La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
El anillo manásico y el conocimiento akhásico.
Por Gustavo Fernández. |
Más allá de la rima del título (que en honor a la verdad juro no haberme propuesto), posiblemente muchos lectores alguna vez se habrán preguntado el porqué de la recurrente mención de la estrella Alción (o Alcione) en el material ovnilógico, especialmente en el de neto corte contactista. Además de vincularse a las afirmaciones de ser éste el punto de origen de alguna de las Inteligencias que nos visitan, he aquí una especulación que podría interesarles.
A partir de una fecha imprecisa pero inmediata, según el autor, nuestro Sistema solar, en su deambular por el cosmos, ingresaría en el disco manásico de Alcione, lo que dispararía cambios trascendentales en la especie humana. Algunos de esos cambios estarían vinculados con el despertar de sentidos extrasensoriales y un conocimiento omnímodo de toda la Realidad.
Una vez más veo aquí las correspondencias de la parte del Todo con ese Todo, al obligarnos nuestro posicionamiento a vibrar tan extrañamente con ese número (¿es necesario recordarlo?: siete notas musicales, siete colores en el espectro, “involuntariamente” elegimos siete maravillas del mundo —y no seis, o doce— cada siete meses se renueva celularmente el organismo y así en número incalculable).
Así que lo que a continuación nos preguntaremos es si existe alguna evidencia de que el Sol, o nuestro sistema solar, tengan ese particular “plano vibratorio” al margen de los conocimientos de la ciencia ortodoxa. Y, para ello, apelo a la paciencia del lector: vamos a desempolvar algún material de mi amarillenta biblioteca de papel.
Nota del Centro Internacional de Psicobiofísica de Bérgamo (Italia), publicada originalmente en la Revista Centro Ricerche Biopsichiche de Padova, mayo de 1966.
Se ha realizado en Campidoglio el anunciado congreso científico por la antigua y gloriosa Academia Teatina, que preside el Ingeniero Angelo De Luca, y que integran los más eminentes científicos europeos, tales como el premio Nobel Louis Brolie; el profesor M. Tedeschini; el profesor E. Medi, presidente del EURATOM; el profesor Polvani, ex presidente del Consejo Nacional de Investigaciones; el profesor Augel, de la Sorbona, director de investigaciones espaciales europeas; el profesor Courier, de la Academia de Ciencias de París; el profesor Pende; Frigoni; Bompiani; Cinquini; Ottaviani; Dúchense, de Lieja; Yoffe, de Cambridge; Siegmund, de Bonn; etc.
El congreso ha tratado y puesto en evidencia los trabajos de un “equipo” de científicos italianos que ha descubierto la identidad fluido-dinámica de la estructura de la energía radiante, de la materia y del espacio que la circunda, alcanzando a demostrar que la velocidad de la luz es relativa.
Entre los científicos ha sido mencionado Marco Tedeschini, profesor universitario de mecánica racional y electrónica, ex colaborador de Marconi y Levi-Civita, y conocido en todo el mundo por su famosa “Teoría de las apariencias”, de cuyos principios ha sido posible realizar muchas aplicaciones prácticas, ya sea en el campo de la física como en el de la neurología, el cual ha demostrado con una serie de pruebas sobre las transmisiones ópticas que el espacio se comporta como un fluido que tiene una densidad 100 cuatrillones de veces inferior a la del agua, cuyos vórtices forman los sistemas atómicos y astronómicos de la materia con sus campos de fuerza atractivas, y cuyas oscilaciones constituyen, según sus frecuencias, las diferentes calidades de energía ondulatoria.
De tales experimentos ha resultado también que La Tierra transporta consigo, en su movimiento de revolución anual, el propio ambiente circundante de espacio fluido, así como transporta consigo su cubierta atmosférica. Nuestro globo y la esfera planetaria de espacio fluido que lo circunda, son a su vez sumergidos en el vórtice solar, en una corriente fluida que tiene una velocidad de 60 kilómetros por segundo.
