El diario Ámbito Financiero inició la publicación de 2 separatas sobre la Triple A, realizada por Juan Bautista Yofre, que abordó el tema, entre otras cuestiones, en su best-seller de 2006 'Nadie Fue'.
El trabajo de 'Ámbito' afirma que el Estado "alimentó y utilizó a esos grupos como atajo para enfrentar a la subversión ante la incapacidad (o falta de celeridad de sus medios regulares). Insólito recurso, aunque común a otros procesos en el mundo, que todavía debate si su estado de vida es la guerra o la paz".
Las Tres A eran los 'Ford Falcon verdes' y "respondían, guste o no, a la instrucción original de Juan Perón, ese hombre 'descarnado' que volvió al país desde una violencia (los Montoneros) y que imaginaba instalarse en el poder combatiendo con otra violencia. Para un militar, cuestiones de poder, comprensibles; para un ciudadano común, democrático, un proceso inexplicable. Les costaba entender antes, les cuesta entender ahora. Parece curioso que sea ahora una administración peronista la que hoy revuelva esa etapa, aunque ciertamente a través de los trámites judiciales parece observarse aún la confrontación entre una y otra violencia, sobre las que penduló Perón".
Resulta inútil cualquier aproximación a la época sin recordar la violencia de esos tiempos. Organizaciones terroristas como Montoneros, Fuerzas Armadas Revolucionarios, Ejército Revolucionario del Pueblo y otras habían apelado a la violencia para acelerar la salida de los militares de la 'Revolución Argentina' del poder, y luego comenzaron a ejercerla como mecanismo de ajuste de cuentas en la interna del heterogénea peronismo.
Ocurrió que esas organizaciones circunscribían la ampliación de su influencia en el poder del Estado a través de la violencia política. Lo que hizo Perón fue movilizar al Estado para crear una organización que reprimiera con igual o mayor violencia a los terroristas. Hubo ilegalidad de uno lado y del otro.
Juan Bautista Yofre recuerda: "La llegada definitiva de Perón a la Argentina estuvo manchada de sangre por doquier. Decenas de muertos fueron los que quedaron tendidos en los bosques y jardines de Ezeiza aquel 20 de junio de 1973. A grandes rasgos, dos grupos fueron los que se enfrentaron.
Por un lado, activistas sindicales que respondían a la conducción de José Ignacio Rucci y su secretario Ramón Martínez, a los que se sumaron miembros de las agrupaciones 'ortodoxas' Comando de Organización (C. de O.), Concentración Nacional Universitaria (CNU), remanentes de la vieja Alianza Libertadora Nacionalista y del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT).
A su vez reforzados por militares y policías retirados, aportados y apostados por el coronel (RE) Jorge Manuel Osinde, que se dedicaron a custodiar el palco desde donde hablaría Juan Domingo Perón. Por el otro, las fuerzas de las 'organizaciones especiales' que pugnaron por acercarse al lugar y fueron recibidas por una lluvia de proyectiles de todo calibre.
La derecha proclamó su triunfo y en la intimidad, 'a Osinde y a Rucci los llamábamos autores de la Tercera Fundación de Buenos Aires'. Ante los incidentes de todo tipo (hasta linchamientos, castraciones y ahorcamientos en los árboles), el avión que traía a Perón descendió en la Base de Morón. La primera reacción del viejo líder fue amenazar con un 'yo me vuelvo a Madrid'. Vicente Solano Lima (presidente de la Nación interino) habla desde Ezeiza al avión presidencial que trae a Cámpora y Perón desde España:
-Mire doctor, aquí la situación es grave. Ya hay ocho muertos sin contar los heridos de bala de distinta gravedad. Esa es la información que me llegó poco después del mediodía. Ya pasaron dos horas desde entonces y probablemente los enfrentamientos recrudezcan. Además, la zona de mayor gravedad es, justamente, la del palco en donde va a hablar Perón.
