La verdad jamás estará en los ignorantes, en los cobardes, en los cómplices, en los serviles y menos aún en los idiotas.

Qué mala leche.

Por Jorge Lanata.

En el primer capítulo del XVIII Brumario de Luis Bonaparte (1852), Marx recuerda a Hegel en uno de sus textos más citados: “Hegel dice que todos los grandes hechos de la historia universal se producen dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera vez como tragedia y la segunda vez como farsa. Luis Bonaparte fue, así, la caricatura de su tío”.

Ambos pensamientos –tanto el de Marx como el de Hegel– están imbuidos del espíritu científico e iluminista del siglo XIX: de haber podido, hubieran escrito en un pizarrón la “fórmula de la realidad”. Ojalá la vida fuera tan simplemente clara. La estupidez, el azar y las miserias alejan a las matemáticas de la historia; los hombres tropezamos varias veces con la misma piedra y asistimos, abúlicos, al deterioro.

Pero a veces nos encanta creer que las fórmulas funcionan, y las relaciones entre Venezuela y Argentina bien pueden ser una de ellas. Los secretos de Bolívar y San Martín en Guayaquil, las simpatías de Perón y Pérez Jiménez en Caracas y Madrid, y los negocios de Hugo Chávez y Néstor Kirchner mientras pronuncian términos tan grandes que no entran en sus bocas.

“Antes de ayer por la noche partió de aquí el general San Martín después de una visita de treinta y seis o cuarenta horas, si se puede llamar visita propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse de nuestra amistad, para apoyarse con ella respecto a sus enemigos internos y externos”, escribió con carácter de “reservado” el 29 de julio de 1822 José Gabriel Pérez, el secretario de Bolívar, a la Secretaría de Relaciones Exteriores de la República de Colombia.

En la carta, que todos suponen dictada por Bolívar, se refiere a San Martín como “El Protector” (era el cargo con que había sido honrado en Lima) y a sí mismo como S. E. “Su Excelencia”. El informe, en varios párrafos, alude al lenguaje de San Martín, calificando algunas de sus frases como “comunes y groseras”, o extrañando su desconocimiento de algunos temas “en los que no pareció muy bien instruido”.

La relación oficial sostiene que “‘El Protector’ no quiere ser rey, pero tampoco quiere la democracia, y sí que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú. Dice que se retirará a Mendoza porque ya está cansado del mando y de sufrir a sus enemigos”.

El rumor que llegó a San Martín del general Miller lo señaló a él mismo como quien intentaba ocupar un trono en Perú. San Martín, convencido de que fue el propio Bolívar quien difundió la especie para desprestigiarlo, escribió entonces: “Si, como no dudo (y esto porque me lo asegura el general Miller), el cierto personaje ha vertido estas insinuaciones, digo que lejos de ser un caballero sólo merece el nombre de un insigne impostor y despreciable pillo, pudiendo asegurar a usted que si tales hubieran sido mis intenciones, no era él quien me hubiera hecho cambiar mi proyecto.

En cuanto a mi viaje a Guayaquil, no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú”.

Después de la entrevista de Guayaquil, San Martín regresó a Lima y renunció a su cargo de protector del Perú. Sus diferencias con el gobierno de Rivadavia y su resistencia a participar de la lucha entre unitarios y federales terminan decidiendo su exilio en Europa y sus años de apuros económicos.

El final del libertador de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela no fue muy distinto. Rechazó cualquier tipo de sueldo de los pueblos que liberó y se negó a manejar comercialmente el Canal de Panamá, una idea propia que el general Santander, vicepresidente de Nueva Granada, adivinó como un gran negocio. “Usted y yo –le escribe a Santander–, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, no debemos mezclarnos en proyectos puramente especulativos. (…) La gloria de haber llenado mi deber será eternamente mi bien y mi dicha. La gloria está en ser grande y ser útil.”

¿Habrá sonado aquella frase de Bolívar cuando a la historia se le dio por repetirse como tragedia, en la madrugada del 23 de enero de 1958? Aquella noche el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez escapó de Caracas a Santo Domingo y –como recordó en La Nación Tomás Eloy Martinez– lo hizo con tanto apuro que “debieron izarlo hasta el avión con poleas de albañilería, porque sus ayudantes se olvidaron de llevar una escalerilla.

