La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

La metamorfosis de Cristina Fernández.

Por Luis Majul.

Desde que ganó las elecciones con el 54% de los votos, en octubre del año pasado, Ella es cada vez más Ella y menos Él. Es más: los que la conocen bien dicen que del legado político de Néstor Kirchner ya no queda nada. Cuando Cristina Fernández se hizo cargo de la presidencia por primera vez, en diciembre de 2007, Ella era más Él, porque su compañero asumía todos los roles y ocupaba todos los espacios.

Él era el presidente en las sombras que corregía de noche las decisiones que Ella tomaba durante el día. Él era el que negociaba con los gobernadores peronistas y Hugo Moyano la distribución de poder y las paritarias. Él era quien tenía contacto directo con los empresarios amigos y el aparato de comunicación público y para estatal. Lo que se"conversaba" con Él era inamovible y de cumplimiento efectivo.

Tan evidente era quien mandaba de verdad, que Ella no terminaba de encontrar su perfil, y por eso sobreactuaba en los discursos y levantaba el dedo como una maestra ciruela, algo que producía rechazo en la mayoría de los argentinos" recordó esta semana un hombre de negocios que hablaba con Néstor Kirchner todos los días, incluidos los fines de semana.

El empresario me confirmó lo que todo el mundo sospecha desde hace tiempo: que Ella empezó a ser más Ella un año antes de la muerte de Él y que desde que ganó las últimas elecciones de manera aplastante se transformó definitivamente, hasta consolidar un estilo propio y bien definido. ¿Cómo lo sabe? Por experiencia propia. Antes Ella lo recibía junto a Él y además parecía aceptar de buena gana las sugerencias que el hombre de negocios le acercaba.

Pero un buen día, cuando Kirchner todavía vivía, lo recibió sin Él y le advirtió: "De ahora en más, lo que tengas que charlar con Él lo consultás también conmigo". Ahora, ni al empresario ni a otros interlocutores habituales les queda ninguna duda. Ellos afirman que la Presidenta ya no parece dispuesta a recibir consejos, que está cada vez más cerrada en un reducido círculo que integran Carlos Zannini, Héctor Icazuriaga y su hijo Máximo Kirchner y que tiene poca disposición para negociar, como sí la tenía su marido aún con quienes consideraba sus adversarios políticos o de negocios.

Un poderoso sindicalista que todavía responde a Moyano pero mira expectante el avance del metalúrgico Antonio Caló, coincide con el diagnóstico del empresario. "El único que influye sobre Ella de verdad es Máximo. Los demás tienen que probar todos los días su lealtad y nunca terminan de ser bendecidos en forma definitiva". En el ranking de los "empleados del mes", sigue primero el supersecretario Guillermo Moreno, a quien Ella subió al podio después del rutilante "éxito" que logró al contener la fuga de divisas al exterior.

Y, por supuesto, tienen especial consideración los dirigentes de la agrupación que lidera su hijo, como el viceministro de Economía Axel Kiciloff y el titular de Aerolíneas, Mariano Recalde, y los superincondicionales Gabriel Mariotto, Juan Abal Medina y la ministra de Seguridad, Nilda Garré, quienes obedecen sus órdenes directas más allá del costo político y personal que les pueda representar.

¿Adónde está parado el vicepresidente Amado Boudou en el tablero de poder que conduce con mano firme la Presidenta? Nadie podría asegurar que Ella le haya perdido la confianza, pero ahora mismo está siendo monitoreado por el pequeño círculo que maneja la inteligencia y le aporta información clasificada a la Jefa de Estado. ¿Boudou es culpable o inocente de lo que lo acusa la ex mujer de su presunto testaferro? ¿Hizo lo que hizo por las suyas o recibió, en su momento, la bendición de Néstor Kirchner o de algún alto funcionario que ahora mismo responde a Cristina? Ella espera el diagnóstico final con ansiedad y mientras tanto revisa la biografía de su ex compañero de fórmula como si recién lo hubiese conocido.

Contra lo que se pueda imaginar, la metamorfosis de Cristina Fernández tiene más de elección personal que de tendencia ideológica. Sus incondicionales pueden argumentar que confrontan con Daniel Scioli porque es 'de derecha' pero no tienen cómo explicar la férrea defensa que hace la Presidenta de la minería a cielo abierto y la represión gubernamental contra los ambientalistas que se oponen a los emprendimientos.

También parece insostenible el apoyo de la militancia del Frente para la Victoria a la Ley Antiterrorista o el silencio ante el escándalo del Proyecto X, asunto que tomó por sorpresa no solo a la ministra Garré sino también a la Secretaría de Inteligencia (SI) que depende de la presidencia de la Nación. Pero el dilema estructural y político de 'la nueva Cristina Fernández' se llama Hugo Moyano.

El gobierno necesita que el promedio de aumento de las nuevas paritarias no supere el 20 por ciento. Y el camionero impulsa un incremento de, 'por lo menos' el 25 por ciento. Su círculo de fuego le dice a la presidenta que 'por debajo del 20' la 'sintonía fina' es posible, que el crecimiento de la economía será más lento pero no recesivo y que su imagen positiva no se resentirá en el 70 por ciento del país que no vive ni en la ciudad de Buenos Aires, ni en el primer cordón del conurbano bonaerense, donde la quita de subsidios tendrá el impacto mayor.

Ella, aunque parezca demasiado temprano, tiene que empezar a decidir ahora cuando lanzar el operativo reforma constitucional con reelección. Ahora su imagen positiva está por las nubes y quizá nunca vuelva a repetir una elección como la del año pasado. ¿Podrá intentarlo después de las legislativas del año que viene, con una realidad económica más adversa que la actual y un competidor interno como Scioli, cuya imagen crece cada vez que Mariotto embiste contra él?

El mayor capital político de la Presidenta es la sensación de que la Argentina está mucho mejor si se la compara con la crisis de 2001 y 2002. Y también la percepción de que todavía no hay una alternativa capaz de reemplazarla. Pero si esa perspectiva empieza a cambiar los escándalos de corrupción que ahora parecen no afectarla la emparentarán a Carlos Menem, el ex presidente a quien no se cansaron de demonizar y hoy es su aliado estratégico en el Senado de la Nación, donde siguen festejando el aumento del más del 100 por ciento para las dietas.

Fuente: El Cronista Comercial.

Editoriales