La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Glucolines de PDVSA. Por Oberdán Rocamora. |
El Gordo clave, Antonini Wilson, el eventual lobbysta de Cojedes, es, apenas, un Adelantado. Una especie de Pedro de Mendoza, pero de la marroquinería política bolivariana. En su condición de Adelantado, como su nombre lo indica, es de los que llegan antes. Con la valija cargada de glucolines verdes. Hacia los lugares donde Chávez acude, para peregrinar su enfático bolivarianismo.
Conste que, en el aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, el Gordo Antonini Wilson, de tan adelantado, se le adelantó hasta al responsable del alquiler carísimo del avión. El hombre que ve pasar las valijas, a su alrededor. Exequiel Espinoza, el titular de Enarsa. La empresa estatal que el gobernador Romero, en un rapto de lucidez, bautizó “En Farsa”.
Aquel viernes, los pasajeros llegaban, al Cessna rentado de En Farsa, separadamente. Desde distintas procedencias. Por ejemplo Espinoza llegaba, según nuestras fuentes, con deseos de viajar cómodo. De ser posible, despatarrado. Si en el primoroso aparato de la Royal Class sobraba el lugar.
La Vicky
Habían llegado tres patriotas. Claudio Uberti, el inflamado prócer superior, que siempre solía pasarlo, al prócer Espinoza, al cuarto. Completaba el plantel La Vicky, la atractiva secretaria de Uberti. Con su aspecto de Niña de Ayohúma, aunque maltratada, en la actualidad, por ciertos rumores sin fundamentación. Digámoslo con contundencia: La Vicky no es mina del Presi.
Victoria Beneziuk, como secretaria, completaba la imagen que transmitía. Le servía. Eficaz, y acotadamente seductora. Una dama ideal para ser exhibida ante los influyentes venezolanos. Los que aspiraban, abiertamente, a avanzarla. Gargantas Profundas de Caracas nos confirman que La Vicky era pretendida, sin ir más lejos, por un personaje fundamental en esta historia.
Protagonista clave de las investigaciones del Padre Palmar. Gravitante, en el esquema bolivarianista, como Chávez, aunque con los instintos de otra íntima orientación. Rafael Ramírez, el poderoso que buscaba cualquier pretexto para hablar, directamente, con La Vicky. Y sin pasar por la fiscalización de Uberti, al que trataba, como correspondía, como un mero subordinado. Ramírez le ofrecía, según las Gargantas creíbles, a La Vicky, que se instalara, ventajosamente, en Venezuela. Como un primario usurpador de secretarias.
Dinero Negro
Trátase -Rafael Ramírez Carreño- del Ministro de Energía y Petróleo. Presidente, aparte, de PDVSA, la empresa petrolera nacional. La fuente principal de los glucolines. Del dinero negro, que adquiere una oscuridad más intensa, aún, que el color del petróleo. Corruptela de miles de millones de dólares, denuncia el Padre Palmar, desde Reporte de la Economía.
Glucolines que Chávez suele distribuir, entre el selectivo pordioserismo del universo. Así sean los desposeídos perennes del Perú, estimulados para ayudar a Ollanta. O del Ecuador. O los tantos Sin Tierra de Brasil. O el conglomerado activo de los traficantes de miserables de la Argentina.
Glucolines que subsidian, además, a ciertos grupos de alucinados que aspiran a la redención social. Entonces dista de tratarse de una vulgar intromisión. Es peor. Porque los A