Héctor J. Cámpora (desde la cabina del avión presidencial):
-Pero doctor, ¿cómo la gente se va a quedar sin ver al general?
Lima: -Entiéndame, si bajan aquí, los van a recibir a balazos. Es imposible controlar nada. No hay nadie que pueda hacerlo.
Según Lima, ya en Morón, Perón insistió en sobrevolar la zona para, por lo menos, hablarle a la gente con los altoparlantes de los helicópteros. 'Pero le expliqué que también era imposible: en la copa de los árboles del bosque había gente con armas largas, esperando para actuar. Gente muy bien equipada, con miras telescópicas y grupos armados que rodeaban la zona para protegerlos. No se los pudo identificar, pero yo tenía la información de que eran mercenarios argelinos especialmente contratados por grupos subversivos para matar a Perón.'
En esos días previos a los enfrentamientos de Ezeiza, los servicios de informaciones y algunos voceros de la derecha dejaron trascender que la izquierda tenía en preparación el plan 'Cinco Continentes'. A grandes rasgos, el plan consistía en el asesinato de Juan Domingo Perón y de su esposa.
Luego, frente al acontecimiento, se organizaría una pueblada sobre la Ciudad de Buenos Aires, seguida de un asesinato masivo de la dirigencia política, empresaria y sindical (que se extendería a las provincias), para culminar con la toma del poder y la constitución de un gobierno de claro signo castrista.
Parecía un disparate... pero de eso se hablaba para calentar el ambiente. Desde Ezeiza en adelante ya nada sería igual. Perón no fue asesinado, pero el desorden parecía incontrolable y la gente miraba más hacia la casa de la calle Gaspar Campos, donde vivía Perón con Isabel y López Rega, que hacia donde trabajaba el presidente de la Nación.
Al día siguiente de la masacre, Perón habló por televisión, flanqueado por el presidente Cámpora y el vice, Vicente Solano Lima. En la ocasión, envió un claro mensaje a todas las 'organizaciones armadas', en especial a Montoneros: 'Todos tenemos el deber ineludible de enfrentar activamente a esos enemigos si no queremos perecer... Nosotros somos justicialistas, no hay rótulos que califiquen a nuestra doctrina y a nuestra ideología. Los que pretextan lo inconfesable, aunque lo cubran con gritos engañososo se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los que ingenuamente piensen que así pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha conquistado, se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrán engañar. Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse que, por ese camino, van mal... a los enemigos embozados, encubiertos o disimulados les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento'.
(...) En esos días, en una nueva muestra de ceguera política, 'Roby' Santucho, el jefe del PRT-ERP, declaró a la prensa durante una conferencia clandestina: 'El gobierno del doctor Cámpora se coloca cada vez más claramente al lado de los explotadores y de los opresores, junto a los enemigos del pueblo y de la Nación Argentina y se apresta a reprimir'.
(...) El martes 10 de julio, en la casona de Gaspar Campos, Perón se encontró a solas con el comandante en jefe del Ejército. Durante el diálogo, el general Raúl Carcagno recibió una primicia de parte del dueño de casa: 'Voy a hacerme cargo del gobierno y quiero que el Ejército lo sepa antes que nadie'.
Era toda una señal. Tres días más tarde, Cámpora estaba fuera de la Casa Rosada y asumía Raúl Lastiri. Al presidente de la Cámara de Diputados le tocó presidir la Argentina hasta el 12 de octubre de 1973, día en que volvió a la Casa Rosada por tercera vez Juan Domingo Perón.
Durante ese lapso, en Chile, el martes 11 de septiembre, fue derrocado el gobierno socialista que encabezaba Salvador Allende. Asumió una Junta Militar que encabezó el general Augusto Pinochet. La primera misión que envió al exterior el nuevo mandatario trasandino fue a la Argentina. Se cerraron los pasos fronterizos y se realizó un severo control sobre los exiliados. En la Argentina, durante esos 90 días de Lastiri, el nivel de violencia se profundizó.
