El abuso de la palabra desde el poder.
Desde el gobierno y ciertos sectores de la sociedad, los comentarios hacia la persona del ingeniero Juan Carlos Blumberg suelen ser desafortunados. Lo mismo que las opiniones sobre las marchas organizadas y propuestas planteadas. Se lo tiende a tildar de fascistas. Pero ¿Qué entiende por fascismo la sociedad argentina del siglo XXI?
La palabra fascista ha perdido su verdadero significado para pasar a ser un lugar común utilizado por ciertas personas para descalificar a todas aquellas otras, que se encuentran a favor de la reducción de la edad de imputabilidad y la pena de muerte a los violadores.
Además de otras cuestiones que favorecen al control del orden social e impiden continuar por el camino de la anomia.
El verdadero fascismo, en cambio, remite a una ideología, movimientos o partidos políticos y regímenes políticos. En ellos se conquistó o participó del poder. Es una forma de totalitarismo del siglo XX que brega por la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo, militaristas.
Según los modos del fascismo, los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder. Basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Junto al nacional socialismo, el fascismo, conforma modelos autoritarios de gobierno.
Se lo asocia a la violencia, el terror de Estado y la quiebra de las democracias. Por lo cual, es mal visto y se lo ha vinculado a movimientos que nada tienen que ver con él. Un ejemplo fascista, ha sido Benito Mussolini. Creador del fascismo, llevó a Italia a la lamentable participación en la II Guerra Mundial.
En marzo del años 1919 y en Milán de la posguerra, fundó los Fascios Italianos de Combate. Un movimiento de carácter nacionalista, antiliberal y anti socialista que terminó por conseguir el apoyo de amplias capas de la sociedad al defender determinadas exigencias obreras, como la jornada laboral de ocho horas.
Entonces con todo lo expuesto, si se considera a Blumberg fascista, por extensión, todos aquellos ciudadanos que participan y participaron de sus marchas, son fascistas y reunidos, conforman un movimiento fascista contra la inseguridad. Lo mismo sucede con las personas que lo apoyan sin asistir por tal o cuál razón a las marchas.
Blumberg responde a la sociedad que reclama seguridad. Que desea vivir en paz, lo cual, no significa pretender el paraíso. Representa a todos aquellos que no tienen la posibilidad de presentarse en los medios a contar su historia. Sus marchas no son contra los inocentes. Tampoco para boicotear al gobierno. Son por la seguridad. Contra la inseguridad y en detrimento de los delincuentes. Marchas que recuerdan a las víctimas y alertan.
Con una vela encendida que simboliza la vida y recuerda a los muertos, “el fascista” convoca a la toma de conciencia. Los testimonios que se recogen en estas marchas sociales reflejan que los victimarios tienen más garantías que las víctimas, otorgándoles piedra libre para el delito. Victimarios, que versan entre mayores y menores.
Estos últimos, especuladores de su condición y junto a algunos padres despiadados, cometen ilícitos, ya que el crimen no tiene castigo.
Ahora bien, responsabilizar a Blumberg -como lo hizo el Jefe de Gabinete Alberto Fernández- sobre la seguridad durante la marcha a realizarse el 31 de agosto, es un abuso de la palabra. Un abuso verbal desde el poder que no hace más que confirmar que Blumberg representa, para gran parte del gobierno, temor. El temor a que se descorra el velo con el que viven algunos argentinos que creen que la inseguridad es la de siempre. Que no ha aumentado.
Bajo esa lógica, la marcha sí es contra del gobierno. Las declaraciones de Fernández fueron totalmente desafortunadas. Tales como lo fueron las de Arslanian y Aníbal Fernández en su momento.
Su lectura entrelíneas permite disparar el pensamiento. Como sospechar que cualquier situación extraña que atente contra la pasividad de la convocatoria, pueda estar digitada desde arriba. La seguridad, en cualquier país del mundo, debe garantizarla el estado. No un ciudadano común. ¿No le parece señor Alberto Fernández?
Por lo tanto, querer amedrentar a Blumberg con esa frase y atemorizar a los individuos para que no concurran a la marcha frente a la posibilidad de posibles desmanes, es un acto de bajeza. Impropio, para un integrante de un gobierno progresista que lucha por el cumplimiento de los derechos humanos.