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Cáncer: ¿Qué es y qué lo causa? Por José Antonio Campoy. |
Lo que genéricamente se denomina cáncer -y que puede manifestarse en un tumor sólido, una proliferación celular como la leucemia, una úlcera carcinomatosa o una necrosis tumoral- no es en realidad una "enfermedad" sino un proceso biológico natural que el cuerpo pone en marcha cuando se sufre un shock traumático inesperado generador de un "conflicto biológico".
Conflicto que, mientras no se resuelve, lleva al organismo a responder con toda una serie de cambios en sus células que pueden provocar diversas patologías, cáncer incluido. Sin embargo, cuando se soluciona ese conflicto -o conflictos- de forma definitiva -y no sobrevienen recaídas -recidivas- se entra en un proceso de curación en el que al enfermo, una vez que ha conocido y comprendido el cómo y el para qué de su enfermedad, le basta seguir una sencillas medidas terapéuticas no agresivas para sanar, entre las que no se descarta la cirugía).
Quien asegura todo lo que se explica en la entradilla de este reportaje es el doctor Ryke Geerd Hamer, probablemente el médico más vilipendiado, atacado e injustamente perseguido de las últimas décadas en Europa como ya explicamos en el número anterior de la revista.
Unas aseveraciones que, sin embargo, están ampliadamente fundamentadas y corroboradas por otros médicos e, incluso, por instituciones universitarias. Porque, afortunadamente, Hamer empieza a no estar solo en su lucha por explicar qué es el cáncer y cómo afrontarlo. Aunque nosotros tengamos que manifestar que su afirmación de que "todos" los cánceres tienen un origen traumático debiera ser matizada y decir la "mayoría".
Pero vayamos, tal como prometimos el mes pasado, a explicar los descubrimientos y conclusiones de Hamer. Descubrimientos que tendrían lugar a raíz de un hecho dramático acaecido en su vida: la muerte accidental de su hijo Dirk de un disparo fortuito. Porque aquel inesperado fallecimiento marcó tan profundamente a Hamer y a su mujer Sigrid -también médico- que al poco tiempo se manifestó en él un cáncer de testículo y en su mujer un cáncer de mama.
Un nuevo drama que llevaría a reflexionar al matrimonio Hamer y le haría preguntarse si la muerte de su hijo no tendría relación con la aparición de sus cánceres, si no habrían somatizado su conflicto psíquico y emocional. Aquello -como ya conocen los lectores que nos vienen siguiendo- llevaría a Hamer, al estudiar a fondo la génesis del cáncer, a toda una serie de importantes descubrimientos.
Hoy su trabajo está plasmado en lo que ha dado en llamarse la Nueva Medicina, corpus doctrinal que permite entender no sólo el origen y desarrollo del cáncer sino de la mayor parte de las enfermedades. Y que está resumida en lo que Hamer denomina las Cinco Leyes Biológicas. Veámoslas brevemente aunque, para comprenderlas en plenitud, habría que comentarlas de forma más extensa.
1ª LEY BIOLÓGICA
La primera conclusión o descubrimiento al que Hamer llegaría sería que "el cáncer tiene su origen en un shock traumático inesperado que se sufre en soledad", un impacto conflictivo de contenido dramático en el ámbito psíquico que le pilla a uno a contrapié.
Algo que, como decimos, a nuestro entender es así en la mayor parte de los casos pero no en todos. Los casos de niños en los que se ha manifestado un cáncer por el simple hecho de vivir al lado de torres de alta tensión o antenas de telefonía móvil son un ejemplo.
Sin embargo, para entender en su justo término lo que quiere decir Hamer, hay que aclarar que también puede haber conflictos biológicos tanto durante el desarrollo del embrión y del feto como en el momento del nacimiento (por ejemplo, por un parto traumático) y durante la etapa inicial de la vida.
Obviamente, Hamer empezaría a sospechar la relación shock traumático-cáncer al reflexionar sobre su caso y el de su esposa. Así que, aprovechando que trabajaba como jefe de servicio en un hospital se dedicó a indagar si entre los enfermos de cáncer que ingresaban en él había habido shocks fuertemente traumáticos poco antes de que la enfermedad apareciera. Y constató que así era.
Posteriormente se daría cuenta además de que el tipo de problema y, sobre todo, la forma en que se vive el conflicto, también está relacionado con el órgano que resulta afectado. Una relación a la que decidió denominar "colorido" del conflicto. Animado, decidió ampliar su investigación y averiguar si esa relación no se produciría también en pacientes con otro tipo de patologías distintas al cáncer descubriendo que, en efecto, muchos de los enfermos reconocían haber sufrido determinados problemas antes de enfermar.