Bajo la consigna de Dardo Cabo de 'que cada acción militar sirva para acumular poder... para la construcción del ejército revolucionario', la organización Montoneros realizó 2 días después de las elecciones que llevaron al triunfo a Juan Domingo Perón un hecho conmocionante.
El 25 de septiembre asesinó a José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo, uno de los puntales del líder justicialista. La respuesta no se hizo esperar: llegó el 'Somatén'.
Justamente, ese mismo día, 'Il Giornale D' Italia', con la firma de Luigi Romersa, había publicado unas amenazantes declaraciones del Presidente electo: 'O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que disponemos, los cuales, créame, no son pocos'.
La respuesta la dieron las AAA (Alianza Anticomunista Argentina), una organización de derecha amparada por José López Rega e integrada por efectivos ligados al sindicalismo, la ultraderecha peronista y elementos retirados del Ejército y las Fuerzas de Seguridad.
No está claro cómo se generó, aunque muchos señalan como autor intelectual de las Tres A al propio Juan Domingo Perón: 'En una de esas tertulias, en las que había algunos extraños que Gloria (la hija de Oscar Bidegain) no conocía, Perón se volvió hacia don Oscar (Bidegain) y dijo algo extraño, que la jovencita tardaría años en descifrar: 'Lo que hace falta es un 'Somatén'. La sombra de aquella charla se extendería sobre los cadáveres que la Alianza Anticomunista Argentina sembraría en los bosques de Ezeiza... la idea de la Triple A no había nacido en la cabeza de López Rega, sino en la del propio Perón.'"
(N. de la R.: Definición del diccionario del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia:
somatén. (Del cat. sometent).
1. m. Cuerpo de gente armada, que no pertenece al Ejército, que se reúne a toque de campana para perseguir a los criminales o defenderse del enemigo. Es instituto propio de Cataluña.
2. m. En Cataluña, rebato hecho al vecindario en un peligro.
3. m. coloq. Bulla, alarma, alboroto.
somatén.
1. interj. U. como grito de guerra de las antiguas milicias de Cataluña).
Otra vez el relato de Yofre: "La idea de formar 'escuadrones de la muerte' para liquidar a la subversión de ultraizquierda no era nueva, ni original. Un par de años antes, durante una conversación sin mayor profundidad, el teniente general Alejandro Agustín Lanusse la lanzó en presencia del general Alberto Samuel Cáceres, jefe de la Policía Federal. El diálogo fue presenciado por tres testigos:
Lanusse: -¿No habrá llegado el momento de formar grupos reducidos para la lucha clandestina contra el terrorismo? Ir al terreno que ellos (los terroristas) nos plantean.
-Mi general, si eso se hace, al día siguiente no controlo a esa gente. No lo aconsejo.
Lanusse dejó pasar unos segundos y finalmente aceptó el consejo:
-Haga de cuenta que no dije nada. Delo por olvidado.
El periodista Marcelo Larraquy, en su biografía sobre López Rega, relató que la obsesión de Perón era liquidar al Ejército Revolucionario del Pueblo, y que 'en diciembre de 1973 le había propuesto a (Rodolfo) Galimberti conducir un grupo de represión ilegal contra la guerrilla marxista'.
Parece confuso el dato ya que para ese diciembre estaban vigentes las directivas del 'Documento Reservado' que dieron oxígeno a la formación de las Tres A.
Además, en ese entonces Galimberti estaba replegado sobre las entrañas de la 'orga' Montoneros (en la Columna Norte), como consecuencia de su traspié al anunciar la formación de 'milicias populares' en abril de ese año, provocando la furia del propio Perón. De todas maneras, hay que tener en cuenta que Larraquy escribió una extensa biografía de 'Galimberti' y de allí que haya podido escuchar una confidencia del propio dirigente montonero.
Para muchos, el Acta Fundacional de la Alianza-Anticomunista Argentina (AAA) es del 1º de octubre de 1973, 6 días más tarde del asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, durante una reunión que presidió el propio Juan Domingo Perón como presidente electo de la Nación.
