La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Leyendas de brujas y princesas. Por Silvia Hopenhay. |
La censura parece estar más del lado de la exhibición de lo prohibido que del velamiento de lo inadmisible. La realidad no tiene horario de protección. Y menos aún la construida por los medios. Pedofilia e incesto figuran entre los sucesos más promovidos por los noticieros. La noticia ocupa el lugar que en otras épocas tenían los relatos de transmisión oral. Es de lo que se habla, lo que escandaliza, conmueve, aterra y atrae. Así se crearon muchos de los más famosos cuentos para niños. A partir de rumores tremendos y sanciones exageradas.
Los hermanos Grimm, Jacob y Wilhelm, nacidos a fines del siglo XVIII, lo supieron desde un principio. Por eso se interesaron tanto en las leyendas escabrosas que circulaban en el entorno burgués de Kassel. De una mujer perteneciente a una familia de hugonotes obtuvieron gran parte del material para sus historias, supuestamente infantiles. Un aspecto controvertido del éxito de estos cuentos es que en muchos lugares la versión escrita desplazó casi por completo las que seguían vivas en la tradición oral.
Sus versiones recibieron críticas rigurosas. El primer tomo, editado en 1812, de Cuentos para la infancia y el hogar , sufrió varias censuras. Los textos se fueron adornando debido a su extrema dureza, y hasta se quitaron escenas de sexo explícito. Los hermanos argumentaban que sus cuentos no eran para niños, aunque estuvieran protagonizados por ellos.
Los Grimm, a su vez, fueron los fundadores de la filología alemana, y creadores del Deutsche Wörterbuch , un diccionario de 33 tomos de etimologías y ejemplos de léxico. Hay que leer entonces Blancanieves , Hansel y Gretel o Cenicienta , con atención. Y si es posible, en su versión original.
Pero no todo es manzana envenenada, sopa de niños o madrastras despóticas. Hay variedad de princesas y de brujas que desobedecen al estereotipo y promueven fantasías recónditas. La mejor manera de encontrarlas, y contárselas a los niños -enterándonos de su existencia-, es la bella publicación de El gran libro de las princesas y El gran libro de las brujas (editorial Norma), con textos respectivos de Joan y Albert Vinyoli y Antonio Tello, ilustrados por Sara Ruano y Fernando Falcone.
Un lujo para la mirada y el oído. Incluyen: "La princesa de la rosa azul", "La Sirenita", "La princesa Maya Sac-Nicté", entre otras. Y de las brujas: "La hechicera de los abismos", "La dama duende", "La bruja de la piel pintada", y una arpía sugerida: "La bruja innominada, la única que no aparece en el interior del libro".
Antecede cada cuento una ficha que indica la nacionalidad, alergias, pasatiempos, hechizos y pociones, lugar de residencia, mascotas, etcétera. Según el autor, las brujas provienen de canciones y documentos históricos, y fueron siendo asimiladas en el singular territorio de la leyenda. "Son como fantasmas que sólo necesitan de una equivocación, una mentira o un interés mezquino para salir de las sombras." Por eso hay tantas?