La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Elogio de la cárcel.

Por Rolando Hanglin.

En la película Hable con ella, de Pedro Almodóvar, vemos el caso de un enfermero especializado en atender pacientes comatosos. Este hombre, representado por Javier Cámara, se ocupa de bañar, canalizar con suero, acicalar y mimar a una mujer inerte, durante las 24 horas. Él le habla en el típico tono íntimo de los solitarios, y ella seguramente no lo escucha: se mantiene pasiva, dormida y bella. No puede devolver sus caricias.

Obsesionado por la pobre mujer dormida, nuestro enfermero se desborda en sus cuidados y la chica, un día, amanece embarazada. Cámara está lejos de ser un delincuente: apenas se trata de una persona con trastornos de conducta, pero lo acusan de violación y va a parar a la cárcel.

Aquí comienza la sorpresa. En la prisión, el enfermero recibe una visita. El huésped no es otro que un viejo amigo (Darío Grandinetti). Lo primero que nos dice Cámara es: "Me encuentro solo en este sitio, no hay casi nadie. Es una cárcel nueva". Luego, las escenas nos permiten apreciar algunas características del presidio: flamante, confortable, limpio.

Las empleadas son serias y correctas. Desde la puerta del establecimiento hasta el portón de salida se aprecia una vasta planicie, bajo el inclemente sol castellano. Allá lejos, un retén de guardia. En otras palabras: imposible escapar. Más allá de la cárcel, amplias llanuras resecas y una ruta lejana. Como si la hubieran construido en medio de la estepa patagónica.

Primera observación: algo nuevo ha sucedido. En los años que yo viví en España () sólo se hablaba de Carabanchel. No he tenido la suerte de estar allí, pero la describían como una mazmorra medieval. El tercer mundo, en clave de submundo. La cárcel turca de Expreso de Medianoche.

En el mes de agosto, durante el programa Donde estás corazón (DEC, Antena 3, conducido por Jaime Cantizano) dos personajes mediáticos ventilaban un asunto de amores y traiciones. Se les preguntó dónde se habían conocido, y ambos -hombre y mujer- respondieron lo mismo: "En la cárcel". Para ser más exactos, en la piscina de la cárcel, donde él era preso-socorrista (bañero, diríamos nosotros) y ella presa por un problema de drogas. Allí, tomando sol, se enamoraron y tuvieron sexo, como pudieron.

¿Piscina en la cárcel? ¿Hombres y mujeres juntos? Pues sí.

No conozco nada más sobre las cárceles españolas. Hasta aquí llega mi versación. Pero uno saca la conclusión de que en la nueva España progresista y socialdemócrata se han puesto a construir cárceles. ¡Muchas, y muy buenas!

Es raro, porque dicen que prometiendo cárceles no se ganan votos. Lo cuenta Mark Twain, en su relato "Cuando fui secretario de un diputado". Aquel secretario se ocupaba de responder las cartas de los votantes y contribuyentes, en nombre del señor diputado, que se limitaba a firmar al pie, sin molestarse en leer. Cuando estos granjeros y pobladores rurales le reclamaban puentes, colegios, hospitales, canales de riego y caminos pavimentados, Mark Twain respondía: "Nada de eso, ustedes lo que necesitan es una buena cárcel, porque en esos parajes miserables donde ustedes viven no hay más que ladrones y prostitutas".

El legislador -cuando descubrió lo que estaba pasando- le explicó a Twain que la gente no necesita que le digan lo que es, sino otra cosa, y naturalmente le dio una patada en el traste por escribir insensateces con firma ajena.

Leemos también, en las revistas de actualidad, que la artista pop Lindsay Lohan ha protagonizado distintos desórdenes: manejar ebria, drogarse en público, golpear a policías o particulares indefensos, y demás. Al cabo de una serie de multas, fue a la cárcel. Dos o tres semanas. Dos o tres meses. Algo así: y lo mismo nos han contado de Naomi Campbell o Kate Moss. ¡Quiere decir que en los países capitalistas, donde el oro es rey, los ricos van presos! Qué locura. Una famosa estrella, entre rejas.

Esto, en nuestro país, sería inimaginable. La cárcel es un lugar de y para marginales, muchas veces administrado por marginales, y de ambiente marginal.

A mi modo de ver, la cárcel civilizada es una institución importante de la democracia. Tiene un simbolismo y un lenguaje.

El mensaje de la cárcel dice así: "Estás en este lugar porque has violado la ley. Fuiste juzgado por un tribunal legítimo, tuviste una defensa adecuada, y te han hallado culpable. Eso no te convierte en una basura. Solamente en un convicto. Tenés derecho a la vida y a la felicidad. Aquí, nadie te maltratará. Estarás descansando tranquilamente en tu celda limpia y luminosa. Dispondrás de un gimnasio, un patio de recreos y una pileta de natación. Te visitarán curas católicos, rabinos, pastores evangélicos, psicólogos, artistas y figuras famosas. Habrá actuaciones teatrales y reuniones. Recibirás a tu pareja en horarios establecidos y tendrás relaciones sexuales. Podrás frecuentar una biblioteca y utilizar tu propia computadora.

Todo, en una palabra, menos salir libre. Podrás estudiar, completando el primario, el secundario y hasta la facultad. Pero libre, no. Durante los seis meses, dos años, diez o veinticinco años que dure tu condena, permanecerás en este lugar. La ley ha establecido que no estás en condiciones de convivir con otras personas, porque sos un peligro para los demás. Los contribuyentes, con sus impuestos, te pagan esta confortable prisión para que vivas con razonable felicidad, lejos de la otra gente.

Y si es perpetua, será perpetua. Para siempre.

Todo es posible, menos escapar. Tenés servicios médicos, abrigo, entretenimiento, todo. Menos la libertad. Esa es tu condena: no serás torturado ni humillado. Sólo sufrirás una disciplina estricta. No está permitido escapar.

Ahora bien: si querés redimirte, ese es tu problema. Tu trabajo. Podrás estudiar, convertirte en monje trapense o abrazar la Meditación Trascendental. O el Evangelio. O aprender el humilde oficio de carpintero, electricista, camarógrafo, actor cómico, pintor. Lo que quieras.

Pero aquí adentro.

Hay cosas ingratas en la cárcel, pero hemos hecho todo lo posible para que lo pases bien. Esto no es un premio, es un castigo. Tiene una duración, en meses o años o décadas, que ha sido fijada por la ley. No existe arresto domiciliario ni condicional ni transitorio. Esto es una prisión del estado, construida para separar de la comunidad a las personas que han violado la ley. Debemos impedir que vuelvas a hacerlo".

A mi modo de ver, el mensaje de la cárcel es sano y democrático.

Claro, para poder hablar ese lenguaje hay que construir grandes prisiones modernas, humanas, iluminadas, situadas en medio de islas o desiertos, cuidadosamente distanciadas de pueblos o ciudades. Administradas por personas educadas y serias, no por atorrantes o delincuentes de uniforme.

Así como debemos aprender inglés o chino, debemos incorporar ese lenguaje, para vivir en democracia. No alcanza con votar.

Fuente: La Nación.

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