Y que, además, los habían somatizado de similar manera, es decir, con las mismas patologías o enfermedades en función del "colorido" del conflicto.
Resumiendo, Hamer comprobó que en la práctica totalidad de los casos de cáncer estudiados las personas habían sufrido previamente un fuerte conflicto. Y que, en función del tipo de conflicto y de cómo vivieron el mismo -una ruptura de pareja, la muerte de un ser querido, el despido del trabajo, etc., se veían afectados unos órganos u otros. Circunstancia a la que, insistimos, llamó "colorido" del conflicto.
Hamer, en cualquier caso, remarca la diferencia que existe entre conflicto psíquico o emocional y conflicto biológico. Para lo cual propone 5 criterios definitorios y, sobre todo, llama la atención en que el contenido del conflicto -pérdidas, separaciones, amenazas...- sean conflictivas, dramáticas, vividas en soledad y que nos cogen a contrapié.
EL CONFLICTO SE PLASMA EN EL CEREBRO
Demostrada la relación mente-enfermedad, Hamer se preguntaría si en el cerebro, órgano regulador de la mente, ese conflicto no se plasmaría también de alguna manera. Es decir, si en los casos de enfermedad -y especialmente de cáncer- no se vería en él algo anormal si se hiciera un escáner cerebral con un moderno TAC (Tomógrafo Axial Computerizado).
Así que, con el fin de constatarlo, se dedicaría a partir de ese momento a hacer escáneres cerebrales a todos sus enfermos comprobando que aparecían en todos ellos una serie de marcas en forma de diana (círculos con un punto central). Sin embargo, sus compañeros le "aclararían" que en realidad aquellas marcas circulares eran fallos del sistema que se habían bautizado como "artefactos" y que no se correspondían con nada real.
Es decir, que se trataba de fallos corrientes en el funcionamiento de la máquina porque ésta, al emitir su radiación, lo hace en forma de círculos. Y que, en consecuencia, no debían tenerse en cuenta porque no reflejaban nada real. Solo que a Hamer aquella explicación no le convenció y se preguntó si esas "dianas" no podrían deberse a alteraciones del campo electromagnético del cerebro ocasionadas por el conflicto.
Y como se trata de un científico, en lugar de especular decidió averiguar la verdad. Para lo cual entró en contacto con la empresa alemana Siemens, fabricante de los aparatos, a fin de determinar con sus técnicos si esas dianas eran realmente debidas o no a fallos técnicos.
La empresa, desde el principio, negó que fuera así y accedió a realizar conjuntamente con Hamer un protocolo de investigación durante seis meses para demostrarlo. Sólo que el estudio se interrumpió a los dos ante la evidencia de los resultados: los llamados "artefactos" no eran fallos del aparato.
Luego la causa tenía que ser otra. Y la demostración de que tenía razón fue sencilla: colocar a un paciente en cuyo escáner apareciese uno de esos artefactos boca arriba y con la cabeza apoyada sobre la nuca y, posteriormente, con la cabeza de lado. Era obvio que si la diana se debía a un fallo del aparato aparecería en ambas placas en el mismo lugar. Pero si reflejaba algo del interior del cerebro la diana se desplazaría en la misma proporción que se desplazaba la cabeza.
El resultado fue claro: la diana se desplazaba demostrando que el aparato reflejaba algo del interior del cerebro. Pues bien, a esas "marcas" que reflejan el conflicto en el cerebro las bautizaría como "focos de Hamer".
Algunos de sus detractores argumentarían que si lo que plantea Hamer fuera cierto esas "dianas" aparecerían también al realizar una resonancia magnética nuclear (RMN), cosa que no ocurre. Sin embargo, olvidan -o ignoran- que la razón de que ello sólo suceda al efectuar un TAC es que en la alteración de campo electromagnético no hay "momento magnético del núcleo" y, por tanto, al no haber vector de campo magnético éste no puede ser captado por la resonancia magnética nuclear.
Y la razón para que no haya "momento magnético" es que éste sólo se produciría si el número de protones y neutrones producidos en los núcleos atómicos situados en el área enmarcada por la diana fuera impar pero cuando se produce un conflicto emocional la diana cerebral contiene un número par de protones y electrones, razón por la que no emite vector de campo magnético que pueda ser captado por la RMN. Precisamente en esa circunstancia se basa la RMN, en la captación de esos momentos magnéticos.
