotel Libertador, presentado por el entonces vice-presidente de la Asociación Psiquiátrica Argentina, donde vaticiné la caída de Fernando de la Rúa, ante un numeroso público donde estaban médicos y astrólogos de relieve, hoy testigos de ello. Y los aciertos en este portal sobre el no pase de la selección de fútbol argentino más allá de los cuartos finales, o el descenso de Rosario Central, o la advertencia en el 2003 del ruidoso final del kirchnerismo recién asumido, si practicaba la mecánica operativa de conducción implementada en sus reelecciones provinciales, o en definitiva, los riesgos graves en su salud, que siempre estuvieron acompañando a los tránsitos de los planetas pesados, con una irrupción en ellos.

Sin duda, este reportaje al genio Jung, más los recientes aportes de la familia de éste, al autorizar publicar el “LIBRO ROJO”, donde se consignan sus pensamientos íntimos, nunca revelados por el maestro sobre su teoría sobre el “inconsciente colectivo”, que lo hace abandonar -como lo consigna en la siguiente nota- su relación directa y frecuente con “su” astrología por la profundización de lo que él llamara de esa manera y que es una forma de comunicación a manera de explicación simplista de ese “inconsciente” con nuestra mente en un momento no elegido ni posible de buscar.

André Barbault, en sus búsquedas, llega a pontificar genialidades aún no probadas, como las que vuelca en su libro: “Conocimiento de la Astrología” (pág. 116), dedicaba unas palabras a André Jacob: “la célula es a la molécula lo que la molécula al átomo… con la célula la biología ha encontrado su átomo...” y Barbault interpreta: “el átomo es a la física lo que la célula a la biología… y yo razono estas palabras: el átomo y la célula son a la física lo que el ADN y la célula al biólogo y digo: los planetas y las estrellas son al astrofísico lo que la Luna y la carta natal son para el astrólogo…”.

La vida, desde los asirios, caldeos, chinos, cuatro mil años antes de Cristo nos presenta distintas alternativas de una astrología conceptual diferente a través de los tiempos y los estudiosos, que debe ser respetada en la medida que no se chabacanice la misma con un mero afán utilitarista de hacer dinero, como los célebres anuarios que reditúan pingües ganancias, que pululan en el mundo, donde pareciera ser que todos los nativos de un mismo decanato de un mismo signo, de cualquier año de nacimiento, están expuestos a eventos comunes y coincidentes imposibles de admitir y que se nutren de la ansiedad, la desesperación de la gente en la búsqueda de soluciones a una vida que la posmodernidad ha llenado de angustias, desesperaciones y que tratan de encontrar paliativos en fuentes comerciales disfrazadas de astrólogos.

Esto me permitió librar una lucha en el parlamento, cuando pretendí introducir, como Diputado Nacional, una modificación al delito de estafa, con un acápite al mismo creando la figura “del delito de defraudación o estafa espiritual”, mucho más grave, que lograra aprobación unánime en el seno de la Comisión de Derecho Penal de la Cámara de Diputados, cuya presidencia estaba a cargo del Profesor titular de Derecho Penal, el Dr. Jesús Porto, y que se trató en la sesión del 29 de agosto de 1974 -21 reunión de ese año- que postulaba la modificación de los arts. 173 y 208 del Código Penal. El miembro informante del proyecto desde el punto jurídico fue el mismo Porto y el que refería a la especialidad, el suscripto.

En la página 2181 del libro de sesiones de ese año consta el debate pleno, que contó con el apoyo total de los distintos sectores políticos, menos una división que produjo el Diputado Palacio Deheza -por Córdoba-, influido por el curandero Jaime Press, que conjuntamente con el de provincia de Buenos Aires, Tibor Gordón, posibilitaban fichas de afiliaciones tomadas de sus consultantes. Y en fallo salomónico -donde se perdió la única oportunidad sería de regular el tema-, el proyecto fue girado a comisión para su reestudio, una elegante forma de mandarlo a dormir el sueño de los sueños, como el de la deuda ilícita externa del país. Tal vez duermen ambos juntos en el mismo cajón, mientras se estafa a los ciudadanos con pagos indebidos; en el primero, al bolsillo individual de la persona, y en el segundo, de todos los habitantes del país.