Estuvieron presentes Raúl Lastiri (en ese momento presidente interino de la Nación); los ministros del Interior, Benito Llambí, y de Bienestar Social, José López Rega. El senador nacional y secretario general del PJ, José Humberto Martiarena, fue quien leyó el trabajo, y los gobernadores y vicegobernadores que, por las dudas, llegaron con los textos de sus renuncias en los bolsillos respiraron con alivio cuando observaron que la cumbre no era contra ellos.
Su concurrencia -sin excluir a los 5 que estaban enrolados en la 'tendencia revolucionaria'- se debía a la obligación que adquirirían para implementar en todo el territorio nacional el funcionamiento de una estructura especial, encargada de defender al gobierno y al movimiento e impedir por la fuerza cualquier acción en su contra.
En la ocasión, Perón reiteró a los presentes que 'tendrán la más amplia libertad de elección de sus colaboradores... y la aptitud es la primera condición para justificar un nombramiento en áreas de responsabilidad técnica e, incluso, política', pero una sola excepción debe tenerse en cuenta: 'la de los militantes de la ultraizquierda que llegan al peronismo en función del copamiento'.
Tras la cumbre, cada uno de los presentes se llevó una copia del 'Documento Reservado' que fijaba directivas para terminar con el 'entrismo' de la izquierda.
En otras palabras, se creó a la vista de toda la sociedad un Estado al margen de la ley dentro del propio estado de derecho. En el primer punto se definía al enemigo: 'El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes'.
(...) Desde la otra vereda, la respuesta de Montoneros llegó a través de la revista 'El Descamisado': 'Si todos los peronistas no tenemos derecho a elegir quiénes nos representen, debajo de Perón, en el movimiento peronista, así no camina la cosa. Se va a seguir muriendo gente'.
También, dos días antes de la asunción de Perón, el Ejército tomó decisiones extremas en materia de seguridad. Con la firma del general Luis Alberto Betti, jefe del Estado Mayor General del Ejército, a las 18 horas del 10 de octubre de 1973, se extendió la orden especial del JEMGE Nº 457/73, secreta, para la seguridad del jefe del Ejército, teniente general Raúl Carcagno.
En 4 carillas, de las que sólo tomaron conocimiento 12 altos jefes militares, se observa que 'las organizaciones paramilitares terroristas, especialmente las de tendencia trotskysta como el autotitulado ERP, han reiterado sus amenazas de continuar la lucha armada contra el Ejército. Por lo expresado, continuarán los atentados contra miembros de la institución, fundamentalmente sobre las más altas jerarquías'.
A partir de estos dos conceptos se tendió un anillo protector alrededor de Carcagno y su familia, con medidas que contemplaban desde sus 'desplazamientos terrestres' hasta los 'aéreos'. (...) Estas medidas, calificadas de 'secreto' militar, firmadas a las 10 de la mañana del 24 de julio de 1973 por el general Alberto Numa Laplane, a cargo del Estado Mayor, tendían 'a disuadir e impedir atentados terroristas contra: teniente general (RE) Alejandro Agustín Lanusse; general de división ( RE ) Alcides López Aufranc y (la) señora esposa del extinto teniente general Pedro Eugenio Aramburu'. (...)"
Documento Reservado
Las Tres A no fueron la única estructura de la derecha de la época, que operó desde la violencia. Hubo otras, también parapoliciales o filomilitares. Uno de los documentos que aporta Yofre es un análisis de un oficial retirado del Ejército (especialista en Inteligencia) del 'Documento Reservado' de Perón que dio origen a la Triple A:
"En el punto 1°, 'Situación', se sostiene: '... el punto más alto de una escalada de agresiones al MNP que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y dirigentes...' Conclusión parcial: el documento caracteriza fuerzas en presencia y actores en conflicto y define esta situación como 'guerra'.
