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El Día de la Bandera nació como un acto de desagravio. |
Aunque pocos lo saben, el Día de la Bandera se instituyó en 1938, luego de dos años de intensos debates, y surgió como un acto de desagravio impulsado por jóvenes argentinos "afectados e indignados por frecuentes manifestaciones extranjeras" en los tiempos de la Guerra Civil Española.
Así, durante 122 años -entre 1816 y 1938- el calendario nacional le había negado un día festivo para rendirle tributo a la enseña patria creada por Belgrano, sancionada como emblema nacional de los argentinos en el Congreso de Tucumán.
El resarcimiento llegó sólo el 9 de junio de 1938, cuando por iniciativa de los diputados nacionales Sánchez Sorondo, Eguiguren, Landaburu y Palacios, entre otros, se aprobó la ley 12.361, por la cual se decretaba por primera vez un "feriado en todo el territorio nacional el 20 de junio".
Tensiones en la ciudad.
La historia cuenta que el 1° de mayo de 1936 las calles de Buenos Aires se poblaron de banderas de los grupos que enfrentaban a republicanos y nacionalistas en España y que tuvieron en el alzamiento de Franco en Marruecos el cruento inicio de la Guerra Civil Española.
Un grupo de jóvenes argentinos, "afectados e indignados por frecuentes manifestaciones extranjeras portando símbolos exóticos de nuestra nacionalidad y que desfilaban impunes por las calles de Buenos Aires", resolvió entonces donar una bandera a la Municipalidad, a manera de desagravio, para rendirle tributo el 20 de junio de 1936, en un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano.
El grupo, perteneciente a la cofradía Comité de la Juventud Argentina, estaba integrado por el doctor Luis Agote Robertson, el capitán de fragata Eduardo Videla Dorna (encargado posteriormente de redactar el texto de la ley que proclamó el Día de la Bandera), Luis María Ferraro, el diputado nacional Daniel Videla Dorna, Ramón Oscar Castilla, el doctor Carlos Rojas Torres, Raúl y Alfredo Etcheverry, Jorge Seré y Ricardo Alberti.
Los jóvenes se reunieron en la casa de este último y allí acordaron, mediante la redacción de un acta, iniciar un proyecto de ley ante las cámaras. El objetivo era establecer un día específico y feriado nacional para homenajear a la bandera. Pero al gesto le faltaba la carga simbólica, que manifestara de manera simple pero contundente el sentimiento de amor a la patria y el culto a la enseña nacional.
En la tradicional Casa Vaca, de la calle Carlos Pellegrini, a metros de la avenida Santa Fe, con los aportes de otros entusiastas jóvenes, el grupo compró la más grande y suntuosa bandera en exhibición. De 15 m de largo x 10 m de ancho, confeccionada en gros de seda, sólo el sol central, bordado en hilos de seda dorados, pesaba ocho kilos.
Para resguardar la enseña hicieron construir un cofre de cristal, cuyas ocho manijas de bronce provinieron de la fundición de uno de los cañones usados en la campaña del Alto Perú, que comandó el general Belgrano. Con los restos de esa misma fundición se confeccionó una placa que rezaba: "Al general Belgrano: homenaje de la juventud argentina de Buenos Aires en el 116° aniversario de su fallecimiento y como creador de la bandera nacional".
La donación de la bandera desembocó en una multitudinaria ceremonia, signada por el fervor popular, del que dio cuenta la primera página de LA NACIÓN.
Ante el presidente Agustín P. Justo, ministros, gobernadores de provincias, autoridades eclesiásticas y enormes formaciones escolares, el grupo le entregó en la Plaza de la República la custodia del pabellón el 20 de junio al intendente de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre.
Bendecida el día anterior en la Catedral, fue llevada luego al pie del mausoleo del general San Martín al son de la marcha de Ituzaingó. Al día siguiente, "a las 7 en punto, hora exacta de la salida del sol - de acuerdo con la crónica de la época -, un cadete de la Escuela Naval la enarboló en el mástil elevado al lado del Obelisco en la Plaza de la República, a escasa distancia del sitio donde estaban emplazadas las torres de la iglesia de San Nicolás de Bari. Allí, el 12 de agosto de 1812, había flameado por primera vez el pabellón nacional.
Los diarios de aquella jornada hablan de una ceremonia convulsionada por el fervor popular: "Todo el centro de la ciudad vio ayer profundamente alterada su fisonomía -informaba LA NACIÓN-. No era la de los días hábiles ni la de las fiestas ordinarias, ni tampoco la del 25 de Mayo o 9 de Julio".
"En efecto, más que por los preparativos militares de los desfiles, lo que animó ayer el centro de la ciudad, imprimiéndole un particular carácter, fue el ir y venir de columnas escolares, niñas de guardapolvos blancos, jóvenes de rostro imberbe y entusiasta, abanderados con sus escoltas, directoras, profesoras apuradas y cuidadosas del orden de las concentraciones diversas. La gran cantidad de banderas, su disposición en forma solar, con 31 rayos, en torno al Obelisco; la ubicación de los jóvenes y niñas a lo largo de la calle Corrientes, demoró largo tiempo y congestionó el tránsito", añade la crónica.
Esa misma bandera fue izada más tarde en el mástil de la Plaza de Mayo. Hoy se mantiene en custodia en el Museo Histórico Nacional, gracias a las gestiones que en 1960 realizó su director Humberto Burzio, quien vio en esa enseña los méritos suficientes como para ser resguardada y exhibida.
La discusión en el Congreso.
La ceremonia de entrega de aquella bandera y el fervor popular que la acompañó actuaron como preludio de la discusión parlamentaria que decretaría dos años más tarde el feriado nacional dedicado al Día de la Bandera. El proyecto pasó por el Senado el 7 de junio de 1938 y fue vehementemente objetado por el senador Rothe, quien observó que instituir un feriado todos los 20 de junio "sería recargar el calendario de festividades, habiendo ya otros dos días destinados a celebraciones patrias".
Rothe propuso, en cambio, designar el tercer domingo de junio como festividad para la bandera. Pero Sánchez Sorondo pidió que se decretara feriado el 20 de junio, pues no concebía que se rindiera homenaje a la bandera en un día de trabajo.
Un ríspido debate se desarrolló en torno de si para la festividad debía proclamarse o no el feriado nacional y finalmente fue votado el artículo con la modificación propuesta que decreta el feriado "para todo el territorio nacional".
En 1996, casi seis décadas después y sin tanto debate, el gobierno de Menem dispuso por decreto que la fecha patria de homenaje a Belgrano pasara a celebrarse definitivamente el tercer lunes de junio, consolidando en el calendario un fin de semana largo. El cambio no generó entonces mayores rechazos y fue bien recibido por el turismo...
Fuente: Proa al Centro (Newsletter de los ex-alumnos el Liceo Naval Militar). N° 70 del 16/06/07.