En la pista del aeropuerto quedó olvidado un maletín con trece millones de dólares en efectivo, que era el dinero reservado para sus gastos de familia”. Perón estaba en Caracas aquella noche, y se estableció luego en Ciudad Trujillo hasta que luego, como Jiménez, se exilió en España.

Los paralelos entre la historia de Pérez Jiménez y Chávez son tan obvios que muy pocos parecen advertirlos: ambos surgen a la luz pública después de participar de un golpe de Estado (Chávez contra Carlos Andrés Pérez en 1992, Pérez Jiménez contra el general Isaías Medina Angarita en 1945), ambos deciden citar a una Asamblea Constituyente para, entre otros asuntos, cambiar el nombre del país (Pérez Jiménez cambia el nombre elegido en 1864, “Estados Unidos de Venezuela” por el de “República de Venezuela”, y Chávez cambia este último por el de “República Bolivariana de Venezuela”).

Ambos eligen mantenerse en el poder a través de un plebiscito (el de Pérez Jiménez lo instala en la presidencia entre 1958 y 1963) y ambos son acusados, durante su gestión, de encabezar gobiernos autoritarios, perseguir a los opositores, centralizar el poder y no respetar la libertad de prensa. “En diez años de dictadura, se ha hecho más por el país que en cuarenta años de democracia”, dicen hoy los defensores del dictador venezolano de los cincuenta.

“Pérez Jiménez hizo de Venezuela un gran país, ejemplo para América latina”, acotan, y señalan las “obras monumentales” de la época, como la autopista Caracas-La Guaira, el centro Simón Bolívar y el puente sobre el lago de Maracaibo.

Lejos entonces queda de la casualidad el hecho de que Chávez invitara al anciano Pérez Jiménez, a quienes todos creían ya muerto, a la asunción de su primer gobierno, en 1998. Que el anciano dictador –quien finalmente murió en España en 2001– haya sido parte de la derecha más conservadora y que Estados Unidos considere a Chávez como un fantasma “rojo, rojito” es un detalle menor: el propio Chávez ya ha dicho que no se siente “ni de derecha ni de izquierda, sino bolivariano”.

Ahora, que la historia se empecina en repetirse como farsa, podemos pensar en Bolívar preocupado por un fideicomiso poco claro, bonos que especulan con el dólar paralelo y comisiones tan bolivarianas como el Canal de Panamá.

EL CHE SALIÓ DE SHOPPING

La “relación estratégica” entre Venezuela y Argentina está basada en negocios turbios y frases grandilocuentes. Vamos por partes:

* Desde mayo de 2005 Venezuela le compra a Argentina Boden 2012. La operación comenzó con 100 millones de dólares y en casi dieciocho meses se adquirieron 3.600 millones de Boden 2012 y 400 millones de Boden 2015, anexados al denominado Bono del Sur.

La compra de bonos argentinos, bautizados por Chávez como los “Bonos Kirchner”, que son “mil veces menos riesgosos que los del Tesoro de los Estados Unidos”, es utilizada por los venezolanos para poder sacar divisas del país, algo que contrasta con el fuerte discurso nacionalista del presidente reelecto.

El mercado del dólar en Caracas, controlado teóricamente por el gobierno, tiene una cotización paralela. Dos mil cien bolívares por dólar en el cambio oficial o dos mil ochocientos en el paralelo, durante la semana pasada. El gobierno de Chávez vende a los bancos los Boden 2012 al precio oficial, y luego los bancos los vuelven a vender a sus clientes, pero al paralelo.

Nadie cree en Venezuela que ese negocio sólo sea usufructuado por los banqueros, y las sospechas de corrupción estatal se multiplican. “El verdadero interés de los inversores en ese nuevo bono –escribió en Clarín el pasado 2 de noviembre Gustavo Bazzan, en una nota sobre el Bono del Sur– es que les pemitirá sacar divisas de Venezuela, tal como hoy lo hacen con el Boden 2012, quedándose en el acto con una diferencia no menor al 15%.”

* Otro de los negocios poco bolivarianos con Venezuela se refiere al mítico “fideicomiso”: en el marco de los convenios bilaterales convive el comercio convencional (de commodities agropecuarias, autopartes, leche en polvo, aceites y harinas) con el Fideicomiso Cooperativo creado en 2004.

