La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

El resultado de este modelo económico es el dengue.

Por Ricardo Carpena.

Quizá Alfonso Prat Gay tenga razón. Quizá la economía sea un arte y no una ciencia -como él asegura-, y por eso, tal vez, la imagen actual de un trabajador en la Argentina se asemeje a la que ofrece "El grito", de Eduard Munch, o la crisis económica deje cada vez a más ciudadanos indefensos en medio del desolador paisaje del "Guernica", de Pablo Picasso, o muchos dirigentes se mimeticen cada vez más con Vincent Van Gogh, pero no por sus cuadros sino porque les falta una oreja para escuchar.

La gran tentación es buscar este tipo de analogías locales, y sería mejor aún con el surrealismo, que siempre pareció inspirado en nuestra tierra. Pero Prat Gay, flamante candidato a diputado nacional porteño de la Coalición Cívica, dice lo que dice en un sentido amplio y con un tono más serio.

"Es un arte porque las circunstancias son diversas y porque uno está operando sobre la libertad humana -afirma en la entrevista con Enfoques-. ¿Cuál es el gran error de la academia económica en los últimos 20 años? Que se olvidó del hombre. Entonces fue desarrollando modelos matemáticos extraordinarios, muy elegantes, que se transformaban en torres de cristal en las que los economistas pueden hacer sus desarrollos sin ningún apego a lo que ocurre efectivamente en la realidad. Y en la realidad hay personas, y las personas son libres y no se pueden modelar, aun cuando uno haga un esfuerzo de psicología de masas."

Cuando el elegido por Elisa Carrió para competir con Gabriela Michetti en el distrito porteño el próximo 28 de junio habla en estos términos, se nota que no lo hace para quedar bien. Está convencido de ello y de que su condición de economista distinto, "sensible", le alcanzará -además de sus propuestas- para que la gente le crea y lo vote.

Como la economía es su fuerte y la crítica al kirchnerismo, su leitmotiv , Prat Gay no vacila: "La recesión ya está instalada, es muy profunda y está combinada con la inflación, lo cual es un problema y contribuye mucho al malhumor social".

"No se puede hablar sobre los números del Indec, pero no hay más que recorrer la calle para darse cuenta de que la gente está perdiendo su empleo", afirma el ex presidente del Banco Central, de 43 años, que cuestiona el adelantamiento de las elecciones porque "aumenta la incertidumbre económica" y, además, teme que esa decisión de la Casa Rosada responda a algo oculto: "¿No será porque hay algo que tienen que hacer y no lo quieren hacer antes de las elecciones?", dice, enigmático, en alusión a un ajuste económico ortodoxo o al regreso de las cuasimonedas en varias provincias.

Aun así, Prat Gay no quiere hacer futurología porque, sostiene, "no se puede pronosticar la irracionalidad", pero no duda cuando se le pregunta qué haría si fuera hoy ministro de Economía: "La prioridad es combatir la exclusión social, que es lo que no ha hecho este gobierno más allá del discurso. Usted los habrá escuchado llenarse la boca con el modelo... Bueno, este es el modelo que lleva a Tartagal y a Charata. El resultado de este modelo económico es el dengue".

Prat Gay carga con la fama de economista liberal ortodoxo, sobre todo luego de haber trabajado en el exterior en J. P. Morgan, del que fue director de estrategia de tipos de cambio en Londres. Volvió al país y en 2002 aceptó ser presidente del Banco Central durante la gestión de Eduardo Duhalde.

Por eso suena lógico, aunque algo extraño, que el candidato de la Coalición Cívica elogie a Duhalde, uno de los archienemigos de Carrió: "Se hizo cargo de la Presidencia en un momento muy complicado, le puso el pecho a las balas y sentó las bases de lo que vino después", destaca.

Y también suena lógico que no crea que su actual militancia sea posible porque su jefa política giró hacia la derecha: "Lilita me capturó por sus valores y, además, el análisis de la ideología es bastante menos vigente en un país como el nuestro, en el que la cosa pasa más por lo moral."

-¿Qué peligros ve para la economía argentina?

-La economía ya está en recesión, aunque no lo digan las cifras oficiales. La Argentina es, junto con China, el único país del mundo que en sus estadísticas oficiales no muestra que está cayendo la actividad económica. Pero el empleo ya está cayendo, se están destruyendo empleos, cae fuerte la construcción, caen fuerte las exportaciones y las importaciones, caen fuerte las ventas de autos.