Siguiendo el curso de sus investigaciones, Hamer descubriría que los escáneres cerebrales no sólo muestran a veces señales en diana sino que también aparecen otro tipo de marcas, redondas pero oscuras, que son identificadas como edemas y que pueden verse en los focos donde antes estaban las dianas. Pues bien, según Hamer eso indica que el conflicto está en vías de solución. Es decir, que si donde antes había una diana aparece luego una mancha oscura es señal de que el conflicto se está resolviendo ¡y el órgano afectado en vías de regeneración!
Hamer terminaría comprendiendo pues, al analizar tantos casos, que un impacto psicoemocional de las características definidas anteriormente se plasma de inmediato en el cerebro y, prácticamente de forma instantánea, en un órgano. Y que el hecho de que el conflicto se manifieste como un cáncer o como otra "enfermedad" depende sólo del grado del mismo, de su intensidad.
Es decir, que el cáncer se desarrolla fundamentalmente cuando se trata de un shock traumático de alta intensidad que le pilla a uno completamente desprevenido y que, además, se vive en soledad, en aislamiento, sin compartir los sentimientos y pensamientos con las personas de alrededor.
Al impacto inicial que pone en marcha el conflicto biológico Hamer lo bautizaría -en recuerdo de su hijo- como Síndrome Dirk Hamer (DSH). Asimismo, constataría que la misma situación puede desencadenar distintos tipos de cánceres en unas personas y otras.
Algo que, según Hamer, depende del "colorido", es decir, de la manera en que se vive y se siente esa experiencia traumática (algunos investigadores comentan, en este punto concreto, que quizás el hecho de que el órgano afectado sea uno u otro no dependa de lo que postula Hamer sino de que el cáncer, simplemente, se manifiesta en el órgano que se encuentra más debilitado).
LA DESAPARICIÓN DEL CÁNCER
En suma, el cáncer -y cualquier otra enfermedad equivalente- no sería sino la respuesta con la que reacciona el cuerpo ante un conflicto importante. Conflictos conocidos y que, de forma general, la Psicología del Comportamiento cataloga hoy dividiéndolos en arcaicos, modernos e intermedios, según el curso del proceso evolutivo de las especies.
Los conflictos arcaicos son los relacionados con la nutrición y la protección -necesidad de supervivencia y de protección de la integridad del cuerpo y las vísceras vitales para la vida- por lo que están regulados por el cerebro reptiliano o cerebro antiguo. Los conflictos más modernos corresponderían a los de desvalorización y, sobre todo, los de territorio. Y los intermedios a los de separación y de nido, aunque esta división es relativa ya que los de "nido" corresponden al periodo anterior.
¿Y por qué hago mención de esto?, se preguntará el lector. Pues, sencillamente, porque sabiendo mediante un TAC qué zonas cerebrales han sido afectadas por el conflicto podemos prever qué órgano u órganos probablemente se vean, a su vez, afectados. Y no nos extenderemos en este punto para no ser prolijos en aspectos demasiado técnicos que no están al alcance todos los lectores pero, con el fin de que se entienda mejor, recogeré un caso planteado por el propio Dr. Hamer.
"Si una mujer diestra de 40 años sorprende a su marido "in fraganti" con una bella muchacha de 18 años en el lecho conyugal lo más probable, si quiere a su marido, es que tenga un conflicto de tipo sexual. Pero también uno de desvalorización en relación con su pareja por lo que seguramente sufrirá descalcificación del hombro derecho.
Si la muchacha, sin embargo, no es una joven bonita sino una prostituta el conflicto sexual seguirá presente pero a él se añadirá un conflicto de pareja -lo que puede ocasionarle un cáncer en el seno derecho-, un conflicto de territorio, uno de asco (de pensar que la prostituta estaba en la cama del matrimonio), lo que le puede llevar a una hipoglicemia."
Cabe añadir que algunos conflictos se "graban a fuego" en nosotros. Y que a veces basta sentir uno de los elementos del conflicto para revivirlo por completo con la misma intensidad. Por ejemplo, porque a nivel inconsciente nos recuerda el hecho traumático el color parecido del pelo en otra joven, la forma de la cara, la figura, el olor corporal, el perfume...
