La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Una cuestión de género en la casa del señor González.

Por Rolando Hanglin.

A las nueve y media de la noche, bajo una cerrada oscuridad, el señor González estaciona el auto y camina hacia el portal de su casa, en la localidad de Florida, Partido de Vicente López. Antes que nada, mira a derecha e izquierda, atento a la posible aparición de un delincuente armado. Ya lo tiene resuelto: si esto sucede, arrojará el llavero a los pastizales y se precipitará sobre los asaltantes. Mejor morir que ver su casa saqueada, su mujer violada, sus hijas manoseadas o cautivas de unos desalmados, sus hijos golpeados y acaso asesinados.

Pero no hay nadie. De manera que González abre rápidamente y entra.

- ¡Hola gorda, buenas noches, llegué!

Descarga su maletita cargada de preocupaciones, se quita los zapatos de una patada y, abriendo de un tirón el nudo de su corbata, colapsa sobre el sillón de cuero negro.

Agradecé que no estoy en la comisaría, haciendo la denuncia. Agradecé que, en todos estos años, no te mandé preso.

- ¡Gorda, gordaaaaa! ¡Traeme algo de comer, estoy reventado! Me pasé dos horas en el piquete de la 9 de julio, y para colmo en la ruta están cortando unos muchachos de la Villa 31, o la 31 bis, o la 31 zeta. ¡Yo qué sé! ¡Gorda! ¿Dónde estás?

Un raro silencio impera en la casa. De pronto, González advierte que la ventana del living está abierta. Pero con las luces apagadas. Y en el sofá se ve relampaguear la brasa de un cigarrillo. Más una cierta humareda. Es ella, Ofelia, su mujer. la gorda. Que lo ha estado esperando, en silencio.

- ¿Gorda, estás ahí? ¿Por qué no me hablás? Ella exhala, desde el sofá, una fuerte bocanada de humo.

- Sí, gordo, estoy acá. Agradecé que no estoy en la comisaría, haciendo la denuncia. Agradecé que, en todos estos años, no te mandé preso.

- ¿Preso yo? ¿Pero qué pasa, gorda?

- Acá lo tenés. Atajalo. Y Ofelia, con un movimiento brusco, le arroja contra el pecho un fajo de 300 páginas, tipeadas en computación...

Hay una Oficina de Violencia Doméstica designada por la Corte Suprema de Justicia. ¡En dos años, las denuncias aumentaron un 43 por ciento!

- ¿Pero qué pasa, gorda? ¿Qué problema tenés?

- Yo no tengo ningún problema, el problema lo tenés vos. Te comunico, querido, que hay una Oficina de Violencia Doméstica designada por la Corte Suprema de Justicia. ¡En dos años, las denuncias aumentaron un 43 por ciento! Fueron 527 en el año 2010. Dos años más tarde, llegaron a 753. ¿Qué te parece?

- No sé, gorda. Qué se yo. Hay gente que tiene problemas. A fin de año, la señora de un gobernador agarró un revólver y le pegó un tiro en la cara, desde medio metro, al marido que dormía. El hombre murió y la señora está en su casa con unos psicólogos. La gente tiene problemas, gorda.

- ¡Eso no tiene nada que ver! ¡Eso no es violencia de género! ¡Violencia de género es sólo cuando un hombre maltrata a una mujer!

- ¿Y por qué ahora dicen género y no sexo, gorda? Son cuestiones entre los sexos. Ya se sabe, siempre hay un chisporroteo. Decime. ¿Se puede comer algo?

- ¡Basta de esclavitud! Estás incurriendo en las acciones que intimidan, amenazan o humillan. Por ejemplo, criticar permanentemente, lo que vos me hacés todos los días, diciendo barbaridades de mi prima Vanessa. ¡No me dejás conectarme con mi familia, no me permitís trabajar, me tenés encerrada hace años!

- Pero gorda. Vos renunciaste a tu puesto en la Municipalidad de Vicente López porque te pagaban 348 pesos y había retiro voluntario. ¿No te acordás?

- ¡Eso no tiene importancia! ¡Todas las agresiones del hombre contra la mujer son de tipo psicológico, todas, es decir el 96 por ciento! Ahí lo tenés, lo dice la Corte Suprema.

- ¿Y qué más dice, gorda?

- El 74 por ciento de las agresiones son también físicas.