Se está congelando el consumo, la gente está incierta respecto de lo que pasa adentro y de lo que pasa afuera. Esa incertidumbre es mayor por el adelantamiento de las elecciones. Estamos en un proceso de recesión con alta inflación. Esta es la mala noticia. La buena es que una vez que haya claridad política y que haya un gobierno que esté convencido de que lo importante es el bien común, las soluciones son relativamente sencillas.

El mundo eventualmente se va a arreglar, y en este nuevo mundo la demanda de alimentos y su precio van a ser muy diferentes de lo que fueron en los últimos 70 años. La Argentina está posicionada mejor que nadie casi para aprovechar lo que se viene, y quiero creer que no vamos a seguir cometiendo los errores de los últimos años y a seguir desaprovechando las oportunidades. La cosa es relativamente sencilla de resolver desde lo técnico. Hoy, el problema es que a la solución técnica se le antepone una política que no ve los problemas de la gente sino que se mira el ombligo y quiere subsistir aun a espaldas de las personas.

-¿De qué forma afecta a la economía el anticipo de la fecha electoral?

-Lo que hace es aumentar la incertidumbre. Pero, primero y principal, posterga cualquier solución a la crisis. ¿Cuál es la lectura que hace un ciudadano común? Los políticos ahora se van a dedicar a jugar a las elecciones, en vez de resolver los problemas. ¿Qué va a pasar el 28 de junio? Es altamente probable que el Gobierno pierda la mayoría, por lo menos en una de las cámaras. Hay que esperar hasta el 10 de diciembre para que ese cambio de las urnas se haga efectivo, entonces la lectura que hace la gente es que durante seis meses habrá un vacío de autoridad legislativa.

Y aumenta la incertidumbre porque hay otra lectura, que es sobre lo que me preguntan en la calle: ¿Por qué adelantaron las elecciones? ¿No será porque hay algo que tienen que hacer y no lo quieren hacer antes de las elecciones? Toda la expectativa está puesta en esas cosas que van a hacer después de las elecciones, y eso adelanta algunos comportamientos. Se ve con mucha claridad en el mercado de cambios.

-¿Qué imagina que vendrá? ¿Un ajuste ortodoxo de la economía? ¿Una devaluación? ¿El regreso de los patacones y otras cuasimonedas?

- Todo eso está en el tapete, no sólo ahora, y es parte de un deterioro institucional y fiscal. Institucional porque tiene que ver con la falta de federalismo que hay en la Argentina. El hilo siempre se corta por lo más débil y en el caso de las cuentas fiscales lo más débil son las finanzas provinciales. Esto no se resuelve con la coparticipación dadivosa del 30% de las retenciones a la soja. Acá no se puede pronosticar porque no se puede pronosticar la irracionalidad.

-Si fuera hoy ministro de Economía, ¿cuál sería su primera medida?

-La prioridad en estos momentos es combatir la exclusión social, que es lo que no ha hecho este gobierno más allá del discurso. Usted los habrá escuchado llenarse la boca con el modelo... Bueno, este es el modelo que lleva a Tartagal y a Charata. El resultado de este modelo económico es el dengue.

Crecimos cinco años al 9 por ciento, pero la desigualdad es exactamente la misma que en 2002. Peor aún: a pesar de ese crecimiento, en los ultimos dos o tres años subió la pobreza. Es esencial tener en funcionamiento un modelo donde la inclusión social sea el principio y no el resultado aleatorio de lo que ocurre en otro lugar. La propuesta de la Coalición Cívica desde hace tiempo es el ingreso ciudadano de la niñez, que haya un subsidio universal para todas las madres con hijos menores a los 18 años.

-¿Cómo debería ser la relación con el Fondo Monetario?

- Tiene que ser una relación inteligente, tanto con el FMI como con el mundo. Puede parecer muy atractivo para el gobierno de turno usar el resto del mundo como una tribuna y un escenario en el cual le transmito mensajes a la audiencia local. Esto hizo el Gobierno: se le pagaron 10.000 millones de dólares al Fondo antes de tiempo y dijo que era una medida progresista. Hoy, con ese dinero podríamos hacer muchas cosas que no podemos hacer. La semana pasada, México accedió a 47.000 millones de dólares de préstamos del Fondo, además de los 30.000 que ya había recibido de EE.UU..

