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Cara y ceca en la vida de Yrigoyen. Por Santiago Senén González. |
El 12 de octubre se cumplieron 90 años de la llegada al poder del caudillo radical Hipólito Yrigoyen, primer presidente electo por la Ley Sáenz Peña de sufragio universal, secreto y obligatorio. Fue quien inauguró la política de masas; bajo su mandato entraron en la escena política la clase media y el pueblo.
En su balanza política pesan, sin duda, su gestión para la educación pública, la reforma universitaria, su impulso en la legislación laboral y la firme defensa de la soberanía. Pero, también, dos gruesas manchas que siguen siendo motivo de polémica: la llamada Semana trágica (enero de 1919) y la represión militar de trabajadores en Santa Cruz, entre los años 1920/22, la bautizada Patagonia rebelde.
Hipólito Yrigoyen nació en Buenos Aires el 12 de julio de 1852. Además de abogado, guardabosque, y comisario fue docente en colegios secundarios, siendo una de sus alumnas la socialista Alicia Moreau de Justo. Era sobrino del doctor Leandro Nicéforo Alem, fundador de la UCR.
Su trayectoria lo llevó dos veces triunfador en elecciones como Primer Magistrado, pero fue derrocado en 1930 por el general José Félix Uriburu, quien encabezó un golpe de inspiración neo-fascista. El primero de nuestra joven historia. Murió tres años después, tras estar prisionero en la isla Martín García. Su entierro fue multitudinario y se lo ha comparado con el de Eva Perón en 1952.
Educación y reforma universitaria
En materia educativa hubo importantes avances durante su mandato. Se fundaron en la capital 37 institutos secundarios y 12 escuelas de artes y oficios. En las provincias y territorios nacionales se crearon 3.126 escuelas primarias y en el período la población escolar aumentó en más de 400.000 alumnos.
Se redujo el analfabetismo del 20 % al 4 %. Se creó el bachillerato nocturno, de gran aceptación por la clase obrera implantándose cómo obligatorio el guardapolvo blanco, que igualaba socialmente a los escolares. Estos son algunos de los logros que señala Gabriel del Mazo en sus libros. Y agrega que, durante su primer gobierno, se aplicó el artículo de la ley 1420 que permitía la enseñanza de la educación religiosa en las escuelas públicas fuera del horario escolar.
En 1918, en la ciudad de Córdoba, se desató la rebelión de los estudiantes universitarios que culminaría con la Reforma Universitaria: dicha institución abandonó sus parámetros clericales y elitistas, dando lugar a una masificación en su ingreso, una profunda modernización en sus planes de estudio, y la democratización de su funcionamiento, con la instauración del co-gobierno de docentes, graduados y estudiantes.
"Veo en la Reforma Universitaria -dijo Yrigoyen dirigiéndose a los estudiantes- la posibilidad de una decisiva contribución al renacimiento idealista de la República". Asimismo, en 1919 se inauguró la Universidad del Litoral y dos años más tarde se nacionalizó la de Tucumán.
Asistencia social, jubilación y aumentos
En materia laboral tuvo una política de diálogo con los sectores obreros moderados, a la vez que se promulgaba una legislación progresiva para el trabajo.
Félix Luna define la política obrera de Yrigoyen, llamada solidarista, en tres grandes líneas:
• "Una, la solución circunstancial de los conflictos entre el capital y el trabajo, planteados sobre todo en los dos primeros años de su gobierno;
• otra, las iniciativas legislativas de protección a los trabajadores y a sus condiciones laborales (...).
• Y la última, en forma de proyectos tendientes a un ordenamiento de la previsión social y asistencia al trabajador en todas las etapas de su vida".
En 1920, sancionó la jubilación para los obreros y empleados de empresas particulares que prestaban servicios públicos: gas, luz, telégrafo y teléfonos. Además, hubo aumento general del salario y reducción de la jornada a 8 horas diarias, en muchos sectores laborales.