Ese proyecto contó con el apoyo irrestricto de los fundadores del Centro de Astrología de Buenos Aires (CABA), con los cuales quedé desde entonces vinculado, a ellos -casi todos fallecidos-, que tanto lucharon por dignificar la astrología y que hoy continúa con sus discípulos en la misma digna tarea.

La vinculación pues de Jung con los hermanos Barbault -especialmente André, aún vivo con lúcidos 96 años- es un hecho que merece conocerse a fondo. El siguiente reportaje nos enriquecerá en la interminable tarea de explicar los hecho, de la vida y el desarrollo de los mismos a través de países, empresas y clubes, donde los tránsitos pesados permitieron realizar centenares de estadísticas sobre ellos a cargo de André Barbault y Jacques Guquelin y que entiendo seguirá por siempre, porque el misterio le pertenece a Dios -o al Poder del Universo, como Usted prefiera. 

Entrevista astrológica a Carl Gustav Jung. Por André Barbault y Jean Carterett.

Entrevista realizada a C. G. Jung en 1954 por los astrólogos Jean Carteret (ya fallecido) y André Barbault, redactor jefe de la revista en que se publicó (L'Astrologue, nº 8, 40 Tr. 1969, París). 

Pregunta: Maestro, ¿qué relación encuentra entre la Astrología y la Psicología?

Respuesta: Ha habido muchos casos de analogías chocantes entre la constelación astrológica y el suceso psicológico, o entre el horóscopo y la disposición caracterológica. Incluso existe la posibilidad de una cierta predicción en cuanto al efecto psíquico de un tránsito, por ejemplo. Se puede esperar, con un grado de probabilidad bastante alto, que cierta situación psicológica bien definida venga acompañada por una configuración astrológica análoga. La Astrología consiste en configuraciones simbólicas, como el inconsciente colectivo del que se ocupa la Psicología: los “planetas” son los Dioses, símbolos de las potencias del inconsciente (en primera línea y más allá).

P. ¿De qué modo: físico, causal, sincrónico..., piensa usted que pueden establecerse estas relaciones?

R. Me parece que en este caso se trata sobre todo de ese paralelismo o simpatía que llamo sincronicidad: relación acausal que expresa aquellos nexos que no se dejan formular por la causalidad, como por ejemplo la precognición, la premonición, la psicokinesia (PK), y también lo que se llama telepatía. Dado que la causalidad es una “verdad estadística” hay excepciones de naturaleza acausal que pertenecen a la categoría de los acontecimientos sincronísticos (y no sincrónicos). Guardan relación con el “tiempo cualificado”.

P. ¿Qué actitud mantiene usted ante posiciones de los astrólogos que admiten la existencia de un terreno psicológico desde el nacimiento, y de los psicoanalistas que explican la etiología de las neurosis a partir de las primeras experiencias de la vida?

R. Las primeras experiencias de la vida deben su efecto específico (patógeno) a la influencia del medio por un lado y por otro a la predisposición psíquica, es decir, a la herencia, que parece expresarse de manera reconocible en el horóscopo. Este último parece corresponder a un cierto momento del diálogo mutuo de los dioses (lo que significa: de los arquetipos psíquicos).

P. La Astrología introduce en sus principios la noción de un tiempo cualificado en el universo. ¿Reconoce usted su papel en la psique individual (problema de los ciclos y de los tránsitos)?

