La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Y Kirchner se empezó a morir.

Por Carolina Mantegari.

Y de repente Kirchner, El Furia, se les empezó a morir. En serio. Hasta el triunfo, la muerte tributaba, en exclusiva, sólo aspectos redituables. Podía tranquilamente conceptuársela aquí como una “genialidad estratégica”. El país -después de todo- funcionaba por su propia dinámica.

Más suelta, casi liberada, Cristina mostró que podía evolucionar sola. Supo pilotear estupendamente la viudez estética. Con la vibrante oportunidad de los quiebres emocionales. Con los atributos inteligentes del Vestidito Negro. La cuestión que Cristina se las ingenió, admirablemente, para introducir a la sociedad entera en su carterita de mano. Y para imponer la más clara vigencia del cesarismo. Cristina dejó de ser la mujer del Cesar para convertirse, sencillamente, en El Cesar.

Mientras tanto, Javier Grossman colaboraba sustancialmente con los decorados y la magia de las escenografías. Sirvió Grossman para armar, en vida de El Furia, los figurines del bicentenario. Como así también pudo asesorar en la ambientación del sepelio. O para la ornamentación del acto de clausura de la campaña electoral. La elección que consolidó el relato del “cesarismo con faldas”, diría Milciades Peña. Pero las escenografías, infortunadamente, sólo adornaron las carencias. Consiguieron que la Nada apareciera esencialmente presentable. A los efectos de colocarle un extraordinario cómo, a la falta absoluta del qué.

Después de la humillación del 54 por ciento, que paralizó automáticamente a la contestación, es justamente cuando El Furia, de repente, se les empieza a morir de verdad.
En la plenitud de la anarquía, se percibe el “peso de la ausencia”. Sobre todo a la hora crepuscular de las decisiones. Cuando “el modelo” deja de ser el motivo fundamental para la oratoria televisada. Y cuando las decisiones ya no se limitan a la cosmética de elegir si va tal dirigente en la lista. O tal pendex de La Cámpora. Lo que tiene que hacerse, en adelante, no es competencia de Grossman. Lástima.

Pasión por volcar

Solo, en la ruta, el cristinismo vuelca en la primera curva. Brotan las dificultades elementales para la conducción. Para Consultora Oximoron, los motivos del vuelco distan de ser ideológicos. Es la conjunción extraña de la impericia, con el desconocimiento y la irresponsabilidad. Es el cóctel definitivamente despreciable, que los induce a llevarse -ellos solos- puestos.

Para confirmar, acaso, otra clásica tesis del Portal. Indica que el cristinismo, aún en su ciclo cesarista, como el kirchnerismo, la etapa anterior, portan, técnicamente, el virus de la autodestrucción. La tentación de sumergirse en el abismo. Que les fortalece la capacidad perversa para recuperarse. Es imposible abordar, en ningún seminario, el estudio del Kirchner-cristinismo sin tener en cuenta las cíclicas recuperaciones. Es decir, para entenderlo deben estudiarse sus caídas. Así sean prematuramente innecesarias. Como la de este noviembre particularmente cruel.

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