El llamado de la fama, Zulma Lobato y la entrevistadora que arrasa.
La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas. |
Máxima ponderación.
Cuando nos asentamos en la vorágine televisiva como espectadores curiosos y ávidos de recibir todo aquello que se produce durante el día, nos encontramos, fundamentalmente, con que la regla principal es el abuso. El abuso de la repetición. El abuso de lo grotesco y bizarro que nos define como televidentes que legitimamos con el encendido todo aquello que satisface un morbo que puede ser consciente o inconsciente pero que se revela, sin lugar a dudas, en lo que desde hace varios años se muestra en nuestra sagrada televisión.
Aquella que adolece de gusto y buenos modales. Pero que, paradójicamente, en esa carencia encuentra su máxima ponderación. De ahí, la exportación de personajes a países como Uruguay, Chile y España así como la emergencia de fenómenos que acaparan la atención, no por sus dotes artísticos sino por la decadencia del ser humano que atiende a una intrínseca necesidad que tiene que ver con lo que Mercedes Odina y Gabriel Halevi han dado en llamar, el Factor Fama.
Factor Fama
Un libro publicado por ANAGRAMA (Barcelona) sin desperdicio alguno, ya que explica cómo se puede alcanzar la popularidad sin haber hecho nada digno o relevante dentro del campo artístico. E incluso, aborda el vínculo de la política con lo actoral. Es decir, cómo los políticos devienen en actores, por lo general cómicos, y cómo los actores ingresan en la política valiéndose de la fama conseguida.
Un modo de proceder que tiene que ver con un juego acomodaticio de costo beneficio en el contexto de un estado de situación que alarma, ante todo, por la precariedad argumentativa del oficialismo y la oposición. Dos partes que han dado lugar a la creación de "Gran Cuñado" como espacio caricaturizado que está entrando en una meseta y que se nutre de una comicidad que parte, esencialmente, desde arriba.
Frente a eso, es natural que surjan personajes como Zulma Lobato. A quien se la ridiculiza y juzga por lo que vende. Un travesti que en su imaginario se considera una revelación artística más que una revelación de la ausencia ridiculizada. Es un individuo más que quiere fama y no vacila en exponer las miserias de la vida misma. Se disfraza, se pinta y monta un show que recorre todos los programas que han decidido sacrificarla, lícitamente y bajo el auto consentimiento de la propia degradación en brutales informes y entrevistas.
Y Zulma lo disfruta porque se ve en pantalla. Se muestra. Se regodea en su bestial ignorancia de una fama que seguramente será efímera, dado que el medio es cíclico y los que permanecen sostenidamente son pocos. No obstante, la Lobato travestida, ahora, es una mediática compulsiva regada por las producciones y los conductores que encuentran en ella un producto redituable para mantener y subir el rating.
La descubridora
Fue la que le dio un lugar. Un espacio de expresión para mostrar su nada o bien, su necesidad de mostrarse para cumplir con un deseo de realización que tiene que ver con la adicción a las cámaras en el marco de las luces y sonidos de la televisión. Zulma Lobato, en una generosa entrevista, fue inducida con el encanto de la ingenuidad que transmite la conductora, a decir y hacer todo aquello que ella sentía y quería mostrarle a la gente. Su ángel. Su carisma siempre mencionado en la precaria auto referencia.
Fue así, como el público también descubrió a una entrevistadora que pregunta lo que la gente quiere saber sin rodeos. Con simpleza, a pesar de saber que los medios la pondrán bajo el panóptico salvaje, cuestionando sus formas de actuar, pensar y sentir.
Una mujer que se muestra, en el contexto de su programa de TV, como una conductora televidente que se presenta ante el público como una consumidora más que entiende las reglas de juego y sabe, por sus características espontáneas y de conocimiento televisivo, que sus notas, comentarios y preguntas trascenderán la pantalla de Crónica.
Se trata de Anabela Ascar. La entrevistadora de “Hechos y Protagonistas” que lleva al piso a personas de los distintos campos. Político, social y artístico. Incluso, invita a ciudadanos que se encuentran en situación de calle para que cuenten su historia de vida y que los responsables gubernamentales se hagan cargo de dicha realidad.
Porque Anabela sabe que cuando algo se hace público los intereses y temores al interior de los grandes grupos de poder se movilizan con mayor intensidad. Pasa, de la profundidad que tiene que ver con el pauperismo social que nos envuelve, a la máxima frivolidad. Arrasa con el voyeurismo de la descompensación de las “nenas de utilería”. Con lo cual, responde a las demandas de los televidentes que la han colocado en un lugar de preferencia y deja atrás, sin proponérselo, a la caravana de conductoras que “matarían” por estar en los resúmenes de todos los programas de aire y cable.