De ahí la importancia que Hamer da a indagar todos los elementos que originaron el conflicto a fin de evitar que algún elemento suelto pueda volverlo a activar. Una tesis que, por cierto, comparten otros muchos expertos y a la que dan una importancia trascendental. Es el caso de Joaquín Grau, que tan bien plasma en su excelente Tratado Teórico-Práctico de Anatheóresis, obra que a mi juicio debería ser de obligada lectura en todas las universidades y que recomiendo a todo médico que esté leyendo estas líneas.
En definitiva, ese hecho explica que un cáncer aparentemente curado pueda volver a manifestarse en el mismo órgano al cabo de un tiempo. Por eso es muy importante diagnosticar el DHS y los "raíles" o circunstancias acompañantes que pone en marcha. A fin de cuentas, el cáncer sólo desaparece cuando el conflicto queda definitivamente resuelto.
Ahora bien, Hamer se encontraría con algo que parecía echar por tierra su tesis: casos en los que las personas aseguraban haber vivido un conflicto -e, incluso, estar viviéndolo en ese momento-, comprobar que el escáner mostraba la señal correspondiente y, sin embargo, constatar también que la persona, orgánicamente, no tenía síntoma alguno. Y al revés, es decir, personas que relataban haber vivido hacía tiempo un conflicto, haberlo resuelto, no haber tenido problema alguno durante esa fase y que, justo tras resolverlo, les sobrevino la enfermedad.
Un aparente contrasentido que conciliaría su segunda ley o Ley del carácter bifásico de las enfermedades que dice así: "Toda enfermedad sigue una evolución bifásica cuando el conflicto biológico que la dio origen ha sido resuelto". Expliquémoslo.
2ª LEY BIOLÓGICA
En realidad, a la "segunda ley de la Nueva Medicina" se la conoce más como Ley de la Simpacotonía y Vagotonía. Y viene a indicar que a todo Síndrome Dirk Hamer (DHS) -es decir, a todo shock traumático inesperado que te pilla de improviso y se vive en soledad- sigue siempre una etapa de simpacotonía o fase activa del conflicto y otra de vagotonía o fase resolutiva o curativa del mismo.
Dicho de otro modo: tras la vivencia de todo suceso que ocasiona un conflicto biológico el cuerpo pone en marcha un sistema para procesar y resolver ese conflicto. A fin de cuentas, tenemos un sistema biológico extraordinariamente bien concebido para proteger la vida.
En la primera etapa, también llamada fase fría, el organismo se prepara para enfrentar el conflicto. Es el llamado periodo de simpacotonía y es muy importante ya que permite a la persona sobrevivir a pesar del gran impacto que acaba de sufrir y movilizar sus energías para la solución de su problema.
Normalmente cambia el carácter de la persona y suele estar irritable, nerviosa y malhumorada. Come menos, duerme poco -o no duerme-, adelgaza y las palmas de las manos están muy frías.
A esa fase la sigue la de vagotonía o fase caliente, terapia natural que ofrece la naturaleza y que responde a la necesidad de descanso absoluto a fin de permitir al organismo la recuperación, tras la resolución del conflicto. Y aunque en ella es donde empieza en realidad la curación es la fase que, paradójicamente, los médicos convencionales suelen identificar con la enfermedad propiamente dicha puesto que es cuando aparecen los primeros síntomas físicos evidentes de la enfermedad.
Síntomas que pueden ir desde inflamaciones hasta, incluso, tumoraciones cancerígenas, lo que depende de la zona cerebral que se haya visto afectada durante el shock traumático (luego veremos esto).
En esta fase se edematiza -es decir, se hincha de líquido y se inflama- tanto el Foco de Hamer -en el cerebro- como el órgano afectado; algo que puede comprobarse con un simple TAC. Es un periodo en el que la persona siente una gran fatiga y suele padecer sudoración, fiebre, pérdidas de sangre y fuertes dolores.
Lo que tiene lugar hasta el día en que aparece la crisis epileptoide -o crisis de curación- que, dependiendo de la enfermedad, puede presentarse como un punto de máximo agotamiento y/o de fiebre muy intensa y que es el "momento de la verdad" en caso de las enfermedades graves.
Hamer también descubrió que cada tipo de conflicto desencadena una manifestación diferente. Así, cuando hay conflictos que afectan a la motricidad la crisis no es epileptoide sino epiléptica, con las convulsiones conocidas. Asimismo, constató que en la primera parte de la vagotonía los síntomas son tolerables, en la segunda se incrementan y en la tercera parecen alarmantes.