El campo rodante fluido solar y aquél planetario terrestre se mueven cada uno subdivididos, como una cebolla, en estratos esféricos concéntricos de espacio fluido que tiene espesor constante y velocidad de rotación inversamente proporcional a la raíz cuadrada de su radio.
De los experimentos citados ha sido posible advertir y medir, ya sea la corriente fluida que tiene una velocidad de 9.335 km/seg, y circula en torno a nuestro planeta en el sentido de su rotación diurna y que produce con su empuje centrípeto sobre los cuerpos en ella sumergidos, la aceleración de caída sobre nuestro globo; ya sea la corriente solar, que tiene una velocidad de 60 km/seg, que arrastra a La Tierra y a su esfera planetaria en su solidario movimiento de revoluciones y que provoca la gravedad que las tiene ligadas al Sol.
La importancia de la confirmación experimental de la existencia de un fluido universal y de sus movimientos de rotación y revolución astronómicas arriba citados, consiste en el hecho de que tales movimientos explican la desviación angular que sufren los rayos que les proviene de las estrellas, o sea la aberración descubierta por Bradley en 1727, y también el éxito del experimento Michelson efectuado en 1887, en perfecta armonía con la relatividad clásica de Galileo, a la cual es indispensable por consiguiente volver, abandonando todas las seudo-relatividades en contraste con la geometría euclídea, las cuales fueron toleradas por medio siglo solamente, porque no parecía posible conciliar de otra manera los dos fenómenos ópticos indicados.
También el profesor Renato De Luca, presidente del Comitato Italiano Richerche Matematiche, procediendo por otro camino, ha llegado a las mismas conclusiones. En efecto, descubrió un nuevo y más exacto binomio de dilatación térmica, que introducido en la ecuación de la termodinámica le rinde útiles resultados al cálculo preciso de los prolongamientos térmicos de los cuerpos, del calor específico, de los valores de la energía cinética de los gases, y de la temperatura de los astros. Pero lo que más importa es que la ecuación de Planck que expresa la energía en función de las temperaturas y que exige el repudio de la cinemática clásica, está sustituida por otra que responde en pleno a tal cinemática.
En fin, los profesores E. Borgognone y D. Mattiotto, han demostrado que también las perturbaciones electromagnéticas tienen velocidad relativa, como resulta de los experimentos cumplidos de estos dos físicos con electrones lanzados en tubos catódicos circundados de oportunos campos magnéticos.
Los trabajos mencionados son de excepcional valor científico en cuanto demuestran que: la aberración de la luz; los resultados de los experimentos de Michelson, Morley, Picard, Sthäel, Miller; el alejamiento de los rayos estelares pasados al costado del Sol; el alejamiento del perihelio de Mercurio; los efectos Doppler, Fizeau, Kauffmann, Mossbauer; la energía liberada de las bombas atómicas; la variación de la energía por saltos en el pasaje de un electrón de un estrato a otro del campo atómico (nota del autor: el “spin”) la conciliación entre las leyes de la mecánica y del electromagnetismo son explicables con la cinemática clásica solamente, considerando la existencia del fluido universal hace poco hallado experimentalmente.
En el universo se verifica entonces solamente la relatividad de Galileo. Pero esta certeza es la de la existencia de un fluido universal, sustrato de cada materia y energía, como ha demostrado Tedeschini en sus obras “La teoría de las apariencias”, “La Psicobiofísica”, “La llave del Universo”, “La unificación de la materia y de sus campos de fuerzas”, “Experimentos decisivos por la física moderna” (publicadas por el Centro de Psicobiofísica de Bérgamo, vía Fra Damiano 20), nos permite volver a las claras y seguras fuentes de la cinemática clásica, de resolver toda la antítesis de la física teorética y de alcanzar con la fluidodinámica aquella ciencia cósmica unitaria que desde siglos está en la aspiración humana, y que comprende no sólo los fenómenos físicos, sino también los biológicos y psíquicos, trinidad de realidad que se manifiesta en el Universo.
