La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Algunas cosas ocultas tras la elección de la Ciudad de Buenos Aires .

Por Correo de Buenos Aires.

El país soporta una serie de cimbronazos políticos que sólo la abultada billetera del gobierno central puede disimular a duras penas. Destitución de gobernadores, casas de gobiernos provinciales sitiadas, puentes provinciales e internacionales bloqueados, complejos habitacionales usurpados, villas miseria incendiadas, represiones policiales en los lugares de más densidad poblacional, desbocado aumento del gasto público, creciente inseguridad de las personas acerca de sus vidas y bienes, y la militarización de la provincia de Santa Cruz, son algunos de los tantos ítems que preocupan a los analistas en el exterior.

La euforia oficial en el terreno económico es similar a la vivida por gobiernos anteriores a los que tanto critica el actual Presidente y que, de pronto, vieron sacudida su embriaguez por las aspas de un helicóptero militar. La inflación es un síntoma que aún, como si la historia no hubiese sido lo suficientemente aleccionadora, se insiste en presentar como una enfermedad a la que hay que curar con controles de precios. Hemos dicho que un error, más otro error, difícilmente provoquen un acierto. Son, sencillamente, dos errores. Repetidos a través de la historia: una enfermedad endémica.

Hay que reconocer, sin embargo, que los gobiernos argentinos son brillantes en materia económica. Se endeudan y después no pagan, o pagan menos, o pagan nunca; cobran al contado y pagan en bonos a larguísimos años; muestran lo que atesoran y ocultan lo mucho que deben. Así, el déficit se maquilla como inexistente. Déficit de moneda al que debe agregarse el que se encuentra en los servicios de salud, educación, justicia, seguridad y tantos otros que deberían ofrecer los gobiernos estatales. De Relaciones Exteriores y condiciones de Defensa, mejor no hablemos.

Estas observaciones habrían perdido primacía por el interés que han despertado las elecciones que se disputarán en la Ciudad de Buenos Aires dentro de 2 meses. Es que jefe de Gobierno, vice y 30 legisladores del segundo presupuesto detrás del nacional no se eligen todos los días. Este último sábado, a las 24, venció el plazo para presentar las listas de candidatos.

Si bien la hora elegida para el cierre de las presentaciones nos parece el adecuado para la tarea política en donde las cosas importantes, por ejemplo la aprobación de leyes que benefician a ciertos personajes y empresas se efectúan entre gallos y medianoche, existen aspectos de fondo que parecen ser inapropiados para el acto eleccionario.

Ha sido imposible hasta el día de hoy, lograr que los candidatos digan qué van a hacer y lo que les resultaría mucho más comprometedor, el cómo piensan hacerlo. Sus conversaciones con la prensa suelen contener vagas consideraciones acerca de la seguridad, la justicia social, su compromiso con Néstor Kirchner, los pobres o los piqueteros. No existe -hay que reconocerlo- demasiadas diferencias entre las agrupaciones que han sido formadas a las apuradas con los restos del naufragio peronista, radical y aliancista. Hermandades que mañana mismo entrarán en descomposición.

Sin embargo, lo que debería llamar la atención es la ausencia de obligatorias elecciones internas para dirimir el orden de los puestos electivos en la contienda electoral. La falta de democracia interna es incompatible con la proclamada defensa de las instituciones que hacen los principales dirigentes políticos. Con esta ilegal e inmoral modalidad, los candidatos son elegidos a dedo por los capangas de turno qué deciden quiénes van y en qué lugar. Sus razones tendrán.

El anonimato o la falta de castigo legal permite que ciertos nombres perduren a través del tiempo participando en la mayoría de los gobiernos. ¡Y hay tantos! La señora Patricia Bullrich es una de ellas. Propietaria actual de una Pyme familiar llamada Unión por Todos, ha estado, lógicamente, con todos; desde la época dorada en que su juvenil nombre de guerra era Carolina Serrano. Ahora está con Elisa Carrió quien iba a ser candidata a jefe de Gobierno y nunca se iba a aliar con un peronista pero cambió y ya se siente Presidente, se juntó con quien no se iba a juntar y está formando la Alianza bis.

Entretanto, desesperado por ganar la Capital, Néstor Kirchner fijó sus ojos en el ministro de Educación Filmus y lo nombró cabeza de su lista. Ayudando en esa construcción se lo sabe a Víctor Santa María, titular del gremio de encargados de edificios, quien pudo colocar a una mujer de su confianza en un lugar expectante.

Santa María, al quien se ha visto en los últimos tiempos en la legislatura local motorizando una ley para que en los edificios nuevos se construyan viviendas de 3 ambientes para los encargados, tiene un juicio que se tramita desde hace más de 2 años en la sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo Correccional y Criminal, por haber estafado a su gremio en 17 millones de dólares (que el perito elevó a 20) a manos del fundido Banco Patricios.

Párrafo aparte merece la reaparición del destituido jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, debido a la tragedia de Cromagnón. Es cierto que las indemnizaciones recibidas por los familiares de las víctimas acallaron las protestas que supieron convertirse en verdaderas batallas campales, pero hubiese sido conveniente para la salud electoral del país que Ibarra esperar un poco más para su reaparición.

Ciertos oscuros nombramientos empacaron su gestión “progresista”. Todavía se recuerda el del Fiscal General Ajunto del gobierno porteño, Luis Cevasco. Fue tal la catarata de denuncias que recibió en las 2 audiencias públicas en que se trató su caso que los jefes de todos los bloques se negaron a tratar el pliego del nombramiento. Así y todo, haciendo uso de sus facultades, fue designado por Ibarra.

Cevasco fue acusado de haber sido gratificado cuando se desempeñaba como juez de Instrucción en un sonado caso en la que murió asesinada una menor, y poner obstáculos insalvables en la realización de pruebas de ADN. Apremiado por la circunstancias debió renunciar y obtuvo como premio consuelo el cargo de fiscal.

Cobró fama en su momento por llegar 5 horas tarde al lugar en que el ingeniero Santos mató a dos ladrones que habían querido asaltarlo porque estaba mirando un partido de los Pumas en el estadio de Vélez Sársfield. En su nuevo trabajo como Fiscal General del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, debió haber haberse presentado en Cromagnón inmediatamente después de la tragedia.

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