En el apartado b) se menciona la palabra 'enemigos', término éste que ni los militares utilizaron (usaban 'oponentes').
En el punto 3º se define la línea general de acción: 'Ese estado de guerra que se nos impone no puede ser eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también a atacar al enemigo en todos sus frentes y con la mayor decisión...'. Conclusión parcial: se vuelve a emplear el término 'guerra' y se resuelve combatir 'en todos los frentes'. Estos frentes eran los propios de las organizaciones terroristas (sociales, políticos, gremiales, educativos, rurales, etcétera.)
En el punto 2°, 'Directivas', inciso 1, se insiste con la palabra 'guerra'. En el apartado 3°, 'Información', se establece '... la necesidad de participar en forma activa en la lucha contra nuestros enemigos'. En el punto siguiente se insiste en este aspecto, resaltando el 'acatar estas directivas'.
En el punto 5°, 'Inteligencia', se dice: 'En todos los distritos se organizará un sistema de inteligencia al servicio de esta lucha, que estará vinculado con el organismo central que se creará'. Conclusión parcial: se crean estructuras de Inteligencia paralelas a las institucionales.
En el punto 8°, 'Medios de lucha', se agrega: 'Se utilizarán todos los que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad'. Conclusión parcial: se establecen conducciones y ejecuciones descentralizadas, con gran libertad de acción.
En el punto 9°, apartado c), 'Acción de gobierno', se establece, refiriéndose a 'los compañeros peronistas en los gobiernos nacional o provinciales y municipales': 'Deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor'. Conclusión parcial: éste puede ser considerado como un antecedente documental de los decretos que dos años más tarde involucraron a las FF.AA. en la lucha contra el terrorismo.
Conclusión general: si bien grupos parainstitucionales armados existieron en otros momentos de la vida política del país (mazorca, Liga Patriótica, 'Klan' radical, Legión Cívica, Alianza Libertadora Nacionalista, comandos civiles, etc.), el contexto a partir de los años 60 y 70 (Guerra Fría) se caracterizó por la agresión externa terrorista revolucionaria.
El 'entrismo' y la penetración ideológica en los principales partidos nacionales crearon fuertes divisiones internas enmarcadas en la utilización sistemática de la violencia (lucha armada). En este marco, las Tres A constituyó el instrumento paralelo del gobierno peronista que se resistió a ser trasvasado ideológicamente y a ceder el espacio de poder disputado y ganado en las urnas.
Constituyó una respuesta oficial, apreciada como necesaria (aun en la forma), a los grupos terroristas que enfrentaban el gobierno y la sociedad. Si bien estas organizaciones (las Tres A) comenzaron a operar antes de su aparición pública a partir del primer comunicado, este documento analizado podría ser definido como la 'partida de nacimiento' de este grupo, oficializado directamente por el general Perón y la aprobación de los máximos dirigentes del movimiento".
De Los Centuriones a Libertadores de América.
"Hablando sobre López Rega, el médico Pedro Ramón Cossio anotó: 'Tuve la impresión de que él (Perón) hacía lo que quería, que a José López Rega le tenía una gran confianza, y escuchaba sus sugerencias, pero él mismo finalmente decidía. También advertí que el general Perón era un hombre de orden. [....] Perón era el que tomaba las decisiones, y a López Rega le dejaba el rol de ejecutor. Lo que pudieron haber hecho (Isabel y López Rega) luego del 1 de julio es una historia diferente, pero hasta esa fecha fue así'.
En general, todos coinciden en señalar a los miembros de la custodia del influyente ministro como el núcleo principal de las Tres A. Con sus jefes más destacados, todos integrantes o ex integrantes de la Policía Federal: subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón; suboficial mayor Miguel Ángel Rovira, Juan Ramón Morales (coordinador con la Policía y jefe de Seguridad del Ministerio de Bienestar Social), 'el Inglés' Edwin Duncan Farquharson, Daniel Jorge Ortiz, Héctor Montes, José Labia y Oscar Aguirre.