En consecuencia, de lo que antecede, el congreso que se desarrolló en Campodoglio ha fundado un Centro Studi Pacinotti, institución que tiene los fines de formular cátedras universitarias de Psicobiofísica en Italia y en el extranjero, para que tal ciencia unitaria, madre de todas las otras, sea enseñada, desarrollada por todas partes con la rapidez que reclaman los tiempos, y sean tratadas en sus principios, nuevos conocimientos e invenciones para el ulterior progreso de todas las ramas del saber y para el bienestar material y espiritual de cada uno y de la humanidad.
De este artículo podemos extraer algunas reflexiones:Aunque parezca forzada, esta posibilidad ciertamente sirve para explicar todos los aspectos de ciertas “apariciones” y fenómenos psíquicos, habida cuenta de que —a ello ya nos referiremos en otras oportunidades— descreemos de una explicación meramente patológica o psicopatológica para explicarlas.
Existe una gratuita tendencia innata a concluir que se trata, o bien de un “doble”, algo así como una proyección astral del ser querido para alertarle, o bien del conocimiento premonitorio o telepático del riesgo por venir y una dramatización posterior para su mejor comprensión por parte del destinatario. Pero para comprender por qué reivindicamos para este tipo de casos la teoría de los Registros Akhásicos, permítasenos remitirnos a un caso específico (referido e investigado por alguien tan confiable como Louise Rhine):
Durante la primera Guerra Mundial, un prisionero canadiense en Alemania logró escapar y, de noche y durante una tormenta de nieve, llegó a una encrucijada en la que un camino conducía hacia Holanda y una probable seguridad, y el otro hacia una captura casi cierta. Vaciló y luego optó por uno de los caminos. De repente, se le apareció la figura de su hermano (que hasta esa hora dormía apaciblemente en Inglaterra, ignorante de todo) muy clara y vívida, y le dijo: “No, Richard, por ese camino no. ¡Toma por el otro camino, idiota!”. El resultado fue que aquél hombre que huía, tomó el otro camino y se salvó.
Si se trata del segundo caso, tendríamos que preguntarnos por qué todo ese trabajo de representar a su hermano; después de todo, hay docenas de casos documentados en los que las personas fueron advertidas por simples premoniciones, corazonadas o pálpitos. Y aunque dejemos abierta la posibilidad de que un agente externo intervino, en uno u otro sentido, ocurrió el acceso a alguna fuente de información, y para explicarlo se necesita algo parecido a la hipótesis del banco de imágenes.
La tendencia popular es suponer que ese objeto retiene “vestigios de memoria” de los sucesos en los cuales participó, como si los hechos fueran una melaza pegajosa que ciertas cosas pueden retener. Tal vez sea así. Pero también es más probable en el sentido de que en alguna parte haya una especie de memoria de todo lo acontecido en el Universo y el objeto actúe como un código de búsqueda, lo cual le permite a la persona dueña de la aptitud psíquica recuperar de ese depósito la información adecuada.
Cualquiera sea el proceso, el objeto le brinda al sensitivo la orientación necesaria. Y si esto es verdad respecto de esa pistola que nos revive los padecimientos del asesinato en el que participó, también sería cierto respecto a esa vieja mansión donde “vemos” apariciones asimilables a sus antiguos moradores y sus circunstancias.
De forma tal que aplicando un cierto carácter transitivo, podemos colegir que, respetando aquel mismo Principio de Correspondencia a que hicimos referencia, el Anillo Manásico de un sistema cualquiera puede conservar el registro de los hechos acaecidos en su entorno, y es plausible aceptar que algún otro (Alcione, por ejemplo) puede a su vez aglutinar sinópticamente los de los sistemas que le son secundarios.
La culminación obvia de este razonamiento es que si información es vibración, y si nosotros mismos no somos más que nubes electrónicas infinitamente pequeñas orbitando de manera más o menos ordenada en un espacio vacío, la interacción entre nosotros —información vibratoria— y un Anillo Manásico ajeno al nuestro necesariamente ha de provocar algún efecto resonante; ergo, algún cambio. Si positivo o negativo, es sólo cuestión de más especulación.