La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

El veto presidencial al 82 % de las jubilaciones.

Por Alfredo R. Weinstabl.

A Cristina se la vio más desquiciada y nerviosa que de costumbre, cuando buscaba paliar sus  conflictos internos, en su sesión terapéutica diaria frente un micrófono abierto a la cadena nacional. Sus esfuerzos fueron en vano. Su desequilibrio es cada vez más pronunciado y agudo y la posibilidad de conseguir un mínimo de equilibrio emocional y cordura es cada vez más lejana.

El durísimo golpe recibido por el gobierno, fundamentalmente por la pareja real, por la aprobación por la Legislatura sobre la actualización del 82% móvil de las jubilaciones mínimas y el resto de acuerdo al fallo Badaro, significa lisa y llanamente un estricto límite a la discrecionalidad del uso de los fondos públicos por parte de los Kirchner.

Y todos los argentinos sabemos que sin fondos se acaba el “liderazgo” del déspota y su socia política.

Cristina estaba realmente afectada, gesticulaba con los brazos más que de costumbre y su incontinencia verbal pasó de lo usual. Recordó lo que había pasado varios años atrás cuando el gobierno intentó un fuerte reajuste de las erogaciones del Estado, olvidándose que las circunstancias eran totalmente diferentes.

Era casi imposible seguirle sus argumentaciones ya que se hacía insoportable escuchar sus explicaciones a lo inexplicable.

Se gesto duro, avinagrado, parecía desencajado y se notaba la ira apenas disimulada. Utilizó un lenguaje inapropiado para una presidente. En oportunidades, tratando de hacerse la graciosa, su diatriba tomaba un nivel y argumentación tan bajo que parecía la conocida “Doña Rosa” de Neustadt, discutiendo con una vecina del barrio.

Maltrató como es costumbre y habitual en los Kirchner al vicepresidente llamándolo “Okupa”. Sostuvo que el dinero no alcanza y que de esa manera se desfinanciaría el gobierno.

Un gobierno que no se animó, por pura demagogia, en más de siete años a sincerar las tarifas de los servicios públicos, buscando no indisponerse o irritar a sus votantes, montar empresas estatales notoriamente deficitarias como Aerolíneas Argentinas entre otras, dilapidar los recursos públicos en una escandalosa publicidad oficial o emprendimientos como “Futbol para Todos” y apoyar con subsidios exorbitantes a empresas amigas del poder, no puede argumentar que no tiene fondos.

Sostener que no alcanzaría el dinero es una  verdadera obscenidad, una grosera mentira.

Pero lo fundamental,  es que a lo expresado, habría que agregarle la manipulación del presupuesto nacional, en la cual se esconde la corrupción estatal más desvergonzada y descarada que se tenga memoria en los últimos cincuenta años.

Un reciente informe de la Contaduría General de la Nación sobre el análisis del presupuesto 2009, señala que el Gobierno no realizó el 94% de las obras públicas que figuraron en el presupuesto nacional del año pasado. Sería interesante saber adonde fue a parar ese dinero previsto en el presupuesto anual.

En esta situación es cierto que el dinero no alcanza. El mal gasto, el despilfarro y la corrupción gubernamental se lleva no solo el dinero de los jubilados, sino también de muchísimos otros sectores.

Varios legisladores de la oposición explicaron fundadamente como se podría financiar el proyecto aprobado.

La cruel y vergonzosa realidad es que Cristina no puede prescindir de los fondos de la ANSES, los cuales, desde la estatización de los depósitos, se han convertido en la caja personal de los Kirchner.

El gobierno no tiene excusa alguna para vetar el presupuesto.

Con esta decisión se condenó a muchos millones de jubilados y pensionados que cumplieron con la cuota de sacrificio en su vida útil, aportando lo que fija la ley para tener una vejez digna y sin  mayores penurias, a ser verdaderos indigentes.

El Estado los estafó y defraudó. En este caso concreto en que la solución estaba acordada por los representantes del pueblo, el Congreso Nacional, no es el Estado, sino el gobierno de los Kirchner. Estos condenaron a los jubilados a seguir siendo parias sociales.

No obstante a la corta o a la larga la Justicia triunfará y el sector pasivo cobrará lo que le corresponde. Lamentablemente, hasta que ello sea una realidad, muchos jubilados, muchos de nosotros, ya no estaremos para disfrutar lo que genuina y legítimamente nos corresponde.

No obstante nuestro sacrificio no será en vano. Con esta decisión el clan presidencial y sus sumisos acólitos, firman su certificado de defunción. Los escasos 20 puntos de aceptación ciudadana que  ahora tienen, declinará aún más. Indirectamente los jubilados seremos los que aseguremos la expulsión definitiva de esta gente de la política nacional.

Con este veto los Kirchner se cavan su propia tumba… o abren las pesadas puertas de la cárcel en donde pasarán el resto de sus días. Lo que ocurra primero.

Editoriales