Se presume que México viene haciendo las cosas bien, entonces el certificado de sanidad, en este caso económica, viene acompañado de 77.000 millones de dólares. En el caso de la Argentina, como no sólo se hicieron las cosas mal escondiendo las estadísticas, sino que también se usó el Fondo como punching-ball para la discusión loca de café, todo es más difícil de remontar. Pero estuve reunido con [el director del FMI, Dominique] Strauss-Kahn, en febrero, y noté que hay una muy buena predisposición del Fondo para ayudar a la Argentina en particular.

Y esa predisposición, a partir de la semana pasada, es mucho más que buena voluntad, porque tiene recursos que antes no tenía. Mi desesperación es que después de México empiecen a aparecer otros países, y que para cuando nos demos cuenta de que es inteligente y conveniente para los argentinos usar la plata del Fondo para morigerar el impacto de la crisis quizá ya no quede plata para que nos presten.

-¿Quedará para después de las elecciones? Hasta ahora, los Kirchner demonizaban al Fondo...

-No veo a este gobierno saliendo del atolladero en el que se metió falsificando las cifras. ¿Cómo va a ir a explicarle al Fondo que se olvide de lo que le había dicho sobre la inflación?

-Usted asumió la presidencia del Banco Central en la gestión de Duhalde. Y he leído que tiene una buena opinión de él. ¿Esto no le genera problemas con Carrió, para quien el ex presidente está asociado con el narcotráfico, con lo peor de la Argentina?

-Tengo la evaluación del Duhalde presidente, que se hizo cargo en un momento muy complicado, que le puso el pecho a las balas y que sentó las bases de lo que vino después. Para estar con Lilita no es necesario estar exactamente de acuerdo en todo. De hecho tenemos nuestras discusiones y cada uno tiene independencia de criterios, a pesar de que tenemos una coincidencia plena en las cuestiones importantes. No es importante si fulano de tal es tal o cual cosa, sobre todo con el respeto que me merece Duhalde, si estamos hablando de gente cuyo cuarto de hora en la política ya pasó.

-Pero Duhalde está activo...

-No lo sé, no me consta. Habrá que preguntarle a otros entrevistados. En todo caso, la cuestión es otra: cómo cambiamos las reglas de juego para que la nueva política no sean meramente caras nuevas haciendo lo mismo que hacían los anteriores.

-¿Le queda ideológicamente más cómoda esta versión de centroderecha de Carrió que la de centroizquierda?

-No tengo que acomodar la imagen de Lilita a mi conveniencia. Ella me capturó por sus valores y, además, porque, como ella, creo que el análisis de la ideología es bastante menos vigente en un país donde la cosa pasa más por lo moral. Tiene que ver con personas que adhieren a principios y que pueden tener ideologías diversas.

Eso es la Coalición Cívica. Para algunos, la Coalición es Patricia Bullrich y, por lo tanto, en ese análisis se dice "Carrio giró a la derecha". Pero la Coalición está muy enraizada en lo que fue ARI. Las propuestas de la plataforma de 2007, las más importantes, como el ingreso ciudadano de la niñez, son viejas banderas de ARI.

-¿Le preocupa enfrentarse en las elecciones con una candidata del macrismo como Gabriela Michetti, que tiene una buena imagen y, además, una buena inserción en la Ciudad?

-Al contrario, tenemos la oportunidad, con Gabriela, de demostrarle a la gente que hay otra manera de hacer política. Que por estar en dos espacios diferentes no somos enemigos sino competidores. El tema no es ganarle a Michetti. Nuestro norte es 2011. Esta es una parada previa...

-Pero si hace una buena elección quedará mejor ubicado para 2011...

-Sin ninguna duda, pero ganarle a Michetti dos diputados más no va a mover el amperímetro. Nuestro objetivo ahora es ganar la mayor cantidad de bancas posibles a nivel nacional sin traicionar nuestras ideas e insistiendo en nuestras convicciones. Hay un cambio en la sociedad, una demanda genuina por algo distinto, por volver a los valores republicanos, a la ética. Lo que vimos todos en las calles por la muerte de Alfonsín tiene mucho que ver con esto. Y mi desesperación es que esa demanda genuina se manifieste y no haya una oferta del otro lado para satisfacerla. Queremos encarnar esa oferta.