Represión y llegada de la Semana Trágica
Sin embargo, fue en esta esfera donde se sucedieron los conflictos más graves de su gobierno. En enero de 1919 se produjeron en Buenos Aires los hechos que fueron conocidos como la Semana Trágica. Un paro de los obreros metalúrgicos de los talleres de Pedro Vasena, conducida mayoritariamente por la FORA (Federación Obrera Regional Argentina, de orientación anarquista) derivó en un choque con la policía que dejó un saldo de cuatro trabajadores muertos. Durante su entierro, se produjo un nuevo enfrentamiento con la policía, muertos y heridos.
La situación se agravó rápidamente, y la central sindical anarquista declaró una huelga general que paralizó la ciudad durante una semana. Yrigoyen decidió hacer intervenir al ejército. Las tropas tomaron la ciudad para reducir a los huelguistas, ayudados por fuerzas paramilitares organizadas por conservadores, que además de perseguir a los obreros aprovecharon para efectuar los ataques a barrios judíos.
Esos sectores luego conformaron en el Centro Naval la "Liga Patriótica Argentina" que a la postre fue grupo de choque contra el líder radical. Se estima que la represión se cobró cerca de 500 muertos y 2.000 heridos.
Fusilamientos en la Patagonia rebelde
El otro hecho represivo de magnitud fue la intervención en el conflicto con los peones rurales de la Patagonia, que estaban en huelga y algunos sus integrantes habían ocupado estancias. Luchaban por mejoras, desde superar las condiciones inhumanas que vivían hasta elevar su salario. Ante la situación, el gobierno nacional decidió enviar tropas, al mando del teniente coronel Héctor B. Varela, quien para solucionar no tuvo mejor idea que disponer fusilamientos masivos. Estos sangrientos episodios dieron lugar a varias libros -entre ellos los clásicos de Osvaldo Bayer y hasta una película.
Los anarquistas que lideraban el movimiento denunciaron 1.500 asesinatos, aunque nunca hubo cifras oficiales. Al respecto, criticado por la izquierda, jaqueado por los conservadores y con los militares conspirando, Yrigoyen optó por el silencio.
La Orden: Saluden a la bandera dominicana
A comienzos de 1920, un barco de guerra argentino, el Crucero 9 de Julio, se encontraba en Centroamérica realizando visitas de cortesía. Previamente había acompañado a México a una embarcación uruguaya, que llevaba al país azteca los restos del ex ministro y poeta de ese país, Amado Nervo, fallecido en Montevideo el 24 de mayo del año anterior.
Por aquel tiempo la República Dominicana se encontraba (al igual que su vecina Haití) intervenida militarmente por los Estados Unidos desde 1916. Al llegar a dicho país, el capitán de fragata Francisco Antonio de la Fuente, comandante del 9 de Julio, se vio ante un aprieto. En cada país visitado el protocolo manda saludar a la bandera disparando salvas desde los cañones. El problema era a cuál de las banderas saludar en esa situación, si la norteamericana, que flameaba oficialmente desde la intervención, o la dominicana natal.
De la Fuente consultó cablegráficamente al embajador argentino en Washington, Tomás Le Bretón, quien transmitió la inquietud a Buenos Aires. El Ministerio de Marina consultó al Presidente Yrigoyen quién, instruyó sin dudar: "Id y saludad al pabellón dominicano".
El 13 de enero, el barco argentino, al entrar al puerto de Santo Domingo, ofreció sus 21 cañonazos a una bandera del país anfitrión especialmente izada para el evento. Dicha actitud entusiasmó a la población de tal manera, que la gente se agolpaba de a cientos en el puerto, desafiando el estado de sitio impuesto por las tropas ocupantes. Al día siguiente la delegación argentina fue agasajada en un club de la ciudad, en donde el poeta local Fabio Fiallo leyó una composición improvisada, a la que puso el nombre del crucero visitante.
Al año siguiente, Yrigoyen recibió una carta de un grupo de patriotas dominicanos que sesionaban en la clandestinidad, en la cual agradecían aquel gesto, y reconocían su incondicional apoyo a la causa de la República.