El fideicomiso opera con el dinero que Argentina le paga a Venezuela por la compra de petróleo; por cada venta, Camesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico) deposita el pago en una cuenta que el Bandes (Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela) tiene en Nueva York.

La entidad del fideicomisario, o comitente, es PDVSA. Según la página Web del propio Bandes, “un fideicomiso es una relación jurídica a través de la cual una persona llamada fideicomitente transfiere uno o más bienes a otra persona llamada fiduciario, quien se obliga a utilizarlo en favor de aquél o de un tercero llamado beneficiario”.

A través de este fideicomiso circulan más de 300 millones de dólares. Con ese dinero, por ejemplo, el ministerio de Salud de Venezuela compra productos argentinos, operación que se concreta con la firma del presidente Chávez, que avala contratos por suministro definitivo.

Se supone que el trámite no debe durar más de cuarenta y cinco días, aunque en la actualidad cada contrato demora unos siete u ocho meses para ser aprobado. Según el reglamento del fideicomiso, se le adelanta a la empresa el 30% del valor de la compra, lo que vuelve el negocio ciento por ciento seguro.

Distintas fuentes aseguraron a PERFIL que el especialista en calmar la angustia de los atrasos de meses en los contratos es Claudio Uberti, mano derecha de De Vido y personaje clave en los negocios venezolanos, además de titular del Occovi (Organo Controlador de las Concesiones Viales).

Uberti sabe cómo “agilizar” los trámites y, de solicitarlo, las empresas cuentan con su buena voluntad de gestión. El par venezolano del ágil Uberti es Franklin Mendez, director del Bandes. “Lo que está fuera del fideicomiso tiene su lógica –confesó a PERFIL un funcionario de segunda línea del Gobierno nacional– pero lo que está por dentro del fidecomiso es inmanejable. Todo está bajo el aura de Claudio Uberti.”

UBERTI Y LOS ASCENSORES

En el mismo panorama de PERFIL en el que se anunció en exclusiva la renuncia de Lavagna, el 27 de noviembre de 2005, un apartado mencionaba el famoso fideicomiso venezolano y la “desaparición” de noventa millones de dólares: “El 26 de enero –decía el artículo– legó a la Cancillería un cable del entonces embajador argentino en Venezuela, Alberto Sadous.

El título del cable era ‘Grave situación’. Sadous, embajador de carrera nombrado allí por Duhalde, informaba de un tema verdaderamente grave: la falta de noventa millones de dólares del fideicomiso entre Argentina y Venezuela. El cable en cuestión no ahorraba metáforas: “Esto afecta seriamente la relación”, decía, mencionando la palabra “corrupción” al menos en dos oportunidades.

Sadous –quien en varias oportunidades se negó a hablar con PERFIL– describía en el informe el mecanismo de ingeniería financiera que se habría utilizado: “Los 890 millones salieron del fideicomiso en Nueva York, volvieron a Venezuela, se vendieron en el mercado negro del dólar, se recompraron en el oficial y alguien se quedó con los trece millones de dólares de diferencia”.

Según manifestó el canciller Bielsa a este diario, el general Freddy Balzán (medalla al combatiente internacionalista entregada por Fidel, ex corresponsal de Prensa Latina en Managua) envió a las 18.19 del 1º de febrero un curioso cable a la Cancillería argentina, donde expresaba: “Como no tenemos experiencia en fideicomisos, retiramos todo ese dinero sin saber que podíamos hacerlo”. Fuentes diplomáticas aseguraron que aquella “indiscreción” le costó el puesto a Sadous.

Las primeras tres operaciones del fideicomiso demoraron más de un año en llevarse adelante pese a que los 91.300.000 dólares que involucraban ya estaban depositados desde el cuarto mes. Una de esas operaciones fue llevada a cabo por INVAP con la compañía de Philips como proveedor de software, otra fue de la empresa Medics, de incubadoras neonatales (que firmó en aquel momento un contrato de 25 millones de dólares y acaba de acordar uno nuevo por ochenta millones), y otra, la de los famosos Ascensores Servas, sobre la que abundaremos más adelante. Los noventa y un millones en efecto estuvieron “desaparecidos” y la primera tarea de Nilda Garré cuando asumió la Embajada en Caracas fue normalizar aquel escándalo.

