La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Ciclos entrañables que no se olvidan. Por Pablo Sirvén. |
Fueron amables y, por eso, hoy todavía son amados y recordados con entrañable afecto. Pertenecieron a épocas más tranquilas y con menos ruido audiovisual. En pocos días se cumplirán medio siglo exacto de la primera emisión de Titanes en el Ring y 40 años del arranque de la telenovela Rolando Rivas, taxista.
Tan importante aniversario ha dado lugar, en el caso de la invención de Martín Karadagian, a la aparición, casi al mismo tiempo, de dos libros: Martín y sus titanes, de Leando D'Ambrosio (de editorial Del Nuevo Extremo, que ya está en librerías) y El gran Martín, de Daniel Roncoli (Planeta pondrá en la calle el próximo 1° de marzo y cuya presentación será pasado mañana). Ambos vienen a sumar bibliografía al libro precursor de Pablo Gorlero, Tomas, tijeras y cortitos, sobre ese programa y el desarrollo en general del catch en la Argentina.
Además del cariño y la simpatía que un programa puede despertarnos por habernos hecho felices en alguna etapa de nuestras vidas, Titanes en el ring debe tener mucho sustrato para que se genere a su alrededor tal fenómeno editorial (un libro de 160 páginas; otro, nada menos que de casi 800).
Aquel ciclo fue el inventor, de alguna manera, de los "mediáticos", pero no de la calaña nefasta de los actuales (parias de reality shows, esperpentos, impresentables o escandalosos sin oficio conocido), sino de ingenuos personajes en que se convertían sus luchadores, asistentes, árbitros y hasta enigmáticas presencias. Había buenos y malos, tramposos y justicieros, todo salpicado de muchísimo humor, una muy lúdica creatividad y una continua y cautivante superposición entre la ficción y la realidad, algo que hoy suena muy usual, pero que en ese momento era único y de avanzada.
Si Titanes apareció en el contexto de una Argentina que comenzaba a convulsionarse (tras permanentes inestabilidades, un par de semanas después, caería el gobierno de Arturo Frondizi, pero, a diferencia de anteriores y posteriores interrupciones institucionales, los militares, tras deponerlo, permitieron cierta precaria continuidad democrática al no trabar la asunción del mando por parte del presidente del Senado, José María Guido), Rolando Rivas emerge exactamente diez años más tarde, el 7 de marzo de 1972, en el medio del gobierno del general Alejandro Agustín Lanusse, el fuego cruzado de la guerrilla y los prolegómenos del regreso definitivo al país de Juan Domingo Perón.
La telenovela iba por Canal 13, los martes a la noche, a razón de una hora y media por emisión, y sorprendía con novedades que rompían el "encierro" típico del género, al menos en nuestro país. En efecto, la ciudad y, especialmente, el barrio de Boedo y sus calles, se volvieron su escenario habitual. El protagonista era un taxista al que se veía ejercer su oficio. También, en una moderna combinación de ficción y realidad, muchas veces se subían a su auto artistas o deportistas reales que contaban qué estaban haciendo.
Rolando (en una precisa caracterización de Claudio García Satur, como tipo bueno, de barrio), que se entreveraba con Mónica Helguera Paz (una chica de alta sociedad que encarnaba una muy juvenil Soledad Silveyra), charlaba con sus amigos de política, fútbol y las cuestiones cotidianas de aquella época de la Argentina. Con gran audacia, su libretista, Alberto Migré, introdujo en la trama a un hermano montonero de Rolando, que morirá pronto, pero quedará muy cerca su insinuante viuda (una máscara ideal para una Leonor Benedetto sumamente sexy).
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"Es un libro que tuvo su prehistoria en la secundaria -cuenta Roncoli sobre su monumental trabajo de inminente aparición sobre Karadagian y sus titanes-. Mi primer entrevistado fue Alí Bargach. Luego me junté con Goitía, Di Sarli (varias veces), Joe Galera (unas cuantas). Hice casi 300 entrevistas y el eje del libro es la vida de Karadagián y las historias de vida de los luchadores y el programa como elementos importantes. Incluyo un diccionario de Titanes con el uno por uno de la A a la Z de todos los personajes y personas que pasaron por el show, las distintas temporadas, hitos, etcétera."
El 3 de marzo de 1962 -tras el "aperitivo", cuatro meses antes, en el Luna Park del gran combate entre el capitán Piluso (Alberto Olmedo) y Martín Karadagián- arrancó Titanes en el ring, con los relatos de Rodolfo Di Sarli y los arbitrajes siempre polémicos de William Boo y Hans Águila, entre otros. El Indio Comanche, el Caballero Rojo, Mister Chile, La Momia, Pepino el 9, Benito Durante, el Gitano Ivanoff, Il Bersagliere, el Ancho Rubén Peucelle y muchísimos más poblarán exitosísimas temporadas, con giras por todo el país, y hasta en el exterior, y un merchandising extendido que incluyó desde figuritas hasta discos y películas.
"Titanes -apunta D'Ambrosio en su libro- funcionaba al mando de Karadagián, ambos eran como una ecuación indivisible. No sólo fue su mentor e impulsor sino el espíritu de una marca registrada única en el espectáculo televisivo." Tras su muerte, en 1991, agrega el autor de Martín y sus titanes, "el ciclo no pudo consolidarse en sus fugaces pasos televisivos en 1997 y 2001".
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Rolando Rivas también revolucionó el teleteatro, le sacó almidón al género e incorporó tramas paralelas al romance de la pareja central. Asimismo tuvo innegable influencia en telenovelas posteriores y hasta contó con una versión cinematográfica. En tiempos de la última dictadura militar, Canal 13 la reeditó, pero suprimiendo el personaje del hermano guerrillero de Rolando por razones obvias.
En Internet hay muchos sitios que le rinden homenaje permanente y ofrecen sus capítulos que hoy pueden resultar lentos a las nuevas generaciones, acostumbradas al vértigo de las ediciones cliperas. Tenía un elenco lleno de figuras y dos lujos detrás de cámaras -Diana Álvarez, en la producción y Roberto Denis, en la dirección-, un preciso mecanismo de relojería que arrancaba con el anuncio en off de la varonil voz de Julio César Barton y la característica cortina musical de Taxi mío, por la muy aporteñada voz de Carlos Paiva.
El canal Volver recordará el ciclo el día de su 40° aniversario emitiendo el primero y el último capítulo, más una entrevista que Eduardo de la Puente y quien firma esta nota le hicimos a Migré.
Ambos entrañables programas fueron muy innovadores a su manera y, como supieron cuidar y mimar a su público, terminamos idealizándolos por aquello que, como decía el poeta Jorge Manrique, nos gusta creer que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Fuente: La Nación.