-¿Cómo llega un directivo de J. P. Morgan como usted a la función pública?

-Siempre tuve vocación por lo público. Desde muy chico, cuando le dije a mi padre que iba a estudiar economía, el argumento era que quería ser ministro de economía o presidente del Banco Central.

-¿Qué edad tenía?

-18 años.

-¿Y a esa edad por qué pensaba en el Banco Central? ¿No es raro?

-Bueno, era 1983, eran años complicados. Teníamos la experiencia de alta inflación como un fenómeno creado por el hombre, y mí me fascinaba pensar que en algún momento lo podíamos resolver. Y la utopía era ésa. La verdad es que el cargo llegó antes de lo planeado. Si es que esas cosas se pueden planificar...

Pero saqué muchas conclusiones de esa experiencia de gestión, además de que se puede llegar: que para llegar no hay que traicionar los principios, que una vez que uno llega se pueden hacer las cosas y que para hacer las cosas tampoco hay que traicionar los principios. Lo que me di cuenta después, con el paso del tiempo, es que no alcanza con una buena gestión en un organismo aislado del Poder Ejecutivo. Es tan grave la situación de la Argentina que para cambiar las cosas en serio, de manera definitiva, la herramienta que tenemos a mano es la política.

-¿Y cómo se transforma un economista en político? ¿Hace algún curso, se capacita con alguna consultora?

-No, camino la calle. Es cierto que el estereotipo del economista es el tipo que está detrás de esa computadora...

-Y es así, ¿no?

-Bueno, a veces. Algunos, antes de salir a la calle se agarraban la nariz porque decían que no podían soportar ese baño de realidad. Yo no soy ese tipo de economista. Siempre tuve una profunda vocación por entender lo que pasa en la realidad y por descreer de algunos de los modelos muy elegantes de la economía. Creo que la economía es un arte, no una ciencia?

-¿Cómo es eso?

-Es un arte porque las circunstancias son diversas y porque uno está operando sobre la libertad humana. ¿Cuál es el gran error de la academia económica en los últimos 20 años? Que se olvidó del hombre. Entonces fue desarrollando modelos matemáticos extraordinarios, muy elegantes, que se transformaban en torres de cristal en las que los economistas pueden hacer sus desarrollos sin ningún apego a lo que ocurre efectivamente en la realidad.

Y en la realidad hay personas, y las personas son libres y no se pueden modelar, aun cuando uno haga un esfuerzo de psicología de masas. Lo que estamos viendo hoy a nivel mundial, empezando por los Estados Unidos, es producto de una corriente tan egocéntrica y narcisista que se enamoró de su modelo financiero y que llegó a la conclusión de que ya no existía más la incertidumbre. Y en un mundo donde no hay incertidumbre no hay ni siquiera necesidad de reglas morales. Dios y la moral, entonces, están de más. Eso es lo que les sucede a los economistas.

Mano a mano

No es un candidato convencional. Alfonso Prat Gay habla en forma pausada, admite que recién está aprendiendo de política, no habla mal de sus rivales y elogia a enemigos de su líder política. Su discurso es claro, algo que agradecen los que no son especialistas en tanto tecnicismo que suelen adorar los economistas. No le molesta que lo enrolen en el liberalismo ortodoxo, hasta el punto de que en su oficina tiene enmarcada una tapa de LA NACIÓN del día de su asunción en el Banco Central, cuyo título principal aludía precisamente a ese sesgo ideológico del flamante funcionario.

Pero habla de valores éticos, de moral, de caminar la calle y de estar cerca de la gente. ¿Qué clase de economista es? Habla con mucha propiedad del tema que más conoce y se mueve con pies de plomo (y cierta ingenuidad) en la arena política, hasta tal punto que su intento de no diferenciarse de Gabriela Michetti parece hacerle perder peso específico ante los mismos votantes a los que quiere conquistar. Le gusta exhibir su gestión en el Banco Central como certificado de buena conducta. No perdió la serenidad con ninguna pregunta, aun las más antipáticas.

Y no quiso sacarse fotos en su escritorio, quizá para humanizar su imagen evitando estar rodeado de monitores con gráficos dignos de Wall Street. Un cuidado que parecía poco a tono con quien apenas a los 18 años ya soñaba con presidir el Banco Central.

Fuente: LA NACIÓN

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