Es cuando se suele recurrir al médico, cuando se hacen análisis y los valores sanguíneos aparecen alterados. Los marcadores tumorales (las pruebas que se hacen ahora para el cáncer) pueden estar igualmente disparados si, en este caso, el crecimiento celular se da en los cánceres que proceden de la capa embrionaria mesodérmica moderna y ectodérmica.
Y claro, los médicos se alarman. Sobre todo porque no entienden que esos síntomas concretos son los indicadores que el problema está resolviéndose, no agravándose. El mensaje de ese proceso biológico es "descansa, reposa, permanece quieto". En suma, esa fase de crisis -epiléptica o epileptoide- no es sino el sistema que utiliza la naturaleza para evacuar los edemas a nivel cerebral y orgánico, que es la situación más peligrosa (caso de la neumonía, infarto de miocardio, embolia pulmonar, estatus asmático...)
En esa etapa de vagotonía hay, pues, un breve periodo en el que se vuelve al estado de simpacotonía y tiene lugar una vasoconstricción -que aprieta y ayuda a evacuar el edema-, especialmente a nivel cerebral. Tras las crisis epileptoides, dependiendo de la magnitud, la persona entra en una fase de poliuria (emisión de gran cantidad de orina durante un periodo de tiempo) y puede también aparecer fiebre y sudoración, medios naturales que el cuerpo tiene para enfriarse (modular su temperatura). Se puede entonces ayudar al organismo aplicando compresas frías a nivel local y cerebral.
3ª LEY BIOLÓGICA
Conocida como Ley del sistema ontogénico de los tumores y enfermedades afines viene a decir que cuando el DHS -o shock traumático inesperado que se vive en soledad- "impacta" durante la fase activa del conflicto en una zona perteneciente al cerebro antiguo aparecen tumores en los órganos que proceden tanto del endodermo como del mesodermo antiguo (glándulas y capas protectoras como la pleura, el peritoneo, la dermis...) mientras que si impacta en una zona del cerebro moderno lo que se producen son necrosis o ulceraciones en los órganos relacionados con el mesodermo moderno y ectodermo (huesos, ganglios, piel, tubos excretores de las diversas glándulas -bronquios, conductos biliares, pancreáticos, píloro, curvatura menor del estómago...).
Hay que aclarar a las personas poco duchas en fisiología que cada órgano del cuerpo tiene su -para entendernos- "relé cerebral", es decir, su correspondencia con cierta zona específica del cerebro humano. Y que éste regula las tres capas u hojas embrionarias: el endodermo, el mesodermo (antiguo y moderno) y el ectodermo (el endodermo y el mesodermo antiguo por el tronco cerebral y el cerebelo, el mesodermo moderno por el mesencéfalo y el ectodermo por la corteza cerebral). Como hay que saber también que cada una de esas tres hojas embrionarias se relaciona con sus correspondientes órganos.
Esa es la razón por la cual de que el shock se manifieste -o impacte- en una u otra área cerebral dependa que el órgano dañado sea uno u otro (y ello está en función, como ya adelantamos, del "colorido" del conflicto, es decir, de cómo se vive y afronta el problema).
Por lo que ese "daño" se "traducirá" durante la fase activa -o de simpatoconía- en una multiplicación celular o tumor si el conflicto impacta en el endodermo o en el mesodermo antiguo o bien en una necrosis o una úlcera si impacta en el mesodermo moderno y ectodermo. Y esto implica algo muy importante: es imposible que un cáncer se propague entre órganos pertenecientes a distintas hojas embrionarias por lo que algunas de las metástasis diagnosticadas por los oncólogos convencionales son absurdas.
En la Nueva Medicina el fenómeno de las metástasis se explica de otra manera: corresponde a otros conflictos que pueden aparecer antes, durante y después del diagnóstico de la enfermedad principal.
Hamer descubriría también que durante la fase de curación -o de vagotonía- los tumores, producto de la proliferación celular en la primera fase, son eliminados por las micobacterias (tuberculosis) mientras que otras bacterias y virus producen todo lo contrario -o sea, proliferación y "relleno celular"- cuando existen necrosis o ulceraciones, producidas en la primera fase de la enfermedad.
Es decir, que los llamados carcinomas y sarcomas serían en realidad fases del proceso curativo del organismo. Siendo esa acción positiva, ese programa biológico natural de sanación, paradójicamente, lo que los oncólogos, en su ignorancia, combaten.
4ª LEY BIOLÓGICA
Formulada como Ley del sistema ontogénico de los microbios explica que tanto éstos como los virus son indispensables en la fase de curación. Más claramente: según Hamer, los hongos, ciertas bacterias y micobacterias tienen como función principal eliminar los tumores producidos durante la fase activa mientras otros microorganismos (bacterias) y algunos virus ayudan a restaurar las necrosis o ulceraciones.