Estos, a su vez, coordinaban las tareas de las custodias de Bienestar Social y la Presidencia de la Nación. En total sumaban alrededor de un centenar de miembros y contaban con una comisión de 'enlace', 'grupos operativos', 'médico', de 'acción psicológica', un departamento de 'finanzas' y otro de 'automotores'. En el vértice de la estructura figuraba José López Rega.
Además, también militaban en la Triple A otros funcionarios del Ministerio de Bienestar Social, tales como Rodolfo Roballos y Jorge Conti. La organización contó con 'delegaciones' en el interior, siendo la más importante la cordobesa 'Comando Libertadores de América'. Al mismo tiempo, las Tres A convivían con otros grupos con los que tenían enlaces permanentes, con los que llegaron a operar en conjunto. Tenían un mismo 'enemigo'.
El grupo más destacado fue el de 'Los Centuriones', comandado por el comisario Alberto Villar, alias 'Tubo' o 'Tubito' (que será nombrado por Perón jefe de la Policía Federal, en mayo de 1974, luego de expulsarlo al general Iñíguez). Otros respondían a Lorenzo Miguel, máximo dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, al que se integraron miembros de otras 'patotas' sindicales. No faltaron los civiles de la CNU y C de O.
(...) Sobre los miembros que integraron las Tres A, un observador dirá, unos años más tarde, 'si bien su ideología es de extrema derecha, sus componentes son reclutados bajo una atracción más convincente para ellos que el imperativo ideológico: cada asesinato o atentado es suculentamente pagado con fondos reservados del Estado.
Este terror blanco, pese a su clara dependencia estatal, posee como característica diferenciadora de la etapa posterior, la circunstancia de que no hay una participación global activa en él de los aparatos represivos del Estado en forma institucional. A partir de fines de 1973 hasta el día anterior al golpe de Estado de marzo de 1976, el terror paraestatal bajo las siglas AAA, Comando Libertadores de América, otros nombres circunstanciales o en forma innominada, realizó en todo el país más de 300 asesinatos y secuestros de personalidades políticas, culturales, abogados de presos políticos, periodistas, dirigentes juveniles, gremialistas combativos y activistas obreros y militantes de organizaciones populares'.
Esta mirada merece ser tomada con pinzas y tener en cuenta el contexto de la época. Como en toda organización humana, hubo de todo en las Tres A. Desde simples malhechores, miembros exonerados de las fuerzas de seguridad y otros que buscaron un rédito económico. Pero, observando el clima de crispación de esos años, y sin que ello merezca exculpar sus actos aberrantes, dentro de las Tres A hubo mayoritariamente gente que por nada se sumergió en la clandestinidad porque estaba convencida de estar librando una guerra contra fuerzas oscuras que intentaban terminar política y físicamente con Juan Domingo Perón.
Basta recorrer los documentos y publicaciones de la época para entender el clima de guerra que se vivía en la Argentina. Los que se enfrentaron al margen de la ley sabían lo que hacían y también conocían cuáles podían ser sus consecuencias. Lo dramático fue que todo esto se llevó a cabo al margen de la ley, mientras los órganos del Estado miraban para otro lado y gran parte de la sociedad se sumergió en el silencio, marchando casi alegremente al abismo.
La clase dirigente, además de sus discursos y solicitadas nada hizo (o podía hacer) para terminar con la matanza de todos los lados. El peronismo se bañó pero mojó a todo el país. Un ejemplo: en noviembre de 1973, Horacio 'Hernán' Mendizábal presidió una reunión de toda 'la militancia de superficie' de La Plata y sus alrededores, en el anfiteatro de la Facultad de Veterinaria de la UNLP donde planteó el 'teatro de guerra' que se vivía. Tenía autoridad para hacerlo, en ese tiempo era el jefe de la Columna Sur de Montoneros.
