La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Néstor, íntimo.

Por Pablo Dorfman.

Fueron 11 días los que mediaron entre el inesperado desembarco del presidente Néstor Kirchner en su dolarizada mansión en El Calafate y su regreso a la Casa Rosada ayer por la mañana. Casi dos semanas en que el país vivió uno de los acontecimientos más crudos de su historia reciente, con la muerte de un maestro por la brutal represión policial en Neuquén, Carlos Fuentealba.  

En esas casi dos semanas en las que el presidente Kirchner estuvo recluido, mantuvo un diálogo escueto con sus funcionarios más cercanos y pasó la mayor parte de su tiempo reflexionando sobre el tema que hoy desvela a la mayor parte de los operadores políticos: su candidatura presidencial. 

Además, decidió recibir personalmente y por diferentes circunstancias al ministro de Planificación Federal y Obras Públicas, Julio de Vido, y al jefe del ejército, Roberto Bendini en su imponente casa patagónica. Fuentes calificadas de la Casa Rosada coincidieron al señalar que el presidente tenía pensado este viaje hace "por lo menos dos semanas".  

La rutina de Kirchner fue inalterable. A las siete de la mañana tenía un repaso de los medios y hablaba con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a quien además autorizó para que emprenda un viaje de turismo por España.  

Cuando el presidente desembarcó en El Calafate, Santa Fe y Entre Ríos atravesaban un delicado momento por las inundaciones y fue la hermana presidencial, la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner, la que lo interiorizó del asunto. El primer mandatario dio la orden expresa de que Alicia y el todo terreno ministro de Salud, Ginés González García, bajaran a las provincias para tratar de organizar la ayuda y paliar el dramatismo que allí se vivió.  

Por otro lado, la decisión de no participar en el acto por los caídos en Malvinas la tomó el presidente en soledad, en consenso con la primera dama Cristina Fernández de Kirchner, que apenas se movió de su lado durante este tiempo. Hasta el vicepresidente, Daniel Scioli, trató en vano de conocer horas antes del acto en Ushuaia si el jefe de Estado participaría.  

A los tres días de iniciado su descanso se produjo la muerte de Fuentealba, y fue el ministro del Interior Aníbal Fernández, el responsable de reportarle diariamente a Kirchner los acontecimientos. Rápidamente, el presidente decidió despegarse del conflicto e instó a su ministro a que apunte hacía el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch por lo ocurrido. "Este no es un problema nuestro, despégate rápido y que nadie haga declaraciones", fue la orden presidencial. En las decenas de llamadas que existieron entre el Presidente y Aníbal Fernández hubo varios párrafos para denostar la figura de Sobisch.  

La Primera Dama fue su confidente permanente, pero también se sumó en ese especial período de reflexión la presencia del poderoso ministro Julio de Vido. Según confirmaron a La Política Online, el ministro estuvo un día y medio en el sur argentino, pero su arribo fue rodeado por el máximo hermetismo. ¿Habrán hablado del caso Skanska que por estas horas conmueve a lo más alto del poder? ¿Habrán sumado a la conversación a Rudy Ulloa Igor que por algún motivo algo tiene para decir al respecto? 

De Vido estuvo con el presidente más de 24 horas y los temas que hablaron están guardados bajo un candado. Luego del encuentro el ministro se tomó unos días de descanso.  

Alberto Fernández fue el único de los ministros que mantuvo un diálogo telefónico diario con el primer mandatario. Conversaron, incluso, cuatro veces el día en que se produjo la muerte de Fuentealba. Ese mismo día, además, reportó en la mansión ubicada a pocos metros del lago Buenos Aires el ex chofer presidencial y hoy empresario de medios Rudy Ulloa Igor. El secretario General de la presidencia, Carlos Zanini, también informó al presidente sobre algunos temas puntuales. Zanini fue de los pocos que la semana pasada visitó la Casa Rosada. 

La militarización 

En el marco del conflicto docente que azota a varias provincias, entre ellas Santa Cruz, se explica el especial llamado del primer mandatario al general Roberto Bendini para que concurra a la mansión presidencial en El Calafate.  

Bendini estuvo el pasado miércoles durante casi cuatro horas organizando el nuevo desembarco de la Gendarmería por esas tierras, aunque esa fuerza en rigor depende del ministro del Interior. Es que el presidente tiene una particular obsesión por que no se produzcan desbordes en Santa Cruz, y tomó la urgente medida de militarizar todos los colegios en su provincia.  

Las fuentes consultadas aseguran que desde que se inició el conflicto docente llegaron alrededor de 800 gendarmes a Santa Cruz, y que el ejército ubicado en Río Gallegos y en Piedra Buena es el que esta desembarcando en las zonas donde hay tensión. "La brigada de Infantería Mecanizada del ejército en Río Gallegos y en Punta Buena se está encargando de garantizar que la gendarmería tenga todo lo que necesita en Santa Cruz para evitar desbordes.

El presidente teme que exista algún tipo de sublevación de la policía provincial también por los salarios, así que tiene al ejército y a la gendarmería trabajando en cada rincón de su provincia", apunta una fuente desde Santa Cruz. La situación es tan delicada que incluso se habla de un aumento encubierto a la policía local de 600 pesos, para prevenir un cuartelazo. 

El regreso 

Tras los 11 días de descanso, el presidente volvió a Buenos Aires y aprovechó la tranquilidad del vuelo, para delinear con su mujer los próximos pasos de su "instalación" como figura política de alcance internacional, que incluirá nuevas y promocionadas giras al exterior. El tiempo dirá si finalmente ese trabajo desemboca en una candidatura presidencial. 

Lo cierto es que Zanini, tal como anticipó La Política Online, le habría confiado a dos hombres influyentes de su agrupación Compromiso K que "lo de Cristina esta un poco complicado".  

Tras su arribo a la Casa Rosada el presidente mantuvo el lunes un encuentro de casi dos horas con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández y con el secretario General de la presidencia, Oscar Parrilli. Pasado el mediodía, Kirchner se retiró a la residencia de Olivos donde permaneció toda la tarde informado sobre las protestas docentes en todo el país casi exclusivamente por el ministro del Interior.  

Horas después, y en su primer aparición pública, Kirchner participó en un acto en el Salón Sur de la Casa Rosada junto al gobernador de Tucumán, José Alperovich. Allí firmaron un convenio para la construcción de 3 mil nuevas unidades habitacionales y obras de infraestructura para la provincia de Tucumán. Al presidente se lo vio pálido y apocado. Un día después en un acto en Hurlingham se lo vió un poco más recuperado.  

Algo está pasando en el corazón del poder.

Fuente: La Política on Line.

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