La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Confesiones de un asesino virtual.

Pablo Sirvén.

Ya lo había anticipado en un célebre aforismo el gran Antonio Porchia: "Tú crees que me matas; yo creo que te suicidas". Fue leer el entristecido mail de mi amiga Lana Montalbán, anunciándome la muerte de su padre y, acto seguido, darlo a conocer a la comunidad twittera.

El problema es que quien firma estas líneas estaba convencido desde siempre de que la conocida periodista era hija de José Narosky, el célebre autor de aforismos.

En efecto, el sábado último murió un Narosky. En efecto, padre de Lana. Y, en efecto, también escritor. Pero quien se había ido, a los 93 años, era Adelino Narosky, hermano mayor de José. El autor de Si todos los hombres (su primera obra, que tuvo 32 ediciones) y de 11 libros más por fortuna sigue entre nosotros, gozando de buena salud y muy probablemente con su vida alargada desde que, maldita la hora, incurrí en tamaña burrada en la madrugada del miércoles.

Algunos mejor informados que yo le restaron crédito a mi versión de inmediato y así lo hicieron saber. Pero otros, confiando a ciegas en lo que había escrito, le dieron curso y la noticia se esparció viralmente por Twitter. De inmediato se lo empezó a recordar con cariño y simpatía. "Un twittero antes de que existiese Twitter", definió con precisión @dariogallo al evocar las frases certeras y cortas, a veces emotivas, a veces paradójicas, del escritor que empezábamos a extrañar antes de tiempo.

Cuando quise poner el motor en reversa y salir a reconocer el error (mientras le daba delete al nefasto tweet de la falsa noticia) ya era tarde y cual Titanic estrellado contra el iceberg, empezaba a hundirme en las profundidades de la noche porteña. Comenzaba mi lapidación virtual a razón de 140 caracteres por mensaje, que iban derramándose en catarata en mi timeline. Las reacciones fueron de todo tipo, tono y color. Algunos, con razón, se escandalizaron. Otros tomaron el camino de la fina ironía y una gran cantidad me pasó a degüello sin ninguna contemplación. Pero también llegaron muchas palmaditas diciéndome que no era para tanto.

A partir de allí comenzó a tomar cuerpo una gigantesca y desopilante comedia de enredos. Pronto el espíritu chacotero, al que alentaba la trasnochada hora, hizo que se sucedieran aforismos en solfa y predicciones a mi nombre, una más alocada que la otra. De buenas a primeras José Narosky y @psirven, juntos y por separado, éramos convertidos por esa imparable dinámica en imprevistas estrellas del firmamento twittero y ya rankeábamos a la cima del top five de temas y personas populares en @twirus_arg. Hashtags insólitos con consignas como #hoynomurio, #Narosky, #Navosky y otros aún más risueños empezaron a multiplicarse con el paso de las horas con jocosas acotaciones.

"Vivir es morir un poco cada vía", exhumó @gerardorozin el viejo aforismo; @emacarnaca anunció el "regreso de los muertos vivos"; @MajoRUGGER arriesgó que "Narosky estaría leyendo los libros de Sueiro para saber cómo se tiene que sentir ahora"; @Matiron opinó que "al final contribuyó a posicionar nuevamente a Narosky en el imaginario colectivo" y @Don_Patadon arriesgó que había superado a Cristo porque "te mata y te resucita en sólo dos tweets ". Y así, un montón más.

La noche, lejos de llevarse todos estos juegos delirantes, le dejó a la mañana siguiente el mandato expreso de potenciar todo a la enésima potencia: no sólo el redivivo José Narosky fue localizado, sino que en un solo día debió satisfacer innumerables solicitudes de entrevistas de radio y TV. Fue extraño, incluso, que yo, su presunto sepulturero, entablase un cordial y largo diálogo telefónico con el "muerto" virtual.

En la casa de Adelino Narosky, donde, en tanto, todo era tristeza por su ausencia, estas repercusiones mediáticas volvieron a dibujarles en la cara una impensada sonrisa. Es que el finado era muy dado a las bromas, como lo prueban sus cuatro libros humorísticos, y no hay ahora quien les saque de la cabeza que lo ocurrido es su obra póstuma.

"Con algo de curiosidad he seguido los extraños acontecimientos del día -escribió Lana Montalbán a este diario-, donde mi amigo Pablo Sirvén creyó que mi querido padre Adelino, fallecido el sábado, era mi tío José Narosky. El error corrió a la velocidad de la luz, generando involuntariamente un merecido homenaje a la memoria de mi padre."

Un poco más recuperado, pero no del todo, después de llamarme a silencio un par de horas, escribí el siguiente tweet : "Gracias a los solidarios, aceptadas las merecidas cachetadas y a las ratas un consejo: a sus guaridas hasta un nuevo error". © LA NACION

Fuente: La Nación

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