La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

El primer desafío para CFK es corregir las debilidades de la economía.

Por Hugo E. Grimaldi.

La balanza de dos platos se ha plantado en la mitad, con su fiel pasado 0,07% hacia el lado del Gobierno nacional. Las Primarias del domingo pasado no sirvieron para elegir cargos, pero consagraron de modo contundente la preferencia mayoritaria de los ciudadanos hacia la reelección de Cristina Fernández.

Ante estos precarios equilibrios y diferencias, podría haber votantes que de cara a la primera vuelta sientan que el apoyo a la Presidenta ha sido excesivo y que compartan que debería tener un contrapeso en el Congreso para frenar cualquier proyecto hegemónico, aunque otros pueden engrosar su caudal, sólo porque les gusta jugar siempre a ganador. En todo caso, si unos y otros se compensaran, una reelección por más de la mitad de los votos resultaría igual de importante, aunque hay quienes se juegan en voz baja en la Casa Rosada por decir que CFK podría llegar a superar, inclusive, el 62% que obtuvo Juan Domingo Perón en 1973.

En este contexto, dos cosas han revoloteado por estos días, aunque mucho más fuerte en la apreciación de los analistas que en la mente de los políticos: por un lado, y como indispensable autocrítica opositora, desentrañar con seriedad los por qué de la performance oficial; por otro, de parte del cristinismo y ante los avatares del mundo, la necesidad de realizar de modo urgente un ejercicio de visualización del futuro, para gestionar mejor de aquí en más, ante lo que se puede venir a nivel global.

El dato más firme partió del oficialismo, o mejor dicho de la propia Presidenta de la Nación, que ya el lunes pasado, en la conferencia de prensa que brindó sorpresivamente en la Casa Rosada, empezó a dar señales de alguna preocupación por la crisis internacional, que entró en una fase de estrechamiento productivo en los Estados Unidos y Europa especialmente, con ramalazos seguros hacia los países emergentes.

Según dijo Cristina Fernández, aquí se empezarán a tomar medidas “cuando tengamos un panorama más claro del mundo”, afirmación que tres días después corroboró en medio de aires triunfales (“a este gobierno no lo para nadie, ni la mala onda, ni los palos en la rueda”) su candidato a vicepresidente y actual ministro de Economía, Amado Boudou, quien, no obstante, dijo que “el Gobierno está buscando (sic) medidas que le permitan al país continuar con la senda de crecimiento”.

La falta de inmediatez que desnudan ambas declaraciones, como quieran verse, de tono tranquilizador o quizás tardías, contrastó en la semana con apreciaciones mucho más contundentes de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ella sí involucrada de lleno en frenar el ingreso de la crisis a su país, tras la advertencia de Morgan Stanley sobre una caída productiva: “En 2009 tomamos medidas, pero Brasil entró en crisis. Lo que estamos tratando de hacer este año es pararla en la puerta. ¿Es difícil? Es difícil. No somos inmunes, no somos una isla”, expresó.

Las referencias públicas de los más altos funcionarios de los dos países muestran que quizás por cuestiones electorales la Argentina no se ha metido aún del todo en el problema y que está esperanzada en armar un cerco con el resto de la región, con Brasil en primer término, integrando un fondo de reservas comunes que permitan inyectar liquidez a quienes lo necesiten y quizás ayudando a dar el empujón final a la capitalización del banco regional de fomento que nunca termina de arrancar.

Fundamentalmente, la situación europea es la mayor preocupación de Brasil, ya que muchas de sus industrias se integran vía Portugal. Si hay un parate en la UE, esto repercutirá en este lado del Atlántico y modificará el comportamiento brasileño hacia la Argentina como un dominó: Brasil le venderá más y seguramente le comprará menos. Por aquí, los dólares comerciales no abundan y han sido muchos los esfuerzos para no perder divisas, como cierre de importaciones y préstamos de “vidriera”, tomados por el Banco Central en Europa, sólo para mostrar antes de las elecciones las Reservas por encima de los 50 mil millones de dólares.

Si el real se devalúa y el precio de la soja cae por la menor demanda de China y de la India, el llamado usualmente “viento de cola”, la Argentina se las vería complicada en lo comercial, más allá de que el tipo de cambio debería compensar por nivel lo que los productores agropecuarios no consiguen por precio. Entonces, la situación se enredaría también en lo fiscal, por menores ingresos tributarios que no alcanzarían a cubrir, ni aún con los aditivos de la Anses y el BCRA, el alocado ritmo del gasto público.

La duda principal desde el lado argentino es saber si es verdad que su economía está “blindada”, ya que hay una serie de cuestiones de debilidad del modelo económico que venían desde antes, a las que el electorado no le ha prestado suficiente importancia, pero que son una piedra en el zapato hacia el futuro, tanto que deberán ser corregidas con heterodoxia, como le gusta al Gobierno, o bien con ortodoxia, pero corregidas al fin, ya que disminuyen claramente los anticuerpos de la economía local.