En un momento, los asistentes se quedaron sin respiración. Fue cuando planteó que, de acuerdo a las estimaciones de la 'conducción', la organización podía llegar a perder más de 80% de sus cuadros durante 'la guerra'. Luego de exponer esto, bramó: 'Compañeros, el que se quiera quedar se queda, y el que no que se vaya. Aquí estamos para pelear'.
Por lo menos en ese momento, nadie se levantó ni se fue. Está claro que los miembros de la organización que continuaron en la lucha no lo hicieron por dinero. Estaban tan convencidos de lo que hacían, como los 'otros' que estaban del lado opuesto.
(...) 'La Opinión' del 2 de octubre de 1973 informó de las instrucciones que se dieron al Movimiento en presencia de Perón, unos días antes de asumir su tercer período presidencial, como consecuencia del asesinato de José Ignacio Rucci (CGT). Ellas instruyen a terminar 'con los grupos marxistas terroristas y subversivos'. Palabras más, palabras menos, a las de un alto dirigente de Tacuara (luego de Guardia Restauradora Nacionalista): 'Contra la violencia de la antipatria marxista, sólo un recurso eficaz existe: la violencia sana, bendita y necesaria de los sostenedores de la Nación' ( Revista 'Leña', sin fecha establecida).
(...) La primera acción de represalia fue una bomba en el automóvil del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen (21.11.73). El 11 de mayo de 1974 es asesinado el padre Carlos Mujica (aunque nadie se adjudicó la autoría. Es más, Jacobo Timerman escribió una larga nota sobre un diálogo que había mantenido con Mujica cuatro días antes de su muerte. Mujica murió diez días después de que Perón expulsara a la JP de Plaza de Mayo. En esa nota, el cura le adelantó que habría de realizar todos los esfuerzos, junto con los sacerdotes del Tercer Mundo, para rescatar a la JP y 'evitar la violencia'. También propugnó 'el acatamiento a la autoridad de Perón'.
'Me dijo', escribió Timerman, 'que recibía constantes amenazas de muerte, que estaba convencido que esas amenazas procedían de los Montoneros y que no eran desconocidas para Roberto Quieto y Mario Firmenich'. Esa nota mereció una dura respuesta de Firmenich desde el diario 'Noticias' (en realidad fueron cuatro notas firmadas por el jefe terrorista, entre los días 14 y 17 de mayo).
También 'El Cronista Comercial', matutino en esa época infiltrado por la ultraizquierda, rechazó la acusación de Timerman.
Tras la muerte de Perón (1 de julio de 1974) las Tres A operaron contra los 'zurdos' o 'infiltrados' con el amparo de José López Rega en todo el país. A través de asesinatos o amenazas. Entre otros, el asesinato del diputado Rodolfo Ortega Peña (31.7.74). La muerte de Pablo Laguzzi , de 4 meses, tras un atentado a su padre, Raúl Laguzzi, rector de la UNBA (7.9.74). Asesinato del abogado del ERP Alfredo 'Cuqui' Curutchet (11.9.74).
Cinco días más tarde cayó el ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López. El 29 de septiembre de 1974, asesinan a Julio Troxler, ex jefe de la Policía de Buenos Aires. Dos días más tarde es secuestrado y asesinado Silvio Frondizi. El 8 de octubre, caen dos comunistas: Carlos Alberto Miguel y Rodolfo Achen. Al eminente médico Jorge Taiana no lograron asesinarlo porque lo previno el ministro Antonio Benítez. Otros fueron amenazados y se exiliaron, especialmente actrices y actores (Luis Brandoni, Norman Briski y Nacha Guevara). El final de las Tres A llegó en los últimos días de julio de 1975 con la caída de José López Rega. (...)