Ascensores Servas SA es proveedora del Estado nacional desde el 14 de marzo de 2002, y tiene oficinas en la planta baja de Alsina 909. Su balance de 2004 es realmente un poco desalentador: tiene 5.028.640,26 pesos de activos corrientes y un pasivo corriente de 1.334.684,81 pesos; vendió por 4.028.621,83 y perdió al final del año 95.260,35 pesos.

En la Oficina Nacional de Contrataciones figuran también sus faltas: el 14 de enero de 2004 el director de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo suspendió la contratación de doce meses por incumplimiento, y en el Ministerio de Economía le dieron de baja el contrato, ya que la Subsecretaría de Administración logró probar que había falsificado un certificado fiscal para contratar.

El presidente de la atribulada Servas SA es el señor José Aizpun, la vicepresidenta es María de las Mercedes Primitiva Aizpun Noain y sus directores son Nely Gladys Dutruel, Marta de Pedro y Cristina Romilda Aizpun Noain. Como se ve, el sesgo progresista que llevó a Servas a integrar su directorio sólo con mujeres parece ser un distintivo.

Y para colmo son personas que sufren los embates de la economía: Nely Dutruel está calificada como “irrecuperable” en las agencias de información de créditos y el propio presidente Aizpun tiene una larguísima ristra de cheques rechazados: el 3, 7, 14 y 19 de diciembre de 2001, el 4 y 8 de enero de 2002, el 7 y 8 de febrero de 2002, el 11 de marzo, 8 de abril, 7 de mayo y 7 de junio de 2002, junto a varios créditos otorgados por el Banco Nación y el de la Provincia de Buenos Aires.

Si se buscan referencias respeto a la vicepresidencia de la empresa, se verá que la señora María de las Mercedes Primitiva Aizpun Noain tiene una carrera empresaria verdaderamente versátil: a su función en una empresa de fabricación de ascensores agrega como actividad, a efectos fiscales, la de “venta al por menor de ropa interior, medias, prendas para dormir y para la playa, incluye corsetería, lencería, camisetas, medias excepto ortopédicas, pijamas, camisones y saltos de cama, salidas de baño, trajes de baño, etc.”.

También mantiene un excelente vínculo con el Banco Provincia aunque ahora transita por dificultades: ha sido declarada “irrecuperable” por ése y por el Citibank. Marta Elena de Pedro de Aizpun, por su parte, también registra otra extensa ristra de cheques voladores en 2002. Y Cristina Aizpun Noain también fue considerada “irrecuperable” por el Banco Provincia y el Citi.

Esta pujante pyme argentina fue presentada por el gobierno de Néstor Kirchner al de Venzuela, en el marco de los acuerdos comerciales bolivarianos. Según la Memoria Detallada del Estado de la Nación 2005, de la mano del ágil Claudio Uberti el señor José Aizpun, presidente de Servas SA, cerró acuerdos con los ministerios de Comercio y Salud de Venezuela.

En el Portal ALBA (Alternativa Bolivariana para Nuestra América), bajo el acápite “Documentos suscriptos entre la República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela”, figura la “Carta de intención entre el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la República Bolivariana de Venezuela y la empresa argentina Ascensores Servas”, que “tiene por objeto fortalecer la infraestructura hospitalaria a través de la puesta en funcionamiento de ascensores en el sistema hospitalario venezolano”.

En la gira del 21 de noviembre de 2005, tanto Uberti como el presidente de Servas, Aizpun, acompañaron al presidente y entonces, según la agencia oficial Télam, “se discutió la radicación gradual de esa firma argentina” en aquel país. La primera etapa del convenio con Servas comprende un contrato de 25 millones de dólares, hay una segunda etapa de 30 millones y otro convenio con el Ministerio de Defensa que incluye instalar dos ascensores en el Palacio de Miraflores y en dos hospitales militares, por doce millones de dólares. Servas, con la ayuda de Uberti –perdón–, se va para arriba.

MUJER MARAVILLA

En la noche del lunes 4, la embajadora Alicia Castro estaba sonriente y plena: le repitió la historia del crédito de SanCor a cada uno de los argentinos invitados al asado que se realizó en su residencia de Caracas. Alicia, claro, ocupó la cabecera, con Miguel Bonasso a un lado y Graciela Rommer al otro. Sólo estaban presentes periodistas de su agrado: Felipe Yapur, de Télam, y el editor político de La Voz del Interior.