El triunfo del domingo anterior y la aprobación tácita de un rumbo económico que privilegia la defensa del mercado interno y el consumo por sobre la inversión dejó barridas debajo de la alfombra cuestiones como el atraso de las tarifas, los subsidios otorgados a todos los consumidores de agua, gas, electricidad y transporte, la inflación, la fijación de precios, las prohibiciones de importar, los cupos para exportar granos, la pérdida de millones de cabezas de ganado, la caída del horizonte de reservas probadas de gas y petróleo, el desbocado financiamiento intraestatal, etcétera.

Más allá de estos elementos que atienden más al mediano plazo, el domingo pasado el electorado pareció celebrar con su voto el crecimiento económico, ya que tras haber caído en el fondo del mar en 2001, el PIB aumentó 78% desde entonces. Ese tan bajo nivel permitió que se crearan 3 millones de empleos, aunque sigue habiendo una importante masa de trabajo en negro, y que se generara una importante estabilidad laboral entre quienes han conseguido una ocupación.

Justamente, entre los asalariados, el nivel de ajustes de sus ingresos tiende a superar el aumento de precios en las góndolas, ya que el consumo no afloja, apalancado con las cuotas de las tarjetas y tasas casi negativas, con lo cual quienes tienen empleos formales corren a la inflación y todavía le ganan, en un proceso monetario que todavía está en la fase de “ilusión”. Desde 2007, el salario promedio según el Indec subió 130%, por encima de los cálculos de inflación privados, mientras que el dólar está más que planchado.

En tanto, entre los sectores más vulnerables la asistencia del Estado se manifiesta en un festival de subsidios que le suma a las familias menos pudientes ingresos suficientes para atender las necesidades básicas y algunos pequeños gustos más. Otro tanto ha pasado con los jubilados, cuyo peso en el padrón es de 15% y si bien hay muchos disconformes con juicios hacia el Estado porque no se cumple con el 82%, aparecieron dos millones de nuevos pasivos que no habían hecho aportes, muchas de ellas mujeres jubiladas como amas de casa.

Cómo hacer para equilibrar las cuentas sin tocar todos estos beneficios es el gran desafío que tendrá que encarar la Presidenta y no parece tener dudas al respecto: “Uno de los principales problemas que hoy atraviesa la economía mundial es la inmensa contracción del gasto que han sufrido los sectores populares a lo largo y ancho del globo, producto de la apropiación de la renta y de la formidable concentración de la riqueza que ha habido en todas las economías desarrolladas”, dijo en esa rueda de prensa.

Sin embargo, de la apertura de paraguas de la Presidenta y el ministro de Economía, sobre todo, subyace que igualmente se hará lo que haya que hacer para enderezar los desvíos, hasta volver al Fondo Monetario si es necesario, pero fiel a la premisa kirchnerista del sin que se note demasiado. “Igualmente, estamos atentos para que no nos fabriquen problemas desde afuera”, se despachó Boudou el viernes para dejar plantada la semilla del no hacerse cargo.

Además de burlarse por Twitter de una parte de la prensa (“Este equipo económico les agradece que hayan pasado de criticar constantemente a decir que ganamos por la economía”), el candidato a vicepresidente aclaró que a su juicio se ganó “por la política”. Sin embargo, Boudou no puede desconocer que en el conteo de votos a favor las motivaciones económicas pesaron demasiado, sobre todo porque en algunos casos son cuestiones objetivas de mejora relativa de la gente en relación al pasado o fueron concebidas para atender situaciones sociales explosivas, fruto de las asignaturas pendientes del modelo, lo que la oposición define como “clientelismo”.

En cualquiera de estos casos asociados a la economía, los votantes de todas las clases sociales y niveles educativos se manifestaron de modo conservador, sin intención de cambio, sobre todo porque el mosaico opositor en general no se animó a decir cómo se hacía para cambiar lo malo por algo mejor. Entre los elementos no económicos, quizás pudo haber pesado en el electorado la atención que la Presidenta le ha prestado a la juventud, en contraposición con las protestas de los indignados españoles, los incendiarios británicos o los manifestantes chilenos por la educación pública. En ese aspecto, los tan vituperados canales de noticias le han hecho un estupendo favor al oficialismo, ya que tantas corridas y palazos afuera sirvieron de contraste con el hecho que aquí los jóvenes se han sentido protagonistas. Ninguna otra fuerza pudo ilusionarlos tanto.

Los opositores, aún pasmados, están viendo cómo sigue la carrera, algunos con la idea de bajarse y otros dando alguna pelea, aunque sólo para acompañar a sus candidatos a legisladores. El cuarto en las Primarias, Hermes Binner, es el único que ya desde la misma noche de la derrota ha dicho que quiere ir por algo más. Ya se verá si le alcanza sólo con su decisión y con no tener un pasado nacional reprochable. Planes tiene, pero habrá que ver si logra enamorar.

Fuente: El Liberal

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