La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Y se nos fue... redepente.

Por Ana Larravide.

“Catalina Pizzafrola Langanuzzo, a sus pieses… Desde hoy una amiga más.” Escribía sus guiones en blocks de borrador Coloso. Guiones que decían, por ejemplo: "¿Sabe ande asistimo anoche? A un concierto. Salió un melenudo y se puso a aporrear el piano, que yo pensaba: 'Dale nomá... ¡Cómo se ve que el piano no es tuyo! Si te agarra Jacobo Fisher...' Porque el piano tenía el monograma del dueño: Jacobo Fisher".

Creo mis personajes observando a la gente, prestando atención a los pequeños defectos que pueden causar risa. Yo voy a la peluquería, por ejemplo, y paro la oreja para ver lo que hablan los clientes. Es increíble lo que pueden decir allí las mujeres: están en los secadores y como el aparato les tapa las orejas y hace ruido, deben gritar para escucharse.

A gritos cuentan la vida y milagros de todo el barrio. En general, yo caricaturizo lo que allí se dice, pero a veces ni me hace falta cargar las tintas, lo mismo en los transportes públicos: generalmente no viajo en ómnibus porque me reconocen y me miran, y eso me pone muy nerviosa; pero a veces me pongo los anteojos negros y doy una vuelta para escuchar a la gente. Parece mentira lo indiscretos que son.

¿Quién fue esta espía de peluquería, esta extraña pasajera con anteojos negros? María Esther Traverso. ¿Que no le suena? ¿Y si le digo Niní? ¡Niní Marshall!

Su madre, Ángela, era muy joven cuando murió el ingeniero Pedro Traverso. Niní, tenía dos meses y cinco hermanos (había nacido en junio, 1903). Ángela era alegre. Le gustaba divertir a sus hijos y divertirse ella, disfrazados para representar historias y cantar zarzuelas para sus parientes y amigos. Las llamaba tertulias cómico-musicales. Para Niní “aquella fue la mejor parte de mi vida.”

Hubo después grandes amores y grandes decepciones. De su primer matrimonio nació Ángeles, que la madre de Niní alcanzó a conocer aunque murió a los dos meses de ser abuela. El buen mozo ingeniero padre de Ángeles era jugador compulsivo. Se separaron. Niní entró a trabajar como colaboradora en la revista Sintonía, la mayor revista de espectáculos de los años 30: escribía una columna que se llamaba Alfilerazos; firmaba Mitzi y ella misma la ilustraba.

En un concurso del programa radial La Voz del Aire, en 1934, se presentó como la “cancionista Ivonne D’Arcy cantante internacional en cinco idiomas” que todo lo imitaba y que todo lo cantaba... y ganó. Tenía treinta años; con partes del nombre de un nuevo amor (Marcelo Salcedo) formó su nombre artístico y desde entonces Marshall –la que era tímida fuera del micrófono– lanzó al aire las voces de tantísimas mujeres, que por primera vez se convirtieron en voces espectaculares, más allá de sus cocinas o del living de sus casas.

–Aquí, señoras y señores, y con libretos que le pertenecen, queda con ustedes Niniiiii Marshalllllll... –presentaba Cacho Fontana. Y se precipitaban al aire Catalina Pizzafrola (Catita) que por todo preguntaba –¿Lo quée?; Cándida Loureiro Raballada, empleada doméstica defensora de la moral, la solidaridad y la justicia. Doña Pola, la viejecita judía dueña de la tienda Los tres hemisferios, La Niña Jovita siempre deseosa de encontrar un caballero que enamorara “su corazón ingenuo de dama antigua”, la bella Loli, decadente actriz de varieté. Bárbara Mc Adam, lady inglesa que visitaba México con vestidos y sombreros extravagantes, exclamando en todas partes ¡Beatiful!

Cuando le preguntaban como creaba sus personajes, Niní respondía que era cuestión de observar y oír. Todo lenguaje se aprende y ella tenía el oído atento desde chiquita.

Su primer enamoramiento de una entonación graciosa fue de Francisca, la mucama española que le preguntaba a los invitados de su madre:

–Osté, ¿no come más? –No, Francisca, gracias. –¡Qué zonzo!

María Esther Traverso tuvo un nieto actor, Carlos Gamallo, y una sobrina nieta actriz, Antonella Costa. Niní Marshall trabajó con Juan Carlos Thorry, con Jorge Luz...

En 1973, con Lino Patalano, dieron al público Y se nos fue redepente, inolvidable espectáculo de café concert. En 1982, con Antonio Carrizo, Niní dio cátedra por última vez en el programa Juntos.

Marcó un rumbo para Gasalla, Fernando Peña y otros que han sabido escuchar a los personajes porteños retratándolos por su forma de hablar, más reconocible que cualquier retrato. (“Tan sólo por la voz”... dice el tango y así es: la voz pinta a alguien de cuerpo entero).

 

Soy tan tímida –explicaba Niní- que me escondo atrás de mis personajes:

– Que me se caiga la lengua a pedazos y no la pueda rejuntar si miento.

– Pobre Pascual, flor de zapatero... Ay, yo me quedé hecha un yelo cuando me dijeron que había muerto. Le tenía tanto afeto. Pa’ mí era más que un zapatero. Pa’ mí era una madre... Ya ven, me vine al velorio como estaba, de espor. Disculpenmé, apenas pude traerme a los chicos para que vieran un velorio, que nunca habían visto. Y están ahí, fasinados con el muerto... Pobre don Pascual. ¿Y cómo fue? Redepente, de un ataque sincopado.

– ¿Saben que yo quedé viuda en plena luna de miel? Habíamos ido a Bariloche. Un día, subiendo el Tronador, marido mío pierde el pie y se cae en el fondo de un precipicio. Al día siguiente encontramos tirada sólo la mitad del cuerpo, felizmente la mitad donde llevaba la cartera con toda su fortuna. Así que gracias a Dios, mi marido no perdió nada más que la vida.

– Cuando llegué al centro de espiritistas ‘Alma Centena’, que dirige el doctor Sensafiore, el salón de atos, o sea, el comedor, estaba escuro. Y alrededor del trípoli, o sea, la mesa de tres patas, los clientes de los espíritus se tocaban la punta de los dedos para producir la corriente manética que le dicen... El doctor Sensafiore dijo: ‘Si hay un espíritu presente, que dé un gorpe. Si no hay ninguno, que dea dos gorpes’.

Entonces ¡prum! Apareció el espíritu de mi tía Carmela... Mi tía Carmela, hablando materialmente, se murió de un cayo malino; el cayo se le infestó, le vino la grangrena y hubo que cortarle las dos piernas. La infeción era en una sola, pero el dotor dijo: ‘Ya que estamo le corto la otra. Para emparejarla’. Un dotor muy prolijo. ¿Que cómo quedó mi tía Carmela? Así de bajita. Vino a quedar como la Venus del Mirlo, manca de las piernas...

– Las otras noches salí sola a caminar y tres hombres me secuestraron... pero en el primer farol encendido me largaron.

– Mi último marido se me murió de una nada, un resfrío. Lo atendieron cinco médicos. Y no se pudo defender.

– Cantar... ahora no puedo cantar porque tengo las amígalas flemonadas.

En 1985 Marshall publicó Mis memorias (Editorial Moreno). Murió a los 94 años, el 18 de marzo de 1996, un mes después que Tato Bores. Tato habrá recibido con una copa de champán a esta dama que solía decir:

–No soy artista, soy una señora de su casa que logró, simplemente, hacerse la graciosa.

Fuente: El Arca Digital

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