- ¿Yo alguna vez te pegué, gorda?

- Puede ser un empujón o un tirón de pelo. Con eso alcanza. Hago la denuncia en la comisaría y toman la medida cautelar, automáticamente: te sacan de la casa.

- ¿Mi casa?

- Tu casa. Vas a tener que ir a la pensión de Don Tito, acá a tres cuadras.

- ¡No, la pensión de don Tito no! ¿No puede ser el Hotel Sheraton?

- ¡Ah, qué bonito! El Hotel Sheraton para invitar a mocositas semidesnudas, mulatas, brasileras, cubanas, francesas. ¿Y quién alimenta a tus hijos?

- Pero gorda. Nuestros hijos tienen más de 30 años. ¡Ya están emancipados!

- No sé, no sé, no sé. Eso lo tiene que decidir una jueza.

- En todo caso, un juez.

¡No hay jueces! En los tribunales de familia son todas juezas

- ¡No hay jueces! En los tribunales de familia son todas juezas. Nosotras sabemos lo que es criar hijos. Y escuchá esto: "Una forma de violencia de género se produce cuando la mujer no dispone de ingresos para mantener a sus hijos". Lo dice la Corte. Está en el diario.

- ¿Y yo qué culpa tengo?

- ¡La culpa de haberme maltratado! Incluso sexualmente, que es el 18 por ciento de las denuncias, aunque sabe Dios que el sexo no es tu punto fuerte. Ejem. No sólo se trata de obligar a la mujer a tener relaciones, sino también a "cualquier signo de agresión sexual". Por ejemplo, vos cuando mirás los programas de Tinelli y se te cae un hilo de baba, contemplando a Cintya Fernández y Silvina Escudero. Y la otra, la hermanita.

- Escuchame, gorda.

- ¿Qué querés?

- Nada. Te quería decir que, con ese criterio, nuestros hijos Santi y Pompi, que ya tienen respectivamente 34 y 37 años, no se van a casar nunca. ¿Entendés, mi amor? Son dos hombres grandes, ya medio pelados, y no se enganchan con ninguna chica. ¡Tienen miedo!

- ¿A vos te parece? Yo veo muchas chiquilinas desquiciadas, provocativas, busconas.

- Sí, puede ser, gorda. Pero pensá en tu hermano Beto. Con 50 años, se divorció y no puede ver a sus dos hijos desde hace ocho años. Vive en un departamento que le prestamos nosotros. en realidad, la casa de mis padres, que ya murieron, pobres viejos.y de esa propiedad yo podría sacar una buena renta. ¡porque soy hijo único.! ¡No es que yo pretenda que Beto se vaya de nuestra casa, dije nuestra casa, por Dios.! Me gustaría que el hombre, tu hermano, pudiera reorganizarse, conseguir una buena mujer y formar un nuevo hogar, en SU casa, en una casa que haya comprado él, tu hermano, Beto, con su plata. ¿Entendés?

¿Y por qué ahora dicen género y no sexo, gorda? Son cuestiones entre los sexos. Ya se sabe, siempre hay un chisporroteo

- ¡No vas a comparar a Beto con los maltratadores del mundo!

- No, no faltaría más. Pero yo tampoco soy de ese tipo. Lo que tengo es hambre, gorda.

La mujer cambia, de golpe la mirada, y da un respingo, como si despertara de un sueño.

- ¡Pobre mi amor! Bueno, ahora mismo te meto en el microondas una pizza que me mandaron del súper. Lo que no tengo es queso. Pizza sin queso. ¿Te la bancás?

- Sí, mi amor, cualquier cosa. Pero traeme un vaso de vino tinto.

Ofelia salta del sofá, apaga el cigarrillo y hace ruido en la cocina, mientras canturrea un tema de Roger Waters.

Fue una tormenta pasajera, como tantas otras. La familia (y el matrimonio) puede seguir funcionando mientras nadie se dedique a apretar el acelerador de los odios.

Dice Ofelia, mientras trae la bandeja de aluminio con un vaso de vino y la pizza humeante: "Nos hace bien hablar de estas cosas. Temas de la vida, qué se yo. No puede ser que estemos incomunicados. La pareja es diálogo, no sólo sexo. ¿No te parece?"

- Claro - murmura González, masticando pizza sin queso.

Fuente: La Nación.

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