R. Esta es una noción de la que yo también me he servido antes, pero la he reemplazado por la idea de sincronicidad, que es análoga a la de simpatía o correspondencia, o a la de armonía preestablecida de Leibnitz. El tiempo no es nada. Sólo es un modus cogitandi del que nos servimos para expresar y formular el flujo de las cosas y de los acontecimientos, lo mismo que el espacio no es más que un modo de caracterizar la existencia de un cuerpo. Cuando no sucede nada en el tiempo y no existe ningún cuerpo en el espacio, entonces no hay ni tiempo ni espacio. El tiempo es siempre (y exclusivamente) “cualificado” por los acontecimientos, como lo es el espacio por la extensión de los cuerpos.

Pero esto es una tautología y no quiere decir nada, mientras que la sincronicidad (no el “sincronismo”) expresa el paralelismo y la analogía entre los sucesos, en tanto que no causales. Por otra parte, el “tiempo cualificativo” es una hipótesis que se esfuerza en explicar el paralelismo de ciertos acontecimientos en términos de causa y efecto. Pero dado que el “tiempo cualificativo” es una hipótesis que se esfuerza en explicar el paralelismo de ciertos acontecimientos en términos de causa y efecto. Y dado que el tiempo cualificativo no es más que el flujo de las cosas, y aparte de eso tan “nada” como el espacio mismo, esta hipótesis no establece más que la mera tautología.

La sincronicidad niega la causalidad como explicación de la analogía entre los acontecimientos terrestres y las constelaciones (salvo en lo que se refiere a la desviación de los protones solares y su posible efecto en los acontecimientos terrestres), y particularmente la niega en todos los casos de percepciones extrasensoriales (ESP), sobre todo la precognición, ya que no resulta imaginable que se pueda observar el efecto de una causa inexistente o que todavía no existe. Lo que se puede establecer en Astrología es la analogía de los sucesos, pero en modo alguno que una serie sea el efecto o la causa de otra. (Por ejemplo, la misma constelación significa una vez una catástrofe y, en el mismo caso, otra vez un reuma...)

De todos modos el caso de la astrología no es nada sencillo: existe esa desviación de los protones solares, a causa de las conjunciones, oposiciones y aspectos de cuadratura por una parte, y los trígonos y sextiles por otra con sus influencias sobre la radio y sobre otras muchas cosas. No soy competente para juzgar que importancia debe serle atribuida a esta posibilidad causal. En todo caso, la posición de la Astrología entre los métodos intuitivos es única y particular, y si existen razones, para dudar de una teoría puramente causalista por una parte, también de la validez exclusiva de la hipótesis sincronística, por otra.

P. ¿Ha constatado usted, en el transcurso de tratamientos analíticos, fases de resistencia y otras de fácil resolución, en relación con tránsitos en el tema del paciente?

R. He observado muchos casos en los que una fase psicológica bien definida, o un hecho análogo, ha estado acompañado por un tránsito (sobre todo, aflicciones de Saturno y de Urano).

P. ¿Qué críticas mayores hace usted a los astrólogos?

R. Si es que me atrevo a pronunciarme sobre un terreno que sólo conozco muy superficialmente diré todo lo más que el astrólogo no siempre considera sus indicaciones como puras posibilidades. La interpretación es a veces demasiado literaria y poco simbólica, y también demasiado personal. El zodiaco y los planetas no son rasgos personales, sino más bien datos impersonales y objetivos. También pienso que la interpretación de las casas debería considerar varios “niveles de significación”.

P. ¿En qué vía estima que sería deseable se orientase el pensamiento astrológico?

R. Es evidente que la astrología puede ofrecer mucho a la Psicología, pero en qué puede esta última contribuir al avance de su hermana mayor es menos evidente. Por lo que yo puedo juzgar me parece que sería conveniente para la astrología que se diese cuenta de la existencia de la Psicología, sobre todo de la que estudia la personalidad y el inconsciente; estoy casi seguro de que se podría aprender algo de su método de interpretación simbólica. Se trata de la interpretación de los arquetipos (los Dioses) y de sus relaciones mutuas, lo que es común a las dos artes. Es la psicología del inconsciente la que se ocupa particularmente del simbolismo arquetípico.

Fuente: El Informador Público.

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