Y, por tanto, es una barbaridad combatirlos. Los virus, por ejemplo, transportan las proteínas y sustancias nutritivas que el organismo utiliza para rellenar las úlceras. Esto explica, por ejemplo, que sólo contraigan una "enfermedad viral" las personas que llegan a una fase de resolución, a una etapa de vagotonía. Y que nunca haya infección por virus o microorganismo alguno en la fase de simpacotonía. En suma, los microbios ayudan tanto en la desaparición de los tumores como en la reconstrucción de tejidos en las úlceras y necrosis.
Hay que añadir que tras las crisis epileptoides o de curación el cerebro conserva aún algo de edema. Edema residual con un sentido biológico muy profundo -especialmente en los casos donde aparecen tumores- porque va a permitir que se evacue o se enquiste la tumoración. Es decir, dependiendo de la hoja embrionaria donde esté asentado el tumor éste puede desprenderse y ser evacuado o enquistarse quedando bien delimitado.
Ahora bien, hay personas que pueden morir en esta fase. Eso depende de la gravedad y del órgano lesionado. Por ese motivo es muy importante conocer el momento del DHS y cuándo acaeció la solución del conflicto porque nos orientará en relación a la gravedad de la sintomatología.
En el caso, por ejemplo, del infarto de miocardio -que corresponde a una enfermedad no estrictamente cancerosa tal como la entendemos convencionalmente- porque si el "conflicto de territorio" ha durado más de nueve meses puede ser mortal. Por ese motivo es tan importante prevenir, o bien actuar con cautela ante estas situaciones.
Cabe añadir que en las crisis de curación el enfermo se encuentra muy fatigado. Es una fase exudativa en la que el cuerpo limpia o expulsa lo que no necesita. Y como requiere mucha energía para terminar de reparar y limpiar la zona dañada se impone un descanso -fase de vagotonía- imprescindible.
Una fase en la que el paciente debe estar muy bien cuidado porque se halla muy sensible y receptivo siendo por ello muy vulnerable a caer en otro conflicto biológico. Evidentemente, en esta fase puede haber mucho dolor, como ocurre en el cáncer de huesos porque el periosteo -la capa que recubre el hueso-, que es la única que está enervada, se comprime debido al edema y eso es extremadamente doloroso.
Es una fase, pues, en la que paciente debe entender bien que lo que le está pasando es natural y tener paciencia. Suele durar entre mes y mes y medio. Una punción, golpe o fractura en ese momento puede romper el periosteo y extender el callo óseo por los alrededores de la zona, situación que será diagnosticada de osteosarcoma.
5ª LEY BIOLÓGICA
Denominada Ley de la quintaesencia o de comprensión del sentido de la enfermedad viene a resumir que ésta no es sino un programa especial que pone en marcha la naturaleza y tiene un profundo sentido biológico. Y es el de que detrás de los malestares, dolores y demás trastornos existe un mecanismo de la naturaleza que nos brinda la oportunidad de recuperarnos y revalidar esos programas especiales.
Que basta comprender la situación y comprendernos para iniciar y trabajar en nuestra curación. Y ello es así porque se parte de la base de que la psique integra todas las funciones que alcanzan al comportamiento y sus conflictos, se concibe al cerebro como un "ordenador" que controla esas funciones y se comprende que los órganos expresan los resultados de la integración de estos sucesos. El cerebro, además, programa la psique y, en una relación dinámica, se programa a sí mismo.
Y viene también a decir que en las enfermedades no hay nada "benigno" o "maligno" sino sólo un profundo sentido de la naturaleza que se refleja en los ritmos de normatonía, simpacotonía y vagotonía. Que la enfermedad tiene siempre un sentido profundo. Es más, desde el punto de vista científico-nosológico se trata de un suceso teleológico (con una finalidad) que se cumple con un sentido completo.
Por eso cuando una persona logra solucionar plenamente el conflicto que le ha provocado su mal-estar el problema de salud que tiene termina resolviéndose. En caso contrario, en cambio, el organismo no podrá completar su trabajo de autosanación.
En suma, y como tantas veces hemos dicho en esta revista, Hamer ha constatado nuevamente que tanto la enfermedad como la curación dependen de nosotros mismos. Aunque no lo queramos asumir.
Fuente: http://www.dsalud.com/numero38_2.htm