También estaban algunos de los funcionarios que asistieron a la reelección de Chávez como observadores, pero en ese sector de la mesa había más bocas torcidas que sonrisas: no les envió a nadie a recibirlos al aeropuerto ni les ofreció alojamiento, y a la mayoría ni siquiera le atendió el teléfono. “Esta mina existe sólo por su amistad con Chávez y Cristina”, se escuchó refunfuñar. Otro observador confesó a PERFIL:

“Por lo menos así empieza a justificar la tonelada de guita que se lleva”.

La embajadora Castro cobra, por mes, 45.000 pesos, lo que significa un ingreso anual de 520.533 pesos que ella misma firma en su declaración jurada ante la Oficina Anticorrupción. Obviamente, sus gastos corrientes y viáticos corren aparte, de modo que su estancia en Caracas significará un importante ahorro.

Aunque, a estar de su propia declaración jurada, Alicia Amalia Castro no vive urgencia alguna: posee un departamento de 150 metros en el prestigioso Kavanagh (que supera en el mercado el medio millón de dólares), una chacra de 24 hectáreas en Loreto, Misiones, una casa de cuatrocientos metros en Posadas y un terreno de 360 metros cuadrados en el Barrio Oeste de dicha capital.

Tiene 151.000 pesos en efectivo, 13.296 en su cuenta corriente, 46.338 en su caja de ahorros y una cuenta corriente en dólares con 55.888. Alicia pudo ahorrar este dinero trabajando como tripulante de cabina entre julio de 1970 y marzo de 1992, y luego con el mismo puesto pero con licencia gremial hasta julio de 2004.

Declara a la vez cierta pasión por la plástica, la suficiente como para haber aceptado la “donación” de una serigrafía original de Andy Warhol, dos cuadros de Guillermo Roux y una pintura y óleos de Norma Bessquet. Le encanta, por otra parte, el Volkswagen Gol: tiene uno modelo 1992 y otro de 2005. Ya no discute con el Presidente por las concesiones de Aeropuertos 2000 ni denuncia el desinterés oficial por investigar el narcotráfico en Southern Winds. Ahora vive en directo la revolución bolivariana.

EL TAMBO

SanCor (síntesis de las palabras Santa Fe y Córdoba) es una cooperativa con sede en Sunchales que nuclea a más de mil seiscientos productores y facturó en 2005 1.452 millones de pesos. Su situación financiera es complicada: tiene en enero un vencimiento de 60 millones de dólares y 167 millones de la misma moneda conforman el monto no reestructurado total de su deuda. Participa en un 14% del mercado interno y exporta la mayor parte de su producción.

El presidente de la cooperativa es Oscar Carreras, un ganadero radical que fue secretario de Agricultura del gobernador cordobés Ramón Mestre. Carreras tiene a su cargo la operación de venta de la empresa y está convencido de que, desde que empezaron la presiones oficiales para no venderle a un grupo extranjero, su teléfono está intervenido.

Miembros del directorio comentaron a PERFIL: “Desde el lado del Gobierno hay un doble discurso: por un lado, dicen que no quieren que SanCor pierda su identidad, pero, por otro, nunca nos ofrecieron nada desde principios de 2006, cuando les empezamos a pedir auxilio porque sabíamos que no iban a cerrar los números.

En aquel momento Kirchner prometió que nos iba a dar una línea de crédito del Banco Nación por 120 millones de dólares, una operación que era imposible porque ese banco no tiene líneas de crédito por más de 20 o 30 millones. Entonces propusieron lo del fideicomiso con Venezuela”.

Oscar Carrera fue testigo directo del doble discurso el martes pasado, cuando lo recibieron Alberto F y Felisa Miceli en Casa de Gobierno. El Presidente había prometido participar de la reunión pero nunca apareció. En esa reunión, Alberto F le dijo que si la opción de Soros les parecía mejor, debían tomarla.

—No tenemos ningún compromiso con los venezolanos –afirmó.

INVESTIGACIÓN: J. L. / ROMINA MANGUEL / LUCIANA GEUNA

Editoriales