Juan Domingo Perón murió el 1 de julio de 1974. Antes había roto sus relaciones con Montoneros y sus organizaciones, cuando se retiraron de Plaza de Mayo, el 1 de mayo de 1973. Como un signo más para los tiempos que estaban por venir, el 29 de junio de 1974, poco antes de transferir el mando a su esposa 'por su propia decisión y para dejarlo bien en claro para la historia de su partido y de la Argentina, decide, como último acto de gobierno de su mandato (y de su vida) previo a la transmisión del mando, aceptar la renuncia del doctor Héctor J. Cámpora como embajador (en México); y, para exteriorizar la contrariedad que le había causado su gestión, pide expresamente que en el decreto correspondiente de aceptación de dicha renuncia 'no se le agradezcan los importantes y patrióticos servicios prestados', como es de práctica. Así se hizo, y al firmar dicho decreto cerca del mediodía del 29 de junio, con su lapicera perforó el papel, que había sido apoyado sobre un almohadón blando. (...)'
Desde la muerte de Perón hasta la mitad de 1975 las Tres A continuaron operando con ferocidad, recibiendo también respuestas contundentes de parte de la izquierda. Esa 'guerra' se llevó centenares de víctimas.
(...) En esa Argentina, José López Rega es el actor principal, el que concentra casi todo el poder. En esos meses la gente habla de las Tres A, pero no se señalan sus responsables.
El matutino 'La Opinión' en su edición del domingo 6 de julio trajo en su portada un recuadro principal cuyo título fue: 'Denuncia militar sobre la Triple A'. Fue uno de los artículos más importantes del año. Con la firma de Heriberto Kahn, se revelaron los entretelones del casual descubrimiento por parte de un oficial de Granaderos (el teniente primero Juan Segura), de una oficina del Ministerio de Bienestar Social en la que se encubrían operaciones de las Tres A.
El hecho se remontaba al mes de abril de 1975 y le había costado el cargo al teniente general Leandro Anaya. En el recuadro periodístico se exponían, en varios puntos, las inquietudes castrenses por las 'actividades de sectas que actúan en algunos medios oficiales, cuyos fines seudorreligiosos parecen poco claros'.
También sobre la 'utilización de fondos oficiales en campañas proselitistas'. En una clara referencia a López Rega se hizo mención a la 'excesiva centralización de poder por funcionarios de escasa claridad de conducción, cuya acción afecta la imagen presidencial.'
No estuvo al margen la situación socioeconómica: 'Falta de solución de problemas económicos y sociales que se reconocen como alimento del terrorismo, cuyo recrudecimiento provoca desazón en los ámbitos económicos (...) zozobra en los medios familiares como consecuencia del desabastecimiento de artículos de primera necesidad y la evidente existencia del mercado negro.'
Tras reiterar la preocupación por la 'supuesta impunidad de grupos terroristas de ultraderecha, al punto que se generaliza la sospecha de que pudieran tener apoyo de algunos sectores de la administración', el artículo planteaba algunas 'medidas mínimas' de las más altas esferas castrenses al Poder Ejecutivo.
Entre otras, 'obtener el alejamiento de figuras irritativas y a las que se considera responsables de una larga serie de errores que han llevado al país al borde de un grave conflicto institucional'. También se expresó el pedido de 'apertura de un diálogo político amplio... para tratar medidas de emergencia'. Comenzaba públicamente la presión para la salida de López Rega del gobierno de Isabel Perón.
Al llegar a su Regimiento, Segura habló con el jefe de Granaderos, coronel Jorge Felipe Sosa Molina quien le pidió que redactara un informe y que lo firmara de manera ininteligible.
El informe subió por la cadena de mandos y después de largas reuniones provocó una crisis en el Ejército (retiro de Leandro Anaya y asunción de Laplane). En julio, cuando se conoció la noticia, ya López Rega estaba debilitado por el propio contexto de la sensación de desgobierno. En ese mismo julio, las organizaciones sindicales pidieron su cabeza durante un acto en la Plaza de Mayo. También declararon la primera huelga general a un gobierno justicialista. López Rega tuvo que marcharse rápidamente al exterior con 'rango de embajador'... Enviado especial ante los gobiernos de los estados de Europa".